Glenn Gould cumplió su promesa
El pianista grabó en 1955 las 'Variaciones Goldberg' de Bach en disco analógico. En 1982, en su 50 cumpleaños, y pocos días antes de morir, interpretó su versión definitiva en formato digital
Pedro Jesús Fernández 13/01/2015
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Italo Calvino concluyó su conferencia sobre la rapidez con el cuento de un pintor chino diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. El pintor respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, contestó el pintor cuando le reclamaron el encargo. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, el rey fue a verle al estudio y, con delicadeza, volvió a interesarse. “Es cierto”, contestó el pintor, tomando el pincel para dibujar en un instante, con un solo gesto, un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.
Glenn Gould nació en 1932 y murió un octubre de hace 32 años, cuando terminaba de grabar la versión digital de las Variaciones Goldberg de J.S. Bach, que había publicado en 1955 en disco analógico. Gould fue un pianista mítico y maniático de quien tenemos buenas imágenes. Interpretando al piano parece tan fuera de lugar como el Mono Burgos en la alcantarilla y hasta en la portería, con la espalda y el cuello encorvados sobre el teclado, ensimismado, canturreando la melodía. Siempre en la misma humilde silla de madera, apenas 35 centímetros de altura, que construyó su padre para él. Otras imágenes le muestran, en cambio, destilando el glamour pandillero de los primeros sesenta, con aire a lo James Dean, el cabello despeinado, la camisa desabrochada y enormes pantalones de pinzas. En todas echa por tierra las convenciones sobre postura, actitud y libertad de los intérpretes de música clásica. Retirado de los escenarios desde que cumplió 32 años, se refugió en el hermetismo de las salas de grabación. En 1979 anunció que abandonaría el piano cuando cumpliera los cincuenta.
La mitología nos enseña que Penélope, tras 20 años de fiel ausencia, exigió a su marido, Odiseo, que le demostrara su identidad revelando el secreto de las patas de una cama, que él mismo, antes de partir de Ítaca, había tallado con ramas de olivo. Glenn Gould no salía de casa sin su silla, con las cuatro patas serradas y modificadas para poderse ajustar. La vida y la literatura no suelen coincidir. Jorge Consiglio sostiene que su abuelo, en 1970, siguiendo instrucciones de la Embajada de Canadá, encoló la famosa silla de Gould en su viejo galpón de la calle Argerich de Buenos Aires. Le creo. También creo la versión del malogrado Wertheimer, quien, antes de suicidarse, me contó en una de las madrugadas del Bar Británico de San Telmo que asistió a la grabación de las Goldberg en 1982. “El estudio estaba preparado, había una docena de ingenieros de sonido dando vueltas por todas partes. Glenn llegó el primer día envuelto en una manta, examinó el piano y se marchó. El segundo día ya venía con la silla, que montó delante de todos, se sentó, tocó una sola nota con el dedo índice y volvió a marcharse. Fue repitiendo este procedimiento durante una semana, mientras le mirábamos en silencio. Una mañana aparece el director de la Sony rodeado de ejecutivos. Llega Gould con sus bufandas y abrigos, se acerca al piano, apoya el dedo sobre la nota y se dispone a salir. Por detrás, el director se acerca y le comenta que el alquiler del estudio cuesta una fortuna. “¿Acaso no puede acelerar la grabación? Hay diez técnicos mano sobre mano con contratos pendientes”. Gould replica que ésa es su manera de prepararse, ellos fueron quienes le invitaron, trabajará de esa manera o no trabajará. Siguen pasando los días hasta que uno cualquiera el pianista llega, se sienta y de una sola vez, sin la menor interrupción, toca completas las Goldberg y el disco queda grabado. ¿Cómo —le preguntan—, no quiere hacer ninguna corrección, mejorar algún matiz, ninguna repetición? Gould ni se molesta en responder. Se levanta con una mueca parecida a una sonrisa, recoge sus cosas y se marcha”.
Esta segunda versión de las Variaciones Goldberg apareció el 25 de septiembre de 1982, coincidiendo con el cumpleaños número 50 del pianista. Dos días más tarde, Gould sufría un derrame cerebral y entraba en coma. Falleció el 4 de octubre, en el Hospital General de Toronto. La primera versión de 1955 duraba 38 minutos y 26 segundos; la segunda, 51 minutos y 14 segundos, casi 13 minutos más.
Italo Calvino concluyó su conferencia sobre la rapidez con el cuento de un pintor chino diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. El pintor respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. “Necesito otros...
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Pedro Jesús Fernández
Pedro Jesús Fernández, madrileño de Albacete, vive en Buenos Aires por los mismos azares que antes le hicieron recalar en México DF y Roma. Escribe artículos ligeros en CTXT, El País y otros medios. También, a veces, con constancia pero sin prisa, dedica su tiempo a otros menesteres literarios, y de tarde en tarde, pinta acuarelas.
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