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La diosa Fortuna, como todas las diosas, es caprichosa. Y como caprichosa concede sus favores a aquellos de quienes se encapricha por caprichosas razones. En el caso español –siempre hay un caso español, y por eso llevamos decenas de años siendo diferentes y muy nuestros - la diosa Fortuna concede sin ir más lejos en lo que a bienes muebles, inmuebles, innobles, inteligibles e incomprensibles, raíces, gananciales, complementarios, de consumo, sustitutivos, de capital o de matute a seres humanos al filo de lo zoológico más primitivo o, todo hay que decirlo, incluso a algunos con estudios, pero sin especial mérito si se les aplica cualquier lupa que al aumentar –ay, dolor- magnifica tanto las existencias como las carencias.
Prima facie, yo he llegado a la conclusión provisional –por si me equivoco y tengo que reconocer mi error- de que la tal Fortuna elige a los beneficiarios de sus favores en atención a un, en principio, extraño criterio: el peinado de los mismos. Por el manejo de su cabello, por la forma y lustre que le dan, por la manera como adecuan sus pelos de la cabeza al volumen y forma de la misma, por tanto detalle lindo como añaden al hecho, insignificante si no te fijas, de pasar el peine por el pelo mojado después de la ducha.
Todo esto que parece una chorrada –que lo es- es a su vez característica sobresaliente en el cráneo de algunos de los máximos representantes de los españoles más y mejor amados por la fortuna.
Podemos empezar por aquellos que dominan o adecuan sus peinados a la escasez o abundancia de la materia prima de la manipulación, los pelos y cómo lo hacen:
Rodrigo Rato. Indiferencia absoluta sobre su calva y sobre lo que le queda piloso: Ad maiora natus sum, parece que piensa. “No voy a ocupar mi testa en fruslerías, habiendo tanto a ganar a poco que menee los sesos o aun manteniéndolos en reposo, según costumbre”.
Botín debía de ser de igual criterio, modificado quizás por lo descarado de su apellido que podía intimidarlo, lo que lo impulsaría a huir de ostentaciones como guedejas flamígeras u otras exuberancias cantarinas.
Cosa que no preocupaba nada a la imagen pública de Jordi Pujol que con frecuencia exhibía mechones de mayor longitud que espesor, perfectamente lubrificados con seborreico componente que se los adhería en hilachas desorganizadas y a veces crespas a su privilegiado cráneo. Por su aspecto general tampoco me ha sido fácil deducir nunca si usaba parfum, agua de colonia o sudor espontáneo.
La Fortuna ha elegido a otro puñado de españoles en base a una organización capilar castrense. Los pelos son muchos y parecen alineados como las legiones romanas o los ejércitos de Napoleón. Pido perdón por cualquier metedura de pata en este territorio porque, por culpa de una úlcera de duodeno, me vi privado de hacer la mili, lo que incrementó mi natural cobardía, ayuno como quedé de por vida en la adquisición de pericia alguna en el manejo de las armas. Son personas con millones de euros y de pelos en la cabeza, segados todos con el mismo rasero, y apretados unos con otros como si les fuera la vida en ello.
Algunos, Miguel Blesa, Villalonga o Bárcenas, parecen que, capilarmente hablando, han relajado la disciplina militar y se permiten ciertas ondulaciones o ricitos al aire, que, sin caer en deserciones, alivian los rigores castrenses.
Bárcenas mantiene sin embargo un correoso y desafiante empaste cabelludo que más que alegato liberal parece provenir de un exceso de testosterona que actúa de dentro afuera como fijador con brillantina y convierte lo que pudiera ser ejército en unión de mesnadas a la toma de la fortaleza genovesa.
Blesa es el rey. Se suelta el pelo en calculada dejadez para expresar al máximo la libertad y el poderío con el que se mueve como intocable con todas las de la ley.
Juan Villalonga, el pilarista compañero de Aznar (los pelos de Aznar son mediocres al lado de estas lumbreras), es un término medio entre la superhombría de Bárcenas y la nonchalance de Blesa. Su capital, eso sí, y sus pelos abundan en la abundancia con bendito descaro.
Por último, quiero rendir tributo al máximo exportador a España de modos italianos de televisión y de pelos esculpidos. A sus peinados, tintes y trasplantes capilares rinden tributo en nuestro reino Jaume Matas y Zaplana, pongo por caso. Hablo, ya se sabe, de Don Silvio. De Berlusconi. Caso aparte.
(O)diosa Fortuna, que te zurzan. A ver si tienes mejor ojo a la hora de elegir.
Autor >
José Luis Cuerda
José Luis Cuerda Martínez es director, guionista y productor de cine español. Ha dirigido algunas de las películas más memorables del cine español, entre ellas, 'El bosque animado', 'Amanece, que no es poco', 'Así en el cielo como en la tierra' o 'La lengua de las mariposas'.
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