Jerez, lagar de sentencias por bulerías
La ciudad del compás y el soniquete es un modelo de integración de las minorías gitana y musulmana. Pero entre sus 213.000 habitantes la tasa de paro roza el 45%
Silvia Cruz Jerez , 26/04/2015
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Jerez de la Frontera tiene un patrón, San Dionisio, al que se conoce como el santo sin cabeza porque se la cortaron en el siglo III y, según narra su hagiografía, anduvo con ella bajo el brazo varios kilómetros. Ese tajo remite a otro más reciente, el que la alcaldesa dice que se daría en la mano antes de usarla para robar. La que expele tal sentencia es María José García-Pelayo, una edil popular a la espera de que el juez Pablo Ruz decida si la imputa en una pieza separada de la trama Gürtel.
Esta forma de expresarse, sentenciando, es muy flamenca. Y a flamenca a Jerez pocas ciudades le ganan. Es la cuna de La Serneta, de Charamusco o del Marruro. También la de Tío José de Paula, Terremoto o Paco la Luz, mitos de la ciudad que todo el que se acerca al cante sigue y persigue. Ellos ya están en las enciclopedias, pero tienen recambio: José Mercé, por citar solo al más conocido. Una lista de nombres tan larga que pone en entredicho las estadísticas, que dicen que sólo el 6% de los jerezanos es gitano. Sin embargo, lo que se palpa en la calle y refiere el flamencólogo José María Castaño es que uno de cada cuatro tiene ADN caló.
No hay más que darse una vuelta por el barrio de Santiago para ver su importancia: Fernando de la Morena, Diego Carrasco o Tía Juana la del Pipa son leyendas vivas del vecindario; La Macanita y Sorderita con su voz, El Bo y Chicharito a las palmas siguen la senda. Hay variedad de estilos y de intereses, pero todos dominan el compás, emblema del flamenco jerezano. Y en el barrio de San Miguel, más de la misma calidad: Manuel Torre, Agujetas padre, el Torta, La Paquera, los Carpio...
La lista es interminable y además en Jerez no sólo el cañí sabe cantar. Antonio Chacón es un ejemplo y un referente; Capullo de Jerez, un personaje con miles de fans, y desde hace un tiempo otro gachó tiene a la afición metida en el bolsillo: David Lagos, ganador de la última Lámpara Minera del Festival de Cante de La Unión. Su hermano Alfredo es un maestro de la guitarra, instrumento que en Jerez tiene referentes como Gerardo Núñez, Paco Cepero, los Morao, los Parrilla y José Quevedo Bolita o Santiago Lara por citar sólo a unos pocos. Un paseo por las calles de ambos barrios da cuenta de que, mejor, mejor o soberbiamente, casi todos tocan la guitarra, “cantiñean”, bailan o saben hacer las tres cosas.
Pero no es necesario llegar a esos vecindarios para darse cuenta de eso. En el aeropuerto, el taxista para el coche para mostrar sus habilidades echándose un cantecito de Huelva. “Aquí, sabe usted, sobran artistas y falta trabajo. Pero como lloramos con un ojo y bailamos con el cuerpo entero, no nos escucha ni Cristo”, sentencia el conductor tras acabar el fandango.
Economía sumergida y precariedad
Lo que subyace en la frase del taxista es tan evidente en Jerez como el compás, pues hay mucha economía sumergida pero pocos la ocultan. “En el festival de flamenco echo unas horas en el bar de mi tía”, cuenta un camarero que ya no cobra el paro pero sigue en las listas. Y en una parada de autobús, una mujer explica sus peripecias para montar un pequeño taller de costura con el que completar su pensión. Estas cosas que se oyen por todos lados las confirma Eugenio Fausto Santa-Bárbara, inspector jefe de la Seguridad Social de Cádiz: “Como mínimo, entre el 25 y el 30% de la población de la provincia de Cádiz trabaja en la economía sumergida”. Los datos son más fríos pero menos sospechosos de alentar los tópicos.
En esta región, las penurias empiezan a venir cada vez más de la precariedad laboral que del paro. Así lo expresa Antonio Villasán, responsable del Banco de Alimentos de Jerez, donde llega cada vez más gente con trabajo y cuya sede consume el 60% de los recursos de la entidad en la provincia. A principios de marzo, el banco contaba sólo con los stocks de emergencia. Leche y aceite, los productos más demandados. La información que facilita Cáritas dice lo mismo: crecen los usuarios con trabajo que no ganan para lo básico.
Jerez tiene casi 213.000 censados y una tasa de desempleo que roza el 45%. Es decir, casi 35.000 personas en edad de trabajar no tienen ocupación. Estas cifras sitúan a Jerez y a la provincia de Cádiz a la cabeza del paro en Europa. En el mundo, para encontrar porcentajes similares hay que irse a zonas de conflicto: la franja de Gaza, por ejemplo, que según la ONU llega al 45,5%.
El eco de ‘Charlie Hebdo’
Jerez tiene dimensión de ciudad y hábitos de pueblo. Tiene tantas iglesias como empresas bodegueras, pero conoce el mundo. No sólo por los turistas, sino porque aquí conviven fieles de varias confesiones desde hace décadas. También la comunidad musulmana, muy asentada en la zona por razones históricas y por la inmigración llegada en la década de 2000. El atentado de Charlie Hebdo tuvo su eco en la ciudad. El 12 de enero la mezquita En-Nor y la antigua Liga Morisca amanecieron con pintadas racistas a cuenta de los asesinatos de París. Las palabras se cubrieron con pintura pero un paseo por la calle Rui-López, donde está la liga, aún muestra una mirilla telescópica dibujada en la puerta. La respuesta llegó unos días después, cuando dos encapuchados tiraron un cóctel molotov contra el convento de Santa Rita e hirieron a un policía cuando huían.
A pesar de estos incidentes, Ibrahim Allilou, imán de En-Nor, asegura que los 800 musulmanes de Jerez se sienten tratados “con cariño”. Una señal de que aquí están acostumbrados a convivir es que en el cementerio disponen de una parcela para ellos. Al que le parezca una nimiedad debe saber que en España hay casi 18.000 camposantos y sólo 24 necrópolis islámicas o parcelas dentro de cementerios municipales.
“Aquí vivimos todos juntos sin problemas”, explica Mateo Soleá al comentarle el caso, y pone como ejemplo la normalidad que existe entre payos y gitanos, pero también históricamente con los árabes. Él es cantaor y dueño de La Gitanería, un tabanco en el que ofrece comida, bebida y cante cuando menos se espera. En su establecimiento se grabó parte del documental El cante bueno duele, de la holandesa Ernestina Van de Noort, centrado en una saga jerezana imprescindible: la de los Morao.
Mateo recuerda anécdotas de Moraíto Chico, genial guitarrista fallecido en agosto de 2011, a quien se recuerda y se nombra más que al muerto al que se homenajea estos días: Paco de Lucía. “Era especial, era un ‘morao’”, dice Mateo en una frase que no admite réplica y que le lleva a enlazar con los otros “especiales” de la ciudad, esos gitanos bohemios entre los que reinó Luis de la Pica, que hasta tiene una peña que lleva su nombre. Es llamativo lo bien que conservan a sus muertos en Jerez. El de la Pica murió en 1999 pero aparece tanto en boca de los flamencos que parece que fue ayer.
“Hoy en día, todos corren. Algunos cantan gritando y parece que tienen prisa y los guitarristas también van como un rayo”, explica el anfitrión y se arranca por soleá. “Ves, despacito, saboreándola, así se canta”. La forma en la que le gusta ejecutar su cante apenas rige ya fuera de su casa y de su ambiente. Hasta su ciudad se ha vuelto adicta a la velocidad, no sólo en el flamenco. Y más aún desde que se supo que en 2015 Jerez sería la Capital Mundial del Motociclismo.
La velocidad es más rentable
La nominación de la Federación Internacional de Motociclismo ha servido para que este año, de primavera a otoño, se celebren en Jerez hasta nueve eventos de primer nivel relacionados con el motor. A algunos flamencos esto les da un pelín de envidia: en la ciudad hay estatuas a Terremoto, La Paquera, Lola Flores y Sordera, pero no un Paseo de la Fama. Y para postre, la Ciudad del Flamenco promovida en 2002 por Pedro Pacheco y diseñada por Herzog y De Meuron está parada sine die por falta de presupuesto a pesar de que el ayuntamiento ya gastó 15 millones de euros en pagar honorarios y cimentar el terreno.
Sin embargo, las cifras se decantan por la celeridad. El último Festival de Flamenco de Jerez acabó el 7 de marzo y duró 16 días. Los resultados son positivos porque ha crecido el número de visitantes, pero 33.588 espectadores, muchos de ellos de la zona, están muy lejos de alcanzar las previsiones que hay para el Gran Premio de Motociclismo que se celebrará del 1 al 3 de mayo. Sólo en tres días, Jerez prevé recibir a 300.000 visitantes, a los que un ayuntamiento con más de mil millones de euros de deuda espera como maná. El año pasado, con poco más de 200.000 visitantes, los beneficios del evento ascendieron a 53 millones de euros.
Ni flamenco, ni turismo, ni vino: ladrillo
El sector del vino, que fue otro de los motores económicos de la zona, también tiene sus cuitas. El paisaje jerezano está dominado por la gran botella de Tío Pepe y los enormes letreros de las grandes marcas: Domecq o González Byass, que no sólo dan vino, sino también actividad a la industria del vidrio y a otras relacionadas. Los problemas, sin embargo, empezaron con la sequía de 2012 y con el posterior arranque de vides, que ha dejado a la región con déficit de botas. Por si fuera poco, el producto que acaparaba el 70% de los beneficios hasta 2011, el brandy, apenas emplea ya para su elaboración uva jerezana, sino manchega.
Al ver los problemas que planteaba el monocultivo, la ciudad se planteó un cambio de modelo pero aun teniendo sol y cultura, optaron por el ladrillo. La ciudad se extendió a golpe de nuevas urbanizaciones, y con la crisis muchas obras quedaron paradas y muchas viviendas nuevas sin dueño. Los últimos datos del Ministerio de Fomento sobre compra-venta de inmuebles dan un respiro al mercado inmobiliario de Jerez pues las transacciones han aumentado un 45,64% en 2014. Sin embargo, y a pesar de que la compra de vivienda de protección oficial ha crecido un 74,82%, aún hay unas 4.000 solicitudes para acceder a un domicilio de estas características, según informa Reporteros Jerez. Los datos complementan los de Cáritas, que sitúa la vivienda como el segundo problema más grave de la ciudad después del paro.
Sentencias judiciales y electorales
Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 41% de andaluces aún no sabe qué votar en las elecciones del 22 de marzo. Después, en mayo, cuando empiece la temporada de carreras en Jerez, se celebrarán los comicios municipales y aún está por ver si a la actual alcaldesa la sientan o no en el banquillo.
Si así sucediera, se daría la circunstancia de que todos los ediles democráticos de la ciudad habrán sido requeridos por la justicia. Pedro Pacheco, alcalde de 1979 a 2003 por el Partido Andalucista y muy dado también a la frase categórica, entró el año pasado en prisión por contratación irregular, y la socialista Pilar Sánchez ha sido condenada a cuatro años y medio por conceder ayudas irregulares a varias empresas.
“Aquí te obligan a ser pirata”, dice un parroquiano en el tabanco El Arriate al comentar el tema. “Todos hacen lo mismo”, remata otro en tono sentencioso al salir el caso de los falsos ERE en Andalucía. Aquel veredicto de Balzac sobre la resignación como suicidio cotidiano se viene a la cabeza. Pero no llega a ser pronunciado, pues tras pasar unos días en Jerez se comprende que ese modo tan rotundo de expresarse es a veces una forma camuflada de rogar un cambio de tercio.
Jerez de la Frontera tiene un patrón, San Dionisio, al que se conoce como el santo sin cabeza porque se la cortaron en el siglo III y, según narra su hagiografía, anduvo con ella bajo el brazo varios kilómetros. Ese tajo remite a otro más reciente, el que la alcaldesa dice que se daría en la mano antes...
Autor >
Silvia Cruz
Periodista
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