Copa América
Las cuentas se ajustan en casa
El fútbol engrandece países, mitifica a sus héores y condena a sus villanos. También deja cuentas por saldar y brinda batallas para redimirlas. Acá llega una más
Álex Moreno 10/06/2015
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Es posible que la racanería brasileña fuese merecedora de toda crueldad imaginable, pero reprochar las desavenencias en público siempre queda grueso. Cuando Argentina preguntaba a Brasil aquello de qué se sentía al ver en casa a su papá, aireando todas esas vergüenzas, el anfitrión no podía sino mirar a otro lado y desear que el trago acabara rápido y de la mejor manera posible. Cómo puedes hacerme esto, en mi casa, delante de todos los invitados. Las cosas se resuelven cara a cara, sin necesidad de convertir el reproche en regodeo para el resto de la fiesta.
El duelo no llegó a producirse. Alemania trituró los sueños del anfitrión con una demostración de fútbol sensato, ordenado y, por encima de todo, respetuoso con la pelota. La historia volvió a repetirse, y al Maracanazo le sucedió 64 años después el Mineirazo, donde el destino no perdonó esta vez la enésima traición a la belleza por parte de aquel protagonista, Brasil, que ha hecho del divertimento y la plasticidad una forma de entender el juego. Después fue el turno para la Argentina burlona, y Alemania también la castigó, llevándose la Copa a una Europa decadente. Ningún otro representante de la primera cuna del fútbol plantó en Brasil algo que mereciera la pena ser contado.
Fueron las voces de la segunda cuna, América, y no las más poderosas precisamente, las que pusieron color a la cita, llenando de entusiasmo y fulgor cada contienda. Sin haberse cumplido un año de aquel Mundial, con el telón recién echado en el viejo continente y los mercaderes instalando sus puestos para arañar esos titulares que no consiguieron cuando el balón aún rodaba, las estrellas americanas vuelven a cruzar el charco. El fútbol pide prórroga y América dispone. Y al calor de la intimidad que provee el torneo que tendrá lugar en Chile a partir del 11 de junio, es hora de ajustar cuentas.
Encomendados a Messi y a Neymar
Es difícil que la sonrisa de la canarinha, forzada en tiempos de Scolari, vuelva con Dunga, otro apasionado del rigor. Una prioridad mezquina cuando hablamos de fútbol y Brasil
La tunda de aquel 8 de julio en Belo Horizonte, esos siete goles alemanes, no evaporó la sonrisa del juego brasileño. Esa sonrisa hacía ya tiempo que se había perdido. Lo que sí hizo fue mutilar aquella danza torpe y simplona que la canarinha ejecutaba a las órdenes de Scolari. Pasado el trauma, Brasil tiene ante sí la primera prueba para saber si puede volver a andar. Es difícil que la sonrisa, forzada entonces, vaya a dibujarla el sustituto de Felipao. Dunga es otro apasionado del rigor, una prioridad mezquina y antinatural cuando hablamos de Brasil y fútbol.
La verdeamarela siempre juega para ganar y Dunga no se exige más que un resultado positivo en el marcador. No parece que haya llegado la hora de volver a disfrutar con Brasil, aunque si existe un jugador que salte al campo como si este fuera un patio de colegio, ese es la estrella brasileña. Para volver a bailar samba, la torcida lo fía todo a su mejor bailarín, Neymar, que viene de conquistar Europa con el Barça con la misión de compensar con su repertorio el juego de una selección en continua pelea con su pasado.
En similares circunstancias se encuentra Lionel Messi, con la diferencia de que sobre el argentino ya cuelga desde hace tiempo la pesada carga de devolver los laureles a un país que siempre ha mirado con lupa su rendimiento al vestir la albiceleste. Si el año pasado, con la sombra de lo que fue (y es de nuevo) llegamos a la final del Mundial, qué no haremos ahora, se preguntan ilusionados. Ahora, Messi vuela en otra dimensión en la que solo las leyendas del fútbol tienen cabida. Pero el hambre acucia a Argentina. Lleva 22 años sin reinar en el continente. Por mucho que nunca se escondiera y pusiera el mayor de los empeños en reconquistar la Copa, todas y cada una de las empresas fracasaron.
También la última, cuando el torneo se celebró precisamente en Argentina y Messi, al igual que en esta ocasión, llegaba con la Champions bajo el brazo. La aventura acabó con pitos para Leo, Lío en Argentina. La albiceleste fue despachada en cuartos de final con un balance mediocre: tres empates y una sola victoria. Exactamente el mismo que el otro gallo del corral, Brasil. Los semifinalistas de aquel torneo fueron Paraguay, Venezuela, Perú y la campeona, Uruguay. Puede causar sorpresa en la creída y clasista Europa, pero no en un continente acostumbrado a lidiar contra el yugo del poderoso, y que tiene la resistencia por bandera y al rebelde como héroe. Pero esto solo es fútbol. Solo es fútbol.
La fiesta de los delanteros… ¿también del gol?
El foco se irá desplazando de la delantera al mediocampo y la zaga, pero el potencial ofensivo citado en la Copa es tan exhuberante que la referencia se antoja inevitable
En el fútbol, el héroe siempre es el que mete los goles, y en Chile no faltarán precisamente especialistas. En Argentina, aun sin nombrar a Messi, la convocatoria restante produce casi vértigo: Tévez, Higuaín, Kun Agüero, Di María, Lavezzi, Pastore… Todo para que finalmente la referencia acabe siendo el incombustible liderazgo de Mascherano en el eje. Como en tantas ocasiones, según se vaya consumiendo el torneo, el foco se desplazará al mediocampo y a las zagas de cada equipo, pero el potencial ofensivo citado este verano en el Cono Sur es tan exhuberante que la referencia se antoja inevitable.
Buena parte del mismo se concentra en una de las apuestas más refrescantes hace un año en Brasil. Liderada de nuevo por el máximo artillero del Mundial, el madridista James Rodríguez, Colombia suma a su dupla mundialista titular (Teo Gutiérrez y Jackson Martínez) al por entonces lesionado Falcao y al sevillista Bacca, deseoso de más galones tras hacer campeón de la Europa League a los hispalenses con sus goles. Pura dinamita para un equipo sin complejo alguno que está llamado a engrandecer el legado cosechado en los 90 por los Asprilla, Valderrama e Higuita. Apeados del Mundial por Brasil en una eliminatoria de cuartos en la que merecieron mucho más, los cafeteros no tendrán que esperar para encontrar revancha: la noche del 17 de junio ambos equipos tienen una cita con el Estadio Monumental de Santiago como testigo.
Otros que aguardan a la canarinha con los cuchillos bien afilados son los chilenos, víctimas también del camino real que conducía a los anfitriones hacia la esperada final en Maracaná. Ahora los anfitriones son ellos. Eso sí, tendrán que esperar un posible cruce para redimir la afrenta, y aunque no parece que vayan a tener problemas para llegar a las eliminatorias, confían en que por entonces el físico de su hombre clave en el centro del campo, el juventino Arturo Vidal, responda adecuadamente. Los goles serán cosa de la habilidad de Alexis para embocar las oportunidades, pero sus opciones de triunfo volverán a pasar por el éxito que tengan en negar el gol al rival. En la meta, otro conocido, el portero blaugrana Claudio Bravo.
Quien no encontrará en Chile consuelo alguno de lo sucedido en Brasil hace un año será justamente el mayor agraviado de todos. Luis Suárez, el delantero uruguayo expulsado del Mundial en los despachos tras morder al defensa italiano Chielini, tampoco podrá redimir sus pecados este verano. La sanción impuesta por la FIFA --nueve partidos y cuatro meses sin poder entrenar siquiera con sus compañeros-- fue reducida posteriormente para que pudiera jugar con su club, el FC Barcelona, pero no así con su selección. La incongruencia es tal que Suárez verá la Copa América desde su casa días después de marcar el gol decisivo en la final de la Champions.
Quien no encontrará en Chile consuelo alguno de lo sucedido en Brasil será justamente el mayor agraviado de todos, Luis Suárez, sancionado aún por la FIFA
La rabia de Uruguay, que no ha dejado de sentir que le cortaron las alas por un posible enfrentamiento con Brasil en el horizonte tras quitarse de en medio a ingleses e italianos, seguro que sintió un rebrote de sus iras al ver explotar las sospechas de corrupción en la FIFA con la detención de varios de sus dirigentes. Precisamente, la investigación se centra en directivos de la Conmebol, confederación del fútbol sudamericano y organizadora de la Copa América, y se extiende a la práctica totalidad de federaciones que forman parte de la misma.
La primera después de Galeano
Uno que supo disfrutar del espectáculo, aun sabiendo la inmundicia que le rodeaba y los intereses millonarios que generaba este simple juego, fue Eduardo Galeano. El escritor que tanto amó al fútbol, al que dedicó una recopilación de escritos (El fútbol a sol y sombra), será otra de las ausencias destacadas de la cita. A buen seguro que si pudiera ver su Uruguay con un chaval de 22 años llamado Diego Rolán ocupando la vacante obligada de Suárez, Galeano se acordaría de Isabelino Gradín.
Gradín, heredero de los esclavos llevados a América por los europeos, atormentaba con goles a sus rivales en la primera competición sudamericana, y estos no podían hacer más que reclamar la ilegalidad de su presencia. Él no era sudamericano, era africano, argüían. Era el año 1916 y solo Uruguay contaba con jugadores negros en su equipo.
Galeano se despidió en abril con el placer de haber visto triunfar a la selección celeste de nuevo, campeona del continente y líder histórico en número de trofeos (Uruguay tiene 15 por 14 de los argentinos), haciendo honor por fin a la ilustre historia balompédica de ese país. Así podrá decir, si Messi cumple con su destino y corona a Argentina, igualando a Uruguay, que no conoció a un equipo tan laureado en América como el suyo.
El fútbol engrandece países, mitifica a sus héores y condena a sus villanos. También deja cuentas por saldar y brinda nuevas batallas para redimirlas. Acá llega una más.
Es posible que la racanería brasileña fuese merecedora de toda crueldad imaginable, pero reprochar las desavenencias en público siempre queda grueso. Cuando Argentina preguntaba a Brasil aquello de qué se sentía al ver en casa a su papá, aireando todas esas vergüenzas, el anfitrión no podía sino mirar a otro lado...
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