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El otro día me enteré de que en un diario español han puesto unas pantallas en la redacción que van contando en tiempo real las visitas que tienen las noticias en su web. En ese mismo diario, antes independiente ahora global, parece que también calculan al peso el sueldo de algunos colaboradores fijos: a partir de la relación entre la cantidad de noticias que son capaces de hacer al mes y la cantidad de clics que pueden conseguir.
La cosa no da ni para molestarse ni para asustarse. Algunos llevamos años de tránsito (a veces intestinal) por distintos medios de comunicación y hace tiempo que nos dimos cuenta de que la información es un producto. Pero el hecho sí sirve para que nos venga una imagen a la cabeza. La de esos periodistas observando en las pantallas la evolución del mercado de valores que conforman sus noticias. Que conforman, en realidad, ellos mismos: tanta audiencia consigues, tanto vales.
De todos modos, lo de la bolsa de la información no ha llegado sólo al viejo periodismo. También los medios recién paridos hacen la selección de parte de su personal, fijo o discontinuo, en función de los seguidores en redes sociales que tienen los candidatos, saltándose incluso normas de estilo como la de ser una persona real y no un avatar sin DNI. Pues muy bien. Al fin y al cabo, lo que uno pone en Twitter, aunque sea un eructo, es contenido. Y el contenido tiene su valor. Y, sí, la misión y visión de los medios es comerciar con esos valores.
Esto también nos sirve para explicar lo que ha pasado esta ruidosa semana. A Guillermo Zapata, que era un producto en alza en Twitter no sólo por haber sido nombrado concejal de Cultura de Madrid sino por la brasa que ha dado durante años en la red social, le han hecho un ataque especulativo de manual. Y han conseguido casi llevarle a la quiebra y debilitar seriamente la cotización de su organización, Ahora Madrid.
La OPA hostil en cuestión ha provocado el temor en el parqué social y muchos, concejales y pretendientes a un cargo, han repasado todo lo dicho para evitar problemas similares. Incluso, en una información desacertada por acelerada, se pensó por un momento que Antonio Miguel Carmona podía haber manejado información privilegiada y haberse adelantado a la tormenta. No fue así pero a muchos les cuadraba en el relato. Un relato muy bursátil.
Y es que cosas como éstas pasan cada día en las bolsas de todo el mundo. Sólo que, por muy malignos que nos parezcan esos mercados, en ellos al menos hay un código. En Wall Street y en la Plaza de la Lealtad, cuando sucede alguna como la de esta semana, interviene el organismo supervisor de turno y sanciona lo sancionable. Bueno, vale, no siempre y no mucho, pero al menos hay un árbitro que está para hacer que vigila que se cumplan las reglas. En cambio, en este mercado de la información hay mucha superioridad moral pero no hay ni reglas ni vigilantes. Aquí vale todo. Y, por eso, ya no vale casi nada.
El otro día me enteré de que en un diario español han puesto unas pantallas en la redacción que van contando en tiempo real las visitas que tienen las noticias en su web. En ese mismo diario, antes independiente ahora global, parece que también calculan al peso el sueldo de algunos colaboradores fijos:...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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