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Ha generado tanta controversia el escándalo de los antiguos tweets de los concejales madrileños Guillermo Zapata y Pablo Soto que ha pasado desapercibido un escándalo similar sucedido en Gran Bretaña en estos mismos días. Un premio Nobel de medicina, Tim Hunt, de 72 años de edad, ha sido despedido de University College de Londres por unos comentarios machistas realizados durante un congreso en Corea del Sur. Vino a decir que la presencia de mujeres científicas en los laboratorios es un incordio, pues da pie a relaciones con sus compañeros, lo que desencadena problemas personales, a causa de los cuales ellas acaban llorando.
Las palabras de Hunt fueron muy desafortunadas. Para evitar el daño institucional, University College reaccionó de modo tajante e inmediato. Acaso el castigo haya sido excesivo, sobre todo teniendo en cuenta la importancia de la contribución científica de Hunt, pero muestra claramente cuáles son los límites de lo que se considera aceptable en la esfera pública británica. Por descontado, la razón de que las declaraciones de Hunt hayan tenido tanto impacto se debe a su visibilidad y prestigio profesional. Las mismas palabras, dichas por un científico de segunda fila, probablemente habrían pasado desapercibidas.
Algo similar ha sucedido con los ya famosos tweets de Zapata y Soto. Cuando fueron escritos, sus autores eran unos activistas poco conocidos. Pero ahora que son concejales y están bajo los focos, aquellas palabras adquieren una significación distinta, pues sirven para cuestionar si estas personas son aptas para el ejercicio de un cargo público.
La derecha y los enemigos del cambio han removido todo lo que han podido hasta encontrar material de derribo. Nada sorprendente hay en ello. ¿Alguien esperaba otra cosa? Una vez destapados los tweets, ¿cuál ha sido la reacción entre aquellos que apoyan la renovación de la clase política española? Apelar, con diversas modulaciones, a contextos exculpatorios.
El primero de ellos, es que esos tweets resultan insignificantes al lado de la corrupción nauseabunda del PP. Si Mariano Rajoy, responsable último del nombramiento de Bárcenas como tesorero, de los sobresueldos, de la financiación irregular y del fraude fiscal sistemático del PP, sigue gobernando el país como si no pasara nada, ¿tienen que dimitir estos dos jóvenes de Ahora Madrid por unas palabras desdichadas escritas hace años, cuando no eran concejales?
Yo entendí, sin embargo, que el objetivo era hacer política de otra manera. Precisamente porque el PP está podrido y nadie en ese partido da explicaciones o pide disculpas, hay un clamor popular, en ocasiones cercano a la ira, pidiendo que el PP abandone el poder cuanto antes. Para cargarse de razones ante el PP, es preciso ser máximamente escrupuloso, lo que significa no dejar espacio para entrar en una guerra del “y tú más”, que es donde se siente cómoda la derecha. Aunque eso suponga ser injusta o excesivamente duro con los “nuestros”. Creo que la reflexión de Jordi Évole a través de twitter ha sido muy lúcida: “Me parece bien asumir responsabilidades y que se dimita por el ‘humor’ negro. Será la hostia cuando también se dimita por el dinero negro.” El contraste entre la impunidad del PP y la honestidad y coherencia de los nuevos gobiernos municipales solo puede producirse si el nivel de exigencia se mantiene en máximos, por doloroso que resulte.
El segundo contexto exculpatorio es que hay una campaña orquestada para acabar con el gobierno municipal de Manuela Carmena. De ahí que se hable de que las revelaciones sobre los tweets son un “tamayazo en diferido” y cosas así. No pongo en duda que habrá un ánimo coincidente (y quizá concertado) entre cierta prensa y la derecha, pero no debemos olvidar que este tipo de conjuras son la salida preferida de la derecha cuando es pillada con las manos en la masa. En lugar de reconocer las prácticas corruptas, el PP suele zafarse de sus responsabilidades apelando a las “operaciones contra el PP”. Que haya campaña o no contra Ahora Madrid debería ser irrelevante a la hora de juzgar si los dos concejales de los tweets deben seguir en sus puestos.
El tercer contexto exculpatorio es más difuso y, por tanto, más difícil de caracterizar. Establece que la izquierda no puede sucumbir a las presiones de la derecha mediática y política, que lo que está en juego es la hegemonía, que es una muestra de debilidad hacer concesiones ante una presión que es ilegítima, que si se empieza cediendo en esto, la derecha irá a más hasta que se rompa la mayoría de concejales de Ahora Madrid y PSOE que apoya a Carmena, etc., etc., etc. A mi estas reflexiones me dejan frío, pues es evidente que se trata de mecanismos sectarios de autoexculpación con los que desentenderse del problema de fondo.
Ninguno de estos tres contextos me parece suficientemente convincente para evitar un juicio severo sobre los dos concejales que escribían estos tweets zafios cargados de odio. Nadie tiene por qué sentir como una derrota que se remplace a Zapata y Soto con otras dos personas que tengan mejores credenciales para ejercer el cargo de concejal en representación de la ciudad de Madrid. La izquierda más sectaria lo ha vivido como una cuestión existencial, pero debe recordarse que en política nadie resulta imprescindible. Para poder cambiar de verdad las políticas y los modos en la capital de España, Carmena y su equipo van a necesitar la máxima legitimidad posible y eso no se consigue dejando un flanco abierto con Zapata y Soto como concejales. Sus antiguos tweets demuestran unas actitudes que ofenden innecesariamente a muchos ciudadanos.
Me impresionó mucho el grito del 15-M “¡No nos representan!” ¿De verdad que alguien piensa que Zapata y Soto pueden representar a los madrileños? ¿Uno con sus chistes sin gracia y el otro pidiendo sangre? ¿No hay gente mejor preparada para ejercer la representación no solo de los votantes más leales a Ahora Madrid, sino del conjunto de los vecinos de Madrid?
En el ideal de democracia al que aspiro, no hay lugar para la corrupción, desde luego, pero tampoco para las bajezas de Rafael Hernando sobre la memoria histórica, ni para las gracietas de Antonio Miguel Carmona sobre el Prestige, ni para los chistes de Guillermo Zapata sobre Irene Villa y los judíos. El único que, en su día, dimitió, fue Carmona, quien abandonó su puesto de diputado en la Asamblea de Madrid tras su comentario de que, si era necesario para ganar las elecciones, se hundía otro Prestige. No ha cundido el ejemplo, ni siquiera entre los paladines de la nueva política.
Ha generado tanta controversia el escándalo de los antiguos tweets de los concejales madrileños Guillermo Zapata y Pablo Soto que ha pasado desapercibido un escándalo similar sucedido en Gran Bretaña en estos mismos días. Un premio Nobel de medicina, Tim Hunt, de 72 años de edad, ha sido despedido de University...
Autor >
Ignacio Sánchez-Cuenca
Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).
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