Adolfo Arrieta (Madrid, 1942) sigue conservando la energía y la creatividad de un niño. Quizás por esto a sus 72 años se ha metido de lleno en el rodaje de un nuevo proyecto muy diferente al cine underground al que tiene acostumbrado a su público. La Belle Dormant (La bella durmiente), una adaptación moderna del clásico cuento de hadas, se rueda a las afueras de la ciudad de Rennes, en la campaña bretona, “la única región de Francia que podría albergar una auténtica historia de príncipes y princesas”, según el realizador.

Arrieta lleva años experimentando con un cine que se caracteriza más por su poesía que por sus historias reeditadas por él mismo en los últimos años dejando distintas versiones: supresión de diálogos, de escenas, cambios de colores... En todas queda esa esencia única, alternativa, arriesgada, lírica, difícil de encasillar pero que le han convertido en un director de culto, cuyo trabajo alabó, por ejemplo, Marguerite Duras en una crítica de Le château de Pointilly, de 1972.

Esta es la primera película en la que Arrieta tiene un presupuesto “decente” (cerca de 1 millón de euros con la ayuda de CNC y la Región de Bretaña), la primera vez en la que hay un verdadero equipo contratado, incluyendo actores --tradicionalmente Arrieta rodaba con y entre amigos--. La película, de producción franco-española, Pomme Hurlante y Paraiso Production, dirigidas por dos españolas residentes en París, llegará a los cines a finales de 2016.

 “Vamos a utilizar los alrededores de Rennes y Lannion para enmarcar las dos épocas en las que se ambienta la película, principios del siglo XX, cuando la princesa es maldita, y el siglo XXI, cuando el príncipe marcha en su búsqueda”, explica Arrieta, que no quiere dar muchos detalles del rodaje para mantener la curiosidad del público.

“El actor Niels Schneider interpreta a un príncipe contemporáneo, aficionado a la batería y enganchado a su smartphone”, cuenta Benjamin, un miembro del equipo que viene desde Saint-Malo. “El príncipe está obsesionado con la historia de la bella durmiente --continúa el ayudante de cámara--, la princesa que quedó dormida al pincharse con la aguja de una rueca, cayendo junto a su reino en un profundo sueño del que solo un beso de amor podría despertarles”. En la historia de Arrieta, la ayuda de un consejero, interpretado por el actor Mathieu Amalric (La venus de las pieles, El Gran Hotel Budapest), será imprescindible para que el príncipe dé con el pueblo encantado. Agathe Bonitzer, Serge Bozon, Andy Gillet e Ingrid Caven también forman parte del reparto.

Hoy el equipo se encuentra en el Château de Boschet, un castillo del siglo XVII erigido por un parlamentario de la región durante los mismos años que se construía el Palacio de Versalles. Los tres cantantes de lírica que viven ahora en él lo han redecorado intentando integrar un estilo actual, algo rústico pero digno de la historia que guarda. 

“Queremos que el castillo se utilice para proyectos artísticos, para conservar su esencia”, explica uno de los propietarios actuales, que ha hecho migas con el equipo de rodaje y comparte un zumo de naranja con el diseñador de vestuario. “Ha sido un honor conocer a Arrieta, un hombre que tiene tanta cultura y que ha conocido a personajes como Jean Cocteau o Jean Marais”, añade.

En los jardines de éste château de campagne se rueda una escena entre el príncipe y su fiel consejero. El castillo no es el único marco de este rodaje en la campaña, un espléndido olor a estiércol recuerda que nos encontramos en plena naturaleza y esto impregna el ensayo. “¡Qué magnífico hedor!”, concentrado en su frase estrella, estas será las únicas palabras que Mathieu Amalric dedique a la prensa. 

Unas cuarenta personas de la zona forman el equipo de rodaje, un número pequeño en comparación con otros proyectos de mayor envergadura  pero muy considerable teniendo en cuenta el recorrido de Arrieta, que hoy se pasea pletórico por el plató dando indicaciones a unos y a otros y volviendo a sumergirse tras su cámara, desde la que observa los resultados de las primeras grabaciones.  

Puede que este encuentro tardío entre el director y el que sería hasta ahora su proyecto más comercial --o más accesible a todos los públicos-- sea tan solo el primero de una larga lista de alegrías para sus seguidores. Y para los que están aún por descubrirle.