1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Bob Johnston, productor de Dylan y Cohen (I)

Simplemente, dejaba hacer al artista. Discreto y pragmático, el empresario musical, fallecido en agosto, fue un alquimista que contribuyó en la consolidación de una cultura poética en el rock. Esta semana Dylan; la semana que viene Cohen

Alberto Manzano 21/10/2015

<p>Leonard Cohen y Bob Johnston en el Olympia de París en 1972.</p>

Leonard Cohen y Bob Johnston en el Olympia de París en 1972.

Dominique Boile

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

En el lento tren el tiempo no interfiere.

            (Bob Dylan en la contracubierta de su disco Highway 61 Revisited, 1965)

 

Se suele hablar poco de los productores discográficos, y las pocas veces que se hace es de pasada, apenas mencionando su nombre. Claro que ha habido productores cuyos nombres están en boca, y corazón (aunque algunos de los que lo tienen no lo sepan) de muchos amantes de las ‘buenas vibraciones’. Phil Spector, el ‘Rey del Eco, del Muro de Sonido, de la Masa Sonora’, y otros calificativos dignos de su genio, quizá sea el más afamado. Produjo a los Beatles, juntos --Let It Be, 1970 (aunque Paul McCartney se opuso categóricamente a que Spector restaurara las cintas grabadas de esas sesiones), y por separado: George Harrison --All Things Must Pass, 1970 --, John Lennon --Imagine, 1971, etcétera--. Antes, había producido ‘píldoras doradas’ para los Righteous Brothers --Unchained Melody, 1955 --, los Teddy Bears -- --To Know Him Is To Love Him, 1958 --, Aretha Franklin -- --Spanish Harlem, 1961 --,  las Crystals -- --Da Doo Ron Ron, 1963 --, las Ronettes -- --Be My Baby, 1963 --, y Ike & Tina Turner -- --River Deep, Mountain High, 1966 --. Su labor fue tan encomiada que incluso se le tributó una película, protagonizada por el mismo Al Pacino. Aunque no hay duda de que su rimbombante vida de excesos: drogas, armas, opulencia, e incluso un asesinato que le llevó a la cárcel en 2009 -- le metió una pistola en la boca (a modo de felación) a una actriz de serie B, Lana Clarkson --, tenga mucho que ver con semejante merecimiento.

    Otro célebre productor -- aunque más comedido -- es Jerry Wexler: “Yo inventé lo de rhythm and blues. Si hubiera sabido lo que sé ahora, lo habría llamado rhythm and gospel”, proclamó jactanciosamente. Trabajó mano a mano con Ahmet Ertegun en el sello Atlantic, un tándem que actuaría como mediador entre los intereses de la industria discográfica y los artistas -- --catapultaron a Aretha Franklin y Ray Charles entre muchos otros --. Wexler también fue el inventor del término swamp rock, una ocurrencia para agrupar una serie de grabaciones de finales de los años 60 que esbozaban el universo mítico de los pantanos (bayou) sobre agrestes fondos sonoros. Creedence Clearwater Revival, Tony Joe White, Dr. John e incluso otros compositores transversales como Eric Clapton, Joe Cocker, George Harrison, Mick Jagger, Leon Russell y J.J. Cale tienen mucho que decir al respecto. Ya en los años 70, Wexler, asociado ahora con Barry Beckett, produjo a los Dire Straits (Communique, 1978), un trabajo que enamoró a Bob Dylan hasta tal punto que decidió dejarse producir por la misma pareja de ‘pájaros’ -- --algo que no consiguió Phil Spector: “Solo tengo una frustración: la de no haber producido a Bob Dylan. Ese chico me necesita,” afirmaría en 1969 -- en su enésima obra maestra: Slow Train Coming (1979), llevándose también a Mark Knopfler para dar el pistoletazo de salida a su ‘trilogía religiosa’: Saved, 1980 (producido de nuevo por Wexler--Beckett) y Shot Of Love, 1981 --, profundamente marcada por la impronta gospel (evangelio). “Cuando Dylan sacó aquel disco cristiano", comentaría Cohen, “mucha gente se me acercaba despotricando: ‘Este tío está acabado', pero, para mí, aquellos temas eran las canciones de gospel más hermosas que había oído en mi vida”. En 1972, Cohen acogería a Dylan en su casa de Montreal (coincidiendo con el declive matrimonial del lampiño de Minnesota con ‘la dama de ojos tristes de las tierras bajas’), y las conversaciones sobre el cristianismo que mantuvieron los dos judíos, según Cohen, “pudieron favorecer el ímpetu religioso que Dylan mostró a partir de los años 70”. Cohen nunca fue envangélico. Para él, “el cristianismo era el brazo misionero del judaísmo.” Un par de años antes, mientras Cohen estaba con el cantautor Phil Ochs en el camerino del club Bitter End en el Village, Paul Colby, secretario de Dylan, vino a decirle que ‘el poeta eléctrico’ quería conocerlo. Dylan acababa de abandonar su retiro en Woodstock -- --donde se había refugiado tras su grave accidente de moto--, y lo estaba esperando en su guarida del Keetle Fish. Los dos cantantes yiddish brindaron por la Biblia y Hank Williams. “Una de las personas que no me importaría ser durante un minuto es Leonard Cohen”, afirmaría Dylan. Cohen, por su parte, declararía: “La primera vez que oí a Dylan, reconocí cierta hermandad en nuestros respectivos trabajos. Para mí, Dylan es el Picasso del rock, y quizá yo sea el Matisse".

 

El productor austero

El tejano Bob Johnston (1932--2015) nació en una familia de compositores de canciones: primero fue su abuela, Mamie Jo Adams, y después su madre, Diane Johnston, que escribió para Gene Autry en los años 50, y en 1976 alcanzó las listas de éxito cuando la banda Asleep At The Weel (Dormidos al Volante) grabó su tema Miles And Miles Of Texas. Casado con Joe Byers, y apodado ahora Don Johnston, el matrimonio escribió dieciséis canciones para varias películas de Elvis Presley -- --It Hurts Me (no confundir con el It Hurts Me Too, de Dylan), Let Yourself Go, Stop, Look And Listen-- -- entre 1964--68, y el tema Yeah, She’s Evil para Bill Haley & His Comets -- --Elvis lo grabará con el título de The Meanest Girl In Town en 1964.

    Contratado por Columbia Records, Johnston empezó produciendo a Patty Page en 1965, pero pronto obró milagros con Bob Dylan --Highway 61, Revisited, 1965, Blonde On Blonde, 1966, Simon & Garfunkel --Parsley, Sage, Rosemary And Thyme, 1966 --, Johnny Cash --At Folsom Prison, 1968, At San Quentin, 1969 --, The Byrds --Dr. Byrds & Mr. Hyde, 1969 --, Leonard Cohen --Songs From A Room, 1969, Songs Of Love And Hate, 1970, Live Songs, 1971 --, y ya fuera de la órbita de CBS, produjo a Loudon Wainwright III --Atempted Mustache, 1973 --, Joe Ely --Down On The Drag, 1979-- --, Willie Nelson --The IRS Tapes, 1992 --, etc.

Fue por su discreta metodología de trabajo, caracterizada por un pragmático modus operandi en el que su meticulosidad era tan diligente que su labor pasaba prácticamente inadvertida, por la que Johnston no solo se convertiría en uno de los productores más solicitados en Columbia sino que sus afables lazos con todos estos artistas fundamentales y visionarios en la consolidación de una cultura poética en el rock hizo que el tiempo lo reconociera como el alquimista que dio forma, peso y durabilidad a un estilo de música norteamericana ‘transformadora’ -- en un momento crucial en que las líneas de los géneros se confundían --. Se trataba simplemente de dejar hacer al artista: “Si Dylan quería grabar bajo una palmera en Hawai con un ukelele, me iba allí con mi grabadora. Soy un productor artístico, de modo que doy a mis artistas un montón de libertad, y si la joden… es su vida", aclararía Johnston.

Johnston se había especializado en músicos de folk y country, por lo que pudiera parecer lógico que los dos judíos más célebres en el mundo del rock, Dylan y Cohen, decidieran agarrarse a la ‘cuerda floja’ tendida por Johnston -- que acababa de ser nombrado responsable de los estudios de Columbia en Nashville -- --para llevar a cabo sus siguientes discos. Sin embargo, ambos cantantes iban a tomar sendas musicales divergentes: Dylan, un rock--blues brillante como el oro al abrir el cofre vinílico, y Cohen, un minimalismo grisáceo sin falsificaciones sonoras. Los dos músicos acababan de pasar un calvario con sendos productores ‘creativos’: John Simon, en el caso de Cohen con su primer disco, The Songs Of Leonard Cohen (1967): “Se prohibió que los arreglos se casaran con las canciones. A pesar de todo, los arreglos quisieron dar una fiesta y las canciones prefirieron retirarse tras un velo de sátira”, ironizaría el poeta--cantante; y Tom Wilson, en el caso de Bringing It All Back Home (1965), obra que supuso el primer paso de gigante ‘en la dirección correcta’ de Dylan saltando desde la línea folkie --The Times They Are A--Changing, 1964, Another Side Of Bob Dylan, 1964 (ambos producidos por Wilson)-- --, hacia un aventurado rumbo roquero. El niño favorito de las musas del folk había decidido matrimoniar la críptica y personal imaginería de los poetas beat -- vía Allen Ginsberg, especialmente-- -- con el arenoso y sensual pavoneo del blues eléctrico.

No deja de ser curioso, aunque Johnston lo explicaría de este modo: “Dylan tiene los ojos puestos en el mañana. Cohen tiene el dedo puesto en el futuro.” ¿Visionarios? Sin duda. Aunque también podría ser cierto que la fina labor de producción de Johnston, que facilitaba y fomentaba la creación de un ambiente empático y comprensivo para sus artistas --todo lo contrario que Phil Spector, ejemplo de productor paranoicamente controlador hasta el extremo de convertirse en más autor que el propio autor-- --, era lo que necesitaban, más que nunca, los dos músicos atrapados en un cruce de caminos, para dar rienda suelta a sus canciones.

Al cabo de unos años, Cohen también pasaría por ‘la experiencia Spector’: “Con Phil había botellas y balas esparcidas por el suelo del estudio de grabación. En una ocasión, me puso una pistola en el cuello y me dijo: ‘Te quiero, Leonard,’ a lo que yo respondí inmediatamente: ‘Eso espero, Phil…’ Todas las noches se llevaba las cintas rodeado de guardaespaldas, y mezcló el disco en secreto, de modo que perdí completamente el control del álbum (Death Of A Ladies’ Man, 1977). Con Johnston era todo lo contrario. Era muy sofisticado. Su hospitalidad era sumamente refinada. Creaba una atmósfera que te invitaba a dar lo mejor de ti mismo: ‘Relájate, haz otra toma,’ decía, una atmósfera libre de juicio y crítica, pero llena de invitación y afirmación. Mientras yo cantaba, él bailaba. Podía estar cantando una insípida canción que no estaba acabada, y que seguramente nunca se grabaría, y veías a Bob moviéndose al ritmo de la canción como si fuera el mismo aliento de la vida lo que animaba a todo su ser. Pero lo suyo no era simplemente un laissez faire. Igual que el arte es el velo del arte, el laissez faire es el velo de una tremenda generosidad que Bob proporcionaba en el estudio”.

    Bob Johnston produjo los discos de Cohen Songs From A Room (1969), Songs Of Love And Hate (1971) y Live Songs (1973): “Quizá no sea exagerado decir que sin el apoyo de Bob creo que no hubiera podido conseguir el ánimo para seguir cantando y grabar un segundo disco. Mi primer disco había funcionado bien, pero había tenido problemas con mi productor. Personalmente, no tenía planes de hacer otro disco… no lo creía necesario. Pero tuve que ceder ante diversas presiones. La CBS quería otro disco, mi mánager también, e imagino que yo mismo, de alguna manera, quería hacerlo, aunque solo fuera para demostrar que no se me habían acabado las ideas. Así que intenté preparar algunas canciones. No tenía ninguna y dejé que las cosas vinieran solas. Volví a Grecia unos meses y después regresé a Estados Unidos. Seguía pensando que con un disco era suficiente y que tenía que volver a mi vida normal, a mis libros, pero aun así seguí intentando escribir algunas canciones. Estuve viviendo en una habitación de hotel en California durante varios meses, y más o menos me forcé a escribir, lo cual era muy extraño en mí porque la experiencia me había demostrado que rara vez conseguía algo en tales circunstancias, y que no valía la pena. Entonces, conocí a Bob Johnston, y me gustó su manera de hablar, cómo había entendido mi primer disco; me dijo exactamente lo que le había parecido bien y mal de él. Sobre la base de esa conversación, decidí ir a Nashville e intentar hacer un disco con Bob.”

Johnston consiguió para Cohen una cabaña en Franklin (Tennessee), a veintiocho millas al sudoeste de Nashville, junto a un pequeño bosque de nogales y un arroyo. La casa era propiedad de Boudleaux  Bryant -- compositor de los temas Bye Bye Love (que Simon & Garfunkel harían célebre en su disco Bridge Over Troubled Waters, 1970), All I Have To Do Is Dream y Wake Up Little Susie para los Everly Brothers-- --, enclavada en un ambiente plenamente rural y aislado. Leonard y su mujer, Suzanne, se instalaron allí. Mientras ella hacía cerámica y tejía, Leonard vivía su sueño de cowboy -- tenía un caballo cojo y el rifle más largo del mercado: un Walther PPK-- --. Escribió a un amigo de Montreal: “Tengo una casa, un jeep, un rifle, un par de botas de cowboy, una novia, una máquina de escribir, una guitarra. Todo lo que necesito”.

 

Bob Dylan: nunca se le conoció por hacer un movimiento en falso

En aquellos días de 1969, Merle Haggard, Chet Atkins y Owen Bardley reinaban en Nashville, mientras Kris Kristofferson trabajaba de portero nocturno en el edificio de Columbia Records y se colaba en los estudios de grabación a deshoras para ver lo que pillaba. Bob Dylan acababa de sacar su disco Nashville Skyline -- --haciendo un magnífico dúo con Johnny Cash en la repesca de su canción Girl From The North Country, originaria del álbum The Freewheelin, 1963 -- y tomó la curiosa decisión de editar el tema To Be Alone With You con un fortuito comentario a su productor, Bob Johnston: “Is it rolling, Bob?” (‘¿Está en marcha, Bob?’), un detalle que quería asegurar que su juicio sobre el papel jugado por Johnston en su carrera fuera del oído de todos: aquel amistoso tejano de fino pelo lluvioso había producido sus discos más polémicos y sublimes: Highway 61 Revisited, 1965, Blonde On Blonde, 1966, y  --tras dos años de ausencia discográfica (debido a un grave accidente de moto y consecuente retiro en su hogar en Woodstock) -- John Wesley Harding, 1968, una obra que, en un repentino giro hacia las raíces de la música norteamericana, después de haber dinamitado su pasado folkie con la revolución que desataría su trilogía roquera: Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y Blonde On Blonde, provocaría otro shock en sus fans.

“Lo único que hice fue poner en marcha la grabadora,” declaró Johnston, refiriéndose al comentario de Dylan (“Is it rolling, Bob?”). Pero, lo cierto es que Johnston había sacado al desaliñado cantante de ‘gorra y petate’ de una encrucijada al llevárselo a Nashville, donde ‘el poeta eléctrico’ se creció en un ambiente mucho más relajado que el experimentado en Nueva York. Johnston rodeó a Dylan de la flor y nata de los músicos de sesión más cotizados en la cuna del country: Charlie McCoy, Wayne Moss, Kenneth Buttrey, Joe South, a los que se añadirían los impagables Al Kooper y Jaime Robbie Robertson (The Band). Bob era un jefe que dejaba hacer, y Dylan se tomó aquello al pie de la letra: mientras concluía la letra de su extenuante obra maestra Sad--Eyed Lady Of The Lowlands, mantuvo a toda su banda inactiva durante diez horas en el salón del estudio. A las cuatro de la madrugada, los músicos fueron convocados a tomar posiciones para abordar, toma tras toma de once minutos imparables, la perfecta perpetuación de la propia catarsis de la canción.

“Johnston tenía fuego en los ojos,” diría Dylan. “Tenía eso que algunos llaman ‘Momento’. Lo veías en su cara, y él compartía ese espíritu contigo. El productor de Columbia encargado de los artistas de folk--country había nacido cien años tarde. Tendría que haber llevado una gran capa, sombrero emplumado y cabalgar con su espada en alto.” Tras ‘el trío de ases’ roquero, Johnston produciría John Wesley Harding (1967), que significaría el regreso de Dylan a un sonido acústico, aunque más melodioso y añejo. “Cuando Dylan llegó a Nashville,” recuerda Johnston, “se quedó en el hotel Ramada Inn. Allí me tocó sus canciones y me sugirió usar solo bajo (Charlie McCoy), batería (Kenny Buttrey) y guitarra, armónica y piano (él mismo). Yo le dije: ‘De acuerdo.’ Pero entonces le propuse añadir una guitarra steel a algunas canciones. Fue Pete Drake quien tocó la eléctrica en I’ll Be Your Baby Tonight y Down Along The Cove”. “Yo ya tenía escritas las letras de las canciones”, aclararía Dylan, “y solo después puse la música. No lo había hecho así nunca, y no le he vuelto a hacer desde entonces. Solo había dos canciones cuyo texto escribí a la vez que la música. Son Down Along The Cove y I’ll Be Your Baby Tonight, que explican la razón de que el disco sea especial.”

Dylan había abandonado el surrealismo en aras de unos textos más frescos y concisos, aunque la mayoría de las canciones contenían numerosas referencias bíblicas --especialmente la lacónica y enigmática The Ballad Of Frankie Lee And Judas Priest, una especie de balada giróvaga montañera con moralina incluida, y All Along The Watchtower, un tema que evocaba al profeta Isaías enfrentándose a la caída de Babilonia, y, curiosamente, sería adaptado por Jimi Hendrix y su incendiaria guitarra al año siguiente-- --, con la excepción, valga la redundancia, de las dos canciones contextualizadas anteriormente: I’ll Be Your Baby Tonight y Down Along The Cove, cuyo sonido adelantaba el country--rock, un nuevo género que seguiría la estela de este disco y el posterior, Nashville Skyline (1969), aunque, según Johnston: “Yo no creo que sea realmente country. Hay un poco de country, por supuesto, pero también algo de las baladas polvorientas de Woody Guthrie.” Ambas eran cálidas y alegres canciones de amor, y si John Wesley Harding era el disco hecho a la mañana siguiente de la noche oscura del alma, estas dos canciones sugerían la llegada del cantante ‘purificado’ regresando del filo.

En aquellos días, en Long Beach (California) brotaría la Nitty Gritty Dirt Band, organizada por el folkie Jeff Hanna, cuya primera formación incluía a un desconocido músico (recién llegado de Nueva York, después de haber acompañado a la cantante de la Velvet Underground, Nico), llamado Jackson Browne --que, a su vez, influiría en el nacimiento de otra banda con aromas campestres: los Eagles --. De las cenizas de Buffalo Springfield -- banda liderada por Neil Young y Stephen Stills -- surgirá Poco, Manassas y Loggins & Messina. Gram Parsons, recién salido de la International Submarine Band, se une a los Byrds, y a continuación monta otra banda imprescindible: The Flying Burrito Brothers, con ramificaciones colaterales imparables: Emmylou Harris (madrina de Steve Earle), Kris Kristofferson (casado con Rita Collidge), Linda Ronstadt, y un infinito etcétera.

Según el poeta Allen Ginsberg: “Dylan se había simplificado. Me dijo que estaba escribiendo con un nuevo enfoque, versos más cortos, y cada línea con su propio significado. Ya no rimaba sino que cada verso adelantaba la historia, llevaba la canción hacia delante. No malgastaba el lenguaje ni el aliento. Todas las metáforas tenían que ser más funcionales que ornamentales: ‘dos jinetes se acercaban’, es un ejemplo, dejaba al oyente libre para su propia interpretación.”

Las sesiones de grabación habían empezado dos semanas después de que Dylan se enterase del fallecimiento de Woody Guthrie, y el disco se publicó apenas un mes después de haberse finalizado -- no ha habido otro caso de edición tan vertiginosa en la discografía de Dylan --. En la época de las grandes campañas publicitarias de bombo y platillo, el cantante exigió a CBS que el álbum pasara desapercibido, y aunque el presidente de la discográfica, Clive Davis, le pidió que sacara un single, Dylan se negó, prefiriendo mantener el perfil discreto de la obra. Apenas un mes después del lanzamiento, Dylan asistió a los conciertos ofrecidos en memoria de Woody Guthrie en el Carnegie Hall de Nueva York el 20 de Enero de 1968, junto a Tom Paxton, Judy Collins y el hijo de Woody, Arlo Guthrie. Hacía veinte meses que Dylan no pisaba un escenario, y tardaría otros dieciocho meses en hacerlo. Fue en el concierto de la Isla de Wight, el 31 de Agosto de 1969.

Su siguiente disco, Nashville Skyline (1969), definitivamente enmarcado en unas coordenadas country--western, convertía al cantante en un serio problema para cualquier sector de sus seguidores (en los años 60, la juventud norteamericana despreciaba el country por representar una música patriotera y de derechas, sumamente snob). Para más inri, Dylan había incluido en el disco la canción Lay Lady Lay, escrita el año anterior para pujar como tema principal en la banda sonora del film “Midnight Cowboy”, y el hecho de que este tema fuera tumbado por Everybody’s Talking, compuesta por Fred Neil y cantada por Harry Nilsson en la película, significó un gran éxito derrotista para sus fans. La voz de Dylan sonaba rara, melódica y dulce, casi de tenor -- había dejado el tabaco por una temporada--, y sus simplones textos de amor reflejaban un optimista ambiente casero, el típico retrato del vaquero conservador bajo el gran cielo del Oeste americano. ¿Dylan crooner? Pero el tiempo no tardaría a poner las cosas en su sitio: ya habíamos sido advertidos: “La emisora de música country suena suave / Pero no hay ningún motivo para apagarla,” dejó escrito en su canción Visions Of Johanna (“Blonde On Blonde”).

Pero lo que siguió aún fue más dramático: Self Portrait (1970) era un collage de canciones que abarcaban un amplio espectro de la música popular norteamericana: Blue Moon --encumbrada por Frank Sinatra-- --, Let It Be Me-- -- adaptada del francés Gilbert Becaud --, Little Sadie, Days Of 49 -- con raíces hebreas --, junto a composiciones de algunos de sus coetáneos: la excelsa Early Morning Rain, de Gordon Lightfoot, el guiño de The Boxer, de Paul Simon -- que, junto a Cohen y Dylan, formaba el triunvirato de cantautores judíos más célebres en la historia del rock --, y dos edulcorados temas de los hermanos Bryant: Take A Message To Mary y Take Me As I Am (Or Let Me Go) -- un guantazo a sus seguidores: “Tómame como soy (o déjame)”, cantaba el juglar inclasificable: “Uno tiene que hacer lo que le gusta, y nada más,” diría.’ “Dios ya se encargará de la basura.” Para producir esta polémica obra, Johnston recurrió a una gama más amplia de músicos (el disco era doble): David Bromberg -- el intérprete por excelencia de Mr. Bojangles --, Stu Woods, Bob Wilson, The Band al completo: Robbie Robertson, Rick Danko, Levon Helm, Richard Manuel y Garth Hudson, repitiendo Al Kooper, Pete Drake, Kenneth Buttrey, Charlie McCoy y Ron Cornelius. Charlie Daniels y Bubba Fowler también se sumaron -- estos tres últimos trabajarían con Cohen --. Por primera vez, Dylan utilizaba coros femeninos y orquestaciones de cuerda -- magistralmente arregladas por Johnston --, y por primera vez también, un autor en el mundo del rock se atrevía a rendir homenaje a otros compositores -- ejemplo que luego seguirían cantantes como David Bowie, John Lennon, Bryan Ferry o Nick Cave --. En cualquier caso, y aunque “Self Portrait” se convirtiera en el séptimo disco de oro de Dylan, los críticos lo masacraron, acusando al cantante de no tener nada más que decir.

Cuando en 1973, Dylan abandonó CBS -- después de haber grabado la banda sonora de la película “Pat Garret & Billy The Kid”, de Sam Peckinpah, donde el cantante interpretaba el personaje de ‘Alias’, un papel tan enigmático como la personalidad del propio músico --, la discográfica puso a Dylan contra las cuerdas al editar un disco con una docena de canciones que habían quedado en las recamaras de “New Morning” y “Self Portrait” -- incluyendo los tradicionales Sarah Jane, Mary Ann, Spanish Is The Loving Tongue, y los presleyhawaianos Can’t Help Falling In Love y A Fool Such As I -- de la mano de Johnston: “Hablé con Dylan la noche anterior y le canté esas dos canciones. Ese fue el motivo de que las incluyera en el disco --, lo cual aún añadiría más leña al fuego -- CBS debía a Dylan una gran fortuna en concepto de royalties: en menos de diez años, el músico se había convertido de ‘paria’ en ‘cantante millonario.

Sin embargo, la espesa nube de humo era demasiado negra, y un desconocido Dylan se parapetaba tras ella moviéndose a sus anchas en un terreno ignoto y sorpresivo para sus renqueantes huestes:

 

Me estoy haciendo un pueblo por allá

decía Dylan Wood y señalaba el sur cuando querían saber

en la taberna qué era lo que le hacía caminar tanto.

Me estoy haciendo un pueblo por allá

volvía a decir señalando el sur.

        Pisaba dulce Dylan Wood cuando iba a hacerse el pueblo

era como bueno cuando se iba Dylan Wood cuando se iba

Dylan Wood cuando se iba despacio para el mar era como

tranquilo juntando guijarros para el pueblo era como día

Dylan Wood mojándose las manos o mirando nada más

solamente mirando tan quieto el hacedor.

        No hubo mañana que no dejara de andar juntando cosas

para hacerse el pueblo Dylan Wood recogiendo cachorros

de sol que se mordían la cola pestañas verdes

que se le caían a los pinos todo se lo llevaba Dylan

se lo llevaba todo el juntador.

        Pueblo hermoso sería ese de Dylan Wood que volvía

de noche con su camisa blanca que olía a bosque

y en la taberna no le gustaba a nadie verlo llegar así

tan hacedor tan claro con las botas tan limpias

de mucho viento limpias.

        ¡Ah Dylan Dylan!

cómo sabía quedarse solo caminando siempre

no haciendo nunca nada con tanta música

que se le había cosido a los cabellos

y que hacía sonar el viento o Dylan.

        Y Dylan Wood se fue no más al sur con tanta cosa

al sur o a Dylan o nadie sabe dónde se fue despacio

el hacedor con tanto y se le iba cayendo algún color

de la clavícula a Dylan Wood cuando se iba

que daba paces o claridad cuando tocaba tierra.

 

        Raúl Núñez (poema de su libro “People”, editado por Tusquets)

 

A continuación, Dylan se enfrascó en un disco quasi jazz: “New Morning” (1970), donde se mostraba impecable al piano, magistral en Time Passes Slowly, Went To See The Gypsy y Sign On The Window -- dejando las florituras pianísticas a Al Kooper, que derretía los teclados en la mística If Dogs Run Free, con filigranas vocales de Maretha Stewart: “Si los perros corren libres / ¿por qué yo no? / Haz lo que sabes hacer y serás el rey /… / Si los perros corren libres / entonces lo que debe ser, debe ser, y se acabó / El amor verdadero puede hacer que una hoja de hierba / se mantenga recta y alta / en armonía con el mar cósmico” --. Kooper, que ya había formado la súper banda Blood, Sweet & Tears en 1968, seguía en la espina dorsal de los proyectos dylanianos junto a Ron Cornelius, David Bromberg y Charlie Daniels, abriéndose ahora a otros miembros como Russ Kunkel (batería), Harvey Brooks (bajo) y Buzzy Feiten (guitarra). Musicalmente, “New Morning” era una exitosa fusión de rock, jazz, country y gospel, una obra mayor en la discografía del avatar reencarnado en un pequeño gran hombre de un diminuto pueblo de Minnesota -- como reconoce en el tema Went To See The Gypsy --, donde, tras el intento de purificación de “Nashville Skyline”, se acomodaba plácidamente un nuevo nivel de realidad: la llegada de la fe, la espiritualidad -- acababa de trabajar con George Harrison--Hare Khrisna, a quien había dado dos temas para su álbum “All Things Must Pass”: If Not For You y I’d Have You Anytime --. Fue la última colaboración de Bob Johnston con Bob Dylan. Pasarían cuatro años antes de que el cantante volviera a grabar un disco: “Planet Waves”, 1974, y fue en otro sello discográfico -- Asylum, regentado por el empresario magnate David Geffen (Jackson Browne, John Lennon, Neil Young, Eagles, Laura Nyro, Joni Mitchell) --. Johnston se había entregado completamente a la obra de Leonard Cohen


 La próxima semana publicaremos la segunda parte de este artículo, dedicada a Leonard Cohen.

En el lento tren el tiempo no interfiere.

            (Bob Dylan en la contracubierta de su disco Highway 61 Revisited, 1965)

 

Se suele hablar poco de los productores discográficos, y las pocas veces que se hace es de...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Alberto Manzano

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí