Contra la autoayuda, filosofía
Toño Fraguas enfrenta a sus filósofos de cabecera contra los ‘coaches’ y gurús del bienestar en ‘¿Existe la felicidad?’, su primer libro
Francisco Pastor Madrid , 11/11/2015
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Por aquello de no dejar fuera a los amigos o los familiares, a Toño Fraguas (Madrid, 1975) lo que más se le atragantó de su ópera prima como escritor fue la dedicatoria. Tras darle alguna vuelta de más, su revelador ¿Existe la felicidad? (Plaza&Janés, 2015) homenajea a los que lo intentan. Al poco tiempo de acabar una serie de documentales sobre esta misma materia para RTVE, este licenciado en Filosofía y Letras tira de los grandes nombres de la literatura y el pensamiento para llevarlos a nuestra más cotidiana realidad. “Si es que esta existe, claro”, reitera el autor, con cierto gesto risueño.
No faltan, en las más de 200 páginas del libro, la Odisea de Homero, las sospechas de Nietzsche, los no lugares de Augé o el psicoanálisis socarrón de Žižek. Todo ello, para poner en guardia a las subjuntivas víctimas de curanderos y otros vendemotos: “La gente paga una millonada por pasar a las conferencias de grandes coaches, y nos resultan novedosos, cuando esto ya lo hacían los sofistas. Tradicionalmente, los filósofos son los únicos que se han preocupado por la felicidad”, cuenta el escritor. Entre soliloquios de humor, ilustraciones e invitaciones al lenguaje multimedia, la obra desmonta, uno a uno, aquellos cantos que prometen un mañana mejor –en el deporte o a través de una dieta– y olvidan pedirnos que seamos felices por el camino.
Aunque a Fraguas no le importaría pensar que, algún día, el libro pudiera acabar leyéndose en las clases de ética del instituto, los caprichos del mercado han propiciado un curioso epílogo para su trabajo: muchas tiendas han elegido colocarlo en la sección de autoayuda, en la que la obra yace rodeada de los métodos mesiánicos a los que desmerece. “Allí llegará al público que debería leerlo en primer lugar. Arremeto contra la superstición, el engaño, el oscurantismo y la ideología dominante, que es la del consumo. Es un libro raro y entiendo que muchas librerías no sepan dónde colocarlo”, ríe el autor. Los grandes firmantes de la literatura de autoayuda suelen vender alrededor de 60.000 ejemplares cada vez que cierran un título.
Tradicionalmente, los filósofos son los únicos que se han preocupado por la felicidad.
El periodista repite una ecuación asentada en el presente y alejada de las promesas: la felicidad deviene de la fertilidad, esta es, nuestra voluntad de crear cosas, y la felación, la sencillez con la que disfrutar de las experiencias sensibles. “Podemos consumir menos y construir más, aunque hay un mensaje de más calado: que somos puro viaje. Hablo de un ideal regulativo. Somos felices porque la felicidad se aleja según caminamos hacia ella”, reflexiona el autor. Este planteamiento sobre lo que puede llenarnos asienta divagaciones periféricas más lúgubres: si somos una mezcla entre lo que somos y entre lo que querríamos ser, entonces, no somos nada.
“Las personas no contamos con una esencia que permanezca. Yo no puedo decir cómo soy. Como mucho, podré saber cómo me ven. Cuando muere alguien muy cercano, hablamos de eso: ha muerto una parte de nosotros, porque lo que nosotros éramos para esa persona también se marcha”, anota el escritor. Aunque las terapias para el duelo suelen ser recurrentes en los métodos de autoayuda, estas no aparecen en el repertorio de promesas desmontadas por Fraguas: “La meditación sobre el más allá es tradicionalmente filosófica, y existe el viejo pensamiento de que la filosofía es una preparación para la muerte, aunque yo querría que fuera una preparación para la vida”.
Cuando la receta es el viaje, el referente es Ulises: “Creo que, cuando llegó a Ítaca, este pensó que su vida había merecido la pena, y eso es algo a lo que deberíamos aspirar; incluso, arrepentirnos de cosas, pero asumirlas e incorporarlas. Cuando él pasó todas aquellas penurias, no es que fuera feliz, es que estaba siendo él, se estaba convirtiendo en sí mismo”. El escritor apuntala su felicidad en aventuras más discretas, como cuidar de su perro Tirso o coquetear con la guitarra. “Me gustaría necesitar poco, causar el mínimo daño posible a quienes me rodean y conservar la alegría. Ahora, quizá a veces peco de cobardía, o podría aplicar mis recetas de forma más radical”, comenta el autor. La búsqueda de la felicidad –más valiosa, recordemos, que la llegada– no está exenta de contradicciones. El mismo Fraguas menciona que su libro, un canto contra el consumismo, se compra con dinero.
Esta reivindicación de la filosofía también recuerda que la felicidad individual pende de la colectiva. “Quizá debiéramos prosumir: comerciar con nuestros semejantes, que trabajan y producen como nosotros, en lugar de acudir sistemáticamente a las grandes corporaciones”, apunta quien, en cualquier caso, reitera que el cometido del filósofo es aportar preguntas, no respuestas. Y alguna premonición: la obra y sus reflexiones sobre nuestro excesivo consumo de carne llegaron a las tiendas a principios de octubre, tres semanas antes de que las autoridades sembraran el pánico sobre los productos cárnicos procesados. Todo ello, sin dejar de mencionar que son las religiones quienes atribuyen a ciertos alimentos atributos mágicos.
Todo nuestro mundo se construye con palabras. Ellas son el límite de mi realidad y mi pensamiento, y no sé qué hay detrás de ellas.
El texto parodia las promesas estudiando la etimología de las palabras: “El castellano es un juego, con unas piezas, al que jugamos con los demás. Si nos saltamos las normas y creamos un giro en el lenguaje, aportamos una nueva forma de ver el mundo. Las palabras dicen mucho sobre qué son las cosas”. Al igual que las personas solo somos un mero compendio entre la potencia y el acto, una siniestra trama secundaria recorre toda la reflexión sobre la felicidad. “Ya lo dejaba ver Wittgenstein en el Tractatus. Todo nuestro mundo se construye con palabras. Ellas son el límite de mi realidad y mi pensamiento, y no sé qué hay detrás de ellas. Ni siquiera sé si existimos”, reitera el escritor, sin obviar lo provocador de chascarrillos como ese.
La emancipación no llegará, mágicamente, para quien haya cumplido su dieta o para quien, por fin, haya superado su última marca como deportista. No todas las culturas comparten que las cosas deban tener un principio, un nudo y un desenlace, “o que comeremos perdices”, recuerda el autor. Para Fraguas, “la Odisea es una obra lineal y muy occidental. Yo la mezclaría con El eterno retorno, de Nietzsche: cuando llegó a Ítaca, Ulises empezó su viaje hacia otra parte”. A mediados de noviembre, Madrid baña a sus nómadas en un sol deslumbrante.
¿Existe la felicidad?
Toño Fraguas
208 páginas
Plaza&Janés, 2015
Por aquello de no dejar fuera a los amigos o los familiares, a Toño Fraguas (Madrid, 1975) lo que más se le atragantó de su ópera prima como escritor fue la dedicatoria. Tras darle alguna vuelta de más, su revelador
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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