La nueva política es un piso de estudiantes. Se inaugura y una vez inaugurada se vuelve a inaugurar. Y cuando parece definitivamente declarado el solemne estreno oficial del piso por los nuevos habitantes, alguien propone inaugurarlo de nuevo y, por qué no, como hay fuerza y ganas, vuelve a hacerse. La nueva política se inauguró el 15M, se volvió a inaugurar cuando las encuestas auguraban el fin del bipartito y cuando la ciudadanía lo confirmó dándole un vuelco al municipalismo. Y el lunes por la noche volvió a pasar. Volvió a inaugurarse la misma nueva etapa.

Lo de anoche más que un debate fue una foto. Una foto en hora de máxima audiencia y tuits, en la que los candidatos y partidos debían mostrar, además de propuestas y pose, haber entendido que conocen las nuevas reglas marcadas por aquel germen que, como la ardilla que cruzaba la península de Gibraltar a los Pirineos, empezó hace ya años a saltar de seso en seso, sin tocar el suelo, haciendo nido y dejando el mensaje de “este paripé no puede seguir”. En la foto de anoche vimos menos colores de los que debería haber, pero más de los que estábamos acostumbrados en aquellos tiempos en los que una corbata azul y una roja medían la altura de la silla mientras los equipos de campaña de cada corbata acordaban las preguntas que el periodista pactado tendría que leer. En la foto de anoche vimos la espontaneidad de las interrupciones, los nervios y el trato entre periodistas y candidatos, humanos, a los que se podía tocar, una forma de debate que conocíamos gracias al Canal Internacional, pero que nunca habíamos visto de cerca. En la foto, que era un examen, pudimos observar a quienes habían entendido que esto era una inauguración de etapa y a quienes no. Vimos en la foto a los candidatos de la nueva ola posando relativamente cómodos porque la nueva política es su medio natural. También vimos en la foto a quienes, aconsejados por sus asesores “sé tú mismo”, se mostraron tal cual: estatuas de plástico diseñadas deprisa y corriendo para impostar en el último momento todo un proceso que no se había querido entender durante estos años. Y sobre todo vimos a quien ni siquiera pudimos ver, porque estaba escondido con una mascarilla negando que el germen que salta de seso en seso hubiera hecho tal efecto que hasta los grupos de poder le hubieran dado voz y forma.

Empieza una era extraña en la que, al tiempo que la política agoniza asfixiada por los mercados, tiene más presencia de la que nunca tuvo cuando no estaba conectada al respirador. El debate de anoche supuso el enésimo pistoletazo de salida de algo nuevo que empieza y no sabemos adónde nos llevará. Después del debate de anoche ha quedado inaugurada solemnemente una nueva etapa política que, por supuesto, si es necesario y nos apetece, volveremos a inaugurar un día de estos.