Acaba la segunda semana de negociaciones para formar Gobierno. Una semana de toreros, escaños en el gallinero, presiones para evitar nuevas elecciones y decantar un Gobierno hacia un lado u otro. Una semana de artículos en prensa que comentamos a continuación.

El diario El País saltaba el lunes al ruedo, capote en mano, para intentar quitarle de encima a Fran Rivera la vaquilla internetera que lo corneaba en ese momento por posar toreando con su hija en brazos. “La absurda polémica de Paquirri y su niña”, se titulaba el artículo de Antonio Lorca, y muchos lectores se preguntaban confundidos si el de la foto era Fran Rivera o Albert, por la contundencia en la defensa del periódico al personaje. Bajo el definitivo argumento de la niña es mía y hago lo que quiero, el periódico del Grupo PRISA ejerció la abogacía pública de defensa que no evitó finalmente que Fran Rivera tuviera que madrugar a los pocos días para explicarle a un fiscal de menores que él era torero por la gracia de Dios. La visita del diestro a la Fiscalía de Menores provocó el revuelo de la prensa a las puertas y el revuelo en la cabeza del fiscal, que por más que buscaba en la legislación no encontraba el artículo que hablaba de la excepción de los toreros por la gracia de Dios. La cosa parece haber quedado en el susto, pero no descarten que si siguen los problemas para Fran Rivera, caiga un día de estos una encuesta de Metroscopia que lo sitúe como alcaldable o presidenciable de algo.

El foco político está en las negociaciones para formar nuevo Gobierno en España y el pseudoaristócrata de los gatos, metido a crítico de moda, Antonio Burgos, que ya despachó en su momento el asunto catalán con un “qué pintas de marimacho tienen las de la CUP”, ha aportado esta semana en su columna de ABC un análisis sobre los cambios que vive el país. El prestigioso columnista despachaba la actualidad nacional con un sesudo escrito, a la vez que tronchante y lleno de gracejo, como todos sus textos, y señalaba la pinta de camarero –qué cosa más chabacana un camarero-  que tiene Pablo Iglesias. Burgos, fan confeso de todo lo que huela a Duquesa, Marquesa o Reina de Inglaterra, se ha sentado una vez más a la puerta de la redacción de ABC con su silla tapizada en rojo color moqueta con ácaros a comentar las pintas de la gente de la calle, señalándolas con su pseudoaristocrático dedo. Qué falta de educación, cómo han dejado entrar a ese hombre a Palacio, por qué pagamos unos servicios de protocolo que permiten que entre un zarrapastroso así, se preocupaba por primera vez Antonio Burgos acerca del destino del dinero público.

El diario El Mundo comenzaba la segunda semana de negociaciones para formar Gobierno con un mensaje editorial: el IBEX no quiere jaleos. No es habitual –señalaba el texto-- que un ejecutivo del Ibex35 se pronuncie con tanta sinceridad como lo ha hecho Francisco González --que tiene nombre y apellido del compañero de Pablo Iglesias que grita las comandas, pero que es el presidente de BBVA--. Se mostraba entusiasmado El Mundo en su editorial por la visión lúcida de FG –los directivos con nombre de camarero se escriben con iniciales para no provocar al colega Antonio Burgos-- y mostraba el diario su asombro al tener de primera mano a un líder empresarial opinando como no podíamos ni imaginar que opinaría.

Cuando todos pensábamos que FG propondría la unión de PSOE-Podemos-IU, el banquero, remando en contra de todas las leyes de lo esperado, rompía la baraja política proponiendo un pacto PP, PSOE y C’s frente a Podemos. O lo que es lo mismo, el gran consenso frente a la utopía, al tiempo que una “recomendación” para los dos grandes partidos.

No sólo de Antonio Burgos vive ABC. Rosa Belmonte trataba esta semana en su columna el asunto de la distribución de escaños en el Congreso. Quizá siguiendo el consejo de FG Celia Villalobos había aprobado una distribución que sacaba de primera línea de asientos al grupo de Podemos, que quedaba relegado a ocupar la mayoría de asientos del gallinero, detrás de una columna junto al imputado Gómez de la Serna. Rosa Belmonte, de la escuela de Antonio Burgos o el señor que, borracho, grita “putos maricones” por mi calle, comenzaba su artículo celebrando “el sitting de Celia Villalobos, que había mandado a los piojos al gallinero”. Aplaudía la columnista que a Podemos y sus confluencias –palabro extraño para la columnista, al contrario que sitting-- los hubieran quitado de en medio mandándolos al lugar en el que “si te llevas un niño o una cabra --o un imputado del PP-- nadie lo ve”. A veces reviso las columnas de ABC esperando encontrarme un día la firma del borracho de mi calle que grita putos maricones.

En tiempo de presiones cada palabra cuenta. Llevaba a principios de la semana El País en portada un titular basado en un informe de Bruselas. ¿El que señalaba que las grandes empresas defraudan 70.000 millones de euros anuales? No, otro. Un informe que alerta a España sobre un nuevo riesgo en su economía, que al parecer iba bien hasta ahora. El riesgo no es por la multimillonaria evasión, sino por la falta momentánea de Gobierno. Uno lee el artículo basado en el informe y algo no casa entre el cuerpo del texto y la portada del diario. Ese algo es la palabra “inminente”. Como si de una nube de periodistas del corazón esperando la salida de la Pantoja del talego se tratase, el diario El País colocaba el telecinquense adjetivo “inminente” en el titular de la noticia en portada. Aliñar, se llama eso, convirtiendo un titular que nos hubiera incitado a pensar en un aburrido informe sobre la mesa de una oficina de Bruselas en una imagen de Bruce Willis descolgándose sobre Moncloa y propiciando un pacto entre PP, PSOE y C’s minutos antes de que el país explote.