Pere Ponce como Miguel de Cervantes en El Ministerio del Tiempo
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
"Bachiller:-¿Sabéis leer, Humillos?
Humillos: -No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan
de poco asiento, que se ponga a aprender esas quimeras, que llevan
a los hombres al brasero, y a las mujeres, a la casa llana. Leer
no sé, mas sé otras cosas tales que llevan al leer ventajas
muchas.
Bachiller: -Y ¿cuáles cosas son?
Humillos: -Sé de memoria todas cuatro oraciones, y las rezo cada semana cuatro y cinco veces.
Rana: -Y ¿con eso pensáis de ser alcalde?
Humillos: -Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo a ser un senador romano."
La elección de los alcaldes de Daganzo, de Miguel de Cervantes.
En el país de Cervantes, quien leía "hasta los papeles rotos de las calles", nunca se leyó. Era algo tan pecaminoso que podía llevar a los hombres a la hoguera de la Inquisición y a las mujeres al burdel. Es más: si querías ser alcalde, tanto mejor si eras iletrado, señal de respetabilidad. Tan en consideración tomó el pueblo español estas consejas –sin leerlas- que ahí siguen, imperecederas:
"El 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca (...) El 50 % reconoce no haber comprado ningún libro durante el último año. De entre los lectores, cada uno de ellos lee una media de 8,6 libros al año, si se limita el cálculo solo a esos dos tercios del país que sí leen. En Finlandia, por citar uno de los países modélicos en este sentido, los libros leídos por habitante al año son 47". CIS (8-1-2015).
Muerta y ¿enterrada? la Inquisición, las instituciones educativas y culturales contemporáneas parecen haber sido incapaces de acabar con la desconfianza hacia la lectura, el conocimiento y la investigación que centurias de persecución instauraron en nuestro país. ¿Tendrá algo que ver este fracaso con los responsables de haber dirigido los destinos de la nación durante los últimos 40 años?
En el canon transitivo (de Transición) suele obviarse que el presidente Suárez no había leído un libro en su vida (y menos mal, según Tarradellas) aunque en realidad su incultura se haya convertido en una seña de identidad política reivindicada por muchos de sus epígonos y fandomers. Felipe González prefería la jardinería y la fabricación de joyas a asistir a espectáculos o eventos culturales y jamás se le vio en un cine, un teatro, un concierto o un museo: esta indiferencia del Gran Estadista era una cuestión dolorosa para algunos miembros del establishment cultural. El muy lector Aznar aparece después para reivindicar la lectura en forma autobiográfica, es decir, a mayor gloria de su proyecto político personal: no es posible imaginarlo leyendo por placer o curiosidad, sin un objetivo útil y productivo. Zapatero, con un algo quijotesco en su desgarbada figura, no cejó en su empeño de convertir el Instituto Cervantes en punta de lanza de la Marca España. El BOE cervantino resultará arrasado al poco por los molinos de viento de la crisis y la firma sanchopancista del artículo 135 de la Consti. Pero sin duda, es el actual presidente en funciones, Mariano Rajoy, quien se erige sobre todos los presidentes de la democracia como remate de la llamada Cultura de la Transición, encarnando la metáfora literaria más pura y breve del finiquito sistémico.
"Yo nunca dije que solo leyera el Marca. Estoy razonablemente bien informado. Parece que no se puede leer el Marca. Me gusta el deporte, qué le vamos a hacer". (Mariano Rajoy, Onda Cero. 22-9-2015).
Por comparación, muchos se pasman de que un primer ministro como David Cameron cite a William Shakespeare en el Parlamento o escriba artículos con el propósito de celebrar su aniversario. La diferencia estriba en que Cameron, como cualquier británico, ha nacido y crecido en un mundo que adora al mayor dramaturgo que jamás ha existido, que lo ha estudiado y representado en el colegio y en la universidad, que premia y honra a sus intérpretes. Allí valoran muy bien la importancia de la influencia y del prestigio cultural y, por ende, la cantidad estratosférica de libras esterlinas que desde hace siglos reporta las obras de Shakespeare a la economía de su país. Puro PIB.
Muy, muy lejos de la Isla del Bardo, en España, los responsables de la política cultural oficial y sus aliados mediáticos hacen gala de su banalidad o filisteísmo con actividades culturales tales como gastar dinero público en recuperar los huesos de Miguel de Cervantes para su exhibición como "reclamo turístico" madrileño. El gran empeño de la antigua alcaldesa Ana Botella fue inaugurar (¿?) una tumba que llevaba en el mismo lugar desde 1616; es decir, en el convento de las Trinitarias de Madrid, por expreso deseo del autor: fueron los padres trinitarios quienes pagaron su rescate salvándolo del cautiverio en Argel. La búsqueda y la inauguración de la tumba con los restos cervantinos acapararon muchos titulares, a pesar de que en la fachada del convento que la Real Academia salvara del derribo en 1868 luzca desde los tiempos de La Gloriosa la placa recordatoria esculpida por Ponzano y que celebró en su día Gustavo Adolfo Bécquer: "Encargado el distinguido escultor don Ponciano Ponzano de ejecutar esta obra, pobre tributo que una corporación literaria, la cual cuenta con limitados medios, rinde al autor de El Ingenioso Hidalgo."
Manipulación política, especulación inmobiliaria y pobreza cultural parecen ir de la mano desde el principio de los tiempos, esos que no existen para, al menos, la mitad de los españoles que ni siquiera lee un libro al año. "Estoy muy sin dineros": es una de las últimas frases que escribió Cervantes apenas unos días antes de su muerte.
A despecho del aparejo propagandístico oculto tras las batallas culturales, quizá la verdadera forma de celebrar el aniversario de Cervantes sea devolverlo a su origen de autor popular. No lo saben en los despachos, pero una generación de cervantinos que habita fuera de las instituciones está dispuesta a recoger el legado del Manco de Lepanto atreviéndose a traerlo a nuestro siglo no con traducciones al lenguaje actual, sino con interpretaciones heréticas de esas que hacen temblar a los filólogos centenarios. Una ficción sin pompa para aquel posible "marrano" descreído de tan triste y desafortunado, quien encontraría más cómodo asiento entre los referentes de los nacidos con la televisión, el cómic y el videojuego que entre fastos oficiales y huesos removidos. (Él también fue un especialista en cultura popular: ¿qué si no eran las novelas de caballerías?)
La reinvención de Miguel de Cervantes pasa por limpiarlo de polvos académicos y sacarlo de planes de estudios diseñados por zopencos antiliterarios para llevarlo, como en una máquina del tiempo, hasta los lectores del siglo XXI. Es lo que hace Carlos Luria en su divertida novela El hidalgo que nunca regresó (ed. Pàmies, 2016) al convertir al joven poeta Miguel en un espadachín que lucha contra el Gran Turco en una Barcelona amenazada por atentados y repleta de intrigas: aventuras de capa y espada como homenaje declarado del lector-escritor al aventurero Cervantes. Como lo hace también El Ministerio del Tiempo (TVE), serie creada por Pablo y Javier Olivares, en el capítulo dedicado al Quijote y a su autor. Ministerio al fin y al cabo, ha celebrado el 400º aniversario cervantino por todo lo alto, animando a sus ministéricos a acercarse a las aventuras del Caballero de la Triste Figura. Más de un whovian caerá entre las páginas de papel fascinado por ese Cervantes televisivo que viaja en el tiempo para conocer su dimensión futura y así conjurar la muerte y el fracaso. El poder de la ficción que tanto amó.
"Cervantes congregó a casi 2,4 millones de espectadores en El Ministerio del Tiempo'. Casi cinco de millones de espectadores vieron el capítulo en algún momento. También arrasa en las redes sociales convirtiéndose en trending topic nacional y mundial." (Web de RTVE, 1-3-2016)
Conseguir nuevos lectores del Quijote: esa es la verdadera celebración que le debemos a don Miguel de Cervantes, el más grande y alto escritor que vieron los siglos pasados, presentes y que esperan ver los venideros.
"Bachiller:-¿Sabéis leer, Humillos?
Humillos: -No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona tan
de poco asiento, que se ponga a aprender esas quimeras, que llevan
a los hombres al brasero, y a las mujeres, a la casa llana. Leer
no sé, mas sé otras cosas tales que llevan...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí