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Cuando caminas por Finlandia, en invierno, es común que te pare un transeúnte y te informe de que se te está congelando la nariz. En verano, no hay verano, lo que se verbaliza en un adagio finés que dice: "Este año el verano estuvo bien. Fue la semana pasada". El clima es, en fin, tan agresivo que lo piensas detenidamente y no hay ninguna razón de peso para vivir en Finlandia. Salvo vivir. Que es la razón fundamental y de peso para vivir en cualquier sitio. O, incluso, la razón para vivir, a secas. En el caso de Finlandia, uno lo entiende mejor cuando accede a la información, y descubre que los finlandeses viven en Finlandia por un engaño. Hace chorrocientosmil años, cuando el ser humano llegó a lo que hoy es Finlandia, Finlandia no era así. Era un clima más benigno. Los futuros finlandeses decidieron instalarse. Esa decisión coincidió con una serie de lentos e imparables cambios climáticos, que fueron desautorizando esa apuesta, y haciéndola más difícil. La lentitud del cambio impidió que los futuros finlandeses gritaran, hicieran las maletas y se fueran. La lentitud del cambio les obligó a tener hijos, construir casas, a hacer guerras, a independizarse, a fundar Nokia. El viaje hacia el clima abiertamente hostil fue tan pausado, que no dio la oportunidad de que nadie dijera que se iba, y sí la oportunidad de construir cientos de frases para informarte de que se te estaba congelando la nariz, o para ilustrar que el verano es demasiado corto. Supongo, incluso, que ya no se pueden ir. En el Sur, hace años, conocí una pareja que había huido de Finlandia. Querían vivir el calor. Tuvieron una hija. La hija enfermó. Era la enfermedad de las nieves. Tuvieron que volver al frío, para que la hija viviera. No pudieron escapar. El engaño del clima, sellado hacía generaciones, se les había metido en las células.
Cuando escuché esta historia de Finlandia --sinopsis: una población atrapada en el frío, simplemente porque cuando llegaron a ese país, no lo hacía--, pensé que era una metáfora del pack amor, o el pack relaciones. En general, elegimos sitios calurosos para desarrollar esos packs. La lentitud de los cambios posteriores, hacia el frío, hacia situaciones no previstas, pero gélidas, nos impide tomar una decisión rápida y efectiva al respecto. De manera que nos quedamos. Hay, para defendernos, un gen finlandés, que nos invita a pensar que no se está congelando todo a nuestro alrededor, sino que, simplemente, el invierno ha sido especialmente duro, y que ya vendrá el próximo, más benigno. Algo, en fin, que nunca ha pasado en Finlandia. Supongo, por tanto, que cuando escuché esta historia de Finlandia era joven, porque ahora creo, vehementemente, que Finlandia explica otros packs de la vida. Concretamente, todos. No sólo cualquier relación es Finlandia. Lo es también cualquier país, cualquier sociedad. Cualquier partido. No hay nada que se pueda ver o tocar que no sea Finlandia.
Cuando caminas por Finlandia, en invierno, es común que te pare un transeúnte y te informe de que se te está congelando la nariz. En verano, no hay verano, lo que se verbaliza en un adagio finés que dice: "Este año el verano estuvo bien. Fue la semana pasada". El clima es, en fin, tan agresivo que lo...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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