Maduremos la unidad
Esta campaña ha sido un primer paso para lograr el reconocimiento entre diferentes dentro de Unidos Podemos. Hay que avanzar en la unión de los de abajo y a la izquierda y bascular hacia el protagonismo ciudadano y el conflicto social
Víctor Alonso Rocafort 29/06/2016
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Decía Leo Strauss a la hora de defender la teoría política frente a las pretensiones dominadoras de la ciencia política empírica que a veces lo que sucede en la política no es posible aprehenderlo desde el ojo telescópico-microscópico. Hay aspectos esenciales que solo se captan con el ojo desarmado.
No solo se ha hundido Ciudadanos, ha decepcionado Unidos Podemos o ha seguido cayendo el PSOE. Las encuestas y análisis empíricos que durante meses han copado la información política también se desplomaron la pasada noche electoral. La sensación ayer era que en realidad vamos ciegos, sin las brújulas adecuadas, en una etapa de agitadas turbulencias políticas donde al mínimo despiste uno puede acabar contra las rocas.
En unos días vendrá la encuesta postelectoral del CIS para que los especialistas nos expliquen si los jóvenes no fueron tanto a votar como se esperaba, si UP ha perdido más voto moderado que de izquierdas, viceversa, o todo a la vez.
Esa información será útil, qué duda cabe. Pero no esencial. Ya tuvimos postelectorales tras el 20D y aquí estamos, con esta sensación de desconfianza hacia una demoscopia que en su momento no supo prever la crisis de régimen que se asomaba, ni el 15M, ni todo lo que vino después, 26J incluido. Las brújulas han de ser otras. Y los proyectos habrán de construirse desde las convicciones antes que desde los vientos que nos anuncien los nuevos pitonisos.
Si se pretende avanzar en la unión y coordinación de las luchas políticas y sociales hacia la transformación efectiva del país, permanecer unidos se antoja imprescindible. No veo mejor manera de ayudar a fortalecer un tejido social que haga de la ciudadanía la verdadera protagonista de la política y no la relegue a mera espectadora. Las divisiones traerían seguramente desilusión y aventuras elitistas de corto recorrido.
La situación, de confirmarse la entronización de un nuevo Gobierno de Rajoy durante cuatro largos años, que se dice pronto, sería desesperante para nuestro futuro inmediato como trabajadores, desempleados, desahuciados, activistas y amantes de la justicia social, defensores de las libertades, denostadores de la corrupción, padres y madres, artistas, estudiantes, niños y niñas, pensionistas, profesores, autónomos, inmigrantes, emigrantes o refugiados, médicos o dependientes, entre muchos otros. De gobernar las derechas nos van a seguir machacando, a nosotros y a los nuestros, pero no queda otra que resistir.
Lo único donde agarrarse en estos momentos puede ser, a mi entender, las ventajas que observo en que la unidad de los de abajo y a la izquierda se fragüe a fuego lento. El material será más resistente, no se romperá a la mínima una vez expuestos a las tensiones del poder y los ataques. Más aún cuando lo que se pretende es transformar de raíz este país de corrupción, IBEX 35 y desigualdades galopantes.
El proyecto político unitario que puede suponer UP precisa así de autenticidad, solidez y unidad. No se pueden poner a pilotarlo quienes no se lo crean porque, por mucha buena voluntad que le pongan, lo que les saldrá será poner palos a las ruedas. Es lo normal si tu estrategia descansa en la división antes que en la unión. Otra cuestión es, como veremos, la ineludible necesidad de crítica constructiva o la expresión pública de las dudas, siempre necesarias para afinar y mejorar.
La unidad entre diversos, hemos insistido algunos estos días, precisa de estas críticas, así como de generosidad, respeto, cooperación, amistad política y coraje.
Generosidad y respeto para reconocer a los compañeros de viaje. Cooperación en lugar de la competencia en la que nos socializan en este sistema capitalista, en sus empresas e instituciones educativas. Si hay exceso de codazos entre las distintas facciones, si como ya dijera Thomas Hobbes todo lo arrasa el deseo de preeminencia sobre el de al lado, mucho mejor tener que esperar a fraguar una confluencia auténtica en un par de años antes que lograr ahora el poder y, con moldes tan frágiles, perderlo enseguida para el resto del siglo XXI.
La pregunta es si hemos votado todos con ilusión y entusiasmo, si lo hemos contagiado; si hemos aprendido a aplaudirnos de verdad unos a otros, si encontrábamos razones para ello; si se olía en el ambiente el desborde que precisan los grandes vuelcos políticos. La pregunta es si la grandeza de lo que anhelamos se construye amarrando con el ojo torcido para el grupo propio o dándonos todos la mano desde el apoyo mutuo.
De ahí la amistad política, para ser capaces de efectuar críticas de un modo constructivo, para generar confianza precisamente desde la libertad de expresarse en la disidencia, desterrando la adulación, la hipocresía y el ninguneo del que piensa por sí mismo. Es solo desde aquí como todos los debates que vamos a tener estos meses pueden dar como resultado un proceso común entre diversos que aglutine a todas las familias políticas de la izquierda y más allá, sin borrar identidades.
Y finalmente el coraje cívico, para poner por delante los intereses comunes antes que los propios o facciosos, para plantarse ante los poderosos desde la palabra usada con rigor y sin complejos. Coraje para no caer en los discursos simplistas de buenos y malos como los empleados por Rajoy en esta campaña, para entretejer las explicaciones políticas y económicas hasta el fondo de las injusticias cotidianas que genera la economía capitalista y la cultura política oligárquica actual. Ahí es donde hacemos daño y donde nos la jugamos.
Los seguidores del PP en Génova gritando “sí se puede” nos muestran mejor que nadie lo intercambiable de los eslóganes si no van acompañados de una creación de nuevos significados políticos, de una visión teórica, cultural y política radicalmente alternativa a la dominante. Me temo que algo parecido pasa con la idea de patria en estos tiempos de primaveras patrióticas fascistas. Discutámoslo amistosamente.
Esta campaña ha sido un primer paso en lograr este reconocimiento entre diferentes dentro de UP. He compartido actos con gente que no conocía más que por debates —algunos de ellos enconados— en redes y diarios, en muchos sitios he tenido verdaderamente la sensación de estar en un proyecto común donde se cooperaba, donde eran más fuertes las actitudes de fondo que nos unían que los detalles teóricos o políticos que nos separaban.
También he encontrado esto en muchos pueblos y distritos que visitaba. Tras un par de años de disputas fratricidas las izquierdas locales volvían a reconocerse con respeto para cooperar. Recuerdo por ejemplo un acto en la Plaza del Barro de Alcalá de Henares, donde activistas que hacía alrededor de 30 años se habían unido para convertir un barrizal en una acogedora plaza volvían a reunirse para hacer política juntos desde colores muy distintos. Esa alegría, esa emoción compartida de los reencuentros, hemos de leerla como un comienzo y no como una ocasión frustrada.
Las resistencias y recelos que se han dado, las competencias y el uso de posiciones de fuerza que van en perjuicio de todos, son normales aun en un proceso de confluencia vertiginoso, pero han de ir limándose según se avance por la buena senda. Y dos son los ejes a mi juicio que habrían de guiar la acción política en este camino.
Por un lado proseguir la conformación de una visión política de conjunto que desafíe a la neoliberal dominante, a la oligárquica de este régimen. Habrá de resultar inteligible y atractiva a cada vez más gente, sin ser dogmática ni homogénea, al mismo tiempo que no podrá construirse desde las renuncias. Una lucha cultural viva, creativa y crítica ha de acompañar este proceso, al que por ahora le sigue faltando la efervescencia de los grandes momentos de cambio histórico en un campo que las derechas se han encargado de arruinar durante años.
Por otro lado, habría que bascular hacia el protagonismo ciudadano y el conflicto social. No hemos explorado de verdad, hasta el fondo, la democratización de los partidos de la que tanto hemos hablado. Solo la ilusión volverá y será genuina con la participación directa, crucial, en la política que hagamos. Solo construiremos un régimen realmente democrático si nos esforzamos por ser ejemplares a cada paso restituyendo además una visión ética, no utilitaria, de la política.
El Parlamento y las televisiones han servido, se ha hecho un gran trabajo pero a la vez se revela insuficiente, más aún si nos fijamos en este ciclo corto que va del 20D al 26J. Hay que redistribuir pesos en la estrategia política de lo que se avecina. Construir formas de vida alternativas, democráticas, esas con las que soñamos, en las propias prácticas políticas. Hay que ayudar a que emerja el conflicto para cuestionar y transformar un orden manifiestamente injusto. Ahí está la clave. Así, cuando llegue la ocasión, no solo estaremos unos meses gobernando zarandeados por todo un régimen y nuestras propias divisiones, sino que lo haremos desde la solidez de saber que llevamos ese mundo nuevo no solo en nuestros corazones sino en lo que venimos haciendo cada día.
Recordemos por último que pese a la enorme desilusión, pese al desastre que tenemos enfrente de cristalizarse un Gobierno del PP, una confluencia de izquierda transformadora —que alberga en su seno socialdemócratas, comunistas, populistas de izquierda, ecologistas y más— cuenta a día de hoy en este país con 71 escaños. Esto era algo impensable en las décadas anteriores. Es una buena base para alcanzar próximamente el gobierno, esa condición necesaria pero insuficiente para la transformación política y económica que necesitamos.
Así que tratemos de que no nos empujen a la desilusión, a las guerras fratricidas y, desde las dudas, los debates y las críticas, desde la generosidad y el respeto, reforcemos la unidad entre distintos sin rehuir los grandes debates. Concibamos el 26J como la primera etapa de algo más grande que acaba de empezar, que ha de madurar para que la transformación que llevemos a cabo fructifique y perdure en el tiempo.
Decía Leo Strauss a la hora de defender la teoría política frente a las pretensiones dominadoras de la ciencia política empírica que a veces lo que sucede en la política no es posible aprehenderlo desde el ojo telescópico-microscópico. Hay aspectos esenciales que solo se captan con el ojo desarmado.
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Víctor Alonso Rocafort
Profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones destaca el libro Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política (CEPC, Madrid, 2010).
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