ANÁLISIS
La venganza silenciosa de Anatolia
La élite estatal turca ha confiado en la religión islámica como seña de identidad, pero a la vez la ha percibido como una amenaza al poder del Estado
IMANOL ORTEGA 27/07/2016
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El 4 de noviembre de 2002, un día después de las elecciones generales en Turquía, las primeras que ganaba el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) por mayoría absoluta, el diario conservador Sabah (La Mañana) abrió su edición con el titular “Anadolu ihtilati” (La revolución de Anatolia). El periódico definía al partido liderado por Recep Tayyip Erdoğan como el representante político del supuesto “hogar de los auténticos, humildes y no corruptos islamo-turcos”, que habrían sido dominados y oprimidos por la élite, laica y modernista, kemalista resistente a las demandas que cuestionaban la calidad democrática del país.
Si el movimiento islamista turco pudo convertirse en uno de masas fue gracias al propio estamento militar, al haberle integrado de nuevo en el sistema político para lograr los objetivos de desarrollo económico, y también para eliminar la “amenaza” creada por las organizaciones de carácter marxista-leninista tras el golpe de Estado de 1980. En otras palabras, se estableció una especie de “soft Islam” supervisado, tutelado y vigilado en todo momento por el establishmentkemalista. Esta concesión, que puede ser vista como un intento de contener y neutralizar el atractivo de la revolución iraní de 1979 mediante una “revolución pasiva”, fue en realidad una respuesta típica a una revolución en el extranjero bajo el clásico sentido gramsciano de “absorber las (reales o posibles) demandas populares mediante un régimen contrarrevolucionario”. La otra cara de este proceso fue la total desmovilización de cualquier fuerza revolucionaria de cualquier índole. Dicho proceso de “revolución-restauración” fue similar al contexto post-1815 de respuesta de los Estados europeos a la Revolución francesa, en el que se mantuvieron los regímenes de la clase dominante intactos mientras satisfacían parcialmente a los sectores populares.
Desde la fundación de la República de Turquía en 1923, el Islam ha desempeñado a la vez una función dual y contradictoria. Por un lado, la élite estatal ha confiado a menudo en la religión islámica como una seña de identidad común de los pueblos que constituyen la nación turca, Y por otro, de igual manera, el Islam ha sido percibido como una amenaza por su capacidad inherente para desafiar al poder del Estado. Más allá de los diferentes contextos de violencia política, ésta podría ser una de las explicaciones al fallido golpe (chapuza) de Estado del pasado 15 de julio. También sería comparable la purga posterior [con más de 6400 personas detenidas, en su mayoría militares; 9.507 funcionarios despedidos, gran parte de ellos policías y 52.264 suspendidos de empleo, 42.799 de ellos diversos cargos relacionados con la Educación] con la realizada tras el golpe con carácter “postmoderno” o “virtual” de 1997. Entonces, el Comité de Seguridad Nacional (MGK por sus siglas en turco) no utilizó la violencia como medio de represión, sino que impuso al gobierno liderado por el islamista Partido del Bienestar (Refah Partisi) 18 medidas agrupadas en un memorándum --una especie de “código de vigilancia”-- diseñadas para eliminar no sólo su influencia política sino también el crédito social, económico y cultural de los círculos islamistas.
Con el objetivo de convertirse en hegemónico, en su deriva autoritaria desde su tercera legislatura en el poder (2007-2011) y hasta la actualidad, el conservador islámico AKP se ha servido de una serie de herramientas que van desde el referéndum democrático hasta el intento de criminalizar por medio de casos de dudosa legalidad al tradicionalmente considerado por la sociedad turca como derin devlet (Estado profundo). Bajo este nombre se conoce en Turquía a la relación existente entre las fuerzas de seguridad y el crimen organizado para realizar el “trabajo sucio” del Estado al involucrarse supuestamente en ejecuciones extrajudiciales de miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) o de políticos y abogados pro-kurdos como Vedat Aydin o Tahir Elçi o de homicidios como el periodista Hrant Dink el 19 de enero de 2007.
Una muestra de una especie de revanchismo quizás excesivo, con la justificación de acabar con el régimen de tutela de los militares, fue la gestión del AKP de los casos Balyoz y Ergenekon [un presunto intento de golpe en 2003]. Aunque la mayoría de los miles de detenidos pertenecían al estamento militar, alguno de ellos de alto rango como el exJefe de Estado Mayor de la República de Turquía (TC Gnel Baş), İlker Başbuğ, también aparecía una parte de la sociedad civil crítica con el gobierno como periodistas, políticos, profesores, rectores universitarios y escritores acusados de provocar supuestamente el caos que provocase las condiciones de un escenario favorable para propiciar un golpe militar que derrocase al AKP.
Tras casi catorce años en el poder, es posible que el partido de Erdoğan se haya convertido en lo que en su día fue el kemalismo, el “centro” del sistema político turco. Y por ello, haya adoptado su comportamiento político. Solo así sería posible entender las acusaciones vertidas desde el gobierno contra la comunidad de Gülen de estar detrás de la intentona golpista. Este movimiento es considerado actualmente por el gobierno como una organización terrorista (FETÖ). Los seguidores del predicador Fetullah Gülen, paradójicamente perseguido por el establisment kemalista tras la enésima intervención de los militares en 1997 y en un exilio autoimpuesto desde hace más de 15 años en Estados Unidos, han logrado desde los años 80 crear un verdadero Estado paralelo (parallel Devleti) gracias al desarrollo de varias estrategias para penetrar en las instituciones estatales, infiltración fortalecida durante las dos primeras legislaturas del AKP, para neutralizar la hostilidad laicista hacia el Islam, la cultura tradicional y la identidad turca-musulmana.
Una de la similitudes entre el antiguo “centro” kemalista y el AKP es su visión similar tanto del método como de la instrumentalización política del control institucional del Islam, por medio de instituciones como el Directorio de Asuntos Religiosos (DİB), que, por ejemplo, alienta a los predicadores que dirigen la oración colectiva de los viernes a que elaboren sermones en consonancia con su agenda política (o alentando desde las mezquitas para que la gente se echara a la calle el pasado viernes). El AKP también ha recuperado el espacio público que las protestas del verano de 2013, representada por una variedad pluralista y cívica de la “clase media proletarizada o la clase trabajadora de cuello blanco”, le había arrebatado. Un ejemplo de lo anterior son las masivas concentraciones posteriores al golpe en la plaza de Taksim, en el céntrico distrito de Beyoğlu, que no habían sido permitidas por el gobierno desde las protestas en el contiguo parque de Gezi, calificadas por Erdoğan como un golpe de Estado similar al perpetrado por los militares el 28 de mayo de 1960.
Por ello, ambos “centros” creen que los intereses de la nación sólo son representados por el partido y, por ello, mantienen el monopolio de la verdad al saber qué es lo mejor para la sociedad. Lo anterior quizás explique los 35 años que el Partido Republicano del Pueblo lleva en la oposición.
Para concluir, si bien este revanchismo/venganza contra todo lo que no está a favor de sus ideas pudo resolverse pacíficamente a través de medios democráticos en clara sintonía con el concepto tradicional africano de Ubuntu, una regla ética sudafricana enfocada en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas, finalmente se haya convertido en uno más próximo al de Schadenfreude (regodearse), obteniendo así un placer derivado de las desgracias de los demás. Ojala no estemos presenciando en esta nueva Turquía, tutelada ahora por el erdoğanismo, el cumplimiento de la máxima escrita por Lord Acton en 1808: “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El 4 de noviembre de 2002, un día después de las elecciones generales en Turquía, las primeras que ganaba el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) por mayoría absoluta, el diario conservador Sabah (La Mañana) abrió su edición con el titular “Anadolu ihtilati” (La...
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