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JAZZ

B. B. King, con alma de blues

A la memoria del músico, fallecido hace poco más de un año, y de mi amigo Mariano de Guzmán, que en paz descanse

Ayax Merino 3/08/2016

<p>B. B. King, durante una actuación.</p>

B. B. King, durante una actuación.

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Los hielos repiquetean al chocar y tintinean contra las paredes y el fondo porque mi mano mece el vaso agitándolo una y otra vez sin parar. Y se apaga de repente el soniquete de los cubitos casi fundidos cuando mi mano cesa su vaivén y alza el vaso hasta mi boca que traga anhelante este aguachirle ya insulso. Miro y remiro con ansia el vaso vacío y aquí no queda nada, nada de nada, esto se ha acabado. Y mi mano abate el vaso moribundo sobre la barra con un golpe que retumba.

Tampoco es ninguna tragedia, no pasa nada, aquí al alcance de la mano tengo un par de pechugas rebosantes e intactas que le pedí al Constante hace ya un rato antes de que se me agotara el combustible, hombre precavido vale por dos y si no estás al loro te quedas a verlas venir con el gaznate seco que el Constante te sirve mismamente cuando le sale de los cataplines. Un dedo mi índice remueve el mejunje y mi mano se lleva de inmediato el vaso a la boca y le pego un señor viaje, un buche sostenido con el que dejo el vaso temblando casi mediado. Ahhhhhhh y el dorso de mi mano me enjuga los labios.

Venga, coño, seguidme sin miedo, no seáis cobardes. Vais a ver lo que es el Kwai.

Un garito estrecho y largo en forma de ele cuyo brazo más corto se encuentra al fondo, que es justamente adónde quiero llegar. Hiendo pues sin titubear el muro de peña que se yergue ante mí a base de recios empellones inmisericordes y voy abriendo camino. El espeso muro se abre y se cierra a mi paso y sigo avanzando.

¡Qué pasa, Tante!

¡Eeeeehhhh! ¡Eeeehhhhh! ¡Ha venido el Yilyi!

Me voy hasta la campana y la repico con frenesí venga el badajo a chocar al compás de mi mano que mueve el cordón una y otra vez. La algazara. Todo quisque voceando a modo. Un follón.

¡Eeeeeeeeeeeehhhhhhhhhhhh! ¡Eeeeeeeeeeeeeeehhhhhhh!

No dudo. Avanzo. Meto el hombro y cargo. Y el muro se abre y se cierra a mi paso. Empujo y avanzo. No cejo. No me detengo. Y el muro se cierra a mis espaldas Adelante, siempre adelante. A codazos. Y llego al final de la barra. Victoria.

¡Tante, de beber!

Tabaleo, quizás aporree sin piedad, la barra y berreo desaforado.

¡Aquí unos rones, Tante, a la de ya!

Espera sentado, chavalote, cuando pueda y me apetezca, ya puedes gritar hasta quedarte afónico que a mí me la pela.

Me vuelvo y no encuentro a la tropa atascada entre el encrespado mar de gente que abarrota el garito. Bueno, allá ellos, ya llegarán.

¡Tante, un par de rones!

¡Qué te esperes, coño!

Vale, es mejor no mosquear al Tante que te deja seco y sin beber si se cabrea. Y miro a mi alrededor y me topo con el Gin Cola grande como un armario que me arrea tamaño palmetazo en la espalda que me roba el resuello ¡qué pedazo de bestia! y un poco más allá con el Gallego que me saluda con una pregunta y estirado como un cirio pegado a la pared el Maniane impasible que se trasiega un segoviano.

¡Coño, Maniane, cuánto tiempo!

Solemne y casi hierático con cara fúnebre se me acerca el Maniane y me susurra al oído. Me acerco y le susurro al oído.

Se ha muerto B.B. King.

¿B.B. King? ¡No me jodas!

Sí, tronco. Nos hemos quedado solos.

Y nos fundimos en un largo abrazo.

¡A ver, qué va a ser!

El rugido mana del gañote del Constante, imponente figura de coloso que espera impaciente tras la barra.

Ya te lo he dicho, dos rones.

Y a mí dos gin colas, ya que estás.

Dos pechugas, Tante, salta el Gallego al quite.

Un par de pechugas, el Maniane no pierde comba.

Ocho vasos altos y anchos en fila puestos en formación, no de tubo, de tubo no, aquí no servimos en vaso de tubo, así como los de sidra pero más del doble de largos y gruesos como un pulgar que si no se cascan en un pisplás con sólo mirarlos y no gano para el menaje, los relleno de hielo y dejo que caiga sin tasa el líquido casi hasta arriba y entonces abro cuatro cocacolas, dos por vaso, la cuenta es clara, y cubro el escaso espacio que queda en cada uno de los vasos.

Tante, la cuchara.

¡Cuchara! ¡Cuchara!

Y la campana repica mientras la única cuchara que se gasta en la tasca pasa de mano en mano recorriendo la barra entera hasta que llega a poder del Constante quien se la cede al Yilyi con gesto magnánimo de príncipe renacentista que otorga una merced.

Meto la cuchara de largo y fino fuste y cazoleta estrecha y remezo el brebaje que me echo de inmediato al coleto y con el trago ando cuando aparece por fin la panda que dejé a mi zaga atorada entre el espeso oleaje de basca.

¡Coño, ya era hora! Os lo habéis tomado con calma.

¡Joder, tío, esto es la hostia, no se puede ni entrar!

¡Podías haber esperado!

A eso, ni contesto, no merece la pena.

¡Tante, de beber! Nos vamos a pimplar unas copas a la salud del B.B. King.

Asiento con un leve movimiento de cabeza que estoy conforme con tan sabias palabras, unas copas por B.B, King, sí señor, eso es. Así sí, colega, así sí.

¡Por B.B. King!

¡Tante, de beber!

¡Por B.B. King!

¡Tante, de beber!

Medianoche es por filo cuando la cuadrilla abandona al fin el Kwai que Constante es inflexible y no admite desmanes a las doce todo dios fuera, pasos vacilantes, traspiés, alguna ese, voces arrastradas y tartajeantes.

¡Seguidme todos, que por Dios que sé dónde voy!

Pastoreo decidido al personal que es un buen paseo y a la que me descuido se me descarría alguno, de Fernando VI a las Hileras hay mucho trecho, Hortaleza adelante, ¿falta mucho, tío? ¿pero dónde cojones vamos? parada y fonda para aplacar a la gente que anda soliviantada y a un paso del motín, un tercio y un bocata, rapidito, venga, vámonos, la Red de San Luis y adelante, siempre adelante.

Harta me tiene el tío este de las pelotas que no me ha hecho maldito caso en toda la puñetera noche pegado a su colega el Maniane a vueltas con el tal B.B. King ese conocido en su casa a la hora de comer ¿quién leches será? y encima venga de andar que no paramos de andar y ya estoy hasta las narices me voy a abrir a la de ya.

Señoras y señores, nuestro destino ¡Hemos llegado!

Y bajo unas pinas escaleras angostas que me dejan en una cripta frente a una pequeña barra a cuya diestra se abre un arco que casi a trompicones atravieso empujada por los que me siguen y estoy bajo una bóveda que retumba con la música y no puedo dar un paso más que esto está atiborrado. Sobre el escenario cinco tíos, La Banda sin Nombre reza en un letrero alzado tras ellos, arman un barullo de todos los demonios y la gente baila a su son.

Quiero un tercio que la caminata me ha dejado sediento y después de pegarme un rato con el atareado tipo de la barra consigo que me lo sirva y con la cerveza en la mano sigo al Yilyi que se aproxima al escenario, blues, eso es, bien hecho, Yilyi, La Coquette, bien pensado. Así si, tío, así sí. Y le doy un buen tiento a la birra ¡Por B.B. King!

Llegado que he al escenario termina la canción y como la peña rompe a aplaudir aprovecho para encaramarme sobre el tablado y arrimarme al bajista, amiguete de luengos años, que me urge anunciarle la mala nueva que le anuncio al oído.

Javier, tron, que se ha muerto el B.B. King.

Cariacontecido se queda y cuando el resto de la banda se acerca formamos un corrillo de cariacontecidas caras de luto.

¡Joder, vaya mierda!

Arranca Carlos con un sentido solo de piano sostenido por las plañideras notas del bajo y los dolientes golpes de la batería de Álvaro a la par que  Pablo rasguea suevamente la guitarra y gime ante el micrófono ¡B.B. Kiiiiiiiing! ¡B.B. Kiiiiiiiiing! B.B. King se fue, se marchó, murió ¡B.B. Kiiiiiiiiiing! y es entonces cuando Agustín hace llorar a su armónica.

El público aplaude y vocea ¡B.B. King! ¡B.B. King!

¡Qué, Maniane! ¿Buen velatorio?

Asiento con la cabeza casi emocionado con este blues que a todos nos envuelve.

Así sí, tío, así sí.

_________________

En breve, si la autoridad y el tiempo lo permiten, daré a la luz un semblanza de B.B. King ¡Por Dios que se lo merece!

Los hielos repiquetean al chocar y tintinean contra las paredes y el fondo porque mi mano mece el vaso agitándolo una y otra vez sin parar. Y se apaga de repente el soniquete de los cubitos casi fundidos cuando mi mano cesa su vaivén y alza el vaso hasta mi boca que traga anhelante este aguachirle...

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Autor >

Ayax Merino

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