José Saturnino Martínez / Doctor en Sociología
“Parece mentira que veintiséis años después de la LOGSE, recuperemos los problemas que intentó resolver”
José Luis Marín Madrid , 21/09/2016
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El fracaso escolar tiene consecuencias importantes, a veces irreversibles, en la edad adulta del alumnado. Es España, este problema en la educación se vio reducido a finales de los años setenta, volviendo a aumentar en los últimos años del siglo XX. En este contexto, los estudiantes de entornos socioeconómicos más elevados demostraron menor disposición a las fluctuaciones del fracaso escolar que los estudiantes de entornos socioeconómicos más bajos. De esta forma, e independientemente del momento en el que se encuentre la tasa de fracaso, los primeros tienen una muy alta probabilidad de lograr el título de enseñanza obligatoria. Sucede lo contrario con los estudiantes de entornos socioeconómicos más bajos: sus posibilidades fluctúan al mismo tiempo que lo hace el indicador.
Estas son algunas de las conclusiones que se pueden extraer de La desigualdad de las oportunidades educativas: tendencias del fracaso escolar en España (1977-2012), una reciente investigación de los doctores José Saturnino Martínez y María Fernández-Mellizo. Para responder a estas averiguaciones, los autores plantean la hipótesis de que los cambios organizativos introducidos en el sistema de educación español han podido aumentar el efecto del origen social en educación obligatoria.
José Saturnino Martínez –que atendió a las preguntas de este medio– es sociólogo, Máster en Economía de la Educación y doctor en Sociología especializado en desigualdades educativas. Ha trabajado en la Universidad Complutense de Madrid, en el CIS, en la Universidad de Salamanca y ahora en la Universidad de la Laguna, Tenerife. Durante cinco años también ejerció como asesor del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Según cuenta, esta nueva investigación conecta directamente con su tesis doctoral, en la que estudió las mismas dinámicas en la población que nació entre principio del siglo XX y los años 60.
Ahora pretende continuar actualizando los datos que manejó en el doctorado, con el objetivo de comprender qué ha pasado en España en el largo plazo: “Lo que hemos hecho es un trabajo muy meticuloso a la hora de juntar decenas de Encuestas del Población Activa, de homogeneizar los datos, para tener esa visión de conjunto de la gente que nació entre finales de los años 50 y principios de los 90”. María Fernández-Mellizo es economista y doctora en Ciencias Políticas y Sociología, y es precisamente la formación híbrida de los dos autores la que les ha permitido profundizar en los debates y las cuestiones académicas.
Para realizar la investigación, accedieron a la serie de datos más larga posible, que sirve como sustento de una definición clara y sencilla de lo que es la desigualdad educativa. Esta es, básicamente, “el porcentaje de jóvenes que acaban o no la ESO en función del origen social de las familias”. A ello se unen algunas variables, como la inmigración, la estructura familiar, el género… Lo que permite ver las tendencias de desigualdad a lo largo de los años: “Hemos encontrado que para aquella gente que nació entre finales de los 50 y mediados de los 70, el efecto de su origen social sobre la educación se mantiene muy constante. Para los que nacen a finales de los 70 y principios de los 80, aumenta la desigualdad. Y entre los que nacen a partir de la segunda mitad de los 80, se mantiene estable hasta el último año de estudio, los nacidos en 1992, es decir, que tienen hoy en día 24 años”.
Una cuestión institucional
Saturnino y Fernández-Mellizo señalan que las variaciones en la desigualdad educativa responden, sobre todo, a una cuestión institucional. “La desigualdad aumenta justo en el momento en que empieza a aplicarse la LOGSE. Esto se puede deber a que antes de ella, el titulo mínimo del sistema educativo, el Graduado Escolar, se obtenía a los 14 años. Con la LOGSE, el título mínimo pasa a los 16 años, lo que dificulta su obtención. A eso hay que añadir otra cuestión. Antes, si alguien no tenía el título de EGB, podía seguir estudiando y avanzando en FP. Había, digamos, una puerta bastarda, para la gente que lo hacía mal en el sistema educativo. Eso la LOGSE lo elimina. Con ella, o tienes título o quedas fuera del sistema”.
Es decir, a efectos administrativos, las posibilidades de los alumnos se vieron muy reducidas con la ley de educación de 1990. El problema comenzó a reflejar en las estadísticas y contó con poca respuesta institucional: “Yo creo que el problema que tuvo el PSOE es que no afrontó el hecho de que hubo un fallo importante en la LOGSE. Las previsiones de esta ley eran que no titulase en torno a un 5% de los jóvenes. Lo que ocurrió es que no titulaba el 30%. A ese grupo nunca se le dio respuesta. Lo que tendría que haber hecho el PSOE hace ya 15 ó 20 años era reconocer ese fallo y permitir que ese gente que no estaba titulando accediese a algún tipo de FP. En otros estudios sobre FP (con Rafael Merino) y en Bachillerato hemos visto que el aumento del fracaso escolar afectó más al acceso a FP que a Bachillerato”.
Las previsiones de la LOGSE eran que no titulase en torno a un 5% de los jóvenes. Lo que ocurrió es que no titulaba el 30%. A ese grupo nunca se le dio respuesta
Según Saturnino, esto no pasa en los países de nuestro entorno. En ellos, la gente que no tiene un título de educación obligatoria no es expulsada del sistema formal. En Inglaterra, por ejemplo, el sistema es gradual. Dependiendo de la nota del alumnado, podrán entrar en un instituto u otro. Si las calificaciones son malas, te derivan a institutos de formación profesional, como ocurría en España antes de la LOGSE. También pone el ejemplo de los Community College–algo así como la universidad popular– en Estados Unidos. No existen requisitos ni es necesaria una titulación para entrar en ellos, ofrecen diferentes cursos de formación y si los alumnos desean dar el paso a la universidad, también existen vías preparatorias. “El problema español es que si tú te querías seguir formando, o venías con un título o tenías que hacer un examen de acceso. Eso ha llevado a que el nivel de abandono educativo sea alto, que tengamos poca gente en FP media… Yo creo que el gran problema es sobre lo que menos se ha hablado, el origen de este problema”.
Esto, en principio, se solucionará con la Ley aprobada por el Partido Popular en 2013, la LOMCE, y cuya implantación acaba de finalizar: “Una cosa que estableció la LOGSE y que luego mantuvieron las leyes siguientes, como la LOE, es que si tú no alcanzabas el nivel mínimo de conocimiento se te pasaba a otros programas educativos, como el Programa de Cualificación Profesional Inicial. Ese programa te daba un título de FP pero no te permitía seguir estudiando, a no ser que graduaras también en Secundaria Obligatoria. La UE pasaba entonces a considerarlos como abandono educativo temprano”. La argucia de la nueva ley, señala Saturnino, es crear un nuevo nivel de formación, la FP Básica, que ya no computará como abandono educativo temprano. “A efectos de currículum y de años de estudio, la Formación Profesional Inicial y la FP Básica son lo mismo. Sin embargo, han conseguido cambiarle el nombre a una cosa y que las instituciones internacionales se lo reconozcan como que eso no es abandono”.
La Unión Europea o la OCDE son, por lo tanto, actores muy importantes en la transformación de las políticas educativas de cada país: “Una vez que se ha llegado a la conclusión de que un indicador educativo es una buena herramienta, al día siguiente las personas con responsabilidad política, que son astutas, empiezan a cambiar las leyes para salir bien reflejados en esos indicadores”. El indicador PISA de la OCDE, por ejemplo, mide las competencias del alumnado. El problema reside en que el sistema educativo español no está orientado para eso, para resolver problemas o adquirir competencias genéricas, sino para la cuestión memorística, señala José Saturnino.
Por ello, los movimientos desde las instituciones y el Gobierno a veces chocan con las propias dinámicas del país: “Ya en los debates sobre la LOGSE, ya se proponía cambiar esto, y no se consiguió. Se decía que había que ir hacia el aprendizaje más significativo, con más autonomía, de resolución de problemas… Pero claro, aquí existe una cultura profesional fundamentada en preparar oposiciones. Esta cultura corporativa no la consiguió quebrar la LOGSE, y dudo que la LOMCE lo consiga hacer”.
La otra pata de la mesa, el profesorado, también ha sufrido los cambios y adaptaciones de las distintas leyes: “Antes, en Bachillerato el alumnado estaba seleccionado. Cuando existía BUP aquello era voluntario y solo acudían los que querían. Ahora, en la ESO está todo el mundo. Teníamos un cuerpo de profesorado que se había formado para educar a gente seleccionada. De repente, con un golpe de ley, le dices que tiene que formar a todo el mundo. Esto es algo que el profesorado no digirió bien, no se les dio ni formación ni recursos, ni fue fácil de aceptar que profesionalmente habían sido reconvertidos de especialistas a otro tipo de profesorado. Se generaron muchas tensiones”.
La cuestión institucional, sí, es una parte fundamental del debate. Pero es necesario ampliar el análisis para comprender la situación: “Si tu luego no tienes en cuenta temas individuales, no puedes explicar lo que está pasando. Yo creo que en España el debate educativo no ha tenido en cuenta estas circunstancias”. Es lo que Saturnino denomina efectos no queridos de las leyes: “La LOGSE fue una ley compensadora, es decir, ideada para que todo el mundo estudiase lo mismo, para reducir así la desigualdad de oportunidades y ampliar el tronco de años de escolarización para que la población saliese más formada. Sin embargo, ha habido efectos no queridos. Simplemente por ampliar la educación obligatoria, la gente no va a estudiar más. Y la gente que no tiene el título, si no le das alternativa, aumentará el fracaso escolar”.
Por ello, el sociólogo ve en la LOMCE una mejora respecto de la leyes anteriores, aunque con varios matices: “Hay un empeoramiento en el sentido de que para hacer el bachillerato se te va a exigir más, pero han hecho una puerta falsa, la FP Básica, para que la gente con malos resultados tenga más facilidad para pasar por el sistema… El PP, por lo tanto, ha sido sensible a algunos problemas de la LOGSE, y creo que ha hecho algunas mejoras. Pero, por otro lado, han hecho tales pifias, que uno ve que lo que mejora por un lado, empeora por otro. Lo de las reválidas, lo de la retirada de apoyos a la atención a la diversidad, lo de los recortes… Me parece escandaloso y yo creo que invalida algunos éxitos que puedan tener otras medidas”.
Entonces, a los alumnos con problemas en el colegio, en vez de tener recursos o apoyos extraescolares, se les manda a los niveles de formación inferiores mediante reválidas. ¿Es este otro factor determinante en la desigualdad?
Claro. Cuanto más joven es una persona, más influida está por su origen social y menos por lo que la escuela puede ofrecerle en términos de oportunidad… Lo lleva diciendo la OCDE desde hace tiempo, y más o menos hay cierto consenso entre expertos. Cuanto antes comienza la segregación entre distintas trayectorias educativas, mayor es la desigualdad de oportunidades.
En este sentido, José Saturnino pone el ejemplo del modelo alemán, donde uno de los problemas es que a los 11 años ya desvían a la gente hacia la FP o hacia la universidad. “Ellos son conscientes de la situación, y están intentando lidiar con un sistema con mayor desigualdad educativa que en otros países”.
Cuanto más joven es una persona, más influida está por su origen social y menos por lo que la escuela puede ofrecerle en términos de oportunidad
Si pudiese escoger, el investigador señala que elegiría un par de cosas de las que ha hecho el PP para añadir a lo que ya había, pero no con ese cambio tan profundo. Los golpes de ley plantean problemas a la hora de planificar educativamente: no se puede cambiar tan rápido como lo hace la sociedad. “Hay mucha gente que quiere estudiar FP, pero no hay plazas. Se está dando la situación de que hay notas de corte para entrar en FP y en Bachillerato se entra con un cinco. Hay alumnos a la que no le apetece entrar en la vía hacia la universidad y quieren tener un oficio en dos años, pero no hay recursos para contratar profesores de FP, crear aulas…”.
¿Y qué hay de otros factores, como la situación económica del país? Los dos autores están investigando ahora sobre los efectos de la crisis en términos laborales: “Tenemos datos de gente que le toca acabar los estudios cuando la crisis está desatada, y se observa que desciende el fracaso escolar e incluso que hay ciertos indicadores de descenso de desigualdades de oportunidades educativas. ¿Por qué? Porque la gente está viendo que sin estudios las tasas de paro están en el 60%”.
La Formación Profesional, un problema sin resolver
José Saturnino señala que, durante los años que estuvo vigente la LOGSE, la cuestión de la FP se planteó desde la óptica del prestigio. Se puso una alta tasa de entrada académica, lo que terminó por conseguir el reconocimiento de este tipo de formación. A costa, eso sí, de dejar un 30% de estudiantes fuera del sistema. Ahora, con la nueva ley aprobada por el Partido Popular, los centros educativos, cuando tengan alumnos con problemas, en vez de dedicarles atención más específica e intentar rescatarlos, serán olvidados y metidos en el cajón de la FP Básica. Esto, en opinión del sociólogo, degrada la FP, ya que los alumnos no querrán formarse en las vías donde mandan a los que fracasan en los estudios.
“Tanto la izquierda como la derecha no han sabido lidiar con la FP en España. Para la primera, solo puede ir a la FP la gente con éxito en un currículum dominado por contenidos académicos, no profesionales, como ocurre en la ESO, y si no, la expulsamos del sistema educativo y nos olvidamos de ellos. La derecha sostiene que la gente que sin éxito académico vaya a FP, lo que lleva a que los jóvenes que quieren estudiar una profesión a pensar que no merece la pena porque eso es para tontos”.
Romper este debate pasa, según el sociólogo, por reconocer que existen tres tipos de alumnado: uno con una trayectoria académica, uno con una trayectoria profesional, y uno que está despistado con la vida o con dificultades de aprendizaje: “Parece mentira que treinta años después de la LOGSE, recuperemos los problemas que intentó solucionar esa ley, que fue acabar con la FP como una vía bastarda para estar en el sistema educativo”.
El debate sobre el fracaso y el abandono escolar.
Según Saturnino, “la Unión Europea necesita indicadores sencillos para supervisar cómo es la evolución de los países miembros. En educación no es fácil. En España, por ejemplo, conviven ahora personas que han nacido en tres sistemas educativos, y no son comparables. Si dentro de un mismo país es difícil comparar entre generaciones, imagínate comparar entre 28…”.
Uno de estos indicadores, el abandono educativo temprano, recoge a aquellas personas que no tienen un título de ESO –o superior– o que no están estudiando educación formal o no formal. Una medición que muchas veces es problemática. Por ejemplo, una persona que no acabó la ESO y está haciendo un curso de manipulador de alimentos, no computará como abandono educativo, ya que cursa formación no reglada. “De cara al sistema educativo español, el abandono educativo temprano es un indicador que solo añade ruido y confusión”.
De cara al sistema educativo español, el abandono educativo temprano es un indicador que solo añade ruido y confusión
Ese argumento también se usa desde el ámbito político para defender determinados intereses. Hace pocas semanas, Rafael Hernando señaló que la LOMCE había permitido reducir el abandono temprano y garantizar la igualdad. “Fíjate, la LOMCE es tan buena que tiene efectos antes de haberse publicado en el BOE. La primera promoción de FP Básica va a salir al mercado el año que viene. ¿Cómo puede haber producido bajadas en el abandono educativo y el fracaso? Es absolutamente absurdo”. De hecho, los datos de abandono vienen disminuyendo desde 2008 a una tasa de entre el 1% y el 2% anual.
En este sentido, Saturnino señala que prefiere trabajar con el indicador más sencillo y sobre el que ha basado en la metodología de la investigación. Esto es, simplemente, tener el título de ESO o no tenerlo. Lo que el sociólogo denomina fracaso escolar administrativo.
Como se ha señalado, existen más factores determinantes en desigualdad educativa, así como efectos no queridos de las leyes y las decisiones institucionales. Sirva como ejemplo la inversión en educación: “Mientras en España se alcanzaba el máximo PIB destinado a educación, el fracaso se mantenía constante. Ahora, que se recorta a machetazos, está en mínimos históricos… Esto pone de manifiesto el limitado alcance de algunas de nuestras políticas educativas. Muchas veces, son más importantes las estrategias individuales y familiares que el soporte político”.
Una vez más, se hace necesario comprender las lógicas sociales que existen detrás de los indicadores, las estadísticas y los estudios cuantitativos. Saturnino, dedicado durante años a la divulgación, así lo advierte.
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José Luis Marín
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