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Hace más de veinte años que intentar saber lo que pasa en el Atlético a partir de lo que publican los medios de (in) comunicación es como intentar entender a Podemos escuchando a la marioneta de Florentino, según Piqué. El títere en cuestión se pasa la vida voceando que Podemos es Venezuela. Que Podemos es Irán. Que Podemos es ETA. Y ahora, que Podemos es Trump. Su bucle es infinito. Y la gente, vote o no a ese partido, le tenga simpatía o no, piense que sean populistas o no, sabe que, escuchando las barbaridades que salen por la boca de ese tipo, algo estará haciendo bien Podemos cuando despierta tanta bilis y tanta ira. No se queden con el nombre del partido político, quédense con lo que genera en los medios que no le tienen afecto. Bueno, pues con el Atlético es igual. En la prensa que presume de ser de todos cuando sólo sirve los intereses de uno, el Atlético era el equipo violento, el de los macarras, el que no jugaba a nada, el que hacía fútbol feo, el que salía con el autobús y sólo sabía marcar goles de córner. Miente, que algo queda. Y la gente,fuera o no del Atleti, pensase que rascaban más o menos, le tuviera cariño o no, sabía que algo debía estar haciendo bien Simeone cuando su equipo, una alternativa de poder que apareció de la más absoluta nada, despertaba tanta bilis y tanta ira. Ladran, luego cabalgamos.
En la prensa que presume de ser de todos cuando sólo sirve los intereses de uno, el Atlético era el equipo violento, el de los macarras
Hoy el cuento ha cambiado. Cinco años después, bien por desgaste, bien por vanidad, el hincha atlético vive cierta confusión. Ignorando el consejo de Simeone, aquel famoso “no consuman” --que le puso en el punto de mira del régimen--, el aficionado del Atleti, que sigue consumiendo a espuertas, porque piensa que los medios de (in) comunicación informan sin prejuicios y que la televisión siempre dice la verdad, ha comprado el discurso oficialista de gran parte del periodismo deportivo. Ese que informa del Atleti mientras desinforma sobre él. Los creadores del equipo violento, la banda leñera y el equipo que juega feo porque sólo sabe marcar a pelota parada, este verano, han estrenado nuevo bulo: el equipo ofensivo. Con profusión en el encabalgamiento, insistencia feroz y progresivo éxito. La masa atlética ha ido procesando el mensaje, hasta que, por lo visto, ha calado. Los que llamaban alegremente violento, defensivo y feo al Atlético son los mismos que ahora dicen que es ofensivo, que juega al ataque, que tiene más posesión y marca más goles. Por tierra, mar y aire, han vomitado su exigencia, que Simeone apueste por el juego bonito, que meta más puntas, que ataque más, que tenga más la pelota y que haga mucho más divertidos los partidos. Venden pastillas para adivinar. Y baratas.
Aquí, con la venia, uno que advierte: el sabor de la pastilla es desagradable. El invento del equipo ofensivo, caramelo envenenado, confunde a hinchas y algún jugador despistado: el elogio debilita. Premio para los falsos profetas: muchos atléticos han comprado la idea de que el equipo tiene jugadores para jugar como el Barça, para tener la posesión, para pasar la pelota, para mandar en los partidos y para buscar la portería contraria con alegría, sin tener en cuenta qué llevó al Atlético a la cima de la montaña. Dicen que si algo funciona, conviene no tocarlo. Pero, por lo visto, eso es una ley que no se aplica en el Atlético. Al que ha ganado cinco títulos en cinco años y llegado a dos finales de Champions siendo una roca en defensa le exigen, primero los trompeteros habituales y ahora, algunos hinchas, que cambie. Evolución, dicen. El resultado no miente: a nivel de puntuación, este es el peor Atlético en lo que va de Liga en los cinco años de Simeone. Llega más, pero le llegan más. La tiene más, pero le contragolpean más. Ataca mejor, pero defiende peor. Es más vistoso, pero también más frágil. Y le hacen más goles. Goles que cuestan puntos. Puntos sin los que no podrá alcanzar su única razón de ser: pelear los títulos.
Al que ha ganado cinco títulos en cinco años siendo una roca en defensa le exigen, primero los trompeteros habituales y ahora, algunos hinchas, que cambie
En fútbol importa ganar, pero también gustar. Es así. Como también lo es que ganar no es lo único, pero sí lo más importante. Recuerden a Luis: “El fútbol es ganar, ganar, ganar y ganar”. Y el Atleti, despreciado por gran parte de la prensa cuando era una máquina de competir que casi siempre ganaba, ahora despierta las simpatías y elogios de los que antes le llamaban violento, mientras se deja un rosario de puntos por el camino. Culpen al empedrado, al calendario, al sistema, al entrenador, a los jugadores o si lo prefieren, ignoren lo que les dicen las tripas y crean que es sólo una estúpida coincidencia temporal. Si existe algo que esté más claro que el caldo de un asilo es que el atlético, ciclotímico, a caballo entre la euforia desmedida y la depresión profunda, es el único animal que tropieza diez mil veces con la misma piedra, las modas ridículas y debates espantosos de parte de un periodismo que elogia al Atlético para luego dejarlo caer. Entre otras cosas, porque le importa un comino, porque al gran negocio de la prensa de todas las aficiones, en realidad, sólo le importa una. Y no es, precisamente, la del Atlético. En caso de duda, periodismo: cuanto peor le va al Atlético, más atención le conceden los medios. Y cuanto más gana, menos espacio tiene en periódicos, radios y televisiones.
El atlético, ciclotímico, a caballo entre la euforia desmedida y la depresión profunda, es el único animal que tropieza diez mil veces con la misma piedra
Uno no tiene licencia para expedir carnés de buenos y malos atléticos, ni la quiere, ni la necesita, pero intenta ser coherente. Y esa coherencia, como simpatizante de la causa o miembro de un colectivo en el que cada día cree menos, invita a pensar que cuando la gran parte de la prensa habla de un Atlético violento, agresivo, feo y que sólo marca de córner, es porque al Atlético le va bien. Y que cuando reclama un Atlético vistoso, ofensivo, de diversión y goles, es la antesala ideal para que al Atlético le vaya mal. Hay tipos que salen a escena y dicen “hay que jugar bien”. Y en el caso del Atlético, jugar bien es otra cosa. No está en los libros, ni viene en los periódicos. Jugar bien es defender con la misma fiereza que se ataca. Jugar bien es tener intensidad con la pelota y sin ella. Jugar bien es saber uno trabaja para levantar títulos y no para contentar oídos. Jugar bien es gustarte a ti mismo, no empeñarte en agradar a los demás, cuando tú no les importas. Jugar bien es persistir en lo que te ha llevado al triunfo, ignorando a aquellos que hacían apuestas sobre cuándo fracasarías y cómo caerías. Jugar bien es saber que hay un tipo de negro en tu banquillo que siempre tiene la guardia alta y que, no hace mucho, dijo algo que algunos atléticos deberían grabarse a fuego: "Que nadie se equivoque, les recuerdo que el Atlético es trabajo, es esfuerzo, es contagio, es contragolpe, es fortaleza defensiva y es competir. Es la historia del Atlético, quienes quieran cambiarla van en contra de lo que siempre fue el Atleti". Una verdad como un templo.
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Autor >
Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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