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Después del Brexit y el triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas, ¿Marine Le Pen se convertirá en la próxima presidenta francesa? Esta pregunta con tintes apocalípticos no deja de repetirse estos últimos días en las redes sociales y los medios franceses. En Francia, donde Trump es sinónimo de Le Pen, la sorprendente victoria del candidato republicano ha generado una gran incertidumbre respecto a las elecciones presidenciales que se celebrarán entre abril y mayo de 2017. Los electores ven ahora como un hecho más factible la llegada al poder del Frente Nacional (FN) y su candidata ultranacionalista.

Aunque la victoria del FN se haya convertido en una amenaza real, esto no significa que el resultado de las elecciones norteamericanas lleve en volandas a Marine Le Pen hacia el Elíseo. El sistema electoral francés de doble vuelta y el rechazo que siente la mayoría de los franceses respecto al FN han impedido estos últimos años la llegada al poder de esta formación ultranacionalista.

Según el último sondeo de Ipsos, el 77% de la población considera que la democracia funciona cada vez peor en Francia

El triunfo de Trump no “es el fin del mundo, pero sí el fin de un mundo”, declaró el miércoles 9 de noviembre Marine Le Pen en una rueda de prensa en la sede de su partido. Unas horas antes había felicitado al multimillonario norteamericano, en un mensaje en Twitter a primera hora de la mañana, cuando la victoria del candidato republicano aún no estaba asegurada.

François Hollande reaccionó, en cambio, de forma más pesimista, al considerar que la llegada de Trump a la Casa Blanca “abre un periodo de incertidumbre”. Una nueva época que convulsionará la carrera hacia el Elíseo. Con las cotas de popularidad más bajas de la historia de la Quinta República, el presidente socialista aún no ha decidido si se presentará a la reelección.

Salvo un milagro, ningún candidato de la izquierda ni de la izquierda radical llegará a la segunda vuelta de las elecciones. Según los sondeos, Marine Le Pen se confrontará al partido Los Republicanos (centro-derecha), próximo al establishment. Su candidato será el ganador de las primarias, cuyos resultados se conocerán a finales de noviembre. Los  favoritos son el alcalde de Burdeos, Alain Juppé, y el expresidente Nicolas Sarkozy. Como en la contienda electoral norteamericana, las elecciones presidenciales en Francia consistirán probablemente en el dilema de escoger entre lo malo y lo peor.

La normalización del Frente Nacional

“La victoria de Trump ha extendido el sentimiento de que la victoria de Le Pen ahora es posible”, asegura Thomas Guénolé, politólogo y autor del libro La mondialisation malheureuse (La mundialización desafortunada). Según este profesor en Sciences Po Paris, el resultado de las elecciones norteamericanas representa “el síntoma de una globalización fracasada que ha incrementado las desigualdades, el paro y la pobreza”. Ante los defensores de esta globalización, como Clinton, Hollande o Juppé, emergen nuevas ofertas políticas “identitarias”, como Trump, el UKIP en el Reino Unido o Le Pen en Francia.

Salvo un milagro, ningún candidato de la izquierda ni de la izquierda radical llegará a la segunda vuelta 

El rechazo de la inmigración, la crítica a los tratados de libre comercio y a la desindustrialización y la preponderancia de la identidad nacional son los puntos principales del programa que comparten Trump y Le Pen, la única dirigente política francesa que apoyó al polémico candidato norteamericano. La llegada al poder de un populista de derechas en Estados Unidos “servirá para normalizar la imagen y el discurso de los dirigentes del Frente Nacional”, explica Jean-Yves Camus, director del Observatorio de radicalidades políticas y experto de la extrema derecha francesa. Este partido sigue desde hace años una estrategia de dédiabolisation (desdemonización), con la que pretende alejarse de su pasado sombrío vinculado al neofascismo.

Marine Le Pen suele presentarse como una mujer “libre” de cualquier tipo de influencia económica o partidista. Ha escogido como lema de su campaña el eslogan “En nombre del pueblo”. Con esta estrategia populista, pretende seducir a un electorado cada vez más insatisfecho con la baja calidad democrática del país. Según el último sondeo de Ipsos, el 77% de la población considera que la democracia funciona cada vez peor en Francia. “Existe una corriente creciente entre los franceses de rechazo a las élites políticas y económicas”, advierte Camus. Esta oposición, que se vio incentivada por la victoria del Brexit, podría acentuarse en diciembre con las elecciones presidenciales en Austria, donde el xenófobo Norbert Hofer parte como favorito.

“El FN no ha alcanzado aún su techo electoral,”, asegura Camus. El partido de Marine Le Pen consiguió en diciembre del año pasado su mejor resultado de la historia en la primera vuelta de las elecciones regionales, cuando obtuvo un 28% de los votos en el conjunto del país. Aunque fue la fuerza más votada, no consiguió, sin embargo, hacerse con el poder en ninguna de las administraciones regionales.

Una victoria improbable

“El mayor defecto del FN es su incapacidad para conformar alianzas con los otros partidos”, recuerda Camus. Según este experto de la extrema derecha francesa, existe una diferencia esencial entre Trump y Le Pen: mientras que el multimillonario ha sido el candidato del partido republicano —una formación histórica del sistema político norteamericano —, la ultranacionalista francesa dirige una fuerza política estigmatizada por sus vínculos con la extrema derecha. De hecho, el FN dispone de un escaso poder institucional: sólo cuenta con dos de los 577 diputados de la Asamblea Nacional y gobierna en catorce municipios.

Los comicios presidenciales en Francia consistirán probablemente en el dilema de escoger entre lo malo y lo peor

“Me parece imposible que Marine Le Pen gane las elecciones presidenciales de 2017”, afirma Guénolé. “En Francia, existe un amplio electorado de centro y moderado”. Además, los votantes de izquierdas suelen movilizarse de forma significativa en las elecciones presidenciales y “no tienen ningún problema en votar a los candidatos de centro-derecha cuando se disputan el poder con el Frente Nacional”, añade. Así sucedió en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002, cuando Jacques Chirac (centro-derecha) arrasó con un 82% de los votos frente a Jean-Marie Le Pen.

La misma historia volvió a repetirse en las elecciones regionales de 2015. Entonces, el FN fue la fuerza más votada en la primera vuelta, pero no consiguió la presidencia de ninguna de las regiones. Fue derrotado en todas ellas en la segunda vuelta, cuando se confrontaron las dos o tres formaciones más votadas. En esta ocasión obtuvo, sin embargo, un 10% más de votos que en el 2002. Su constante crecimiento durante estos últimos años, permite asegurar que, aunque Marine Le Pen no llegue a ser la próxima inquilina del Elíseo, su populismo de extrema derecha protagonizará la campaña de las presidenciales en Francia. Otra vez más.