Editorial
La ‘Internacional 2 y media’ de hoy
23/11/2016
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Terminada la Primera Guerra Mundial, un grupo de 10 partidos socialistas (entre ellos el PSOE) abandonó la II Internacional y creo la Unión de Partidos Socialistas para la Acción Internacional, conocida como la Internacional 2 y media. Esos partidos estaban en desacuerdo con la postura de la Internacional Socialista durante la contienda, por primar los intereses nacionales (países contra países) frente a los intereses de clase. Abandonaron la Internacional Socialista pero no ingresaron en la III Internacional, la comunista. No se sentían representados ni por una ni por otra. Durante un par de años (1921 a 1923) estuvieron en tierra de nadie y luego volvieron al redil. Fueron una especie de apátridas.
Recuerda ese tránsito sin rumbo entre el socialismo y el comunismo al de tantos votantes socialistas de nuestros tiempos que, como almas en pena, caminan cabizbajos después de haber abandonado --muy decepcionados-- el voto del PSOE y sin sentirse cómodos ni con el partido surgido a la izquierda de éste, Podemos, ni con sus dirigentes. Son millones los votantes que han dejado de apoyar a los socialistas desde que comenzó la crisis económica y desde que los entonces gobernantes se hicieran cómplices --por convencimiento o por necesidad-- de las políticas de ajuste y sacrificios impuestas por Bruselas; y muchos más desde que se hicieron visibles las divisiones estratégicas en el interior de la formación que terminaron con la dimisión forzada de su secretario general por procedimientos espurios y la constitución de una comisión gestora con carácter menos excepcional en el tiempo de lo que se había dicho.
Hasta un 45% de los votantes socialistas afirma que no votaría nunca a Podemos
Millones de votos huérfanos que, en buena parte, simpatizaron con el movimiento del 15-M, y que casi con seguridad engrosan en estos momentos la bolsa de la abstención. Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, Podemos sólo crece siete décimas en sus expectativas de voto mientras el PSOE pierde casi siete puntos. Hasta un 45% de los votantes socialistas afirma que no votaría "nunca" a Podemos, y un 47,7% de los votantes de Podemos "nunca" cogería una papeleta del PSOE.
Se ha abierto un antagonismo creciente entre los dos partidos de izquierda que, si no se cierra, dará irremediablemente con un PP en el Gobierno durante bastante tiempo. Una barrera generacional y cultural, tal vez ideológica, separa a sus votantes, cuyo resultado puede ser una larga etapa de una derecha hegemónica. Si alguien no rescata a estos millones de "huérfanos" que no se sienten representados por nadie, la derecha continuará gobernando ad limitem, engrosando la corriente conservadora dominante en el mundo.
De la gestora que se ha instalado Ferraz se ha hablado suficientemente: es la representación política de la serie The Walking Dead, muertos que no saben que lo son y que no se dan cuenta de lo que ha ocurrido a su alrededor. Ahora compete poner el foco de atención en Podemos. Por dos motivos: por su incapacidad para atraer a esos militantes desencantados, y por las permanentes disputas que salpican sus filas, generando inquietud en su propio electorado. La fortaleza de Podemos es relevante no sólo para el futuro de la izquierda (seguramente no sólo de la española), sino para la propia democracia. El primer sentido de esta afirmación lo definía recientemente en una entrevista uno de los padres ideológicos de la socialdemocracia española, el sociólogo José María Maravall, cuando decía: "Podemos es la oportunidad para que el PSOE vuelva a cobrar vida". El segundo sentido tiene que ver con las expectativas políticas de esos cinco millones de votos que han acudido a Podemos, en el caso de que éste se divida, se quede como un partido minoritario con vocación de oposición y no de gobierno, o devenga en un grupo testimonial (como en su momento ocurrió con Izquierda Unida). Habría niveles de desafección inaceptables en una democracia y una izquierda en situación de extrema debilidad.
Podemos celebrará próximamente su segundo congreso nacional, tras el fundacional. Allí tendrá que definir su rumbo, analizar por qué atesora los importantes niveles de rechazo en sectores de la población que le deberían ser afines, y acabar con los cada vez más abundantes desencuentros en su seno. No sea que el número de huérfanos políticos siga aumentando.
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