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Sí, ya sé que me repito un poco con tanta “desfachatez”, pero para una vez que servidor de Ustedes conecta con el público lector, no voy a dejar pasar la oportunidad como si tal cosa.
Déjenme que les explique por qué creo que Miguel Mora, director de CTXT, es un caso sobresaliente de desfachatez periodística.
La historia, a grandes rasgos, es esta. Hace algo más de dos años recibí un correo colectivo remitido por Miguel Mora en el que se hablaba de un nuevo proyecto periodístico; el tal correo incluía un documento con una larga lista de nombres (algunos muy ilustres) que formaban parte del consejo editorial de dicho proyecto y a quienes se convocaba para una reunión inaugural. Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que mi nombre también figuraba en la lista, a pesar de que yo no conocía a Mora ni había hablado nunca con él. Qué desfachatez.
Por supuesto, sabía quién era Miguel Mora, a quien había seguido como lector de El País desde hacía muchos años. Creo que me fijé en él por primera vez cuando desde ese mismo periódico aireó el plagio del entonces secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca. Después seguí apasionadamente sus crónicas como corresponsal en diversos países europeos (Francia, Italia, Portugal), especialmente sus reportajes antológicos sobre Berlusconi. Si alguien quiere comprobar el talento literario de Mora, que lea, por favor, su sentido y certero homenaje a Paco de Lucía. En los últimos años, trabamos “amistad” a través de Facebook. Me llamó la atención su valentía (y su desfachatez) a la hora de criticar la decadencia imparable de El País, periódico en el que todavía trabajaba y en el que se sentía cada vez más incómodo.
Con aquellos antecedentes, no pude resistirme, respondí a su correo y, lo que es peor, acudí a la reunión inaugural, que se celebró en su propio domicilio. Por fin pude conocerle en persona. La reunión fue un caos fenomenal, con una mezcla inverosímil de personas (artistas, periodistas, profesionales… y una experta en sexo). No había un duro sobre la mesa, ni un plan de negocio, ni nada que hiciera pensar que el proyecto era viable. Encima, la publicación digital tenía un nombre imposible de pronunciar, CTXT. El plan era tan disparatado que no pude sino entusiasmarme.
Como cabía esperar, de las más de veinte personas que acudieron a la reunión inicial, quedamos muy pocos. Milagrosamente, Miguel Mora y Mónica Andrade pusieron en marcha el proyecto. Creo que desde el primer número quedó claro que CTXT era un medio singular. No se trataba de un diario digital y, por tanto, no competía por dar noticias y cubrir la actualidad con los otros digitales progresistas en plena expansión (Público.es, eldiario.es, infoLibre). Más bien, ofrecía artículos de fondo, reportajes largos y entrevistas, materiales todos ellos que requerían una lectura sosegada, posible gracias a un formato limpio, elegante y atractivo, a diferencia de tanta web abigarrada en la que no hay manera de situarse.
Si algo ha demostrado CTXT en estos primeros 100 números es que el talento es abundante. Al lado de autores más consagrados, he podido leer en CTXT artículos fantásticos de autores noveles o poco conocidos, con ideas originales que es difícil encontrar en los medios tradicionales. CTXT ha estado atento y ha tenido reflejos para ir tratando, con sus precarios recursos, las cuestiones más interesantes de cada momento. Los grandes medios, como las grandes empresas, tienen enormes dificultades para cambiar el rumbo y adaptarse a los tiempos. Sus inercias económicas y profesionales les impiden reconocer el talento y, cuando tratan de incorporarlo, suelen ahogarlo. La frescura de CTXT, su desfachatez a la hora de abordar los temas candentes, es posible precisamente porque es pequeño y no depende de nadie, tan solo del entusiasmo y apoyo de su comunidad lectora. Hoy por hoy, si alguien quiere debatir o tiene una idea nueva que quiera exponer al público, la manda a CTXT.
Tras dos años de andadura, CTXT ya se ha hecho un hueco. Es bien conocido entre los internautas con gusto por la lectura, la política y la cultura. Tiene que sobrevivir y consolidarse, una responsabilidad compartida entre quienes hacen CTXT semanalmente y los lectores que con su tiempo y dinero sufragan el proyecto.
A mí me habría gustado colaborar más con CTXT, pero las circunstancias vitales no siempre lo permiten. No obstante, algunos artículos he podido escribir, y algunos más espero poder publicar en el futuro. Como lector, todas las semanas aprendo y disfruto, no sé si cabe mayor elogio de una revista digital.
Para haberse atrevido a lanzar CTXT, hay que tener desfachatez, que, como el colesterol, la hay de la buena y de la mala. La desfachatez buena es la que procede de la audacia, de quien se atreve a ponerse el mundo por montera. Eso es algo que está reservado a espíritus libérrimos como el de Miguel Mora: CTXT respira libertad.
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Autor >
Ignacio Sánchez-Cuenca
Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).
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