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Tengo ochenta y cinco años y cada día aprendo algo nuevo y, aunque parezca mentira, todavía me caigo del burro. Resulta que Ciudadanos descubre a estas alturas de la vida que el PP no tiene palabra y que, a propósito del nuevo escándalo del caso Auditorio, de la Comunidad Autónoma de Murcia y de su inculpado Presidente, no ha cumplido su palabra, la sagrada palabra de los antiguos tratos comerciales, que ataba tanto como un contrato escrito.  Llegaron a un acuerdo para dar viabilidad a la actual Legislatura, atascada en las luchas partidistas, en que si un político de sus partidos era acusado de corrupción, dimitiría. Es inexplicable que Ciudadanos mantenga la ingenuidad, de recién nacido, necesaria para creer en la palabra del PP, que no ha cumplido ninguna de sus promesas electorales, ninguno de sus programas de gobierno, y que empieza por autodenominarse “Popular”, cuando es el partido de las élites económicas, a las que ayuda a su fortalecimiento y desarrollo, perdona sus fraudes fiscales, pasa por alto su insolidaridad social, nacional, llevándose sus dineros fuera de España, a los paraísos fiscales. Es inconcebible que Ciudadanos se desayune ahora con una verdad que viene de lejos, pues de largo le viene al galgo, y que está en todas las antologías de la vieja política. No es de ahora esa verdad y ha llovido desde que los niños, que ahora somos viejos, la aprendimos. ¿De verdad  Ciudadanos creyó en la palabra de Rajoy, que, como los viejos políticos, solo cree en lo que  dice mientras lo está diciendo? Es no conocer el paño, no saber con quién se juega los cuartos, ignorar que el que hace una, hace ciento. Que Dios le conserve la candidez, en bien de todos.