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Todo el mundo habla de Justin Trudeau, el Primer Ministro de Canadá, sobre el que se está elaborando el canon de la llegada. Él es la llegada. Es una persona joven, guapa, que llega al poder y lo transforma. Es curioso que Justin Trudeau sea el canon de la llegada, el ejemplo de alguien que llega al poder para crear un antes y un después, si pensamos que su mamá, Margaret Trudeau, fue el canon de la huida, algo que carece de canon, pues las personas, por lo general, no huyen del poder.
Margaret Trudeau, esposa del Primer Ministro de Canadá, abandonó al Primer Ministro de Canadá en su momento de esplendor. El momento-de-esplendor es un concepto turbador que aparece en el Apocalipsis. Cuando llegue el fin, esa será la forma con la que resucitará los cuerpos. En su momento de máximo esplendor. Millones de personas muertas en el mar durante los siglos y siglos, saldrán, así, a pie por las playas. Jóvenes, bellas, en su momento de esplendor. Bueno. Madame Trudeau abandonó a su marido en palacio, o lo que sea que tengan en Canadá. Era bellísima. Un día vi una foto suya en la playa. Era una mujer joven, bella, autosuficiente, con la belleza autosuficiente de quien resucita en una playa. Tras abandonar el poder, fue directamente a Studio 54, en New York. La sensación es que no salió de allí en años. Su llegada a la ciudad coincidió con la de la cocaína, y sus hazañas sexuales aparecían en las revistas del corazón canadiense. Un Canadá ahora impresionado por la belleza, la juventud y el poder de transformación de su Primer Ministro, entonces observaba con escándalo la belleza, la juventud y las transformaciones de Madame Trudeau, una mujer que parecía construir libertad personal con ambas manos. Algo, sin duda, transformador.
En la actualidad, la libertad de Trudeau -madre- se explica, por lo que veo en la prensa, por una enfermedad mental diagnosticada. Algo curioso, pues las enfermedades mentales no suelen construir libertad. Quizás todo ello es un síntoma de que, en la actualidad, la libertad es una enfermedad. La juventud y la belleza que llega al poder tiene más capacidad de ser matizada y defendida que, en fin, la juventud y la belleza que huye de él. Quizás eso siempre sucede.
El que huye es un loco, por eso, en la historia de la humanidad, existe tan poco la palabra huir. Sólo suelen huir presos o locos, que es preciso localizar. Las personas, así, van a por tabaco, desaparecen, escapan, y todo ello por una suerte de cobardía, maldad o enfermedad. Jamás huyen.
Huir tal vez es una de las palabras más nobles, honestas y valientes del vocabulario. Se habla tanto de llegar y tan poco de huir, que no sabemos cómo ni por qué se huye. Millones de personas jóvenes y bellas, o no, están en este momento, quizás, escuchando insultos en una cocina. No huyen. Tal vez porque de una forma que ni lo saben, piensan en el Trudeau del que más se hablan.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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