1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Sobre la intriga

El autor de este artículo reflexiona sobre la función de la intriga en las novelas y su ambiguo poder disolvente de lo que cabe entender por experiencia literaria

Francisco Solano 5/07/2017

<p><em>Oedipe s'exilant à Thèbes</em>, Eugène Ernest Hillemacher, 1843. </p>

Oedipe s'exilant à Thèbes, Eugène Ernest Hillemacher, 1843. 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

He venido advirtiendo, en los últimos años, que al recomendar vivamente alguna novela, película o serie de televisión, si se mencionan aspectos notorios del argumento, o se intenta una síntesis de la historia, algún oyente, muy receptivo a la recomendación, interrumpe la charla no queriendo saber nada de antemano; prefiere disfrutar con la mayor expectación –así lo declara– de las imprevisiones del argumento. Este apego a la pureza de la experiencia sugiere un modo de leer, o de ver, determinado por la estimulación de la intriga, la emoción principal a la que apelan esas personas que, privadas de su palpitación, sentirían que a la obra se la despoja de su característica más concluyente.

Cierto que hay casos, por ejemplo, El sexto sentido, la película de M. Nigh Shymalan, donde sería más que indiscreción desvelar su argumento, pues allí la intriga, un suspense subterráneo, se elabora desde un ángulo ciego de la historia. También en Testigo de cargo, de Billy Wilder, conocer la resolución malograría la inteligencia de la narración, articulada en un enredo de falsas representaciones: la inocencia es el crimen, la mujer de sangre fría es el amor, el perspicaz abogado no sabe que está siendo manipulado, etc. De hecho, al final de la película se aconseja al espectador no contar el desenlace para no defraudar el mecanismo argumental. Estos casos son extraordinarios y se desmarcan aquí del régimen convencional de la intriga.

Borges reducía la imaginación literaria a cuatro historias: el asedio a una ciudad que será destruida, el regreso al hogar, la búsqueda de un objeto valioso, el sacrificio del inocente. Ejemplificaba esas gruesas líneas argumentales con la Ilíada, la Odisea, Los argonautas y los evangelios, líneas que pueden mezclarse y ampliarse metafóricamente. La violación de una mujer semeja la destrucción de una ciudad como la obsesión sexual el asedio; la evocación de la infancia es un regreso a otra región; encontrar un trabajo tiene concomitancias con hallar un objeto mágico; a la inocencia la aniquila la confrontación con lo real. Para los adeptos a la intriga estas variaciones importan poco, pues delegan la lectura al encadenamiento de sucesos que concluye con una lógica perversa. Subordinada al efecto final, la narración sufre una mutilación en su forma al someterse a la expectativa del lector. Vivimos sometidos por el argumento. Bastaría comparar los textos de contraportada actuales con los textos de los años setenta u ochenta para advertir, con meridiana claridad, que la persuasión literaria ha perdido vigor a favor del énfasis en la peripecia.

La lectura sobre lo que pasa, sobre lo que está pasando mientras se lee, aboca a una percepción que disminuye la apreciación de la prosa, de modo que sólo se retiene la expectación, en detrimento, como decimos, de una escritura al mismo tiempo eficaz y expresiva. Esto lleva a que no se distinga, o se distinga mal, un texto bien elaborado de otro descuidado al que se valida por estar al servicio de la historia. No es infrecuente oír, con cierto tono de indulgencia, la fórmula «está bien escrita», referida a una novela que, desviándose de la convención, expone aparentemente un asunto insustancial. La fórmula «está bien escrita» deviene, por tanto, en admiración sobre la herramienta, dotándola de un rango literario de difícil apreciación. No hablo de manierismo, de excesos barrocos o de ensimismamientos estilísticos, sino del pacto de atención, ya que ningún párrafo se escribe para ser leído de puntillas, sino como parte decisiva del conjunto, sin pérdida de autonomía. Así se leen los clásicos, donde las variaciones en la fijación de textos producen significados a veces contrapuestos, sin duda estimulantes.

La intriga, en tanto que expectación, opera incidiendo invasivamente en el lector; por un lado, lo perturba con la amenaza de desorden (la maldad, el crimen); por otro, lo insta a salirse de ese desasosiego, llevándole a despejar enigmas con la satisfacción de volver a la normalidad. Este procedimiento resulta dominante en el género policial, que tiene la propiedad de registrarse en un esquema de escasas variantes, aunque muy flexibles, renovado por la lealtad del lector a la sensación de inseguridad y amenaza, muy fértil para seducir al consumidor de novelas. Y es posible que, si se quiere tener miles de lectores, acaso no se pueda prescindir de trabajar con elementos relativos al género policial.

la intriga, o por mejor decir, lo intrigante, es un elemento esencial de la obra literaria. Pero también que se trata del elemento que peor disuelve la trama favoreciendo la instancia más primaria del lector: sentirse seducido por los hechos

Podría, pues, decirse que la intriga, o por mejor decir, lo intrigante, es un elemento esencial de la obra literaria. Pero también que se trata del elemento que peor disuelve la trama favoreciendo la instancia más primaria del lector: sentirse seducido por los hechos. De este modo el lector encuentra una zona concreta a la que referirse (personajes, conflicto, acción), dejándose llevar por la expectación que lo mantiene atento a las páginas. Lo que trato aquí de preguntar es qué queda en la memoria al finalizar la lectura. Lo que resulta de ello, podríamos decir, no se distingue de hacer crucigramas. La diferencia entre un crucigrama no empezado y el mismo crucigrama resuelto, con todas las palabras en su sitio, supone sin duda un alarde de perspicacia y conocimiento (de múltiples materias, por otro lado), apoyado con algunas revelaciones de las palabras cruzadas, de las que se obtiene la confirmación de saber lo que ya se sabía, o sea un ejercicio de memoria que convoca recursos de adivinación que, en conjunto, se resuelven por proximidad o contagio. El modo de leer del ciudadano común tiene concomitancias con el aficionado a resolver crucigramas.

Se ha repetido, no sin fundamento, que acaso la primera obra policial sea Edipo rey, de Sófocles. Leída con esta perspectiva ciertamente confluyen en ella las características que articulan la materia del género: asesinato, investigación del crimen, resolución, condena del culpable. Incluso se produce la brillante escaramuza narrativa de hacer coincidir, en un mismo personaje, al investigador y al criminal. El detective encargado del caso no sabe que investiga su pasado. Y descubrirá que su pasado es la causa del terrible presente que ignora. Pero falta la intriga. La obra no necesita escamotear información para, más adelante, hacerla emerger recomponiendo las piezas en un inesperado ensamblaje. Lo decisivo en Edipo rey es la constatación de que el fatum es infalible, aunque los derroteros de su cumplimiento sean azarosos o imprevisibles. El azar, la imprevisión, sostienen tan firmemente el armazón argumental que incluir intriga rebajaría la tensión dramática. En Edipo rey no hay intriga porque su servicio sería inútil bajo la hegemonía del fatum. La obra confirma el régimen de horror de la ley, representado por la predestinación. Hoy la predestinación es una arqueología, inhabilitada por la ausencia de los dioses; su inclusión en la narrativa procedería de la antigua retórica. Puede creerse, si así se desea, que el destino de un hombre viene marcado por el nacimiento, pero no convencerá como estimulación argumental.

La intriga, sin embargo, se orienta en una dirección de la que se sospecha que habrá desvíos e imprevisiones que descompondrán el orden presuntamente fijado de la narración. Los personajes, por ejemplo, revelan sus secretos; una acción puede precipitar la resolución al descubrir el lado oscuro, el revés de la trama. Esta técnica ha propiciado narraciones formidables («La forma de la espada» de Jorge Luis Borges); pero, como sucede con las fórmulas declaradas eficaces, su abuso genera en impostación. La mecánica, el artificio, la carpintería, deberían evitar exhibir sus recursos, fluir sin que el armazón propicie un inesperado ensamblaje de sus piezas. He escrito nuevamente «inesperado», y caigo en la cuenta de que acaso lo que lleva a la lectura sea justamente descubrir, no tanto lo que se sabe, como internarse en el territorio de lo que se ignora. Ahora bien, ¿cómo sabemos lo que sabemos y cómo ignoramos lo que ignoramos? En el saber se produce, o debería producirse, una prevención a lo repetitivo, a la «reformulación», que indudablemente añade pero no enriquece. Lo que no se sabe tiene la virtud de abrirse a un panorama donde no rige ninguna ley: la única ley es dotar a las páginas de la interrogación que suscita en el lector el hecho de estar vivo. La lectura, como la tensión sexual, es una confrontación con la muerte, la tentativa de vencer que la última página frustrará con el silencio.

Así que no hay novela –buena novela– que no se involucre en el fracaso. La escritura es, así, la proposición de otra vida más significativa, o la declaración de una carencia que, consciente de su precariedad, busca alguna forma de recompensa. Pero la recompensa aparece como una promesa incumplida, detenida en la pausa de lo «inesperado». Al asimilar la literatura como actividad ociosa, esa pausa se reduce a lo placentero ―sucedáneo del placer―; el lector se implica con los sentidos, pero rara vez con la inteligencia. Se diría que la inteligencia, quiero decir la capacidad interrogativa, se desaprovecha por el influjo devastador del argumento, que mantiene al lector sobresaltado. La intriga desvanece la exigencia de la promesa, y ésta se esfuma del horizonte de expectativas. Se lee ―me refiero al «consumo» de libros― no para convivir con las páginas, sino para salir de ellas, tras una visita obligatoria, y recalar en otras páginas con la misma «obligación cultural» de no perderse la celebración de la próxima novela.

Alguna de esas visitas, qué duda cabe, puede resultar fructífera e incluso decisiva –de eso se trata―, pero lo habitual es que no se incluya, o permanezca levemente, en el aparato anímico del lector. Esto diferencia al lector actual de la tipología del lector que nos transmite la tradición. Conviene aclarar que el «consumidor» carece de lo que designa el sintagma «sensibilidad literaria», una expresión cuya especificidad es sospechosa, pero es aún más sospechosa su falta. Se puede leer, se puede ser un lector constante y voraz, y no haber traspasado el umbral del entretenimiento, intercambiable con cualquier otra distracción: los deportes, los concursos televisivos o, quién lo diría, los crucigramas. Esta comparación acaso sea tendenciosa, pero aspira a señalar la escasa implicación de la literatura en la vida de la gente.

Los griegos de la época de Sófocles, conviene recordar, no veían en el intrincado destino de Edipo la experiencia exclusiva de Edipo, sino una manifestación de la enrevesada condición humana

Hace tiempo –pongamos un siglo– el lector incorporaba la interrogación moral de una novela a la interrogación sobre su propia vida; actualmente lo que propone una novela se queda en la novela, y el lector (el consumidor) contempla las complicaciones morales como cuestiones que no le atañen. Los griegos de la época de Sófocles, conviene recordar, no veían en el intrincado destino de Edipo la experiencia exclusiva de Edipo, sino una manifestación de la enrevesada condición humana. De ahí que Freud se sirviera de su universalidad para proponer el complejo que lleva su nombre, que hoy conocen quienes no han leído a Sófocles ni a Freud.

En el DRAE se dice de la intriga que «se ejecuta con astucia y ocultamente», y ese río subterráneo mueve la acción, que tendrá distintas desembocaduras, según las premisas del argumento, o más bien mangas de agua al revelar el reconocimiento, la maduración, el desengaño o el castigo. No deja de sorprender, sin embargo, el apego a esa expectativa en lectores cultivados que frecuentan la literatura de entreguerras que, para no exponer una galería de figuras, reduciré al nombre de Franz Kafka, un escritor que no suscita controversia si se afirma que ha renunciado a la intriga, o más bien es indudable que no la necesita. Su obra, que sugiere que la novela no puede cerrarse, sino dejarse inconclusa, como sucedió con las tres que se salvaron del fuego, está formada de parábolas, relatos, aforismos, correspondencia, diarios; un mapa roto donde los trayectos no están claramente definidos, y los que podrían abrirse se obstruyen por los mismos pasos que los trazan. No dejan huellas que indiquen una finalidad o un horizonte, sino la resistencia compulsiva a la administración de muerte de cualquier organismo o institución.

Pues tal vez sea la muerte lo que la intriga trata, por todos los medios, de no incluir en la topografía narrativa. Si, en lugar de eludirla, la afrontara, parece que entonces debería recurrir a otras fórmulas, o mejor que a fórmulas a la reflexión sobre lo que afecta al comportamiento de los personajes, no al lugar que ocupan en el entramado de las acciones y las consecuencias. De ahí lo revelador de que en la Ilíada, que pasa por ser la primera manifestación literaria, no haya ninguna concesión a la expectativa. Se puede decir, sin exagerar, que sabemos con deslumbrante certeza que el fracaso es la muerte, y que si se posterga se debe a que su culminación será más terrible o más humillante. Y no sólo en los personajes centrales, especialmente en el admirable Héctor, en quien confluyen la vida doméstica y la heroica responsabilidad, sino en los guerreros anónimos de los que nada sabemos hasta que son abatidos en el combate. Se les nombra en el momento de su muerte, como si esa inscripción fuera su vida, lo que queda de ella.

A la literatura, pese a su poderoso afán de registrar la vida, no le asiste el éxito de su propuesta; no obstante, se revela contra la imposibilidad de recuperar el soplo que anima a las palabras cuando se oye una confidencia, o alguien allegado nos reclama con una frase que adquiere, con el tono de su voz, una calidez que ilumina el aire. Esa experiencia nos moviliza al recordarnos que aún no se ha pronunciado la sentencia y acaso sea el impulso que nos lleva a leer, para templar así la insuficiencia del trato con nuestros semejantes, sin perder por ello la repercusión de pertenencia a una comunidad. En la lectura el mundo se reduce a la narración; no hay otra cosa que el flujo de la voz que cuenta. Al elegir ciertos personajes y acciones, y no otros personajes y acciones, todo lo desechado desaparece, si bien su desaparición presiona constantemente sobre lo narrado, advirtiendo de la fragmentación en que se incurre. Una fragmentación que se manifiesta, sin embargo, de un modo soberbio, concentrando la realidad en el espacio que delimitan las páginas, con la desesperación de tocar con los dedos la imaginaria materia viva de las palabras.  

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Francisco Solano

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí