1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

El delito de sobrevivir (Final)

“Prefiero estar preso”

El abogado de Ricardo Arzu-Suazo logra anular la deportación de su cliente. El joven hondureño puede volver a EEUU. Debe pagar el viaje y aceptar ser encarcelado hasta que se resuelva su petición de asilo

Álvaro Guzmán Bastida Nueva York , 30/08/2017

<p>Migrantes centroamericanos y mexicanos abarrotan el techo de ‘La Bestia’.</p>

Migrantes centroamericanos y mexicanos abarrotan el techo de ‘La Bestia’.

Univisión

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.

 

Ricardo sabía que estaba coqueteando con la muerte. Tras verse obligado a huir de la iglesia en la que había encontrado refugio, se le agotaban las opciones de encontrar un lugar seguro. Decidió volver a marcharse de Honduras. “No puedo estar tranquilo yo en mi país, porque en todos lados están los mareros”, contaba meses después. De nuevo atendiendo las súplicas de Catalina, el pastor Juan Carlos Ruiz, del Nuevo Movimiento Santuario, contactó con una iglesia a las afueras de Torreón, en el estado mexicano de Coahuila. Durante la siguiente  semana, mientras Ricardo se cobijaba en una granja del amigo de un primo, Catalina y su hijo mayor reunieron sus exiguos ahorros, suficientes apenas para otro viaje a lomos de ‘La Bestia’. Coincidiendo con su tercera partida, Donald Trump daba la sorpresa al ganar las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos con una promesa estrella: construir un muro en la frontera con México para mantener alejados de suelo estadounidense a “criminales” y “violadores” como Ricardo.

Estuvo a punto de caerse del tren varias veces. Presa de los nervios, apenas había comido en los días previos al viaje. Estaba desnutrido; deshidratado. Las noches mexicanas de octubre son frescas, y a menudo húmedas. El tren de mercancías en el que andaba encaramado dos noches después de salir de Honduras tenía las paredes onduladas y resbaladizas. Envuelto en una manta de polvo y rocío, el joven se esforzaba en domar al tren endiablado. Cada traspié aumentaba su nerviosismo. Agarrando con fuerza los salientes del techo del tren  sobre los que apoyaba sus manos, con los pies colgando a un lado del estrecho vagón, pensaba en la caída por el barranco, cuando  huía de los disparos de los mareros un año antes. Siguiendo el ritmo del traqueteo del tren, apretaba los dientes y se repasaba con el dedo la huella de la operación. No había dejado de cojear desde entonces. Como quien repite una rutina de concentración a modo de mantra, dibujaba mentalmente una y otra vez la trayectoria del clavo en su fémur derecho. ¿No sería cruel haber llegado hasta aquí para morir aplastado por ‘la bestia’?

Envuelto en una manta de polvo y rocío, el joven se esforzaba en domar al tren endiablado. Cada traspié aumentaba su nerviosismo

“¡Salta!” ¡Salta!” Le gritó otro viajero, más experimentado en el trayecto. “Pasamos ya cerca de Torreón”. Ricardo levantó la vista, pero apenas logró atisbar nada. Era noche cerrada y las nubes tapaban la luna, única fuente de luz para identificar una planicie despejada en la que apearse del tren. No fue capaz de saltar. Para cuando lo hizo, alumbrado por los primeros rayos de sol un par de horas después, estaba ya a cientos de kilómetros de Torreón.

Mientras, al norte del Río Grande, el trabajo de Matthew Nickson empezaba a traducirse en acciones concretas. El 24 de noviembre de 2016, el abogado presentaba una querella en un juzgado de Texas contra el director de ICE, el secretario del Departamento de Seguridad Nacional y el director de la Oficina de Houston encargada de deportaciones. La demanda reclamaba que el Estado diera marcha atrás en la deportación de Ricardo. Tres días antes, la congresista demócrata Sheila Jackson Lee mandaba una contundente carta al director de la oficina de ICE en Houston. Tras solicitar también la readmisión inmediata de Ricardo en EEUU y su puesta en libertad mientras se resolvía su solicitud de asilo, Lee añadía: “Estoy profundamente consternada por los informes que indican que los agentes de ICE forzaron físicamente al señor Arzu-Suazo para que firmase documentos que agilizaron su expulsión. Pido respetuosamente que se facilite el regreso del Sr. Arzu-Suazo y se le trate de forma compasiva. No es un criminal, sino un solicitante de asilo. ICE debe corregir su deportación ilegal”.

Incapaz de llegar caminando al refugio de Torreón, a unos trescientos kilómetros al sur del lugar donde acertó a apearse del tren, Ricardo ponderó sus posibilidades. Pensó en gastarse el poco dinero que le quedaba en un billete de autobús, pero descartó la opción de viajar solo en bus como demasiado arriesgada: cada vez había más secuestros de indocumentados en México, a menudo en este transporte, que eran además un lugar de ‘caza’ de la policía migratoria ansiosa por cumplir sus cuotas de deportaciones. Tras consultar con su madre, decidió refugiarse en casa de otro de los contactos mexicanos del padre Juan Carlos Ruiz. Desde allí, siguió sus conversaciones telefónicas con Matthew Nickson, que registró los últimos a ataques y amenazas sufridas por el joven, incluida el hostigamiento al cura que le había dado cobijo en su iglesia en Honduras.

Mientras el joven se aferraba a la vida, su batalla “in absentia” con las autoridades de EEUU se intensificaba, liderada por Nickson. El 7 de diciembre, Nickson pedía una orden cautelar para la readmisión de Ricardo en EEUU. Ese mismo día, la congresista Lee remitía una segunda carta al director de la oficina de ICE en Houston. Lee se mostraba incrédula ante las explicaciones del funcionario de Inmigración, que le había dicho en la respuesta a su primera misiva que los agentes bajo su mando no tenían constancia de la reclamación de Ricardo cuando le deportaron. “Les corresponde a los tribunales y no a los agentes de ICE, que no son abogados, determinar si se ha renunciado de manera inteligente y fundada al derecho de apelación”, escribía la congresista. “No doy crédito a que los oficiales de ICE no estuvieran al tanto de la apelación, que además se produjo dos días antes de su deportación”. Lee concluía reiterando su petición de que se readmitiese a Ricardo en EEUU, y dejando claras sus dudas sobre el comportamiento de los agentes de ICE, así como su honestidad: “Pido que se me entreguen las grabaciones de cualquier encuentro entre los agentes de ICE y el señor Arzu-Suazo en los días previos a su deportación”.

Al día siguiente, el juzgado de Texas se declaraba no competente para resolver la reclamación civil que había interpuesto Nickson. Cuando, unos días después, un tribunal federal de apelación se negaba a emitir una orden inmediata de readmisión, Nickson recurrió al Tribunal Supremo, que a su vez denegó la admisión a trámite de su reclamación. Nickson se estaba encontrando con un problema de jurisdicción con raíz política: en la década que siguió a mediados de los noventa, bajo los gobiernos de Bill Clinton y Bush hijo, y al tiempo que criminalizaba la inmigración irregular, EEUU restringió sobremanera la capacidad de los inmigrantes de recurrir judicialmente deportaciones ilegales. Desde entonces, explica el abogado, los tribunales federales son muy reticentes a admitir a trámite casos como el de Ricardo. Nadie negaba el mérito legal de su reclamación, pero los diversos tribunales, incluidas las más altas instancias judiciales de EEUU, se declaraban incapaces de resolver el caso. Pero entonces, señala, “¿quién puede revertir una expulsión ilegal?”. El abogado estaba dispuesto a averiguarlo. Pero el caso se estaba enquistando. Con Ricardo en el limbo mexicano y un infierno esperándole en Honduras, era algo que Nickson no podía permitirse.

bajo los gobiernos de Bill Clinton y Bush hijo, y al tiempo que criminalizaba la inmigración irregular, EEUU restringió sobremanera la capacidad de los inmigrantes de recurrir judicialmente deportaciones ilegales

Catalina no aguantaba la espera. Una mañana de finales de febrero, después de consultar con el sacerdote Juan Carlos Ruiz, llamó a la casa en la que estaba guarecido su hijo. Pidió hablar con la señora. “Le di las gracias por cuidar de él, y le pedí por favor que me lo llevara al refugio de Torreón, a ver si ahí podían ayudarle a conseguir asilo”. La señora asintió y le prometió que pediría a su esposo que acompañase al joven hasta Torreón en autobús el fin de semana. Ni siquiera llegaron a montarse. Cuando habían caminado veinte minutos hacia la estación, un grupo de policías se acercó para reclamar la documentación de Ricardo. El joven trató de explicar a los agentes que tenía un caso judicial pendiente en Estados Unidos, y estaba bajo amenaza en Honduras. “Quiero ir a Torreón para que me ayuden a pedir asilo”, les pidió. No sirvió de nada: en menos de dos horas, estaba esposado en un avión camino de Tegucigalpa. Era la segunda vez que lo deportaban de México en menos de dos años.

Ricardo se había convertido en un apestado en su país. “No puedo ni llegar a mi casa por miedo de que me vengan a matar”, contaba meses después. Apenas le quedan familiares y amigos a los que pedir cobijo. Los ahorros de Catalina, con los que había mantenido el homérico órdago para salvar la vida, también tocaban a su fin, carcomidos por las llamadas desde prisión, los pagos a los coyotes y las remesas para alimentar a su hijo. Ricardo anunció a su madre que se iba a buscarse un trabajo, pero esta le disuadió de hacerlo, por miedo a que eso alertase a la M-18. “La mara está en todo en Honduras: cuídate y aguanta porque vamos a salir de esto”, le dijo. Cuando la prima que le había alojado durante unas semanas en el nordeste hondureño se enteró de que huía de la mara a mediados de mayo, le pidió que se fuera de su casa inmediatamente. La situación se volvió límite. “Tuve que mendigar, dormir en la calle. Gracias a Dios, unos amigos de mi hermano en San Pedro Sula se enteraron de mi situación y me dijeron que venga a su casa para darme asilo y que no tuviera que estar en la calle”. Pero tampoco pudo seguir allí por mucho tiempo. “Desde entonces he estado en la calle, cambiando de ciudad cada pocos días o semanas y no he llegado a estar en un lugar donde esté tranquilo”, lamentaba meses después. “No puedo estar tranquilo yo aquí en Honduras. Aquí no hay amigos; no hay familia: sólo los mareros circulando por todos lados”. Deprimida e impotente, su madre apenas lograba ya levantarse de la cama. “Él ha andado para arriba y para abajo, y yo no me siento tranquila”, dice entre lágrimas. “Ha sido muy duro para mí. A veces tenía ganas de ir para allá y traérmelo yo en el tren. Pero sé que eso no puede ser”.

Nickson puso toda la carne en el asador. En contacto habitual tanto con Catalina como con Ricardo, el abogado sabía de la precariedad de su cliente, así que decidió apretar el acelerador en todas las instancias judiciales posibles. “Decidimos renunciar a cualquier posible compensación económica para la familia”, explica. “El único objetivo era sacar al joven de peligro y llevarlo de vuelta a EEUU cuanto antes”.

La estrategia dio sus frutos. Tras un torrente de recursos en diversos juzgados y una serie de diligencias prometedoras, Nickson recibió una llamada del representante de ICE a primeros de marzo. El Estado quería ofrecerle un pacto extrajudicial. Si Nickson retiraba su recurso ante el juzgado de apelación del quinto circuito, que reclamaba responsabilidades civiles, Ricardo sería readmitido a Estados Unidos, desde donde tendría la oportunidad de retomar su solicitud de asilo. Nickson se apresuró en trasladar la noticia a Catalina y a Ricardo, que por entonces dormía en casa de los abuelos de su sobrina en San Pedro Sula. Era una victoria extraordinaria. El Estado reconocía la expulsión irregular de Ricardo, y estaba dispuesto a revertirla. Catalina recibió la noticia con júbilo. “Me dijo el abogado que querían hacer un intercambio”, recuerda. “Que quitaba la demanda contra el gobierno y entonces me devolvían a mi hijo. Yo le dije inmediatamente que bien, que se diera prisa porque yo dinero no quería. Lo que quería es salvar la vida de mi hijo”. Nickson aceptó el trato: retiró el recurso del quinto circuito a cambio del compromiso por escrito de readmitir a Ricardo. Por si acaso, el abogado se guardó un as bajo la manga: la otra demanda, que hacía referencia a la causa abierta por la mala praxis del juez del “plasma”, seguía pendiente de resolución en el Tribunal de Apelación de Inmigración, en Virginia.

Aún quedaban cabos sueltos. El “me devolverían a mi hijo” con el que Catalina había resumido el acuerdo con el Estado tenía mucho de voluntarista. El gobierno se negaba a hacerse cargo de la repatriación de Ricardo: debería ser él quien se costease el vuelo a de vuelta a EEUU. Para más inri, lejos de “devolverlo” a su madre, ICE dejó claro a Nickson que Ricardo volvería a ser detenido al instante siguiente de pisar suelo estadounidense, y que lo trasladarían a la cárcel de Livingston desde la que lo deportaron ilegalmente. Nickson se encontraba ante una tesitura delicada: podía entrar en una nueva contienda sobre los detalles de la repatriación. Quizá lograse concesiones importantes, pero el proceso podría empantanarse, poniendo en riesgo a su cliente.

A mediados de marzo, mientras esperaba la confirmación de los trámites gubernamentales para garantizar su readmisión al país, Ricardo recibió otro espaldarazo judicial: el tribunal de Virginia fallaba a su favor y apuntalaba su futura solicitud de asilo. El fallo, basado en las declaraciones juradas de Ricardo y Catalina, además de la revisión de su declaración –vía “plasma”— ante el juez en septiembre de 2016, no podía ser más contundente. El tribunal dejaba en un lugar muy comprometedor tanto al juez que decretó su deportación como a los agentes que la ejecutaron: “Aunque la orden de expulsión indica que el demandante había renunciado a su derecho de apelación, tras analizar los hechos, determinamos que tal renuncia a la apelación no fue consciente ni voluntaria”. De acuerdo con la Convención Contra la Tortura, el tribunal detectaba méritos suficientes para otorgar el asilo a Ricardo, y remitía su caso a la siguiente instancia.

A Nickson le entraron las dudas. Su instinto de abogado ganador –cuando no defiende a inmigrantes se gana la vida en el feroz mundo del derecho inmobiliario texano— le llevó a pensar que era el momento de exigir más concesiones. Quizá lograse que fuera el mismo estado que deportó a Ricardo el que se encargara de costear su vuelta a Estados Unidos; o incluso que pudiera vivir en Nueva York con su madre mientras se resolvía su solicitud de asilo. El letrado había olido sangre, y se quería lanzar a matar. Le movía además un profundo sentido de la Justicia: “Se están eternizando en tramitar su regreso, y es una indecencia que lo vayan a volver a detener y llevárselo preso”, argumentaba desde su despacho de Houston a finales de mayo. El abogado hizo un último intento de persuadir a su cliente de que le dejara apretar las clavijas al representante de ICE. Le pidió a Catalina que hablase con su hijo para convencerlo. La respuesta de Ricardo desde Honduras fue categórica: “Má, dígale al abogado que no me importa que me encierren allá el tiempo que sea. Prefiero estar preso. Pero aquí ya no puedo estar”.

Los permisos tardaron casi dos meses en concretarse. El 13 de julio, Ricardo viajaba de Tegucigalpa a Houston, en un vuelo pagado por una colecta capitaneada por el padre Juan Carlos Ruiz, del Movimiento Nuevo Santuario. Hasta entonces, solo había volado obligado, para que lo deportaran. Era la primera vez que se subía a un avión por voluntad propia, con un destino que no habían elegido por él. Dos años después de salir de casa, con tres deportaciones y sendos viajes en ‘La Bestia’ a las espaldas, un clavo en la rodilla y el alma rota, Ricardo volvía a Estados Unidos. Su libertad fue tan deliciosa como efímera. ICE le esperaba en la pista de aterrizaje. En menos de dos horas, volvía a ingresar en la prisión privada para inmigrantes de la que lo sacaron de malas maneras en octubre de 2016. Cuando Nickson fue a verlo a la cárcel al día siguiente de su regreso, se encontró con un Ricardo exhausto, casi adormecido. El abogado se interesó por su estado emocional. “No se preocupe”, respondió Ricardo. “Para mí es una alegría saber que me han dado la oportunidad y que de verdad a alguien le importo Hasta aquí no he visto a nadie que me haya apoyado, que haya tenido confianza. Estoy muy feliz por dentro”. Nickson le explicó que quedaba por delante un arduo proceso de solicitud de asilo, para el que probablemente necesitaría otro abogado especialista. “Seguiremos luchando”, respondió el joven. “Lo que yo quiero es estar en Nueva York con mi mamá, Dios me lo permita, y hacer mi vida mejor, superarme y olvidar todo lo que ha pasado. Me gustaría volver a estudiar, porque no pude hacerlo por cuestiones de las pandillas, y buscar un trabajo. Y me gustaría hacer terapia para volver a correr, porque tengo ya dos años con el pie quebrado, con este clavo de platino en el fémur”.

De vuelta a Houston al volante de su cupé negro, Nickson reflexionaba sobre la odisea vivida por su cliente: “Queda mucho por luchar, pero creo que Ricardo tiene muchas posibilidades de lograr el asilo”. Tras una larga pausa, el abogado adoptaba un tono más sombrío. “Ricardo tuvo suerte de encontrar alguien que le representara. No puedo probarlo, pero creo que casos como el suyo suceden con mucha más frecuencia de lo que la gente cree y el Estado admite. Hay un clima de impunidad con esta gente sin representación legal, no sólo los centroamericanos. El problema aquí es la impunidad. Parte del motivo por el que encarcelamos en masa a esta gente es que no queremos que vengan más, y así les mandamos un mensaje de que nos son bienvenidos”.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Álvaro Guzmán Bastida

Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí