Pañuelos valencianos o cerrojos turcos
Si ha descubierto usted el Nou d'Octubre valenciano por televisión, tómelo como un ‘spoiler’ del plácido futuro turco que le espera al Estado español si no reaccionamos
Francesc Miralles 10/10/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
Nou d’Octubre. Seguramente muchos de ustedes hayan sabido de la existencia del Nou d’Octubre, Día de San Dionisio y la Diada de los valencianos, viendo las imágenes de agresiones nazis a ciudadanos según en qué televisión y prensa. En según qué otras, claro, verían el relato de un choque entre manifestantes de ultraizquierda y “ciudadanos con banderas españolas”, pensado para dejar tranquilo y en su sofá al ciudadano de bien. Bien, les explico. Un 9 de octubre, pero de 1238, el rey Jaume I de Aragón y Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montepellier, entre otros títulos, entraba triunfalmente en una València andalusí que acababa de rendirse a sus ejércitos tras un asedio de varios meses y algunos años más de guerra sin cuartel, destrucción y saqueos.
A pesar de hacer uso de la forma propagandística de cruzada, Jaume I era un hombre práctico y no siguió el modus operandi del sector que se había iniciado con la conquista y masacre de la entera población de Jerusalén en 1099: permitió quedarse a los andalusíes que así lo deseasen y ordenó escoltar hasta la frontera a los que quisieran marcharse llevando consigo sus bienes. Valencia sería así el reino hispánico en el que cristianos y andalusíes más tiempo convivirían --aún en 1609, en vísperas de su expulsión, eran todavía un tercio de la población y, a diferencia del resto de mudéjares y moriscos hispanos, conservaban el uso de la lengua árabe-- dando lugar a una hibridación fértil en muchos aspectos. Su segunda gran decisión fue no incorporar los territorios conquistados al reino de Aragón o a Catalunya, sino que ordenó constituirlos en un reino nuevo, con sus propias leyes --furs o fueros-- e instituciones propias. Los aragoneses, ansiosos de lograr una salida al mar, aún no le han perdonado por ello. Pero para los valencianos, Jaume I es el padre fundador, y el 9 de octubre, la fecha de nacimiento de lo que hasta 1707 había de ser un (proto)Estado, con su parlamento, instituciones, gobierno, sistema fiscal, moneda y ejército propio. La memoria de algo así no se borra fácilmente.
Ya en 1976 el militante comunista Miquel Grau había sido asesinado de un ladrillazo en la cabeza por un militante de Fuerza Nueva mientras iba a pegar carteles para el Nou d’Octubre
En los tiempos forales, la Generalitat se encargaba de conmemorar con una gran fiesta y un fastuoso castillo de fuegos artificiales el 9 de octubre. La fiesta está documentada ya en el siglo XIV. Aquí hay que hacer un inciso: Generalitat viene de general, que no se refiere a un comandante del ejército, sino a un impuesto que era de cobro general y cuya gestión estaba encomendado a las Cortes, que designaban una comisión de representantes de los tres brazos --nobleza, clero, y ciudades, es decir, burguesía-- para su administración, entre otros asuntos del Reino. Esto era la Generalitat. Cobro general, importante, significaba que todos lo habían de pagar: también el clero y la nobleza estaban obligados; a diferencia de lo que pasaba por ejemplo en Francia o en Castilla; no existe, pues, en la Valencia foral nada parecido a la figura del hidalgo.
Cuando Felipe V acabó con las instituciones forales valencianas, prohibió también la fiesta del Nou d’Octubre. Pero entonces el pueblo la hizo suya: los panaderos de la ciudad empezaron a elaborar dulces de mazapán con la forma de los cohetes prohibidos que se disparaban en los fuegos artificiales y de los frutos de la huerta que supuestamente los andalusíes de València habían entregado a Violante de Hungría, reina y esposa de Jaume I, como señal de pleitesía. Estos dulces, envueltos en un pañuelo --el mocador, muestra de la artesanía autóctona, diestra en los tejidos de seda-- empezaron a entregarse como obsequio entre las parejas. Así, combatiendo a la represión y en clandestinidad, la memoria del Nou d’Octubre no solo pervivió sino que también se convirtió en el día de los enamorados valencianos, cuyo patrón es precisamente Sant Dionís.Es costumbre guardar todos los pañuelos que se han recibido a lo largo de los años como muestra de amor y compromiso. A esta tradición, los valencianos la llamamos mocadorà.
Sin ese hilo conductor en la memoria no se entiende que la conmemoración resistiera tanto tiempo, hasta que en 1977 se convocara el 9 de octubre y precisamente en València ciudad la gran manifestación por el Estatut y la demanda de autogobierno, cuya afluencia osciló, según los cálculos, entre 500.000 y un millón; prácticamente el 20% de la población del País Valenciano de aquella época. No es poca cosa. Sin embargo, ya entonces la identidad valenciana era espacio privilegiado de disputa entre las fuerzas democráticas --partidos, sindicatos, espacios vecinales-- y elementos del régimen moribundo enraizados en el tejido social, como las comisiones falleras. Aquél día, los parlamentarios que llevaban la señera de la ciudad en procesión fueron abucheados por manifestantes de ultraderecha: cuarenta años después, la estampa se ha repetido.
En el resto del Estado se ha hablado poco o nada de la violencia política que vivió el País Valenciano en los años de la Transición, que la prensa del régimen de entonces definía , como la de hoy, como choques violentos entre grupos extremistas. Para ser choques, estaban un poco desequilibrados. Ya en 1976 el militante comunista Miquel Grau había sido asesinado de un ladrillazo en la cabeza por un militante de Fuerza Nueva mientras iba a pegar carteles para el Nou d’Octubre. En los años siguientes hubo decenas de bombas en casa de intelectuales, periodistas, medios y profesores universitarios; más bombas y cócteles molotov en actos de tipo progresista, librerías y centros culturales; agresiones a punta de navaja y pistola a cargos electos, pintadas, ametrallamientos. Siempre a cargo de la ultraderecha españolista. Siempre impunes. La Transición valenciana fue de las más violentas del Estado español e hizo descarrilar en buena medida el proceso autonómico tal y como lo habían diseñado desde la Generalitat preautonómica y la asamblea de municipios y cargos electos por la autonomía. El desfile de los tanques de Milans del Bosch por las calles de València el 23 de febrero de 1981 hizo el resto: la acción combinada del terrorismo de ultraderecha y el ejército tiene mucho que ver con la memoria que se tiene de aquella época. Para la prensa, lo de siempre: grupos enfrentados. Malvados catalanistas y sospechosos de separatistas contra ciudadanos con banderas españolas.
A resultas de todo aquello, el Nou d’Octubre que se celebra hoy en día tiene bien poco de popular. A la llamada “procesión cívica” que se celebra por la mañana --donde pesa más el sustantivo que el adjetivo, ya me dirán ustedes que tiene de cívica una procesión en la que los ciudadanos siguen ordenadamente, en vez de a un santo, a una bandera portada por las autoridades municipales-- acuden las autoridades competentes y algunos partidos y entidades progresistas, pero fundamentalmente manifestantes y la base social de la ultraderecha, dedicados a insultar --este año uno de sus hits ha sido “Mónica Oltra, hija de puta”--, lanzar objetos e intentar rodear y agredir a cuantos progresistas encuentren. Por su parte, los progresistas que acuden apenas muestran entusiasmo ni entonan cánticos: contratan una charanga que entona éxitos de Enrique Iglesias y Luis Fonsi y fingen que la auténtica ratonera en la que están inmersos es un día festivo y alegre. Al menos, desde que en 2015 hubo un cambio en el gobierno municipal, la Senyera --la bandera de la ciudad-- ya no entra en la Catedral a rendir pleitesía al arzobispo. Algo hemos avanzado.
El otro gran hito de la jornada suele ser la manifestación de la tarde, en la que la Comissió Nou d’Octubre --que incluye a entidades culturales, partidos, sindicatos, etcétera-- reivindica algo de actualidad relacionado con el autogobierno. Este año, inmersos en un contexto de regresión de derechos civiles y en materia territorial --la doctrina del TC, la intervención financiera de comunidades y ayuntamientos, la financiación autonómica, el desigual reparto de las inversiones, la deuda y sobre todo lo que se viene encima en Catalunya-- el lema ha sido algo tan marciano como “Sí al valencià”, es decir “Sí al [idioma] valenciano]”. Una auténtica marcianada ajena al momento político: tan ajena que buena parte de los sospechosos habituales que acuden a manifestaciones de este carácter --entre los que se encuentra este mismo autor y buena parte de su entorno cercano-- rehusaron acudir. Y pasó lo que vieron en la televisión. Los pocos manifestantes que secundaron la convocatoria descafeinada y amable se vieron en medio de una ratonera, con la Policía Nacional jugando un papel cuanto menos ambiguo de defensa del ciudadano: permitiendo una marcha no autorizada de la ultraderecha a menos de 20 metros de la oficial progresista. Una auténtica temeridad que acabó como ustedes han podido ver en televisión.
Lo quiera ver o no la timorata clase política local que aplaude las fugas de empresas y resalta su papel como refugio seguro para la inversión, el País Valenciano seguirá en buena medida el destino de su hermana histórica y principal socia comercial
Y es que en el País Valenciano se respira miedo, tanto o más que en el resto del Estado. Miedo a un contagio, no del independentismo en sentido literal --aunque habría motivos de sobra. El País Valenciano es un caso único en Europa: más pobre que la media en renta y aportante neta al sistema de solidaridad interterritorial, lo que en román paladino y con una clase política valiente se llamaría colonia-- pero sí del entusiasmo unionista de la ultraderecha local. Tanto miedo hay que la manifestación unitaria de partidos, sindicatos y patronal por la financiación valenciana que había de celebrarse el 30 de septiembre se ha trasladado al 19 de noviembre; y ya no es ni unitaria. Hay dudas en la patronal, en los partidos, en sindicatos y entidades civiles: casi nadie, por cuatribarrado que sea su corazón, quiere ser identificado con el independentismo catalán ahora mismo.
Valencia es un país mediterráneo, con lengua propia, problemas en la financiación e inversiones, cuyo destino está ligado al de Catalunya ya desde la Edad Media. Catalunya es el primer socio comercial del País Valenciano en importaciones y exportaciones, y viceversa. El Corredor Mediterráneo --al menos su proyecto-- que une Alacant y València con Europa pasa sin remedio por Catalunya; la línea València-Barcelona es de las más utilizadas y rentables de la red de Renfe. Y por mucho que las agendas políticas sean ahora bien distintas, la consecución de la agenda valenciana en Madrid y en España --esto es, su encaje territorial-- adolece de los mismos problemas que pasó Catalunya con su Estatut de 2006 y que le han impedido alcanzar un acuerdo desde entonces. Está en un Estado que se imagina monolítico y donde se interpreta cualquier cesión como una derrota, una traición a los principios.
Una traición ésta que, además, y dado el actual reparto de fondos autonómicos y estatales en un contexto de escasez y recortes dictados desde Europa, es prácticamente de suma cero: todo lo que se dé a los valencianos --o a los catalanes, e incluso a los andaluces, también bastante por debajo de la media en financiación e inversiones por habitante-- es a costa de las comunidades beneficiadas por el actual sistema --la España Vacía-- y del Gran Madrid que a través de la Administración General del Estado concentra aún ingentes recursos. Lo quiera ver o no la timorata clase política local que aplaude las fugas de empresas y resalta su papel como refugio seguro para la inversión, el País Valenciano seguirá en buena medida el destino de su hermana histórica y principal socia comercial. Al menos, la ultraderecha españolista y sus acólitos lo tienen muy claro.
Pero puede que todo no sean motivos para el duelo: vista la galaxia de fuerzas políticas y sociales que Podemos y sus aliados fueron capaces de congregar en Zaragoza el pasado 24 de septiembre a favor del derecho de autodeterminación --aunque ellos mismos usaran rodeos y perífrasis para no ponerle nombre a la bicha--, es decir, Compromís, PNV, PDeCAT, ERC, BNG, etcétera, está claro que lo único que separa a España de la posibilidad de una transformación es la posición del Partido Socialista, y su espacio político, que se mueve en el campo de sus propias ambigüedades y equilibrios internos, aunque ha planteado para el medio y largo plazo la idea de la plurinacionalidad además de instar la apertura de una comisión en el Congreso para la reforma del modelo territorial. Un PSOE cuyo futuro, pese a quien le pese en alganes federaciones, pasa por la alianza con Podemos y otras fuerzas autodeterministas para seguir existiendo como partido, esto es, fuerza de gobierno, tanto en comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones, consejos y cabildos insulares como en un futuro Gobierno del Estado. Pero para dar un encaje a todo ello es necesaria una reforma constitucional.
No se nos escapa que los requisitos necesarios para una reforma profunda de la Constitución que satisfaga el encaje territorial son extraordinariamente duros: según el artículo 168 de la Constitución Española para modificar algún artículo del título preliminar (en quien reside la soberanía, artículo 1, la indisoluble unidad de la nación española, artículo 2, o el ejército como garante de la unidad de España, artículo 8 entre otros) son necesarios dos tercios del Congreso y el Senado, convocar elecciones, conseguir de nuevo dos tercios en cada cuarto y luego aprobarla en referéndum. Pero también, atención, es necesaria esta mayoría reforzada para modificar el estatus de la Corona o el catálogo de derechos fundamentales directamente exigibles por los ciudadanos en amparo ante los tribunales. El derecho a la salud, el trabajo, la vivienda, el medio ambiente, las pensiones o la dependencia quedan fuera de este catálogo y su protección muy disminuida.
La extraordinaria dificultad para modificar estas cuestiones se llama, en Derecho Constitucional, cláusula de intangibilidad implícita: el modelo está diseñado para que la Constitución sea prácticamente irreformable; cuando para su aprobación en 1978 tuvo suficiente con la mayoría absoluta y una aprobación en referéndum por mayoría simple, independientemente de que luego lograra un consenso mayor, y siempre bajo la amenaza militar. Pero también en Derecho Constitucional aprendí, ya en primero de licenciatura, que este diseño rígido cuenta con un agujero, un evidente problema de diseño: los artículos que marcan las mayorías necesarias y regímenes de reforma de la Constitución --el 166, 167 y 168-- están fuera del perímetro de necesidad de reforma reforzada. Esto significa en la práctica que una reforma convencional --un 60% de ambas cámaras, en una sola legislatura y con un referéndum sólo si así lo solicita un 10% de los diputados-- podría alterar estos artículos y de rebote los pilares enteros de la arquitectura constitucional.
A criterio del catedrático de Derecho Constitucional en la Universitat de València Roberto Viciano, sería tanto posible a nivel legal como ajustado a la Constitución añadir un artículo extra (168 bis o 169 bis) que regulara la convocatoria y condiciones de una Asamblea Constituyente y/o, en todo caso, los mecanismos del ejercicio de una reforma constitucional limitada por vía popular, que podría contar con requisitos distintos a las otras modalidades. La posibilidad constitucional existe, aunque evidentemente no es ni de lejos inmediata con los equilibrios actuales. Para lograr algo así habría que articular una nueva mayoría que hoy no existe, una alianza que no sólo debería ser partidista sino social. Entre todos aquellos partidarios de alterar el statu quo en materia territorial en favor de un mayor y mejor reparto del poder --sea en un sentido independentista, federalista o postautonomista-, los partidarios de revisar el modelo de Estado y por lo tanto el estatus de la monarquía borbónica, y también, y sobre todo, de todos aquellos interesados en ampliar y blindar los derechos sociales hasta unos estándares propios de Estado de Bienestar europeo y occidental. Tres ejes que descansan todos ellos sobre la misma clave de bóveda: el candado constitucional, en otros términos, la posibilidad de una república --o repúblicas-- homologable a escala internacional.
Es cierto que se respira miedo. Que la movilización política de los de la rojigualda y el pollo nunca ha sido buen síntoma social. Por más que en muchos casos hayan hecho desaparecer el águila de su simbología, los cánticos, los brazos en alto y los hábitos violentos son los de siempre. Pero ante ellos no basta con secundar campañas de punta en blanco a cargo de creativos de publicidad que ceden el protagonismo a gobiernos en despachos. Ese tiempo ha pasado. Sin un verdadero movimiento democrático que propugne el protagonismo popular y la apertura política de una sociedad madura, 40 años después y sin ruido de sables, estamos seguramente condenados a morir aplastados por el nacionalismo de Estado, a ser las próximas víctimas del “A por ellos”. Puede que a los catalanes y valencianos nos toque el turno antes, pero un Estado a la turca tiene a la larga los mismos efectos para todos.
Como decía el escritor Joan Fuster, que tanto molestaba a “los pacíficos ciudadanos con banderas españolas” que le pusieron varias bombas en su casa, “la política la haces o te la hacen”: sería una grave irresponsabilidad colectiva dejar los reaccionarios el dominio del espacio público. También tal día como este nueve de octubre, pero hace sólo cincuenta años, asesinaban Ernesto Che Guevara. “... si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros”, nos dejó dicho. Es bien simple: hagámoslo saber a la vecina y al vecino. Que no estamos solos. Y que somos más.
Autor >
Francesc Miralles
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí
Artículos relacionados >
Arriba España Normalizada
Cinco cosas
Los ataques policiales a los votantes del 1-O, investigados por la justicia
Los otros
Las dos Españas
20 comentario(s)
¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario
-
Vi
No, Susana, Vi no es Fer. Vi no piensa como Fer ni por asomo, probablemente mis ideas son las contrarias, de ahí la ironía en el pararelismo. Vi no es catalán ni valenciano, sinó gallego. Y Vi tiene derecho a opinar como todos.
Hace 6 años 5 meses
-
Amparo
Menos mal que tenemos el gran ejemplo del Big Brother que lucha contra la rojigualda a golpe de prácticas nazis (Xenofobia, Supremacismo, Expansionismo) y que pisa la soberanía de sus propios ciudadanos cortándoles el micrófono. ¿O el estado opresor era el de Madrid? No me ha quedado muy claro.... ¿Rufián puede hablar en el Congreso de los Diputados, no? ¿Pudieron hablar los diputados no independentistas en el Parlament? Estaré confusa. Siempre se agradecen opiniones tan fundamentadas como las de Franscec que recuerda desde su Barcelona natal y con 10 años todas esas barbaries que la extrema derecha hacía a sus hermanos pequeños los Valencianos. En fin.
Hace 6 años 5 meses
-
Juan Valls
"Haced política porque si no la hacéis alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros" Antonio Machado
Hace 6 años 5 meses
-
Enric
Excelente artículo que describe la realidad del drama valenciano: una opinión pública permanentemente manipulada por la extrema derecha y sus medios afines, atizando sentimientos anticatalanes y produciendo miedo con violencia con la finalidad de seguir robándonos desde el aparato del Estado centralista que tanto nos maltrata a los valencianos. Es urgente la unión de los progresistas y antifascistas..., en defensa propia !!
Hace 6 años 5 meses
-
Juan Valls
Francesc Miralles hasta que has hablado de la expulsión de los moriscos todo perfecto. Luego me ha sorprendido tu capacidad de querer ocultar o enmascarar ciertas cosas .¿Porque cuando hablas de progresistas no los llamas por su nombre de catalanistas valencianos? Veo que cuando quieres eres un gran pedagogo y otra vez cuando te tocaba lucirte te has negado consciente o inconscientemente. ¿Puedes explicar a los lectores eso de corazón cuatribarrado?¿Puedes explicar a los lectores eso de País Valenciano cuando en nuestros estatutos claramente dicen que somos Comunitat Valenciana? Relacionar a Joan Fuster subliminalmente con el Che Guevara me parece una desvergüenza por tu parte. En algo que no habras pillado a más de un lector es en la frase que atribuyes al pancatalanista Fuster " “la política la haces o te la hacen” pues muchos saben que es una aproximación a la frase del gran Antonio Machado "haced política, porque si no la política se hará sin vosotros” (Antonio Machado). " Buenas tardes
Hace 6 años 5 meses
-
Edu
En plena pelea d yo soy mas democrata . Los constitucionalistas perdieron un punto el 9oct. Bajo su bandera neonazis !!!! Agredieron a gente pacifica . Mi hija entre los agredidos. Ella con 16 años no entiende nada. Un partido con muchos goles el k se esta viendo . Y todos los goles nos los cuelan al pueblo!!! . La policia .... otro 0 patatero el 9oct. Hay tantas cosas k no se esplicar a mi hija . No kiero k nadie la manipule . nadieee . Pero es dificil
Hace 6 años 5 meses
-
Gekokujo
Y se reían de mí cuando empleé la palabra colonia... En un estado a la turca cualquier cosa que no sea muy turca y mucho turca es colonia.
Hace 6 años 5 meses
-
DavidDeLaMarina
Molt bon article
Hace 6 años 5 meses
-
juan
Soy valencià y me ha gustado mucho este artículo de Francesc Miralles enlazando verdades del pasado, verdades del presente y verdades del futuro si no hacemos nada por cambiarlo.
Hace 6 años 5 meses
-
Josep
Buen artículo. La cacería del otro día era de esperar desde el momento en que Catalunya movió ficha. Había que meternos miedo rápido no fuera a ser que... Y se iban por la calle Colón amenazando: "Y el año que viene más!". Me temo que los candados ya están aquí : ley mordaza, reforma del TC, tema de la fiscalía, reformas propuestas para justicia,... Y sus cachorros sueltos amedrentándonos. Los del PPSOEC'S parecen satisfechos con la situación, así que...
Hace 6 años 5 meses
-
Valenciano
Fer no eres valenciano, si lo eres dime de donde eres. No ha dicho ninguna mentira, todo lo que ha dicho es verdad.
Hace 6 años 5 meses
-
Luianem
Gràcies Francesc per aclarir a la resta del món el que ens passa als valencians. Mostra de la estulticia de molts tenim ací uns quants comentaris
Hace 6 años 5 meses
-
Salvador
Muchas mentiras mezcladas con grandes verdades, pero no dice que las "fuerzas progresistas" son partidarias de la integración en los paises catalans, que promueve el cambio la Senyera por las cuatro barras catalanas, que el Te Deum en la catedral es casi tan antiguo com la misma procesión cívica
Hace 6 años 5 meses
-
Hermes
Enhorabuena. Excelente artículo.
Hace 6 años 5 meses
-
Pere
Un catalán imperialista escribiendo sobre Valencia... disfrazando con verdades como puños mentiras enormes... credibilidad absoluta, digo.. manipulación absoluta.
Hace 6 años 5 meses
-
Susana
A ver, Fer/VI: Basta con que diga las cosas una vez. No hace falta que cambie de alias para parecer que más gente piensa como usted.
Hace 6 años 5 meses
-
Vi
No sabía yo que lo que pasó en 1978 debe respetarse más que 2017. ¿Que miedo a modificar algo que yo no voté? Es increíble, demencial.
Hace 6 años 5 meses
-
Marf
También yo lo siento por Fer, pero por más que busco odio o miedo, no encuentro otra cosa que una lectura de la realidad absolutamente legítima y respetuosa. Si alguien se ofende, que lea un poco más y se ponga a reflexionar sobre algunos porqués. Gracias por el artículo
Hace 6 años 5 meses
-
enRafel
Muy buen artículo, lo siento mucho por Fer, que solo es capaz de negar en lugar de dialogar
Hace 6 años 5 meses
-
fer
No soy catalán, soy valenciano. Y por pensar así ahora me asustan con que voy a ser turco. Un poco de decencia y no propaguen el odio y el miedo. Valencia llega a Toledo y se la nota en Cuenca y se la escucha en Sevilla. A santo de qué tergiversar, castrar una historia. Siga a Fuster, haga política, pero no mienta, no enfrente a los ciudadanos. Todos podemos ser una ventaja para todos. No sabía yo que lo que pasó en el siglo XIII debe respetarse más que la constitución del 78. Es increible, demencial.
Hace 6 años 5 meses
Deja un comentario