TESTIMONIO
Morriña
Argentina Lario Lago 15/11/2017
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Llevo algo más de dos años viviendo en San Francisco. Me vine aquí después de haber estudiado una carrera y haber hecho una tesis en una universidad pública española. Soy otra de esos tantos “cerebros fugados”. Y ni tan mal, porque hoy no se trata de eso.
El caso es que últimamente, sin embargo, noto una morriña un tanto más irracional de lo habitual. El porqué requiere una explicación no demasiado lineal, pero creo que se me acabará entendiendo.
Parece que España es una palabra que no se puede decir, porque la han prostituido hasta equiparar la ñ con (des)calificativos como fascista. Durante los últimos meses ha sido francamente imposible no hablar de Cataluña, que también tiene ñ, pero es una ñ diferente. E inicialmente parecía todo un reto, porque mi círculo español es, evidentemente, de toda España: Asturias, Cataluña, Castilla y León, Andalucía, La Rioja, Aragón, Madrid…
Todos somos relativamente similares: hemos viajado por el mundo, nos hace gracia cantarnos el cumpleaños feliz de Parchís, en cuanto sale un rayito de sol nos vamos a comer al aire libre, y nos repartimos el jamón de contrabando. Pero, también de manera evidente, no todos tenemos la misma opinión sobre si la independencia de una región en una Europa como la Europa que tenemos es o no una buena idea. Y, a pesar de todo ello, todos hemos sido capaces de expresarnos, aceptar que no pensamos igual, y decidir que en Navidad vamos a cenar cordero todos juntos y que en Nochevieja alguien tendrá que encargarse de comprar las uvas.
Hasta aquí todo normal, o al menos, mi normal.
Así que con esa misma normalidad, cuando estas conversaciones terminan, a veces las comparto con la mitad de mi vida que está en España. Y entonces es cuando las cosas me hastían y me entristecen. La respuesta más habitual es un “Ya, pero eso lo habláis así porque no estáis aquí”, con toda la tranquilidad del mundo. Como si el no-estar-allí supusiera una especie de ventaja evolutiva. Y de verdad que no lo entiendo.
Porque la España de la que nosotros nos fuimos hace muy pero que muy poco tiempo era una España interesante, que estaba empezando a darle voz a nuevas fuerzas políticas de varias índoles, que se quejaba de la flagrante corrupción de las instituciones, y de la que daba pena irse, porque parecía que algo bueno iba a pasar. En cambio, en estos pocos años, el destrozo ha sido tal, la manipulación de la información y de la sociedad tan brutal, que ahora hay una España por la que se sigue sintiendo morriña, porque casa siempre será casa, como si fuéramos los monos de Harlow, pero a la que no sabemos cómo referirnos.
Por eso, cuando se acaba el círculo y las conversaciones vuelven a San Francisco, terminan con un “sí, nos volvemos todos juntos a España, ¿pero a qué?”. Con morriña de lo que pudo ser y no fue, de lo que nos gustaría que fuera. Morriña, que también tiene ñ.
Llevo algo más de dos años viviendo en San Francisco. Me vine aquí después de haber estudiado una carrera y haber hecho una tesis en una universidad pública española. Soy otra de esos tantos “cerebros fugados”. Y ni tan mal, porque hoy no se trata de eso.
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Argentina Lario Lago
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