DIVERSIÓN CON BANDERAS (II)
La cuchipandi
Mitin de C’s en el teatro Goya. No se cabe. ¿Qué está pasando? Se ha roto un pacto social. Y el Procés, esa máquina de construir pobles imaginarios y de conservar a la clase política del 78, ha convertido a C’s en un partido ganador
Guillem Martínez Barcelona , 17/12/2017
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Teatro Goya, Barcelona. Mitin de C's. Cola king-size. No se cabe. En lo que es una metáfora del proyecto del centro-derecha esp, los que se quedan fuera del pastel se rebotan. Público: mucha señora recién salida de la pelu y de esa edad en las que las señoras se vuelven, zas, rubias. Mucho chico y chica joven, de barrio, pero que estudia administración de empresa en alguna versión chunga de ESADE. Muchos tíos solos. Personas a las que la clase media se les ha quedado corta, y personas que, por los zapatos gastados, se están agarrando con las cuatro patas al pack clase media, a ver si no se caen otra temporada. Empieza el acto. Lo conduce una periodista de la tele, no-nacionalista. El periodismo esp está repleto de no-nacionalistas, muy atentos a las tribus. Las atienden tanto que, mientras las vigilan en sus reservas, nunca han podido visualizar los ataques frontales de la tribu históricamente más sangrienta. Se inicia el acto. Que es la pera. Se lo explico.
El cartel es espectacular. Han tirado la casa por la ventana. Está Manuel Valls, ex-jefe del Gobierno socialista francés, y Mario Vargas Llosa, un Nobel. La periodista no-nacionalista, Rivera y Arrimadas. Arrimadas es un fenómeno. Un compi de La Vanguardia, que viaja empotrado con ella estos días, me explica que en topos como Figueres --Cat profunda--, donde lo habitual, incluso antes del Procés, era silbar al candidato pepero o sociata, se le acercaban a darle la mano. Hace unas horas, en Santaco, cinturón, había miles de personas escuchándola, peladas de frío y sonriendo con la boca llena de dientes. ¿Qué está pasando?
Posiblemente, lo siguiente: se ha roto un pacto social. Un pacto que, ojo, no era institucional o político. Quizás se llegó tácitamente a él antes del 75. Y se cerró en el área metropolitana. Era un pacto que garantizaba la unidad social, y en el que se apostaba por el catalán como lengua débil, a la que proteger, y que se convertía en lengua vehicular. Quizás ese pacto fue el único logro de las izquierdas cat en la Transi. Se desecharon las comunidades lingüísticas, y se estableció una idea de ciudadanía que no era esencialista, sino cívica. Y efectiva, en tanto en toda esta formulación no participaron instituciones. El Pujolismo chuleó puntualmente ese pacto. Lo tensó, sin llegar nunca a romperlo. Con cierto arte. De hecho, se cuidó mucho de no tensarlo en demasía. Debajo de su culto a una Catalunya ideal, había una meditación profunda de esa Catalunya real, que podía enviar el juguete a paseo. Desde 2012 y, más, desde 2015, se ha tensado de manera inaudita. Tras pelarse el Bienestar, en 2011 --la escuela, la sanidad, los cojines sociales; la única rosca, en fin, que se comieron las izquierdas en los 70's--, las emisiones de Gobiernos posteriores han sido eminentemente propagandísticas, y han buscado satisfacer al votante de Procés antes que al grueso de sociedad. Lo que tiene mérito. En una sociedad que apostaba, en un 80%, por un referéndum, lo que era un hecho rupturista, no sólo no se ha gestionado esa bicoca, sino que se han creado léxico y marcos de confort y reafirmación --poco más-- para menos del 50% de la sociedad. A esa parte, que ocupa menos de la mitad, se la ha llamado poble. A la mayoría social, que no pasó la ITV para ser poble, sencillamente se la ha ignorado. No ha participado de la espiral de propaganda, sino que ha tenido que defenderse --por lo común, sola-- de ella, mientras miraba la tele. Y cuando en la tele hablan de pueblo todo el rato, es que es un spot de Fairy muy largo, o es que pasa algo en verdad inquietante.
C's parece que será el partido antiprocés. El que recogerá el quejido ante ese abandono de gran parte de la sociedad, a la que sólo se le ha dejado participar del Procés mediante adhesión inquebrantable, o aceptando que eran unos fascistas al no ir a los chiquiparks que organizaba la ANC. El lenguaje propagandístico --no ha habido otro-- es, en fin, muy de blanco y negro, y permite muy pocas alineaciones humanas. Es decir, variadas. La pregunta del millón es si con ese voto, amplios grupos sociales también aceptan el nacionalismo español reaccionario, intrínseco a la formación. Si finalmente, eso eso es así, esa será la gran consecuencia política del Procés, me temo. Haber roto, sin habilidad, las partes menos importantes y más anecdóticas de una baraja, y haber posibilitado con ello el nacimiento de una nueva derecha nacionalista en Cat. Por fin libre, una vez muertas las reglas.
Bueno. Acto. Muy moderado. Valls se presenta como un idealista en lucha contra los populismos, que son dos: “De extrema derecha y de extrema izquierda”. Aboga por la reformulación de la UE desde dentro. Sitúa los nacionalismos como el gran enemigo de Europa, y coloca a C's en el bando correcto. Vargas Llosa cita a Popper --un tanto anticuado, pero no le dieron el Nobel de Química/no tiene que estar al día--, dibuja la Barcelona de los 70's, en la que vivió, como un Bocaccio no-nacionalista, y sitúa a C’s, “un partido fundado por artistas e intelectuales”, en esa órbita chachi & piruli. Rivera habla de Europa, se autodefine como nacionalista europeo. Y Arrimadas vertebra un discurso democrático, legalista, simpático.
Uno escucha lo que escucha, y parece que esto es una reunión desenfadada de intelectuales europeos previa a un intercambio de parejas. La civilización lo impregna todo. Pero, por lo general, la civilización o su prima, los mensajes positivos pop, lo impregnan todo en las culturas propagandísticas. Quizás lo importante, por tanto, es lo que no se dice. Observo lo que no se dice. En la fila 0, entre otros grandes ideólogos, hay un diputado de C's, proveniente de la extrema derecha. Fue Peón Negro. Abogó por la opción aznarista del titadine hasta que le dijeron que parara. En el escenario, además de un Presi de Gobierno francés enrollado, hay otra punta, después de ZP, del colapso de la socialdemocracia europea en la crisis democrática económica y social. Ese político que denuncia hoy los populismos introdujo en Francia políticas del Frente Nacional, esa ONG. El Nobel que habla de la tolerancia barcelonesa de antaño le partió la cara a otro escritor barcelonés porque, en ese clima de tolerancia y tal, su señora le puso unos cuernos de peli alternativa de los 70's. Junto a ellos, el presidente de C’s, una opción nacionalista-conservadora, nacida cuando la reforma del Estatut, en tanto que creían que el PP --que en aquellos tiempos recogía firmas contra el Estatut, montaba boicots a productos catalanes y acusaba de pro-etarra al Tripartit-- era tibio al respecto. En el último tramo del Procés, C’s ha sido determinante para radicalizar la respuesta del PP, y para colar el 155. Y aún pedía más. Y, entre ellos, una candidata que, por fin, ha conseguido que las cinco listas de ultra derecha que, tradicionalmente, se presentan en Cat en cada elección, hayan considerado no presentarse esta vez. Afearían esta reunión de amigos que hablan de Derrida.
Van a ganar. En las siguientes elecciones, pueden vencer. El Procés, esa máquina para conservar la clase política del R'78 en Cat, ha sido un éxito. La ha conservado. El hecho de que C's suba como la espuma es otro efecto secundario al que no dieron importancia.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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