Jaque a la opresión
Varias ajedrecistas renunciaron a disputar en Arabia Saudí el reciente Mundial para no tener que cumplir ciertas normas que restringen los derechos de las mujeres
Ricardo Uribarri 28/02/2018
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Perdieron premios económicos mucho más importantes de los que acostumbran a percibir. Se quedaron sin la posibilidad de ganar títulos mundiales. Renunciaron a participar en un evento con el que soñaban cuando eran niñas. Y todo por ser consecuentes con sus reivindicaciones. Optaron por defender los derechos de las mujeres antes que la gloria personal. La decisión de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) de celebrar a final del pasado año el Mundial de Partidas Rápidas y Relámpago en Arabia Saudí llevó a la campeona de ambas modalidades en la anterior edición, la ucraniana Anna Muzychuk, a su hermana Mariya, campeona mundial en 2015, y a otras jugadoras, como la campeona española Sabrina Vega, a ausentarse del torneo para no tener que cumplir con ciertas normas de conducta del país “alejadas de sus costumbres” y que les hacían sentir “personas de segunda”.
La negativa de Catar a organizar un evento que ya había acogido el año anterior, obligó a la FIDE a tener que buscar otra sede con rapidez. Y sin tener en cuenta los problemas que había tenido unos meses antes, cuando organizó el Mundial de partidas clásicas en Teherán (Irán), en el que las mujeres fueron obligadas a jugar con velo, otorgó la sede a Riad, la capital de Arabia Saudí, con cuyos dirigentes ha firmado un contrato por tres años para celebrar este evento. Las dificultades económicas que sufre el organismo que rige el ajedrez a raíz de las sanciones que impuso Estados Unidos a su presidente, el millonario Kirsan Ilyumzhinov, por realizar negocios con el régimen sirio sin tener en cuenta el embargo de la ONU, provocan que se vea obligado a aceptar ofertas importantes en lo material sin tener en cuenta otros condicionantes relacionados con los Derechos Humanos. Un ejemplo gráfico: en la edición de este año, el presupuesto del torneo era de dos millones de dólares, cuatro veces más que el canon tradicional solicitado para esta cita. La FIDE se llevaba el 20% del total.
Ni siquiera la decisión a última hora de las autoridades saudíes de rebajar las exigencias de vestuario a las participantes femeninas, a las que se permitió estar sin el hijab (velo) en la cabeza, ni la abaya (túnica), tanto en la sala de juego como en los hoteles –aunque si debían llevarlo en los sitios públicos–, hizo cambiar de opinión a estas jugadoras. En una reciente visita a Madrid para participar en una conferencia, Anna Muzychuk dejó clara la motivación de su postura. “Fue triste tener que renunciar a la posibilidad de revalidar mis dos títulos y a la posibilidad de obtener un premio económico que era más de lo que gano en doce eventos, pero más triste hubiera sido perder la dignidad”.
Anna Muzychuk, durante un torneo en 2011.
A la campeona ucraniana le marcó la experiencia que vivió hace un año, cuando tuvo que disputar el Mundial de Ajedrez clásico en Teherán ataviada con el hijab. “Me sentí una criatura de segunda”, confiesa. Por eso, “cuando supe que el campeonato era en Arabia Saudí busqué información sobre ese país y sus costumbres. Vi que las mujeres también llevaban velo y que por la calle tenían que ir acompañadas por un hombre. Eso no es aceptable y decidí no acudir y pelear por ser yo misma. Por mis principios. Por la dignidad de las mujeres y por la responsabilidad que supone ser la mejor jugadora de ajedrez. Es costoso. Pero son los hechos los que cuentan. No sólo las palabras y las declaraciones inútiles. Ojalá que la postura que mi hermana y yo tomamos pueda ayudar a cambiar algunas cosas importantes en este mundo”.
La polémica desatada por la postura tomada por las Muzychuk y otras jugadoras no impidió que finalmente el torneo reuniera a 238 participantes de 55 países
La polémica desatada por la postura tomada por las Muzychuk y otras jugadoras no impidió que finalmente el torneo reuniera a 238 participantes de 55 países: 138 hombres, entre ellos diez de los 15 mejores del ranking, y 100 mujeres, con la presencia de 11 de las 15 mejores, aunque la primera estimación era que pudieran competir hasta 400. Los que no acudieron fueron los siete israelís que pidieron el visado para entrar en el país sin resultado positivo. Hay que recordar que Arabia Saudí no tiene relaciones diplomáticas con Israel. Eso provocó la renuncia de algún gran jugador, como el estadounidense Hikaru Nakamura. El que sí estuvo, y se ganó críticas por ello, fue el vigente campeón mundial, el noruego Magnus Carlsen. El lema de la FIDE “Somos una familia” parece que no se tuvo muy en cuenta en esta ocasión. Eso sí, la organización se mostró exquisita en el trato y no hubo quejas de ninguna jugadora. Tanto al país saudí como al organismo internacional les interesaba dejar el mejor recuerdo posible.
La campeona española Sabrina Vega fue otra de las jugadoras que decidió no acudir a Riad, al igual que el resto de compañeras de la selección nacional. La canaria explica que tuvo que tomar una decisión rápida basándose en los requisitos previstos a priori. “Debido al escaso tiempo que nos dieron para confirmar nuestra asistencia por el cambio de sede a última hora, no tuve la energía necesaria para mentalizarme en aquel momento a acatar ciertas normas de conducta que estaban alejadas de mis costumbres y que nos hacía perder naturalidad, como el uso de la abaya, la segregación por sexos y ciertas prohibiciones básicas para nuestra cultura, además de las dudas sobre las garantías de seguridad. Hay que reconocer que una vez celebrado el Mundial y percibida esa vivencia, es de justicia reseñar las declaraciones de los jugadores y jugadoras acerca del respeto, el trato excelente y el buen ambiente recibido desde la organización”.
Vega confiesa que llegó a tener dudas sobre cuál era el mejor planteamiento ante la situación que se le presentó. “Me considero una persona social y global y, como tal, sensibilizada con las necesidades latentes de nuestra sociedad. En concreto, no estoy ajena al debate sobre el desarrollo del papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida. Desde el ajedrez, he tratado siempre de aportar a esa lucha por la igualdad con diversas actividades. Pero no estoy en poder de determinar qué postura o actitud beneficiaba más aquí a esta causa. ¿Era mejor ir y suavizar las fronteras entre la cultura occidental y el país islámico, o reivindicar a través de mi renuncia la contrariedad sobre la decisión de la FIDE? Tenemos el antecedente del Mundial clásico celebrado en Irán en febrero de 2017, en el que las propias jugadoras de la Selección nacional de ese país pedían la participación de las jugadoras internacionales como apoyo y fuerza a su lucha emprendida en el país”.
En cualquier caso, Sabrina reconoce estar “tranquila y convencida de haber tomado la decisión correcta, pues respondía a mi necesidad en ese momento. Para futuras ocasiones, retomaremos el debate y mi equipo de trabajo y yo volveremos a meditar de forma conjunta para intentar adoptar en cada momento la decisión más conveniente. En cualquier caso, lamento que la FIDE no cumpla con la exigencia de ser un organismo que represente a toda la comunidad ajedrecista”.
Sabrina Vega, en el torneo de Civitanova de 2015.
La Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados ha apoyado de forma unánime una propuesta de Ciudadanos para que el Gobierno reconozca la decisión de Sabrina Vega y sus compañeras del equipo nacional por su defensa en los derechos de la mujer. La portavoz de dicha formación en la Comisión, Patricia Reyes, lo justifica en el hecho de que "no hayan dudado en poner en riesgo su carrera profesional y deportiva, anteponiendo valores de igualdad y justicia, frente a posibles premios, reconocimientos y contraprestaciones económicas por defender la igualdad y los derechos de la mujer”. Ciudadanos también insta al Ejecutivo a que trabaje de forma conjunta con el Consejo Superior de Deportes para incluir la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres como mérito a valorar a la hora de otorgar la Real Orden del Mérito Deportivo".
La poca sensibilidad hacia los derechos de las mujeres que ha tenido la FIDE con las últimas adjudicaciones de las sedes de sus campeonatos no es la única muestra de sus carencias en materia de igualdad. Basta reseñar las enormes diferencias que había en las recompensas económicas previstas para hombres y mujeres en el Mundial celebrado en Arabia Saudí. Mientras que los tres primeros en la categoría masculina ganaron 250.000, 125.000 y 75.000 dólares, respectivamente, en la femenina las dotaciones fueron de 80.000 dólares para la campeona, 40.000 para la subcampeona y 25.000 para la tercera clasificada. La suma de los dos primeros premios femeninos no llegó a lo que cobró el subcampeón masculino.
Resulta paradójico que Arabia Saudí eligiera organizar un evento mundial de ajedrez, rebajando incluso sus férreas normas hacia las mujeres, después de que hace escasamente dos años, la máxima autoridad religiosa del país, Abdul Aziz bin Abdullah al ash-Sheikh, cuyos consejos siempre habían sido seguidos por la familia real saudí, calificara al juego de “antirreligioso, y obra de Satanás, que conduce al odio entre los jugadores”. ¿Será el ajedrez una vía más para que la igualdad avance en estos países o una víctima de las malas decisiones de sus responsables?
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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