El día de la reconciliación millennial
Ganar en Lyon sería la reconciliación ideal, la catarsis del atlético millennial con su yo de la infancia; la unión de esas dos almas de aficionado que conviven todavía en nosotros, personificadas en las figuras de Torres y el Cholo
Arturo Tena 15/05/2018
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El 16 de mayo es un día especial para nosotros, millennials del Atlético de Madrid. El 16 de mayo es el día de una posible reconciliación con el pasado.
Al principio todo era diferente. Ser de mi generación y ser del Atleti implicó enamorarse por primera vez de un equipo que los más mayores y los más jóvenes conocisteis de otra manera. En los 60, 70, e incluso en los 80, el club estaba casi siempre entre los mejores. Y en los últimos 6 años lo ha vuelto a estar. A nosotros, que nacimos a finales de los 80 y en los 90, lo de que el Atleti era un equipo grande nos lo tuvieron que contar. Mientras tus amigos iban orgullosos al colegio con sus camisetas del Real Madrid tras ganar una nueva Liga, nosotros empezamos a cobrar consciencia futbolística viendo al equipo bajar a Segunda División, o ya en ella. Y vivimos después una travesía por el desierto, sin llegar a Europa y, por supuesto, sin ganar al Madrid, que duró años y años de sufrimiento y decepciones.
Durante esa etapa, nuestra esperanza cambiaba mucho de peinado y tenía cara de niño. Se llamaba Fernando Torres. Él era el lado positivo de lo que significaba ese equipo; un golazo contra el Barça, una humillación más en el Bernabéu sin meter una. Como en las camisetas-cartelera que vestíamos durante un par de temporadas, cada día éramos una película diferente, aunque lo más habitual era que fuésemos una de tarde de sábado en Antena 3. A Fernando, capitán del Atleti con 19 años, se le exigió demasiado pronto que llevase a un equipo mediocre y sin alma a donde se suponía que tenía que estar. Él se lo dejaba todo en el césped por el Atleti de su vida, pero nadie acompañaba, ni en el palco ni el campo.
Acomplejado, a ratos brillante, pero siempre psicológicamente inferior. Eso era el Atlético de Madrid, y Torres era el gran talento de la cantera que se rebelaba ante esa condición pero, al mismo tiempo y por inexperiencia, era su perfecta representación. Fernando, que siempre ha querido al club, se terminó hartando de una directiva que ya no ofrecía nada a la entidad que saqueó, y se fue a buscar el éxito fuera.
El dinero de su venta nos empezó a poner en otro plano. Se dio un salto de calidad adquiriendo buenos jugadores, y Europa llegó por fin al Calderón. Incluso conseguimos una mágica Europa League (2010) que los de nuestra quinta recordamos con especial cariño. Ese gol en Anfield, ese toque de Forlán en la prórroga de la final en Hamburgo. Qué bien sentó vernos ganar por primera vez.
Pero el verdadero cambio llegó cuando aterrizó Diego Pablo Simeone. El equipo que no tenía personalidad, de repente la empezó a tener. El Pupas que no ganaba y no era regular, ya no fallaba. El orgullo y la fortaleza que siempre nos faltaban, eran ahora nuestra máxima identidad. Gen competitivo y fe ciega; el reflejo de su entrenador. 7 temporadas después, el Atleti está en la élite del fútbol europeo y tiene 5 títulos más –quizá 6– en sus vitrinas. Simeone, pese a las dos grandes finales europeas perdidas, ha cambiado la historia del club, dándole unos años gloriosos que lo han colocado en un lugar idóneo para ser la alternativa real a los dos gigantes de la Liga. Algo impensable para esos chavales que crecimos viendo a Fernando Torres agotarse corriendo detrás del balón.
Las cosas del fútbol, el mercado y la vida colocaron de nuevo al Niño en el Atlético del Cholo. El hijo pródigo volvió a casa en 2015, 8 años después de irse. Durante ese tiempo separados, tanto Torres como el Atleti vivieron sus mejores días. Los últimos tres años de reencuentro han significado otra cosa: Torres juega un papel mucho más secundario que cuando lucía cresta, dando diferentes niveles de rendimiento y satisfacción en un equipo de exigencia altísima. Irregularidad, compromiso, intrascendencia, amor y 35 goles, algunos de ellos importantes, son el balance del mito en este tiempo.
Esta temporada, algo más contaminada por el entorno del jugador, Fernando Torres ha anunciado que es su última en el equipo. Por eso esta final en Lyon es todavía más importante: puede ser el primer y último título de Fernando Torres con el Atleti.
Sería la despedida perfecta para él aunque no juegue ni un minuto, pero sobre todo lo sería para nosotros. La reconciliación ideal, la catarsis del atlético millennial con su yo de la infancia; la unión de esas dos almas de aficionado que conviven todavía en nosotros, personificadas en las figuras de Torres y el Cholo. Sed campeones juntos y convertid esas identidades en una sola. Es el día de la reconciliación.
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Arturo Tena
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