Un viejo adagio dice que lo que funciona no se toca. En el fútbol español sabemos de eso. Pasamos de un selección nacional campeona de Europa gracias a los cambios revolucionarios que introdujo un seleccionador, Luis Aragonés, a otra selección campeona del mundo y de Europa de nuevo, gracias a otro seleccionador, Del Bosque, que sabiamente decidió no tocar lo que su predecesor había logrado: la mejor selección de la historia de nuestro fútbol.

De esa pieza de sabiduría popular se puede y debe colegir que es cuando no funciona algo cuando se debe tocar. Sin salir del mundo del fútbol, es de todos conocido que mientras que la selección masculina funciona, la Federación Española, órgano rector de nuestro deporte –también de esta selección– hace aguas en muchos aspectos y desde hace mucho tiempo.

Desde que allá por 1988 ganara un joven Ángel María Villar sus primeras elecciones a la presidencia de la RFEF, nuestro país y nuestro fútbol han cambiado mucho. Sin embargo esos cambios no se han visto reflejados en el órgano que gobierna nuestro deporte que aún hoy adolece del tipo de gestión personalista, opaca, machista y nada democrática que históricamente ha caracterizado a nuestras federaciones deportivas, y que felizmente va siendo superado en algunas de ellas.

A pesar de las necesidades de cambio, nos encontramos a día de hoy una federación anquilosada. Llevamos más de nueve meses sin presidente efectivo y metidos en un proceso electoral que se retrasa de manera irresponsable. La fecha en principio definitiva para la celebración de las elecciones es el próximo 17 de mayo. Fecha que, esperemos, marque el final de una era cuyos kafkianos estertores están siendo especialmente agotadores. Es imprescindible que el vencedor de estas elecciones se ponga, desde el mismo día 18, manos a la obra a acometer los cambios estructurales que transformen la institución en una entidad viva, transparente, inclusiva y democrática.

Pero ¿qué cambios consideramos que son necesarios en el nivel de gobierno de nuestro fútbol? La mayoría de analistas a la hora de hablar de reformas en la Federación, y en el fútbol español en general, se centran en aspectos de organización deportiva como el formato de la Copa del Rey –del que se habla siempre en las primeras rondas de cada edición– o de la reorganización y financiación de las categorías no profesionales de nuestro deporte.

Estando de acuerdo con la necesidad de reformar la Copa y las categorías no profesionales, en este artículo me quiero centrar, sin embargo, en dos cambios cuya necesidad raramente sale a la luz y que a mi entender son imprescindibles para que el fútbol español y la propia Federación cumplan con su función social.

El primero de los cambios a los que quiero aludir es clave para la estabilidad y la democracia: necesitamos abrir la institución a nuevos colectivos como el de aficionados, ausente totalmente de los órganos de representación y gobierno de la RFEF pese a ser el grupo afectado clave. Son las aficiones las que confieren al fútbol su relevancia social, la especificidad a la que tanto aluden sus dirigentes para justificar sus peticiones de un trato privilegiado con las administraciones.

Necesitamos abrir la institución a nuevos colectivos como el de aficionados

A lo largo de los últimos años, el fútbol ha ido restando poder a las masas sociales de los clubes, lo que ha producido una deriva excesivamente mercantilista que resta valor social a nuestro deporte. No existen razones legales para su discriminación, el propio Real Decreto que regula las federaciones deportivas, si bien no nombra explícitamente a los aficionados, si se refiere a “otros colectivos interesados” como electores y elegibles para sus órganos de gobierno y representación.

La introducción de miembros de colectivos de aficionados organizados en la asamblea de la RFEF serviría para introducir sensibilidades e intereses complementarios a los ya representados, lo que debería contribuir a un mayor equilibrio del sistema. No debemos olvidar que la Federación no es una patronal, ni un foro de concertación sectorial, sino que es el órgano de gobierno y regulación de un sector de actividad económica, social y cultural, y como tal, en su seno deben estar representados todos los grupos implicados. Ya en otros países de nuestro entorno como Inglaterra existe representación de las aficiones organizadas en los órganos de gobierno de las federaciones.

El otro aspecto al que me voy a referir para el que urge una solución inmediata es el de la inclusión en pie de igualdad de la mujer en los órganos de gobierno de la RFEF. A lo largo de estos años nuestro fútbol ha pasado de ser un deporte practicado casi única y exclusivamente por hombres a tener más de 50.000 mujeres federadas. A pesar de esa pujanza, casi podríamos hablar de revolución femenina de nuestro deporte, la RFEF dedica nulos esfuerzos al fútbol femenino, baza que ha aprovechado La Liga, organización teóricamente complementaria y muchas veces antagónica de la Federación, para comerle el terreno en un ámbito que es competencia federativa.

El Comité Nacional de Fútbol Femenino, órgano federativo responsable de la organización de las competiciones femeninas, cuenta con tan sólo cinco mujeres

Una muestra del escaso interés de la RFEF por la representación de las mujeres en nuestro deporte es la casi nula presencia femenina en sus órganos directivos. Sólo hay una mujer entre los 46 miembros de la Junta Directiva y de la Comisión Delegada de la RFEF. Aunque probablemente lo más chocante sea que en el Comité Nacional de Fútbol Femenino, órgano federativo responsable de la organización de las competiciones femeninas, así como de promover el fútbol femenino, cuenta con tan sólo cinco mujeres entre sus diecinueve componentes, poco más de la cuarta parte. Es necesario pues que la institución que gobierna nuestro deporte deje de ser un club cuasi cerrado de hombres y se abra para convertirse en una institución representativa real que incluya la imprescindible participación de la mujer. Una mayor visibilización de la mujer y sus contribuciones debe redundar además en incrementar hasta la paridad la presencia femenina en otros ámbitos del fútbol como, por ejemplo, las gradas de nuestros estadios, donde, pese a su avance en los últimos años, todavía son minoría las mujeres.

En conclusión, el fútbol español está ante una ocasión perfecta para empezar a quitarse el olor a rancio que lleva encima y que avergüenza a muchos de los que lo amamos. Es hora de convertir la RFEF en un órgano democrático en el que todos los grupos implicados en nuestro deporte estén representados y en el que la mujer ostente un nivel paritario de representación. Si nuestro deporte es una de las manifestaciones sociales y culturales más importantes de nuestro país, sus órganos de gobierno deben ser una representación de la diversidad de nuestra sociedad, no un club exclusivo de hombres que toman decisiones que afectan a todas y todos los que participamos en él. Sólo así nuestro fútbol explotará todo el potencial social que atesora y que a día de hoy permanece encerrado en unas estructuras opresivas. Para ello, necesitamos tener un presidente ya. Son muchos los años de retraso; no demoremos más la puesta al día de nuestro deporte. Esperemos que estas sean las últimas elecciones en que ningún aficionado o aficionada vota o es votada y las últimas también en que no hay ninguna candidata. Será mejor para el fútbol.

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Emilio Abejón es economista y miembro de la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE).