Miquel Bauçà o la desmesura
Su nombre circula como una consigna entre lectores y escritores en lengua catalana. Su obra “nos abre tantas puertas como galaxias tiene el universo”. ¿Cuál es el motivo de su confinamiento?
Andreu Gomila 8/06/2018
Imagen del documental Miquel Bauçà, poeta invisible. Agustí Villaronga, 2005.
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No hay truco. Cojo la primera edición de El canvi (Empúries, 1998) y la abro al azar. Página 311. Entradas encabezadas por las palabras 'ioga' (yoga), 'io sono un vero innamorato del Kurdistan', 'I que dolç és tornar a casa' (Y que dulce es volver a casa), 'ironia' e 'irresponsabilitat'. Miquel Bauçà nos dice que el yoga es un elemento psicótico como la cocaína, que prefiere la blasfemia a la ironía, tan repugnante como la 'passion for life', y que lo mejor que nos puede pasar es ser unos irresponsables. Hardcore. Pero también hay un pequeño poema de seis versos, que, traducido, dice así: “Y que dulce es volver a casa / donde todo continúa igual, / ordenado en la penumbra, / para poder olvidar el desierto / que se ensancha y engulle / desdeñoso todo lo que encuentra”. ¿Cómo es posible hallar tanto genio en una sola página?, me pregunto. ¿Por qué solo unos cuantos locos nos hemos zambullido en la obra de Bauçà? ¿Por qué El canvi, por poner ejemplo, no está traducido 'urbi et orbe', que diría el poeta de Felanitx? Porque si le preguntas a cualquier poeta catalán vivo –y más o menos interesante–, de Enric Casasses a Melcion Mateu, seguro que te dirá que Bauçà es lo mejor que le ha pasado a esta lengua y a esta literatura en los últimos 30 años. Pero Bauçà tiene un problema: es víctima de sí mismo.
Entre las charlas de canapé y de librería, de terraza y de comedor, no hay nada mejor que ponerse a contar anécdotas referentes a la vida de Bauçà para romper el hielo. Que si se dio a conocer en las Conversaciones de Formentor de 1959, con tan solo 19 años, y no por su obra primigenia, sino porque había acudido a la cita en bicicleta después de recorrer unos 70 km desde Felanitx. Que si su cadáver fue descubierto al cabo de unas semanas de fallecer debido al olor, a principios de 2005. Que si vivió en una rulotte en las afueras de Felanitx hacia finales de los 80 y que cada día cavaba un poco debajo del vehículo. Que si no daba entrevistas y la única manera de estar en contacto con él era a través de un apartado postal, un JD Salinger del Eixample. Que si reescribió Una bella història (1962) en los años 80 para adaptarla a su nuevo credo: el heptasílabo. Y así hasta la eternidad. Hasta saciarnos. El personaje Bauçà por encima del escritor Bauçà. Como si el mallorquín fuera un excéntrico actor de Hollywood... Pero Bauçà es mucho más que eso.
Allí donde Ferrater convertía en cotidiano un metro elevado, Bauçà eleva un verso popular
Para empezar su obra es ecléctica, ni mucho menos es autor de una sola tecla. Su trabajo cubre alrededor de 50 años, desde 1958 hasta los libros póstumos aparecidos a partir de 2005, los últimos de los cuales son La carn i el goig (La carne y el gozo, Adia, 2017), un manuscrito perdido y que sería cronológicamente su primer poemario, ya que es de 1958, y En el feu de l'ermitatge (En el feudo del eremitorio, Empúries, 2015), libro que ganó el premio Miquel de Palol de 1993 y que estaría entre El crepuscle encén estels (El crepúsculo enciende estrellas, 1992) y el citado El canvi, seguramente la época más portentosa del Bauçà autor. Además, podemos encontrar desde novelas breves a aforismos, sin olvidarnos de una obra poética desmesurada, no únicamente por su volumen, sino sobre todo porque todavía no hemos estudiado suficiente hasta donde llega su grandeza.
¿He dicho desmesurada? Pues sí. Si acotamos el terreno a la primera mitad de su vida de poeta, es decir, hasta El crepuscle encén estels, tenemos ante nosotros un poeta que, siguiendo los pasos de Blai Bonet (El mar, L'evangeli segons un de tants), libera la poesía insular del modernismo de la Escuela Mallorquina (Joan Alcover, Miquel Costa i Llobera), pero que todavía no es más que un poeta de la posguerra, educado en el seminario desde la muerte de su madre, cuando Miquel solo tenía 12 años, que trata de liberarse del yugo religioso y social del franquismo. Un poeta impresionista que había logrado construir un libro excepcional Una bella història y una nouvelle imponente, de tono kafkiano, como Carrer Marsala (Empúries, 1985). Pero con la escritura de El crepuscle encén estels hace que todo salte por los aires, especialmente a nivel formal, ya que, siguiendo con sus experimentos con el heptasílabo (que empezó a usar con titubeos en El noble joc, Moll, 1972), le da un cariz insólito en catalán: cultista, cuando hasta ese momento se trataba de un verso circunscrito a la poesía popular, la de romanzas y canciones, como el octosílabo castellano. Su revolución es equivalente a la que protagonizó Gabriel Ferrater con el decasílabo en los años sesenta, aunque Ferrater recorrió el camino inverso. Allí donde Ferrater convertía en cotidiano un metro elevado, Bauçà eleva un verso popular. Basta con un ejemplo:
Vet aquí el que ens confon:
sentir el dring i la lascívia
de les copes contra el tors
de les nàiades que escolten
masoretes, bordissers,
ufanosos de la infàmia.
Que podríamos traducir como:
He aquí lo que nos confunde:
oír el dring y la lascivia
de las copas contra el torso
de las náyades que escuchan
a masoretas, a bastardos,
a ufanos de la infamia.
Bauçà exprime la lengua al máximo y nos obliga a recorrer nuestro interior, (y recurrir a veces al diccionario) para asumir y captar su poesía. En cuanto lo conseguimos, cuando desciframos su código, su sentido del humor, sí, pero también su seriedad, todo a la vez, el resultado es indescriptible. En este poema, por ejemplo, creo que el autor carga contra los malos poetas, incluidos los que pertenecen al canon, y los que reciben mucha atención porque se han convertido en personajes públicos. La pompa nos confunde y aunque nos den gato por liebre, decimos que es exquisito igualmente. Y lo que vale para los poetas es aplicable a cualquier cosa de la vida. Siempre hay alguien que defiende lo indefendible, hasta la infamia, a riesgo de triunfar.
Y luego vendrá la escritura de El canvi, un verdadero antes y después. Junto con el libro póstumo de Mercè Rodoreda La mort la primavera (La muerte y la primavera, trad. De Eduardo Jordà, Club Editor, 2017) es seguramente lo más bestia acaecido en la literatura catalana de los últimos 35 años. El canvi es un libro de libros, donde Bauçà mezcla prosa y versos para explicar su mundo. Es una obra filosófica, bastante conservadora, cierto, que nos abre tantas puertas como galaxias tiene el universo. Confieso que no lo he leído entero. O quizá sí. Ya que hace 20 años que me acompaña y todavía lo voy cogiendo al azar para leerlo. Cuando lo compré tenía 21 años y a menudo vuelvo a fragmentos que leí y me quedo enganchado igual que la primera vez. Es un libro desmesurado, como Bauçà es un autor desmesurado, como Montaigne, Dante, Shakespeare, Lorca, Balzac, Borges o Eliot. Yo, de ustedes, aprendería catalán solo para leerlo, ya que prohibió por contrato que sus obras se tradujeran al castellano y al francés.
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Andreu Gomila (Palma, 1977) es poeta, crítico literario y periodista. Dirigió durante casi una década el semanario TimeOut Barcelona. Entre su obra destaca el libro de poesía Carrer del dies (Proa, 2012) y la novela Continents (Empúries, 2016).
Links interesantes:
1. Documental de Agustí Villaronga.
2. Página en castellano en 'Lletra', de la UOC.
3. Artículo en catalán sobre 'La carn i el goig'.
4. Selección de 'El canvi' en inglés.
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