Ilustración publicada en 'Cosmos', revista de artes y ciencias. (1892)
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1. La Ciencia y la Tecnología en nuestras vidas
Los motivos para preocuparse y ocuparse de la Ciencia y la Tecnología son muchos. Aquellas personas que, a su vez, se ocupan del cambio social deberían mostrar una especial atención. En esta sección intentaremos poner de relieve esos motivos y, de esta forma, esperamos contribuir a los debates que se generan sobre estos temas en nuestra sociedad. Aunque la distinción radical entre Ciencia y Tecnología no siempre está clara, sí podríamos distinguir las Tecnologías aplicadas de la Ciencia Básica.
Un hecho bastante obvio es que las tecnologías tienen una poderosa influencia sobre nuestras vidas. Los desarrollos tecnológicos poseen una enorme capacidad transformadora de nuestros usos y costumbres. Las formas de producción, de ocio y de negocio están muy influidas por las capacidades tecnológicas. No hay más que pensar, por ejemplo, en el cambio que han supuesto los teléfonos móviles en nuestras vidas, o el impacto que tiene internet en múltiples actividades, desde la democratización de la información hasta la economía colaborativa. Otro buen ejemplo son los avances de la medicina, que nos permiten vencer algunas enfermedades o librarnos de algunas ataduras a las que antes nos sometía la naturaleza, como es el caso de la reproducción asistida o la posibilidad de adecuar el cuerpo a la identidad de género.
Las tecnologías pueden tener también un poderoso impacto sobre el medio ambiente, para bien y para mal. Desde la Revolución Industrial en que se produce por primera vez la quema masiva de combustibles fósiles, hemos pasado de generar afecciones ambientales locales a provocar impactos globales. Así, antes de la Era Moderna las acciones humanas sólo modificaban el medio localmente y eran los mismos que realizaban estas acciones quienes sufrían sus impactos. La revolución industrial trajo consigo los impactos globales: las afecciones al medio podían viajar muy lejos de donde se habían producido y afectar a zonas y personas del planeta que nada tenían que ver con la actividad en cuestión. Buenos ejemplos de este tipo de efectos son las lluvias ácidas que se pueden producir a centenares de kilómetros de distancia de las centrales térmicas que emitieron los gases contaminantes, o el cambio climático.
Manteniendo la distinción entre Ciencia y Tecnología, podríamos referirnos a la Ciencia Básica como aquella que trata del conocimiento del universo que nos rodea. Por un lado, parece que está bien conocer cómo funciona el universo y, por otro, la influencia que la ciencia básica tiene sobre nuestro pensamiento filosófico puede ser muy importante. Se han convertido en tópicos ya los efectos devastadores que sobre el pensamiento mecanicista heredado de la Modernidad tuvieron la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, aparecidas en el siglo XX. O la influencia que tuvo el darwinismo sobre algunas corrientes de la sociología. Por todo ello, el conocimiento científico debería formar parte del acervo cultural y debería estar disponible para toda persona que desee acercarse a él.
2. ¿Es la ciencia opresora? ¿Y la tecnología?
En muchos ámbitos críticos con diversos aspectos de la civilización occidental se juzgan la ciencia y la tecnología como elementos opresores. Se ha acuñado incluso el término de tecnociencia como un único sistema y se ataca a éste como el culmen del pensamiento occidental, generador de muchas de las desgracias que nos aquejan.
Aún pensando que la ciencia no es un objeto que resulte opresor, sí hay que reconocer que el alejamiento de la ciencia de los ciudadanos no contribuye a facilitar el seguimiento democrático de lo que se investiga. El conocimiento científico es muy especializado y requiere del dominio de técnicas complicadas para ser accesible en su estado académico. Por eso, sin duda es difícil para la ciudadanía estar al cabo de la calle de los avances científicos, así como tener una capacidad real de decisión sobre qué tecnologías deberían desarrollarse y cuáles no. Pero hay que conocer cómo funciona la ciencia por dentro antes de meterla toda en un saco y calificarla de instrumento opresor del sistema. La comunidad científica es lo bastante grande y heterogénea como para pretender que se puede fácilmente dirigir la investigación y elegir los temas que deben investigarse y cuáles no. Si bien la financiación estatal o privada impulsa unas u otras líneas de investigación, la idiosincrasia y la voluntad de la comunidad científica juegan un papel clave a la hora de definir el rumbo de las investigaciones. El resultado es seguramente un balance entre todas las fuerzas que actúan en una u otra dirección.
El control democrático de la ciencia y la tecnología necesita que la sociedad tenga información sobre lo que se investiga y eso requiere un esfuerzo de comunicación por parte de la comunidad científica.
3. Hacia la democratización de la Ciencia y la Tecnología
En las sociedades modernas se producen numerosas controversias que, de alguna manera, involucran el conocimiento científico y técnico. Muchos de los debates en torno a la protección ambiental requieren de esos conocimientos. Por ejemplo, las discusiones sobre el cambio de modelo energético, vital tanto para nuestro bienestar como para nuestra economía, exigen conocimientos especializados para ser abordado con solvencia. Que la ciudadanía pueda opinar y mostrar sus preferencias sobre estos temas es un paso más hacia la construcción de una democracia saludable. Sobre todo porque las personas se verán afectadas por las decisiones que se tomen en base a los conocimientos técnicos.
La divulgación y la ciencia ciudadana son estrategias claves para conseguir que la necesaria comunicación entre la comunidad científica y la sociedad sea más fluida. A partir de ese mejor entendimiento, y de un mayor acceso al conocimiento científico y tecnológico, será más sencillo para la sociedad participar en los debates sobre el rumbo de las investigaciones científicas y de los desarrollos tecnológicos y que sus opiniones sean tenidas en cuenta.
La divulgación debería ser un deber de los científicos. Los ciudadanos que pagan sus impuestos de los que sale el presupuesto de investigación tienen derecho a saber qué se hace con su dinero y poder opinar sobre ello. Además, el acercamiento entre el gran público y las comunidades científica y tecnológica permitirá que la sociedad valore el trabajo de sus especialistas y se muestre más beligerante ante, por ejemplo, los recortes gubernamentales en investigación.
Lo que se conoce como Ciencia Ciudadana es un paso más allá de la divulgación. En ella los ciudadanos no se limitan a recibir conocimiento, sino que participan en la generación de este. Los ciudadanos pueden contribuir a realizar experimentos o cálculos en la medida de sus posibilidades. La computación voluntaria –que permite que los usuarios utilicen su ordenador para colaborar en un proyecto científico– es un instrumento interesante para que la ciudadanía se involucre en las investigaciones teóricas; la puesta en marcha de medidas descentralizadoras, bien facilitando pequeños equipos a los voluntarios, bien usando los sensores de los teléfonos móviles, también puede fomentar el interés y la implicación de los ciudadanos.
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Francisco Castejón nació en Munébrega (Zaragoza) el 2 de julio de 1961. Es Doctor en Físicas por la Universidad Complutense y es especialista en temas de energía. En el campo profesional se dedica a la investigación energética y es Investigador Titular de OPI con el cargo de director de Unidad. Ha trabajado en Caradache (Francia) y en Kharkov (Ucrania). Cuenta con más de 150 publicaciones en revistas internacionales y con más de 250 presentaciones a congresos y conferencias internacionales y ha dirigido catorce tesis doctorales. Como voluntariado, es miembro de la comisión de Energía de Ecologistas en Acción, en la que oficia de responsable estatal de campañas antinucleares. Además es portavoz del Movimiento Ibérico Antinuclear y miembro de la ONG Acción en Red y de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético. Es autor de ¿Vuelven las Nucleares?, publicado por Talasa en 2004, Claves del Ecologismo social (2013), Alta Tensión (2015).
La sección de Ciencia y Tecnología se publica con la ayuda del Banco Sabadell.
1. La Ciencia y la Tecnología en nuestras vidas
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Francisco Castejón
Es Doctor en Físicas y es especialista en temas de energía. Es consejero del CSN. Investigador Titular de OPI con el cargo de director de Unidad. Cuenta con más de 150 publicaciones en revistas internacionales. Es autor de ¿Vuelven las Nucleares?, publicado por Talasa en 2004, Claves del Ecologismo social (2013), Alta Tensión (2015).
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