Este verano hemos visto cómo el círculo polar ártico ardía. Las elevadas temperaturas, nunca antes observadas en tan altas latitudes del hemisferio norte, junto con la escasez de precipitaciones en las semanas previas, han propiciado la ocurrencia de incendios forestales para los que Suecia no estaba preparada. Durante días, bomberos y equipos portugueses, italianos, estonios y franceses han auxiliado a las autoridades suecas, poco acostumbradas a tener que lidiar con fuegos de esa magnitud. Mientras, varios países de Europa central y occidental (Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Dinamarca) han sufrido olas de calor que han dejado temperaturas más propias del entorno mediterráneo que de los alrededores del mar del Norte.

En España, las altas temperaturas registradas en agosto han tenido como consecuencia la muerte de varias personas, además de importantes incendios forestales. En varias provincias del suroeste se han superado récords de temperaturas máximas, establecidos hace menos de tres años. No es esta una particularidad peninsular, sino parte de un fenómeno global: de los diez años más cálidos a nivel planetario, nueve han ocurrido en las últimas dos décadas. Además, recientes estudios muestran que en determinadas zonas del planeta el aumento de temperatura será mucho mayor que la media global. En la cuenca mediterránea, en concreto, las temperaturas previstas para 2100 serán 3.5 grados superiores respecto a las referencias del siglo XIX, incluso si se consigue mantener el calentamiento medio global en los dos grados previstos en el acuerdo de París.

El cambio climático está aquí, y aunque va por barrios, es una amenaza para todos. Los incendios árticos han resquebrajado la ficción en la que vivían muchos europeos del norte, que creían que a ellos no les iba a perjudicar un cierto calentamiento. Sufrirán menos que Bangladesh, gravemente amenazada por el aumento del nivel del mar, o que California, devastada año tras año por incendios cada vez más intensos, pero la imagen de los bosques boreales en llamas supone una advertencia difícil de ignorar. La idea de que lo que hemos visto este verano puede dejar de ser algo extraordinario para convertirse en lo habitual no es tranquilizadora.  

Esto no debe hacernos olvidar, sin embargo, que el cambio climático es un multiplicador de las desigualdades. El futuro se presenta peor aún para el sur global, –afectado por hambrunas y con redes de seguridad débiles– que para Escandinavia o incluso España, uno de los países europeos que se verán más afectados por los cambios en el clima. Deberíamos usar, eso sí, el carácter global de la amenaza para hacernos oír y potenciar nuestra respuesta al cambio climático. Porque tiene que haber una respuesta. Los objetivos del Acuerdo de París son muy modestos, y parece evidente que no se van a cumplir. Es necesario que seamos más ambiciosos y decididos.

Por eso, desde Contra el diluvio y muchas más organizaciones impulsamos la convocatoria global #riseforclimate, lanzada por la red 350.org y organizada en España bajo el lema #enpieporelclima. Convocamos una manifestación el sábado 8 de septiembre a las 19.00 en la plaza Juan Goytisolo (museo Reina Sofía) de Madrid. Queremos que nuestras voces sean oídas y animamos a que se convoquen acciones en todas las ciudades del Estado.

La campaña #riseforclimate tiene como objetivo presionar a autoridades locales, regionales y estatales a comprometerse con un plan de descarbonización de la economía ambicioso y urgente. Si queremos tener alguna posibilidad de vivir –y no solo sobrevivir– en el futuro, es necesario realizar una transición ecológica rápida y justa, que no deje a nadie atrás (ni dentro de nuestras fronteras, ni fuera) y que permita, al menos, cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Como primer paso, es imprescindible paralizar inmediatamente la extracción e inversiones en tecnología fósil y dirigirse a un escenario con un 100% de energías renovables. Entendemos que esto no será posible sin un aumento de la presión social, que muestre a nuestros gobernantes que tienen más que perder poniéndose del lado de la industria fósil que contra ella.

Más allá de los objetivos concretos e inmediatos de la campaña #riseforclimate, nuestro objetivo es la movilización popular en torno a la lucha contra el cambio climático. El camino hacia la transición ecosocial no será sencillo, y habrá presiones para que se realice a costa de las más desfavorecidas, sea dentro de España o fuera. Es imprescindible que seamos capaces de articular un movimiento transversal, que aúne a los distintos colectivos y sensibilidades, y que obligue a no dejar de lado la justicia social a la hora de responder al cambio climático.

La esencia de esa transición ecosocial debe implicar dejar atrás el capitalismo, cuya dinámica de crecimiento ilimitado y su dependencia de los combustibles fósiles es simplemente incompatible con un planeta limitado y una vida digna para la mayoría de sus habitantes. Sabemos que suena utópico, pero tenemos que sustituir un sistema que lo arrasa todo en pos de la producción de valor y el beneficio de unos pocos por otro que ponga la vida y los cuidados en el centro. Y tenemos que hacerlo cuanto antes. Mientras tanto, es necesario que limitemos la enorme capacidad destructiva del capitalismo. En Contra el diluvio trabajamos con la idea de que al menos esto es posible a corto plazo. La llamamos Espíritu del 2025, tomando como ejemplo las profundas transformaciones llevadas a cabo en Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial y que dieron lugar a lo que hoy conocemos como Estado del Bienestar, descritas en el documental de Ken Loach Spirit of ‘45 (El espíritu del 45). Descarbonización profunda, hacer sostenible el sistema de transporte urbano y de mercancías, racionalizar la gestión del agua, iniciar un plan de vivienda asequible y sostenible o disciplinar al sistema financiero son algunos ejes sobre los que actuar. Embridar el capitalismo, e incluso superarlo, es posible si conseguimos articular las voluntades políticas y sociales necesarias. Para iniciar esa transición ecosocial a un mundo en el que todas podamos vivir vidas dignas, en el que el ártico no arda ni los trabajadores mueran asfaltando calzadas en agosto, el 8 de septiembre nos ponemos #enpieporelclima.

-------------------

Contra el diluvio es un colectivo que nació en 2017 para luchar contra el cambio climático y sus consecuencias.