1- El pasado martes se produjo la megaconferencia de Torra. Se trata de una conferencia anunciada hace dos meses, que iba a cambiar el mundo. Estaba, además, escrita de forma colectiva –en sus trazos programáticos participaron Puigde y los presos; los nexos eran puro Torra style/discurso de párroco que lo jubilan–. Bueno, sinopsis: que hasta la sentencia del juicio a los presos se va a realizar un evento denominado Marxa/Marcha. La Marxa se iniciaría al día siguiente del discurso –que como que no–, y finalizaría el día en el que se haga pública la sentencia. Que si la sentencia implica penas, Torra cogerá y se irá al Parlament. Donde, vete a saber, convocaría elecciones.

2- Bueno. Megaconferencia, sinopsis: nada.

3- Pero es que nada. Al día siguiente, incluso los medios procesistas no insistieron mucho en esa confe, retransmitida en directo al menos en un canal de TV3, donde la vi.

4- Pensaba que el objetivo de la confe era crear un trampantojo, para evitar conmemorar o hablar de los días 6 y 7 de septiembre. Pero esos días fueron camuflados por los propios medios procesistas –se les dio bola, por ejemplo en TV3; pero no mucha en un canal que ha inventado y desarrollado el concepto día-histórico–. Vamos, que si quería servir para eso, no sirvió para eso. Y, me temo, no le encuentro otra posible utilidad.

5- Dos meses esperando la cosa y la cosa se reduce a convocar movilizaciones para lo de los presos. Sí, apareció el palabro “desobediencia”. Pero horas después, Elsa Artadi matizó que eso “es una manera política de hablar”. Vamos, no sólo no se dijo nada, sino que parece que no hay nada que decir. Después de 100 días de Govern, no hay nada que decir.

6- Yo soy el Estado y, tras dos meses de dar la vara, Torra va y no dice nada, y me tomo una copa. Sinopsis del punto de vista del Estado: el procesismo no va a hacer nada, salvo movilizaciones, yupi. Pueden ser movilizaciones del tipo a) o del tipo b), siendo las a) movilizaciones con lacito, y siendo la b) movilizaciones ocupando espacios públicos o vías de comunicaciones. Vamos, que en el peor de los casos, el procesismo se puede traducir en desórdenes públicos. Como en una huelga de taxistas.

7- No se han dado detalles de lo que es la Marxa. Es decir, es algo más propio de un Govern que acostumbra a no dar detalles, que de una sociedad organizada, me temo.

8- Suponiendo que la Marxa culmine en ocupaciones –ya se realizaron puntualmente en el pasado reciente; se hizo una acampada, un tanto deslucida, y se cerraron vías de comunicación, con total efectividad y espectacularidad–, el Govern puede tener un marrón. Soltar a los Mossos –ese cuerpo que tradicionalmente golpea a su sociedad con cierto arte y efectividad–, o no soltarlos, y dejar que lo hagan –los– otros cuerpos de seguridad de Estado. Para el Estado, por cierto, esto no supone un problema.

9- De hecho, diría, el Gobierno carece de problemas, esta mañana a primera hora. Salvo los que creó él solito, sometiendo la política al Código Penal, una metedura de pata del anterior Gobierno.

10- Me dicen, por cierto, que no se prevé, que es poco verosímil, rebajar delitos y condenas en el futuro juicio. Me dicen también que no se prevé, que es poco verosímil, indultar a los presos tras el juicio. Ya veremos. El Estado, en todo caso, no prevé erosión internacional por condenar a 20 años a los presos. La erosión interna sólo sería importante en Cat. Algo, por otra parte, sostenible, si pensamos que el Estado soportó, tranquilamente, una desafección mayor en Euskadi. Durante más de 5 décadas, el Estado, en esa época geológica, mató, murió, torturó, se pateó derechos, dispersó presos y emitió alguna condena puntual más severa y larga de lo decoroso. Y no le salió mal. Imagínate ahora, cuando su contrincante organiza, mayormente, protestas consistentes en comer alimentos de color amarillo.

11- Sobre la ausencia de erosión internacional. En Europa se percibe quién no quiere negociar ahora. En lo que es un/otro error político del procesismo, Sánchez se está cargando de razones, a ojos internacionales. Unos ojos internacionales que no quieren ver muchos problemas y que, en efecto, ven menos problemas cuando uno de sus Gobiernos asociados no mea fuera del tiesto.

12- Desde CTXT, tanto en estas crónicas, como desde artículos de una entidad intelectual mayor firmados por compañeros más listos, hemos descrito el procés como una farsa, y la actuación del Estado como una barbaridad ante una farsa, con excesos y asimetrías como la consecución de presos políticos y la conculcación de sus derechos civiles y, en su caso, parlamentarios. Y creo, sinceramente, que eso, esas dos cosas, es lo que ha pasado. La nada y el abuso. La nada –es decir, el engaño– es también un abuso sobre la sociedad. No por menos desproporcionado que el emitido por el Estado, deja de ser un abuso, o queda disculpado.

13- Es preciso señalar que tanto el procés como su respuesta han supuesto cambios inauditos en la sociedad y en la política, en eso que ya no es el Régimen del 78, porque el Régimen del 78 murió cuando perdió su carácter gracioso. Fue cuando se reformó la Constitución, y dejó de garantizar el Bienestar para pasar a garantizar, por todo lo alto, el pago de deuda. El momento más crucial en toda esta crisis, me temo que fue el 3-O, cuando el rey propuso una respuesta violenta –es decir, ¿también matar?–, y a ningún pack de políticos le pareció que se había pasado 8 pueblos. Ojo. Se dice rápido.

14- Hungría y Polonia no son ejercicios de soberanía nacional que desafían a la maquinaria inhumana de la UE. Por lo mismo, el procés no es algo que desafíe al R'78. De hecho lo ha fortalecido. En una partida de ajedrez, no sólo se han de tener claros los movimientos a realizar, sino sus consecuencias. El procés no ha tenido claro ni una cosa ni otra. No ha sido una partida de ajedrez. Ha sido una timba de póquer salvaje, jugada por jugadores que no sabían jugar al póquer. En esa partida, se ha visto afectada la cohesión de la sociedad cat. La cohesión social se fue al garete, de hecho, tras los recortes de Mas. Intentar envolver en banderas esa sociedad herida y abandonada a su suerte no sienta bien a ninguna sociedad. En seis años, se ha degradado la política cat. Y se han dibujado nuevos cánones de democracia y nuevos cánones del rol de los medios, nuevas convenciones de conceptos como pueblo, que tarde o temprano deberán desembocar en una mayor reducción de lo posible, y en un nuevo nacionalismo populista, derechista, antieuropeo y autoritario. Ese será, me temo, el fruto de estos últimos años. Parece que todo cristalizará en la transformación del catalanismo conservador en un objeto próximo a la Lega, por ejemplo, y la existencia de C´s, un gran partido cat, al parecer sin mucha fortuna en Esp, de carácter ultra-nacionalista. Las izquierdas son un interrogante, porque el procés se ha comido a todas las que se le han acercado, o no se han alejado lo suficiente. El procés nunca fue un proceso de autodeterminación. Me temo que ha sido –lo sigue siendo– un intento de la derecha catalanista por seguir viva, a un altísimo coste social. El futuro Consell de la República y sus funciones, creo que será una metáfora de lo que esta gente tenía en la cabeza acerca de los conceptos Estado o República. Nada. O poco. Muy poco

15- El Parlament está chapado hasta octubre (recordemos) porque ERC y JxC no se ponían de acuerdo con lo que hacer con Puigde. Lo que hará reír si no hiciera llorar. Finalmente –han aparecido rumores y noticias sobre ello– se dice que los diputados exiliados y presos pasarán al limbo. No serán suspendidos, pero no podrán votar. El procesismo perdería la mayoría absoluta. Pasaría de 66 dipus a 59. No podrá aprobar los presupuestos ni con los votos de la CUP, con los que parece ser que no contaba. Por lo que pierde poco. Y verbaliza, con ese sacarse de encima 7 dipus, si finalmente se produce, que no tiene nada qué hacer.

16- Bueno. Nada. Marxa. Movilizaciones. Propaganda hasta el juicio. Posteriormente, igual hasta siempre, hasta 20 años más.

17- En un plis, el 11-S, la puesta de largo de la Marxa, digo. Han venido 600 polis, o GC, o como se llamen. Parece ser, me dicen, han venido algunos más. A ver qué.