1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

IN MEMORIAM

Josep Fontana: la Historia vuelta sobre sí misma

Para Fontana la disciplina histórica operaba en cierta medida de manera similar a como los estudios neurobiológicos han probado que funciona la memoria personal

Juan Andrade (SIN PERMISO) 12/09/2018

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

 

Los días siguientes a la muerte de Josep Fontana se ha subrayado en muchos medios de comunicación su contribución a la investigación histórica. Sus primeros trabajos sobre la crisis del Antiguo Régimen en España y sus últimos e imponentes libros sobre la historia del mundo en el Siglo XX delimitan en este sentido una trayectoria tan amplia como fértil. Solo por esas obras merecería estar en el panteón de los grandes historiadores. Pero al tiempo que investigó sobre el pasado, Fontana reflexionó de manera crítica sobre el oficio de historiador y sobre el papel que las narraciones académicas del pasado han desempeñado en la contemporaneidad.    

Fontana sostuvo al respecto una mirada muy incómoda para aquellos historiadores “convencidos de que se limitan a investigar desapasionadamente el pasado libres de cualquier prejuicio cultural o político”. Esta mirada  consistía en aplicar al estudio de la disciplina histórica los mismos criterios explicativos que esta proyecta sobre otros productos culturales. Fontana practicó de este modo una Historia que se volvía sobre sí misma, que se concebía como un producto cultural inmerso en el mismo mundo investigado y que se interrogaba sobre sus orígenes para reconocer que no suelen ser muy nobles. En estos trabajos la dimensión crítica que se presupone a la Historia tenía un efecto boomerang que denunciaba las mistificaciones recurrentes en los relatos académicos sobre el pasado, las motivaciones ideológicas apenas encubiertas por la forzada asepsia de su retórica, su tributo a los discursos legitimadores del orden social. En estos trabajos Fontana nos explicó cómo la Historia cumple una función social en nuestra comprensión del presente y en la modelación de nuestras expectativas de futuro, y que esta función social tiene resultados muy distintos según los compromisos que consciente o inconscientemente, de manera honesta o deshonesta, contrae el historiador. Esta mirada la desarrolló en cuatro libros hoy fundamentales para cualquier persona interesada en saber cómo se construyen los relatos sobre el pasado: Historia: análisis del pasado y proyecto social (1982), La historia después del fin de la historia (1992), Europa ante el espejo (1994) y La historia de los hombres (2000).

En Historia: análisis del pasado y proyecto social Fontana  denunciaba la frecuencia con que las explicaciones históricas han funcionado como una genealogía racionalizadora del presente, en las cuales los hechos entresacados del pasado se disponían en una secuencia evolutiva que terminaba conduciendo, como si de un proceso lógico se tratara, hasta el orden actual. Por medio de semejante ejercicio el presente reaparecía como el resultado racional de esa evolución histórica y, por extensión, como el momento de optimización del bien común. El análisis del pasado mutaba así en una suerte de celebración encubierta del presente. Desde este presente celebrado el historiador proyectaba una mirada muy soberbia sobre el pretérito, donde los obstáculos que se opusieron a su desarrollo aparecían como regresivos y las alternativas que se truncaron por el camino eran tachadas de quiméricas.

Estas visiones tan recurrentes del pasado han estado mediatizadas, según Fontana, por la “economía política” hegemónica de cada tiempo: por un relato de parte que se presenta a sí mismo como la explicación universal, objetiva, desapasionada y científica del momento, elevando a la categoría de sentido común sus predilecciones políticas. Sobre estas visiones del pasado se ha levantado en cada tiempo un proyecto de futuro, justificado como la continuación lógica de la línea de progreso que venía empujando históricamente. Según Fontana cada uno de esos tres niveles (visión del pasado, economía política del presente y proyecto de futuro) no podían entenderse sin su articulación con los demás, en tanto que constitutivos de una concepción interesada del mundo que al hacerse hegemónica, sin embargo, lograba fingir la independencia de cada uno de sus componentes.

Efectivamente, numerosos intelectuales preocupados por exhibir su autonomía han levantado muros que separan en la superficie estas tres esferas de actividad, pero que dejan expeditos, al tiempo ocultan a la vistan, los canales soterrados que las comunican. A la aparente disolución de los vínculos entre pensamiento, poder y aspiraciones ha contribuido más eficazmente la institucionalización de todo discurso triunfante, donde estas tres dimensiones esencialmente unidas se manifiestan fenoménicamente como tareas independientes. La institucionalización entraña la división del trabajo intelectual y genera una dinámica corporativa real donde las narraciones del pasado parece que sólo se deben a la labor erudita de un historiador encerrado en el archivo; los análisis del presente al trabajo científico de los economistas y sociólogos; y los planes para el provenir, a las propuestas de los políticos profesional debatidas en el Congreso. De su lectura de Gramsci, Fontana aprendió que las ideologías del poder no solo funcionan como una falsa conciencia encubierta y difundida por intelectuales tramposos, sino como un discurso naturalizado en instituciones, profesiones, hábitos sociales, imaginarios trasversalmente compartidos y prácticas cotidianas.

Estas visiones del pasado se fueron alimentado a lo largo del siglo XIX y XX de tres elementos muy combatidos por Fontana: la idea de progreso consagrada en la Ilustración, la perspectiva eurocéntrica impuesta por la historiografía occidental y un elitismo que había obviado o rebajado el papel de los sectores subalternos. Lo interesante es que Fontana cargó contra estas tendencias sin inclinarse hacia el paradigma postmoderno que las impugnó sobre todo en los ochenta, sino denunciando el bloqueo epistemológico al que conducía este paradigma y lo funcional que, a su modo de ver, terminaba resultando para la reproducción del orden cultural y social.  

Crítica a la idea de progreso, al eurocentrismo y al elitismo

Desde la modernidad la historia ha sido concebida, nos decía Fontana, como un progreso lineal y ascendente cuyo principal elemento dinamizador habría sido el avance de la capacidad tecnológica del hombre para dominar la naturaleza. En esta secuencia evolutiva dos procesos habrían venido a acelerar el curso de la historia: la revolución neolítica, con la generalización de la agricultura, y la revolución industrial, con la irrupción de formas más eficientes de organización del trabajo y fuerzas productivas extraordinarias. Según este relato, el capitalismo, en tanto que promotor y gestor de la industrialización, vendría a representar el cenit en la evolución histórica, de tal forma que las aspiraciones futuras de mejora de la humanidad vendrían a cifrarse en su intensificación y generalización a escala planetaria. Así es, nos contaba Fontana, como se articularon en el Occidente contemporáneo las tres dimensiones inherentes a toda concepción hegemónica: un análisis del pasado, ahora entendido como narración del avance imparable de la capacidad científico-técnica del hombre; una economía política, ahora un liberalismo económico que racionaliza la desigualdad como condición necesaria para el progreso; y un proyecto de futuro, fundado en la promesa de llevar el progreso a todo el mundo por medio la intensificación y universalización del capitalismo.

Para consolidarse, el nuevo relato de la modernidad tuvo que inventar una continuidad, negando aquellas encrucijadas en las que se pudieron seguir caminos distintos y minimizando o resignificando aquellos acontecimientos que en su día contradijeron la supuesta mejora progresiva de la historia. Eso hizo con el fascismo, una forma de barbarie eminentemente moderna que bebía de su misma racionalidad científico – técnica, una versión pervertida pero al mismo tiempo deudora de la idea de progreso de la ilustración. Sus cotas de violencia resultaban inconcebibles fuera de las estructuras constitutivas de la civilización occidental, moderna, industrial, cientista y racional en los medios, una idea que Fontana reforzó a partir de su lectura de algunos pensadores de la escuela de Frankfurt. Sin embargo, la civilización occidental no estuvo dispuesta a reconocer a sus hijos ilegítimos, y una vez que el fascismo fue derrotado se retomó la narración exultante de un progreso que se habría impuesto al rebrote inesperado de lo atávico.

Mientras tanto, buena parte de la izquierda, incapaz de leer la historia con sus propios códigos, se conformó con replicar que la burguesía se estaba precipitando con el festejo, que esa misma concatenación de los acontecimientos pasados remitía a un horizonte ulterior, que el avance ineluctable del progreso conducía a otro estadio conclusivo, que el viento de la historia soplaba a favor de la sociedad sin clases. Según Fontana, la fortaleza de esta concepción dominante de la historia en la contemporaneidad fue tal que durante mucho tiempo contagió a la alternativa que pretendía reemplazarla. El marxismo esclerotizado de la época terminó parasitando la misma lógica de su adversario. 

Las versiones mecanicistas del marxismo concibieron la historia como un proceso evolutivo donde la contradicción entre el avance imparable de las fuerzas productivas y la pervivencia de unas relaciones sociales de producción anacrónicas - resuelta si acaso con ayuda de la acción de un nuevo sujeto histórico idealizado, el proletariado - conducía a la sociedad emancipada. La economía política del Socialismo Real asumió las pautas de crecimiento económico del industrialismo, aunque allí donde la doctrina liberal abogaba por la autorregulación del libre mercado ésta exigía la planificación centralizada de la economía a manos de una vanguardia que mutaría en una burocracia ineficiente. Las duras secuelas que para la población tendría la aplicación de “planes quinquenales” y “saltos adelante” fueron justificadas, en virtud de la misma razón instrumental de la modernidad,  como sacrificios ineludibles para el avance del progreso. Del mismo modo, su proyecto de futuro consistía en resolver los problemas de la humanidad exportando el modelo a cualquier lugar. Pese a su prolongada militancia en el PSUC, o gracias precisamente a ella, pues allí se formó con brillantes intelectuales como Manuel Sacristán, Fontana fue un crítico expreso del Socialismo Real y un intelectual muy beligerante contra la vulgata marxista.

El caso es que, en la medida que el socialismo se presentó a sí mismo durante décadas como avanzadilla del progreso, el liberalismo tuvo más fácil retratarlo como su lastre. Solo tuvo que ponerlo a la cola del mismo rail por el que quería discurrir. Cuando cayó el muro de Berlín, los escombros se aprovecharon para sepultar además las experiencias y narraciones de la izquierda que habían contradicho ese trazado. Aprovechando la coincidencia del segundo centenario de la Revolución Francesa con el derrumbe inminente de la Unión Soviética, historiadores ex comunistas deseosos de hacerse perdonar su pasado presentaron la Revolución Francesa como fuente de todas las aberraciones de la contemporaneidad y se lanzaron a combatir una supuesta interpretación dominante – jacobina, marxista, dogmática e inflexible - que nunca existió en ámbitos serios de pensamiento, con el éxito, nos decía Fontana, con el que habitualmente se combaten los enemigos fantasmas inventados intencionadamente. Lo paradójico en Fontana es que, tras la caída del Muro de Berlín y después de años de crítica al Socialismo Real y al marxismo vulgar, tuvo que combatir las furibundas arremetidas de pensadores empeñados en desacreditar la tradición política e intelectual del marxismo reduciéndola al dogmatismo y la mediocridad con que muchos de ellos la cultivaron en el pasado.

En este sentido, una de las aportaciones más interesantes de Fontana consistió en desentrañar los entramados institucionales construidos para promover ciertas visiones de la historia,  a partir de la idea de que la Historia no se ha escrito solo en la mente laboriosa de los historiadores, sino que para escribirse y sobre todo divulgarse ha requerido de una infraestructura de financiación en forma de subvenciones y ediciones, así como de reconocimientos en forma de cátedras y premios.  En  La historia después del fin de la historia, Fontana contaba cómo durante la Guerra Fría las instituciones americanas no escatimaron gastos a la hora de promocionar tendencias historiográficas que sirvieran de contención al empuje de la historia social vinculada a la izquierda y cómo tras 1989 tiraron ya la casa por la ventana para conmemorar la desaparición del enemigo comunista. Buen ejemplo de ello fue la potente campaña que la Fundación John M. Olin, un Think Tank neoconservador, desarrolló para publicitar la obra El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama. En ella el autor recurría a una suerte de hegelianismo desnaturalizado donde la racionalidad suma se objetivaba en la democracia liberal y la economía de mercado para desplegarse hacia un horizonte definitivo de paz y progreso una vez se había liberado de la necesidad de combatir el peligro rojo. Este esperanzador proyecto de futuro se vio pronto desmentido por la proliferación de nuevas guerras y el incremento mundial de la pobreza. Para explicar el desvío de los vaticinios otro investigador a sueldo de la J.M Olin, Samuel Huntington, tuvo que salir al paso con una obra, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, donde explicaba que los nuevos conflictos no obedecían ya a problemas socioeconómicos ni a rivalidades ideológicas, sino a diferencias religiosas y culturales. Hoy Fontana hubiera recibido con una sonrisa irónica la enésima postergación, ahora sine die, del fin de la historia por parte de un Fukuyama abrumado por la evidencia del mundo violento y caótico en el que vivimos, como hace unos días revelaba The New Yorker.

En Europa ante el espejo, Fontana explicaba cómo los europeos han construido una imagen falseada de los otros para poder definirse de manera ventajosa con respecto a ellos, cómo fueron tallando su identidad por contraste con las representaciones falaces que iba elaborado de los demás, cómo ha ido mirándose en un espejo deformado para embellecerse. El primer reflejo invertido lo obtuvieron los europeos del bárbaro, denostado por griegos y romanos, al que siguieron los rostros satánicos del hereje autóctono y el infielmahometano. A las puertas del Renacimiento, con la expansión de las ciudades, el noble y el burgués europeos festejaron su civismo al compararse con la supuesta torpeza y brutalidad del rústico inculto, cuya imagen amenazante fue posteriormente sustituida por la de unas masas resentidas y ansiosas por dinamitar las bases económicas del progreso. Con el colonialismo decimonónico los europeos completaron su autorretrato a partir de los espejos del salvaje, el oriental y el primitivo.

En Europa ante el espejo Fontana fue desmontando el mito de la excepcionalidad europea, según el cual la preeminencia económica del continente se debió a los avances científico-técnicos favorecidos por un supuesto clima de libertad de pensamiento que contrastaba con el despotismo oriental. Por el contrario, todavía a principios del siglo XVII la ciencia y la tecnología estaban más desarrolladas en China y este fue un siglo de monarcas déspotas, guerras atroces y depuración de científicos en toda Europa. Precisamente, nos dice Fontana, fue esta época de violencia generalizada la que sirvió a Europa para perfeccionar las armas y métodos de combate con los que realmente logró imponerse al resto del mundo. En esta misma obra Fontana fue cepillando la historia a contrapelo para descubrir la racionalidad que había detrás de algunas propuestas heréticas medievales como la de los Cátaros, generalmente parodiados en la historiografía por la dimensión mesiánica de su discurso, o en algunas formas de vida comunitarias y relación equilibrada con la naturaleza que se daban en comunidades arrasadas luego por la lógica comercial del colonialismo.          

Otro frente de batalla en la obra de Fontana fue la denuncia del protagonismo que la Historia ha concedido a los grupos políticos y económicos dominantes, en perjuicio de los sectores subalternos y de la inmensa mayoría de las mujeres. En La historia de los hombres  Fontana realizó un recorrido por el lento y titubeante proceso de incorporación a los relatos del pasado de las mayorías sociales tradicionalmente marginadas; criticando que en cada momento de inclusión de un nuevo sector social a la Historia se hubiera excluido a una de sus partes o a otro similar. Así contaba, por ejemplo, que frente a las crónicas de las hazañas de la nobleza y las proezas de la burguesía, la primera historia social centró su atención en el movimiento obrero institucionalizado, sobre todo en sus líderes e ideólogos, dejando en un segundo plano los análisis sobre las condiciones y formas de vida de los trabajadores anónimos. Cuando en un segundo momento se empezó a hablar de sus condiciones de vida, de sus luchas e imaginarios, la historia social europea se refirió sobre todo a los trabajadores masculinos de los países desarrollados. Con el paso del tiempo los historiadores occidentales fueron incluyendo a las antiguas comunidades no europeas como objeto de estudio, pero cuando los descendientes de estas comunidades se erigieron en sujetos de la narración de su propio pasado no les prestaron demasiada atención.

No obstante, el reproche más insistente de Fontana se refería al hecho de que estos sectores subalternos se hubieran convertido muchas veces en un objeto de estudio especializado y hermético, sin que sus respectivas historias hubieran terminado de integrarse en las visiones generales del pasado ni se hubiera terminado de considerar su contribución general al desarrollo de la sociedad. El ejemplo de cómo estos problemas podían pensarse y esos vacíos debían ser cubiertos lo buscó en el trabajo del Grupo de Estudios Subalternos del historiador indio Ranajit Guha y antes y muy especialmente en la rica tradición historiográfica marxista británica, en el trabajo de grandes historiadores como Rodney Hilton, Christofer Hill, E.P. Thompson o Eric Hobsbawm, a quienes tanto promocionó en España. 

Fontana reconoció el interés y la utilidad que para los historiadores tenía la dimensión crítica del pensamiento postmoderno, pero arremetió contra sus conclusiones. Valoró que la deconstrucción postmoderna del gran armazón conceptual estructuralista moderno - que privilegiaba el estudio de las grandes tendencias de la historia, de las estructuras materiales que determinaban supuestamente los productos de la conciencia y las dinámicas de unos movimientos sociales donde apenas había lugar para la acción individual –hubiera sacado a la luz multitud de dimensiones del hombre hasta entonces ignoradas. Pero denunció que la multiplicación de contenidos y perspectivas estuviera dando lugar una historia fragmentaria renuente a cualquier explicación integral. Valoró la consideración de la disciplina de la Historia como una construcción social mediatizada por los gustos culturales y las preferencias políticas del presente. Pero denunció que ese perspectivismo derivase en un relativismo absoluto que reducía la realidad a sus representaciones e igualaba a la baja cualquier relato del pasado con independencia de cuál fuera su base probatoria. Valoró la crítica postmoderna a la continuidad histórica. Pero criticó que terminara negado el sentido a cualquier periodización o convirtiendo toda secuencia temporal en mera simultaneidad. Reconoció, porque ya lo había defendido antes, que algunos de los sucesos más dramáticos del siglo XX hubieran degenerado de los proyectos políticos ilustrados. Pero negó, frente a lo que repetían los posmodernos, que todo proyecto de emancipación general de la sociedad condujera indefectiblemente hacia la burocratización y el totalitarismo. Valoró la crítica postmoderna a la omnipresencia del poder y el énfasis que esta puso en la capilaridad del poder mismo. Pero denunció la equiparación entre la microfísica del poder y sus grandes centros decisorios o que esa crítica no llevase a los pensadores postmodernos a renunciar al (macro) poder de las cátedras universitarias.                                 

Fuera de la galería de los espejos: polifonía y nuevos caminos

Fontana plateaba que una vez desestimada la idea de progreso el capitalismo dejaría de aparecérsele al historiador como el momento de su realización óptima, para ser concebido como una formación histórica remplazable. Fontana planteaba que una vez decayese la reconstrucción del pasado como genealogía racionalizadora y legitimadora del presente la historia podrá ser vista como una trama compleja jalonada de distintas encrucijadas, en las que rara vez se tomó el mejor camino “en términos del bienestar de la mayor parte de los hombres y mujeres, sino el que convenía a aquellos grupos que disponían de la capacidad de persuasión y de la fuerza represiva necesaria para imponerla”. Desestimada la idea de progreso el historiador podría proyectar una mirada limpia sobre las alternativas frustradas en el pasado, para descubrir la racionalidad que había en algunas de ellas y el potencial que todavía encierran. No se trataba de una vuelta nostálgica al pasado, si no de una búsqueda de nuevos horizontes alumbrados en el pasado que nunca se recorrieron y cuyo recorrido sería posible gracias también a la liberación del testimonio de quienes entonces los alumbraron. Las referencias obvias de Fontana en la elaboración de esta concepción fueron Walter Benjamín y Antonio Machado, dos gigantes intelectuales del siglo XX muertos en la frontera hispano-francesa cuando huían en sentido contrario del mismo enemigo fascista que terminó ocupando ambos lados. De Benjamín tomó la idea del acontecimiento pasado como un átomo cargado de fuerzas frenadas por la visión lineal de la historia, susceptibles, sin embargo, de ser liberadas en el presente por medio de una nueva mirada radical. De ambos la idea de buscar líneas de futuro en un pasado no resuelto en el que, según las palabras de Machado que le gustaba reproducir, encontramos “un cúmulo de esperanzas - no logradas pero tampoco fallidas -, un futuro, en suma, objeto legítimo de profecías.”

Fontana reclamó poner fin al eurocentrismo y a la mirada deformante sobre los demás para redescubrir al otro y descubrirnos a nosotros mismos como una cultura plural y mestiza.  La nueva forma de escribir la Historia que planteaba tendría que recuperar la voz del otro, amordazada tras la máscara que se le ha confeccionado, y ser especialmente atenta a las voces múltiples de los sectores subalternos. Pero frente a las historias especializadas en cada uno de los grupos antes silenciados, o frente a la mera yuxtaposición de sus voces en obras más amplias, propuso levantar un relato polifónico donde la voz de cada grupo tuviese la réplica de su contrario, donde cada sector social fuera explicado en sus relaciones de competencia o cooperación, de subordinación o dominación, de confrontación, transacción o integración con otros sectores, sin idealizarlos ni instrumentalizarlos.

Para disolver la continuidad histórica e integrar las voces de las multitudes subalternas Fontana propuso demoler la narratología inspirada en la novela burguesa decimonónica, donde todo se dispone en función del desenlace y la pluralidad de elementos está siempre subordinada a la acción principal. También limitar los análisis abstractos inspirados en las supuestas leyes de la historia, para recalar en la complejidad y peculiaridad del acontecimiento. Para explicar esto Fontana recurría a una metáfora. El procedimiento que proponía no era un procedimiento nomotético – deductivo parecido a la elaboración de un puzzle, en el que el conocimiento a priori de la imagen plana que se pretende construir, va orientando la agrupación de sus piezas. Proponía, por el contrario, partir del acontecimiento histórico y concebirlo como un poliedro en el que la combinación de sus distintas caras con las caras respectivas de otros acontecimientos pudiera dar lugar a más de un cuadro interpretativo.

Para Fontana la disciplina histórica operaba en cierta medida de manera similar a como los estudios neurobiológicos han probado que funciona la memoria personal. No como un depósito de representaciones estables, sino como un complejo sistema de relaciones que sirve de base a la formación de la conciencia durante la experiencia en curso, no como una simple evocación de sucesos pasados, que se registraran cual foto fija para siempre, sino como una reactualización constante de experiencias remotas que echa luz sobre un presente al que hay que dar respuesta. Del mismo modo, decía Fontana, la Historia no consiste en descubrir las supuestas verdades fijas del pasado, sino que debe contribuir a la construcción de una conciencia colectiva congruente con las necesidades del momento, a partir de la construcción - con sus métodos, con sus técnicas, con su armazón conceptual, con su rigor y laboriosidad - de una base de pensamiento sobre el pasado donde la reactualización de experiencias remotas pueda dar significado a lo que está ocurriendo. Solo desde ahí se podrían construir nuevos proyectos de futuros libres e igualitarios. La Historia que proponía Fontana explicitaba su vinculación a una economía política y a un proyecto social de futuro, pero a una economía política que negaba la desigualdad como condición de progreso y a un proyecto de futuro que no se justificaba como la prolongación de una supuesta racionalidad histórica. Su trabajo consistió en rebajar las expectativas científicas de la Historia, infladas por tanto historiador gris y sobre-ideologizado que, so pretexto de notariar simplemente el devenir histórico, termina por racionalizarlo para acomodarse a él. Su trabajo consistió en cultivar una Historia técnicamente muy bien construida que poner al servicio de un giro igualitario en la evolución de la sociedad. Su empeño hacia la disciplina de la Historia fue, en sus propias palabras, “el de arrancarla de la fosilización cientista para volver a convertirla en una ‘técnica’: en una herramienta para la tarea del cambio social”.

----------------------

Este artículo fue publicado originalmente en SinPermiso.

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Juan Andrade (SIN PERMISO)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí