No es tan fácil ir de humilde por la vida, venía a decir Cristiano Ronaldo el otro día desde la Casa Hogar de la Alegría de Piamonte, esta gente sí que merece la pena, no los capullos del Madrid. A veces todo viene rodado y uno se muestra distendido y a su puñetera bola, y a veces todo viene rodado y uno se cae y se tuerce 26 veces en cuatro meses. Es normal, inevitable (la laxitud, y también los esguinces y las luxaciones), es el destino. Pensemos en Lemar. Un tipo que a los 23 años ya ha ganado la liga francesa con el Mónaco, la Supercopa de Europa con el Atleti y el Mundial con Francia, y que tiene que aclarar sus esfuerzos con la prensa (correr más no me molesta) es un hombre que necesita a Simeone. La pregunta con Lemar es tristemente monetaria, qué lugar deberían ocupar setenta millones de euros en el esquema del Atlético de Madrid (una ambigüedad, todo el éxito del mundo) y qué relación existe entre este club y los retiros dorados de Estados Unidos y Arabia Saudí (ninguna). La réplica a la interpelación económica sobre el francés no la daré de manera concreta. Me seguiré moviendo en el fango, el doble sentido de la ambigüedad: debería hacer un partidazo frente al Valladolid y recordar que su gran enemigo en la Liga, el Barça, viene de ganarle 0-4 al Espanyol. También es verdad que en Pucela hace un frío de pelotas y el tío se crió en el Caribe, y ahí viene el quid de la cuestión: un par de piernas valoradas en setenta kilos deben dar la cara en Uganda, Rusia y Las Antillas (y también es verdad que Lemar, noticia de última hora, va a ver el partido de Zorrilla por la tele acariciándose el tobillo, pero la valoración podría ser genérica).

Siempre es mejor asumir la realidad que caer en el ridículo, y la realidad también es que desde el 22 de septiembre (0-2 frente al Getafe, posiblemente el mejor día de Lemar con la camiseta del Atleti) no se gana un partido a domicilio en Liga ¿Cuándo se convirtió el Atleti en un invitado a cenar que dice que se toma un vino y se pira? Ya es hora de saquear frigoríficos y beberse a morro la botella de Ribera del Duero. A fin de cuentas, comer y rascar, pensemos que todo será empezar, como dicta la sabiduría popular. 

A todo esto, sin rendir a tope estamos a tres puntos del liderato, este campeonato es maravilloso, como también lo es el regreso al equipo de dos colosos de la retaguardia: Godín y Filipe, casi nada. Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia, otro que no sabía que era del Atleti, Fitzgerald.

El inicio del partido parecía una tertulia política de la tele, ocho faltas en diez minutos, con una clara disparidad, había respeto entre los contrincantes (pero no continuidad). No jugaba Marhuenda, no jugaba Inda. Cansado de las detenciones y el estancamiento bilardista, el Atleti le dio el balón al Valladolid, que para eso eran las cuatro y media de la tarde y nos íbamos a sobar todos, y justo bastaba el sopor para que Correa electrificara el partido con un eslalon que tuvo parar la retaguardia de Zorrilla con una entrada muy peligrosa con los pies por delante. Ahí la tuvo doble el Atleti, con Koke estrellando a la barrera y Griezmann aprovechando un rechace que derivó en córner. Como un niño exasperado por el sueño invernal de la sopa castellana, Rodri harto del tedio de la Vieja Castilla, robó un balón y se lo dejó a un electrizante Correa que no aguanta dormido cinco minutos, y este a Griezmann que se la entregó a Kalinic (que empieza a tomar cariz de solución verdadera) para cruzar por debajo de las piernas de Masip. A continuación tomó Valladolid el juego galvánico y en Pucela ya no se dormía nadie. Los niños estaban espídicos. La tuvo Óscar Plano y la tuvo clarísima Ünal tras centro raso de Míchel, con tiro rozando el palo. En el 44, mano en el área y penalti mediante VAR. Griezmann con la zurda a la escuadra. Undiano Mallenco (no existe en el mundo apellidos con más sonoridad para ser árbitro de fútbol) validaba el 0-2.

Al comienzo del segundo tiempo la salvaguardia le fue encomendada a Oblak (¡cómo no!), primero evitaba bajo palos un remate de Ünal completamente solo y a posteriori evitaba un golazo en propia puerta de su compañero Savic de cabeza, que venía a ser como cuando un amigo te viene a dar un abrazo y te rompe dos costillas, y la constatación de su calidad en el remate. Entretanto el Valladolid atacaba como valiente trágico malherido pero aferrado a la supervivencia y Calero volaba para rematar un balón que a la tercera sí, batía a Jan. Cinco minutos más tarde, empataban los pucelanos, en un partido con media fracción de épica y media de extraña pupa y adversidad. Un rebote en la pierna de Saúl tras un saque de esquina relativizaba el empate y el naufragio del Atleti. 

Era el momento de las soluciones problemáticas o exactas que definen el futuro de los entrenadores, Vitolo, Gelson y el aire de Pucela le abrasaba a Simeone en el rostro y el Valladolid quemaba a los jugadores. Solo faltaban el tiempo y la casualidad valorando dónde traspasar la baza de la tiranía, y le construyeron un pasadizo a Griezmann para cazar un balón muerto y fusilar a Masip. 2-3.

El Atleti acabó con la pelota y en campo rival, incluso con la cabeza demasiado alta pese a la sinopsis del partido, tras cinco minutos de sufrimiento con Simeone al borde del colapso y la afición del pánico. Lo incierto es siempre es mucho más emocionante y la suerte favorece siempre a las mentes preparadas. Griezmann, hoy héroe y felicidad.