REMEDIOS ZAFRA/ ESCRITORA
“En contextos rurales, donde la religión tiene un papel muy activo, la presión hacia las mujeres es mayor”
Isabelle Touton 9/01/2019
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Cuestiones profesionales y cuestiones biográficas, a veces muy íntimas, ayudan a discernir las dinámicas de lo literario, donde no todo es estructura, arte, retórica, forma o perfección. Las mujeres se han presentado como unas intrusas, unas inesperadas inquilinas en la planta principal del edificio literario. ¿Por qué los hombres siguen copando la gran mayoría de los premios literarios nacionales en la España del siglo XXI? ¿Por qué a las escritoras se las sigue dotando de menos crédito literario que a los hombres, o se les concede solo en casos excepcionales y bajo ciertas condiciones? ¿Por qué ellos no parecen leer a sus compañeras? ¿Por qué con la edad van desapareciendo del panorama literario la mayoría de las jóvenes promesas y nuevas voces femeninas que van emergiendo cada año? Las entrevistas con Natalia Carrero, Luisa Castro, Mercedes Cebrián, Paloma Díaz-Mas, Najat El Hachmi, Patricia Esteban Erlés, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Cristina Grande, Karmele Jaio, Sara Mesa, Luisa Miñana, Cristina Morales, Lara Moreno, Elvira Navarro, Blanca Riestra, Juana Salabert, Marta Sanz, Gabriela Wiener y Remedios Zafra y el estudio introductorio sobre “Las narradoras en el campo literario en España” nos proporcionan respuestas.
Pero Intrusas aprovecha también el espacio otorgado a todas estas voces para preguntarles sobre su peculiar estética, sobre cómo les afectó la crisis económica y política en España, para interrogarlas acerca de las condiciones de vida –materiales y financieras– de los escritores y escritoras, acerca de las redes que se tejen en el “mundillo literario”, y de su relación con la crítica y las nuevas tecnologías. Se habla también de ser mujer del campo o de la ciudad, de Madrid, de Lugo, de Zaragoza, de Lanaja o de Córdoba, de proceder de dos culturas, crecer y crear entre dos lenguas, del reparto del tiempo y de tomar la palabra en público. Las escritoras cuentan sus años de formación en una familia y un lugar concreto de España, en una época precisa –tardofranquismo, transición, años 80, 90 o 2000–, y unas trayectorias muchas veces emblemáticas de sus respectivas generaciones. Hablamos con Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973), pensadora y escritora, premio Anagrama de Ensayo 2017.
En Un cuarto propio conectado. (Ciber)espacio y (auto)gestión del yo (Fórcola Ediciones, 2012) y en (H)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean (Página de Espuma, 2013) explicas tu desconfianza para con los “catalogadores de historias, organizadores de estantes y gestores de compartimientos para las ciencias y saberes de este mundo”. También relatas cómo empezaste leyendo libros de índole y categoría muy distintas, indiscriminadamente, porque eran los que tu padre traía a casa. ¿En qué medida esta iniciación libre, sin distinción de género, te ha conformado como lectora y como escritora?
Creo que esas eclécticas combinaciones de libros procedentes de la sección de saldo y oportunidades de unos grandes almacenes han sido muy importantes en mi vida pues generaron preguntas que de otra manera no habrían sido posibles. De un lado, las colecciones incompletas de libros sobre ciencia en las que sólo aparecían hombres nos llamaron la atención porque, de niñas, mi hermana y yo siempre supusimos que las mujeres debían estar en los libros que nos faltaban. Era imprescindible que estuvieran porque las necesitábamos como referente. En la Transición la educación pública empezaba ya a insuflar modelos de igualdad que arropaban este tipo de preguntas. De otro lado, al venir esos grupos de libros del afán de mi padre (un agricultor con fuerte deseo de que sus hijas leyeran pero que no sabía de libros ni había leído nunca alguno) y por otro, del azar de que el paisano al que los compraba trabajara en la sección de saldo… La combinación podía ser disparatada para ilustres organizadores de libros y conocimientos, pero tenía mucho de deconstructiva, en tanto permitía cuestionar las formas en las que organizamos conocimientos y estantes. En mi caso, creo que tuvo mucho que ver con mi forma de entender la interdisciplinariedad. Aunque también mi formación artística y posicionamiento feminista han contribuido igualmente a reforzar mi percepción del carácter convenido de los géneros, su posibilidad de modificación y su conveniencia si nos preguntamos por las exclusiones y contenidos que tradicionalmente tenían los libros, pero también por la forma en que se han organizado y prestigiado determinados géneros.
¿Piensas que el hecho de ser mujer tuvo algo que ver con tu decisión de ponerte a escribir, en la manera de hacerlo, supuso una ventaja o una dificultad en algún momento?
Me resulta difícil desglosar las identidades del sujeto en el tema creativo. Desde pequeña, sentí que la creación me salvaba en muchos sentidos. Pero creo que el hecho de hablar como mujer fue algo que afectó de manera decisiva en la “forma de hacer” después de tomar conciencia de la falta de referencias y de las desiguales condiciones de vida y mundo para las mujeres.
En el contexto escolar, quizá fue incluso una ventaja, pues la escritura formaba parte de ese mundo feminizado de “las letras” que se incentivaba en las chicas, especialmente en el instituto. Y confieso que esa feminización resultaba un tanto peyorativa. No faltaba quien decía que las letras llevaban a trabajos inútiles o que eran fáciles porque difícilmente permitían una oportunidad laboral posterior… El caso es que cuando tuve que elegir entre este universo binario de entonces, dudé muchísimo, y aunque me matriculé en letras, sólo estuve unos días y pedí al jefe de estudios que me dejaran cambiar a ciencias. Esta división dual del conocimiento siempre me inquietó y me molestó, pues a mí me hubiera gustado elegir de otra manera.
¿Cómo conseguiste publicar la primera vez?
Prácticamente todos mis libros han sido publicados gracias a algún premio. Y no es tanto mérito de mis trabajos sino de la voluntad de intentarlo “muchas veces” y de tolerar el fracaso de perder la mayoría
Prácticamente todos mis libros han sido publicados gracias a algún premio. Y no es tanto mérito de mis trabajos sino de la voluntad de intentarlo “muchas veces” y de tolerar el fracaso de perder la mayoría. Mi acceso a las editoriales es relativamente reciente. No conocía ni me movía en círculos literarios ni tenía acceso a personas que pudieran ayudarme con la publicación. Cuando terminaba un libro y confiaba en él lo enviaba a concursos. En ese sentido, disiento de muchos que dicen que los concursos literarios o de investigación pueden dar facilidades a autores conocidos o estar predeterminados, pues en mi caso nunca he conocido a las personas que formaban parte de un jurado ni a las editoriales que publicaban las obras premiadas.
También he vivido (y aquí ha sido indiferente haber ganado uno o cinco premios) el absoluto silencio y la frustración de no recibir respuesta de las editoriales cuando he enviado algún manuscrito. Esto por ejemplo, me pasó con Un cuarto propio conectado(Fórcola, 2010) y con Los que miran (Fórcola, 2016), enviados a editoriales sin respuesta, hasta decidir publicarlo con Fórcola, cuyo editor desde que lo conozco ha apoyado (suerte la mía) mi trabajo.
¿Qué carreras estudiaste? ¿De qué vives?
Siguiendo en la línea que te comentaba antes y habiendo cursado un bachillerato de ciencias, me matriculé en Ingeniería de Telecomunicaciones y quise compaginarlo con Bellas Artes. Poco duró el intento pues dejé Teleco y me quedé en Bellas Artes buscando una formación creativa que claramente no hallé. Me licencié en Arte y obtuve una beca para cursar un Máster de Creatividad, lo compaginé con el doctorado empezando a investigar (de manera muy autodidacta sobre Internet). Me doctoré con una tesis sobre net.art y ciberfeminismo. Más tarde cursé una segunda licenciatura en Antropología Social y un programa de doctorado en Filosofía Política.
Vivo de mi trabajo en la Universidad de Sevilla donde soy profesora titular de Educación Artística desde 2002 y colaboro como docente invitada en másteres de género y estudios visuales en otras universidades y como profesora tutora de antropología en la UNED.
En tu obra, al igual que en la de otras escritoras como Marta Sanz o Luisa Castro, los personajes se sitúan siempre social y geográficamente. Proceder de un entorno socialmente humilde y dominado, además de un “sur” católico, ¿te marca de manera distinta siendo mujer que si fueras hombre?
Quizá sí, el sur rural y católico marca identidades fuertes muy diferenciadas en función del género. De un lado, ser de un contexto humilde condiciona profundamente y opera (en mi caso al menos) como un impulso que te orienta a salir de ese escenario y a no repetir la historia de tus padres. Creo que la educación pública de este país en los años ochenta fue el vehículo que nos permitió a muchos niños y niñas romper la expectativa de repetir las identidades de nuestros padres en nosotros.
En contextos rurales donde además la religión tiene un papel muy activo advierto que la presión hacia las mujeres es mayor. Es como una fuerza siempre presente y silenciosa que te recuerda en el comportamiento de todos los miembros de la “comunidad” que lo primero es la familia, que los cuidados se deben anteponer al trabajo y que esto es más ligero si eres hombre y puro martilleo si eres mujer.
¿Que piensas de la manera como te ha tratado la crítica fuera de un ámbito feminista? Me parece que se ha hablado poco de Los que miran, la maravillosa novela que publicaste en el 2016, que narra el proceso de duelo de la narradora después de la muerte de su hermano (transposición ficticia del fallecimiento prematura de tu hermana) ¿cómo lo explicas?
Siempre me ha llamado la atención que los críticos fuera del contexto feminista hayan reducido mi obra y mi trabajo como una especialización en género y tecnología. Leí a un crítico de mi edad en un post donde hablaban de mi libro de relatos Despacio (Caballo de Troya, 2012), que yo era un referente en temas de ciberfeminismo y que había que tenerme en cuenta “en esa línea”. Creo que hay muchos instrumentos que son utilizados para neutralizar el trabajo de las mujeres que hacemos explícito nuestro compromiso feminista, y uno de ellos es reducir nuestro público potencial a mujeres que piensan como nosotras. Esto no sólo me parece absolutamente frívolo e injusto para nuestro trabajo definido por otras muchas cosas, sino que incluso desde un punto de vista feminista resta eficacia al propósito de “generar pensamiento crítico y conciencia social para favorecer la igualdad entre las personas”, es decir de tratar temas que nos debieran interesar a todas las personas y no sólo a las mujeres. Por suerte cada vez encuentro más personas que entienden y practican estas alianzas y que se desvisten de prejuicios antes de leer una obra.
¿Si lo que leemos no nos perturba, para qué lo leemos?
Con Los que miran, por una parte, para mí era un libro tan importante y fue tan complicado encontrar editorial que, una vez publicado, no dediqué apenas esfuerzo a promocionarlo y quizá este asunto en una época donde la visibilidad da existencia haya tenido que ver. Para mí es un libro luminosa y oscuramente íntimo que me punza como ningún otro. Y no sé si ha tenido que ver la asociación que críticos y lectores pueden hacer con mi perfil y la tendencia a reducirnos a dos o tres palabras clave. No lo tengo claro. Es probable que la temática y la dureza de la historia real desaliente a algunas personas que esperan textos más complacientes pero, como sugería Kafka, ¿si lo que leemos no nos perturba, para qué lo leemos? Hay en esta pretensión un riesgo como un peaje que yo asumo, y es la libertad de no hacer concesiones en la creación para lograr más lectores. Que una obra sea minoritaria no debiera ser algo negativo.
Te dieron en el 2017 el Premio Anagrama de Ensayo, bastante dotado (8.000 euros) por El Entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, ¿eso te permitirá dedicarte a la escritura? Sois muchas las escritoras que habláis de la pobreza y la necesidad de trabajar para ganarse la vida como una limitación para la creación, también como una gran violencia en momentos de agotamiento o crisis (Marta Sanz, Sara Mesa, Lara Moreno…). ¿Ves los otros trabajos que haces (Universidad de Sevilla…) como algo que te limita o que te permite ampliar tus experiencias, salir del monólogo de la escritura?
Lamentablemente un premio no te da la libertad de la escritura. De hecho, de momento lo que encuentro es menos tiempo por la gran demanda de atención a colaboraciones y trabajos puntuales que suele generar la noticia. Imagino que sí puede darme la tranquilidad de tener editorial para ese libro que hasta hace unos meses andaba huérfano y que pensaba podía terminar vagando, como otros, de email a email buscando complicidad en lectores y editores.
Yo puedo vivir de mi trabajo en la universidad y gracias a él me permito ejercicios muy libres en mi escritura, aunque también debido a ese trabajo, mis tiempos están cada vez más comprometidos con ella (la universidad), especialmente desde que los procesos de burocratización se han normalizado mermando tristemente el tiempo y la concentración necesarios para producir obra de manera comprometida.
¿Sois visibles las escritoras?
He presenciado y vivido situaciones diversas, complejas para simplificar en pocas líneas. Pero mi sensación es que en los últimos tiempos empezamos a ser más visibles, aunque temo que más como fruto de un mercado y una moda que busca rentabilizar el reciente éxito de la movilización feminista.
Para las mujeres escritoras ha habido una invisibilización relacionada con la exclusión y con la infravaloración o la estetización
Para las mujeres escritoras creo que ha habido una invisibilización relacionada con la exclusión, y otra (la más habitual) relacionada con la infravaloración o la estetización. Es decir con la vinculación de la escritura de mujeres a propuestas previamente denostadas. En ese sentido, la visibilidad también ha estado condicionada a lugares que no siempre iban acompañados de prestigio. Porque importa ser vista y dónde eres vista.
¿Ha habido situaciones en las que piensas que te sirvió ser mujer para conseguir algo relacionado con tu oficio de narradora?
En mi caso, ser mujer y hablar sobre mujeres fue clave en mi comienzo como escritora pues cuando comencé a hacerlo era un momento de desarrollo de los Estudios sobre Mujeres, Feministas y de Género y yo quería actuar como agente activa en esa narrativa, por lo que fue muy positivo para mí.
Te has interesado por figuras de mujeres científicas olvidadas (Ada Lovelace, en particular) ¿Has leído siempre a mujeres o las has ido descubriendo con el tiempo? ¿Nos puedes decir qué clásicas y qué contemporáneas te interesan particularmente ahora?
Las he ido descubriendo con el tiempo, pese a que ahora de adulta sean una elección, cuando era más joven, incluso niña, no era fácil elegirlas porque rara vez estaban en los libros de texto o en las recomendaciones. Difícilmente se puede leer lo que no se conoce. Sin embargo sí que ese vacío ayudó a que la pregunta por ¿dónde estaban las mujeres en la literatura?, se hiciera política.
Me interesan mucho Virginia Woolf, Yourcenar, Beauvoir, Butler, Braidotti, Haraway, Berlant, Marta Sanz, Belen Gopegui… La lista es larga.
Me da la impresión de que tu compromiso feminista (muy vinculado a una conciencia de clase) pasa por unas cuantas pautas que resumiría así: quebrantar las formas, los géneros literarios impuestos por el patriarcado; mostrar la proximidad entre ciencia y poesía (como decía Ada) y animar a las mujeres a que se formen en programación; hacer visibles los cuidados y los afectos en los procesos intelectuales; asumir un yo porque cualquier pensamiento está situado social, sexual, geográficamente…; visibilizar la tensión entre dependencia y autonomía, dar voz a las mujeres del campo. ¿Estarías de acuerdo? ¿Qué más podríamos añadir?
Sí estoy muy de acuerdo, promover otras formas de ver que permitan hacer pensativo el mundo desde una mayor justicia social es algo que me moviliza…
Resumes muy bien motivaciones implícitas en mi trabajo. Quizá añadiría proporcionar a quien lee una suerte de herramientas creativas capaces de ser llevadas a contextos cotidianos para ayudar a las personas a hacerse preguntas, a cuestionar lo que han naturalizado siendo opresivo. En cierta forma esta es para mí una forma de activismo teórico donde me motiva crear condiciones no para que los lectores piensen como yo, sino que generen su propio pensamiento sobre asuntos que podemos transformar. Me inspiro para ello en algunas de las estrategias que desarrollo en mi ensayo (h)adas y que practico en mis libros: crítica al logocentrismo, parodia, reversibilidad con efectos, creación de nuevas figuraciones e infiltración de la alteridad donde se desea un cambio... También en mi último libro El Entusiasmo propongo y amplío otras que podemos comentar en una próxima conversación.
En Los que miran, la narradora habla de la dificultad que tiene de enunciar un “nosotros” porque la tribu (la de su pueblo), aunque es arropadora, es también tiránica y peligrosa. El individualismo de la gran ciudad capitalista puede ser triste pero también liberador. Esta idea de la tribu, de la comunidad, muy valoradas por los movimientos sociales, ¿se plantea de manera distinta cuando se es mujer y se procede de un pueblo? ¿Nos hemos olvidado de la capacidad emancipadora (aunque también avasalladora) que han tenido las ciudades para las mujeres?
Los retos del mundo urbano, globalizado y contemporáneo son otros… Esbozo algunos de sus rasgos en las narraciones de Sibila en su casa-habitación y en la ciudad en mi libro El Entusiasmo.
Tus lectores, hombres y mujeres, ¿ven lo mismo en tus textos?
No sabría decirte quién y cómo leen mis libros pues tengo feedback de hombres y de mujeres. Si bien muchas mujeres me hacen llegar su sintonía a menudo. Pienso que afecta el ejercicio de identificación con la voz femenina que narra, pero sobre todo con algo que no se limita a la voz, y tendría que ver con una cierta empatía y cercanía tanto reflexiva como material, propia de quien convierte la pregunta por lo que somos y cómo nos hacemos en tema y sujeto de la escritura.
De momento, no has tenido hijos. ¿Si ha sido una elección, está vinculada de una manera u otra con tu actividad creadora?
Nunca en mi vida he sentido deseo de tener hijos, si no fuera escritora (cosa que me cuesta imaginar) tampoco los tendría.
Las nuevas tecnologías digitales y las redes sociales son un tema central en tu obra. La mayoría de las escritoras a las que he entrevistado usan muy poco esas herramientas, no están en las redes sociales (o muy poco) y además optan por construir mundos literarios más bien atecnológicos. ¿Lo puedes explicar?
En mi caso las redes son medio, pero ante todo son “objeto de investigación”. La posición que más me gusta en ellas es la de etnógrafa que observa y se hace preguntas. Para mí sí es importante estar y conocerlas porque me interesa conocer la complejidad de mi época y creo que las redes son parte singular y descriptiva de estos tiempos.
¿Cuáles han sido las consecuencias prácticas, económicas y estéticas de la crisis para ti?
En mi caso me ha ayudado a cambiar la percepción desde “el yo” a lo colectivo, de pronto el mundo cercano se nos volvió irreconocible y la precariedad, en sus distintas facetas, lo describía todo.
¿Te da la impresión de que hay temas más difíciles de abordar o tonos más difíciles de asumir como mujer?
No tengo esa impresión. Si bien es cierto que ha habido una inseguridad educada que tradicionalmente ha empujado a las mujeres a determinados temas y formas de decir, alejándolas de otros que curiosamente eran los más prestigiados. Vencer esas inercias y prejuicios es importante para un ejercicio de libertad en la escritura, porque siempre es más fácil responder a la expectativa que los demás ponen en ti.
Es decir, no se trata de que haya temas o tonos más difíciles de asumir sino inercias educadas para alimentar esas asociaciones. En este sentido, la autonarración que hoy caracteriza gran parte de la literatura escrita por mujeres tiene algo de posicionamiento y advertencia que ayuda a verbalizar estos “temas difíciles de abordar”. Es decir que la escritura puede también funcionar como un mecanismo para resistir y enfrentar esa dificultad.
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Este artículo es una versión ampliada de la entrevista publicada en Intrusas. 20 entrevistas con mujeres escritoras, Zaragoza, Institución Fernando el Católico (colección LETRA ÚLTIMA) del capítulo ’Pensar, crear y publicar desde la periferia o la subalternidad’.
Cuestiones profesionales y cuestiones biográficas, a veces muy íntimas, ayudan a discernir las dinámicas de lo literario, donde no todo es estructura, arte, retórica, forma o perfección. Las mujeres se han presentado como unas intrusas, unas inesperadas inquilinas en la planta principal del edificio literario....
Autora >
Isabelle Touton
Es hispanista, profesora titular en la Universidad Bordeaux Montaigne. Autora con Roberto Valencia de Todos somos autores y público. Conversaciones sobre creación contemporánea (Institución Fernando el Católico). Especialista en estudios culturales de la España actual (narrativa, cómic, humor gráfico).
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