Según Sunil Iyengar, la promoción del acceso a la cultura en condiciones de igualdad es uno de los grandes potenciadores del desarrollo social y el bienestar de las personas. Director del área de investigación y análisis de la Fundación Nacional para las Artes de Estados Unidos, Iyengar ha ocupado gran parte de su carrera como editor y periodista de publicaciones científicas. Ahora, al frente de una oficina en esta agencia federal, su principal misión es que el mayor número de personas puedan beneficiarse de la cultura, independientemente de su origen social: “Uno de los objetivos de nuestras investigaciones es comprender cómo podemos resolver las brechas de acceso a las artes”.

Para el directivo, el reto pasa por descifrar cuáles de estas vías de acceso a la cultura deben ser mejoradas para hacer llegar las artes a los entornos más desfavorecidos, especialmente entre los más jóvenes: “Nuestros análisis demuestran que la brecha entre ricos y pobres tiende a disminuir cuando los adolescentes están en contacto con las artes desde una edad temprana”.

¿Cómo conseguir este acercamiento? Iyengar asegura que la educación es la herramienta más eficaz para promover la igualdad social desde este ámbito, y apunta a la fuerte correlación que hay entre el desempeño académico de los niños de un mismo estrato social que han tenido contacto con la cultura y los que no: “Cuanto más riesgo de marginación social existe, mayor es el beneficio de participar en las artes”. De esta forma, la cultura actúa como un catalizador para lograr una mayor participación en la vida académica y para integrarse en los grupos socioeconómicos.

“Es importante incidir en que no se trata de añadir las artes como un área de conocimiento complementaria, sino de integrarlas en este modelo educativo para fomentar, por ejemplo, la creatividad, la innovación o el diseño”, advierte el investigador. Algo que, eso sí, debe funcionar en las dos direcciones: integrando la cultura en el estudio practico de las ciencias y también mediante la fusión de las ciencias o la ingeniería en las artes.

Las investigaciones de la Oficina que lidera Iyengar también han demostrado los beneficios sociales del arte en otros contextos, como el de los veteranos de guerra, y han profundizado en la realidad tecnológica y en su capacidad para expandir la cultura: “Uno de los resultados más significativos que obtuvimos en nuestros estudios fue la alta participación de grupos demográficamente muy diversos en la creación de arte con estos medios electrónicos”.

Por otro lado, y de la misma forma que la cultura es una palanca para la integración social, también se convierte en una vía eficaz para facilitar el acceso al mercado laboral, asegura Iyengar. Esta visión holista del impacto de las artes en la sociedad supone integrar la cultura a todos los niveles: “Desde los que entienden el arte como un valor en sí mismo –los que se dedican al arte simplemente «por amor al arte»– hasta los que le atribuyen un valor económico”. Esto es, según el investigador, analizar la cultura desde su concepción como canal para educar hasta el peso que puede tener en el productor interior bruto del país. 

En última instancia, esto no es más que una de las consecuencias de que las artes hayan dejado de ser un camino lineal: “Las carreras artísticas están cambiando. Los recursos y las oportunidades de los artistas van en aumento, pero hay que tener en cuenta que la gente que se dedica al arte a menudo tiene otras carreras”. De esta forma, advierte Iyengar, la educación artística ya no están delimitada a una sola disciplina o especialidad, sino que parte de una versión integral en la que se desarrollan competencias extensibles a otros ámbitos de la vida personal.

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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en la entrevista titulada "Los jóvenes en riesgo de exclusión que entran en contacto con el arte mejoran sus logros académicos y su compromiso cívico y social",  publicada en el Observatorio Social de “la Caixa”.