Señales de humo
El riesgo de amar
Ana Sharife 6/02/2019
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En todos los años de mi vida no había encontrado una historia de promisión tan trágica como la que quiero contarles. No es Dido quitándose la vida ante la partida de Eneas, ni Werther confesándole a su amigo la desdicha que le produce saber que nunca podrá estar con la mujer amada. Esta es una historia real que transcurre en las Islas Canarias y merece ser rescatada del olvido.
Tomás Tabares de Nava le dedica en 1946 apenas cuatro páginas bajo el nombre Una tragedia lagunera: Decapitación de un noble. En ellas narra el amor entre Úrsula y Jerónimo, una novicia y un oficial que se enamoran en la sociedad del siglo XVII de San Cristóbal de La Laguna (isla de Tenerife). Es la historia de una pareja que se ve sobrepasada por las circunstancias, por su propio deseo ingobernable en un ambiente de absoluta miseria moral.
Los hechos suceden en una España cuyo rey entendía como deber prioritario la defensa del catolicismo: Felipe II, heredero del ambiente del Concilio de Trento y su obsesivo afán por aparentar. Tenía lugar la expulsión de los judíos, moriscos y la persecución de toda religión que no fuera el cristianismo romano, “el único verdadero”. Las calles se llenaban de pícaros e hidalgos ociosos y crecía la improductiva nobleza y el clero.
En mitad de esa ciénaga se desarrolla esta trágica historia de amor. “Vivía Sor Úrsula en el convento de monjas dominicas de Santa Catalina de Sena, que colindaba con la Casa de los Grimones”, relata el historiador, “donde residía el Capitán de las Milicias del País, Jerónimo Grimón y Rojas”. El joven paseaba calle arriba, calle abajo tratando de coincidir cada día apenas unos segundos con la novicia.
En abril de 1651 los enamorados deciden asaltar los cielos, como Hiperión, huir juntos en un navío inglés rumbo al Nuevo Mundo lejos de los rígidos principios morales de la España de entonces. La Priora del convento pone la huida en conocimiento de la justicia, y “el Oidor de la Audiencia de las Palmas se hace cargo del caso, deteniendo a los amantes en el momento en que embarcaban”.
Úrsula fue devuelta al convento y como castigo “recluida de por vida en una diminuta celda de penitencia de la que no salió jamás”. Tan sólo “un pequeño ventanuco enrejado” le permitía “ver parte del altar mayor de la Iglesia”. El capitán fue condenado a muerte dos meses después, y la joven obligada a presenciar su ejecución. “La cabeza de Jerónimo fue clavada en una pica y expuesta durante días como escarmiento”.
Descubierto este texto en la Revista de Historia de la Universidad de La Laguna, todo un fresco sobre el contexto social en que se desarrolla, me devolvió a las montañas helénicas y a los bosques mediterráneos en los que transcurre el retiro del poeta romántico, una especie de guía cuyo verbo encendido ha alumbrado el eterno plan de fuga de tantos lectores.
Son voces rotas, aniquiladas en mitad de una sociedad deshumanizada y ciega de prejuicios, la del joven griego al que la barbarie de la guerra le sobrepasó, la que vivieron Úrsula y Jerónimo, cuyo breve romance fue sueño y pesadilla, cuerpo y sombra. En definitiva, el riesgo de amar que a menudo hace avanzar a los individuos hacia su propio final.
En todos los años de mi vida no había encontrado una historia de promisión tan trágica como la que quiero contarles. No es Dido quitándose la vida ante la partida de Eneas, ni Werther confesándole a su amigo la desdicha que le produce saber que nunca podrá estar con la mujer amada. Esta es una historia real que...
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