El 82% de la ciudadanía cree que hay desigualdad entre mujeres y hombres en todos los derechos
Belén Barreiro 27/02/2019
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España es uno de los países del mundo desarrollado en el que el debate sobre el feminismo ha cobrado mayor protagonismo político, social y cultural. Fuera de nuestras fronteras, la pujanza del movimiento feminista español despierta una mezcla de fascinación y envidia (sana) en los círculos progresistas. Hemos visto cómo, en un plazo relativamente breve de tiempo, las demandas que proceden del feminismo han ido ganando presencia en la calle, en la esfera pública y en el propio ámbito de la política, forzando a los partidos a definirse y a reaccionar. Hoy se habla más que nunca del tema. Por lo demás, la virulencia de las críticas al feminismo en los ambientes más conservadores y machistas testimonia el grado de hegemonía cultural que ha adquirido la causa de la mujer.
La expansión de las tesis y planteamientos feministas ha alcanzado un nivel tal que hoy constituye el movimiento más transversal de la sociedad española. Se trata de una coalición muy amplia que parte del reconocimiento de una injusticia estructural en el reparto de recursos materiales, simbólicos y afectivos entre los géneros y que reclama una corrección profunda de dichas injusticias. El movimiento feminista lucha por esa corrección combinando demandas políticas específicas con la presión de las movilizaciones y, sobre todo, la conformación de un consenso social en el que las reivindicaciones sobre la igualdad suenen naturales, de sentido común.
Gracias a su naturaleza transversal, las tesis feministas han arrasado en la sociedad española. Este avance se ha producido en un corto lapso de tiempo: hay un antes y un después del 8 de marzo de 2018, fecha que se ha convertido ya en un hito mundial. Como no podía ser de otra manera, el éxito feminista ha provocado a su vez reacciones agresivas y campañas de desprestigio. Se ha acusado al movimiento de autoritario, de haber creado una “corrección política” que reprime las voces discordantes y escépticas. Quizá la acusación más dañina sea la que insiste en que las tesis feministas son minoritarias en la sociedad a pesar de su fuerte presencia en la esfera pública, es decir, que no son más que una moda pasajera que cuenta en la actualidad con fuertes apoyos mediáticos pero que no responde a una preocupación extendida en la sociedad. Con otras palabras, que el feminismo se ha convertido en una “burbuja política” de la que muchos tratan de sacar provecho y que casi nadie se atreve a pinchar. Según esta manera de ver las cosas, el día en el que la burbuja finalmente explote, se descubrirá que el discurso feminista no tenía los amplios apoyos sociales que se presumían.
Para salir de dudas, nada mejor que realizar una encuesta exhaustiva que permita determinar el alcance y las limitaciones de las reivindicaciones feministas en la sociedad española. Las encuestas continúan siendo irremplazables para averiguar las grandes tendencias en la opinión pública. Desde 40dB. preparamos la primera encuesta integral sobre feminismo, respondiendo a las preocupaciones planteadas por la revista CTXT. Sus resultados principales se presentaron el día 8 de noviembre en las I Jornadas Feministas Internacionales de Zaragoza, organizadas por esta revista.
Se trata de una encuesta on-line, de ámbito nacional, con una muestra de 1.007 entrevistados, llevada a cabo entre el 11 y el 17 de octubre de 2018. Las preguntas incluyen tanto los problemas “macro” como los “micro”, desde el machismo general que impregna la vida pública española y sus principales instituciones y organizaciones, hasta el machismo en el seno del trabajo y la familia, pasando por las experiencias íntimas de discriminación y coacción que sufren muchas mujeres en su vida cotidiana. Asimismo, la encuesta también pregunta sobre medidas y reformas, desde la formación de género que deberían tener los jueces hasta la política pública que debería seguirse en torno al problema de la prostitución.
2. Desigualdad, machismos, micromachismos y violencia
Así como durante la crisis económica se han realizado numerosos estudios sobre el aumento de la desigualdad de ingresos en la sociedad española, las desigualdades de género no han merecido tanta atención. La opinión pública tiene una visión bastante contundente con respecto a la desigualdad de género: el 82% de los/las españoles/as cree que en este país existe desigualdad entre mujeres y hombres con respecto a sus derechos sociales, políticos y económicos. Únicamente el 6% se muestra en desacuerdo con esta afirmación. Además, son mayoría quienes creen que la situación de la igualdad entre hombres y mujeres está peor en España que en otros países de nuestro entorno. Como cabe imaginar, los porcentajes son más acusados aún en la submuestra compuesta por las mujeres.
La desigualdad de género se manifiesta en múltiples ámbitos. Tiene un componente que podríamos llamar “sistémico”, pero también se encuentra en la experiencia cotidiana de las mujeres. El machismo se detecta en las relaciones inter-personales y desde ahí llega hasta el funcionamiento de las instituciones.
Por un lado, nos encontramos con un machismo ubicuo en la vida social y personal de las mujeres. Nueve de cada diez personas entrevistadas cree que se critica más a una mujer que a un hombre con una vida sexual activa. Asimismo, son mayoría quienes piensan que la pornografía es machista (aún más entre las mujeres). Los umbrales de tolerancia con respecto al machismo son variables dependiendo del asunto del que se trate. Por ejemplo, la sociedad es más laxa con el machismo que impregna el humor: la mitad de la ciudadanía –el 52%– opina que la crítica a los chistes machistas es exagerada.
En el ámbito laboral, el machismo adquiere especial relevancia. La discriminación salarial por género aparece de forma regular en las estadísticas oficiales y así lo refleja también la propia opinión pública. Casi ocho de cada diez personas creen que hoy en día a las mujeres se les paga menos dinero por ejercer el mismo trabajo que los hombres. De la misma manera, casi seis de cada diez entrevistados/as manifiesta que muchos hombres se sienten incómodos teniendo a una mujer como jefa. Esta opinión es sobre todo compartida por mujeres (la diferencia por sexo es de 36 puntos porcentuales).
El estudio indaga también en las opiniones ciudadanas con respecto al grado de machismo de algunas instituciones o sectores, una pregunta inédita que arroja resultados muy interesantes. La ciudadanía considera especialmente machistas algunas profesiones e instituciones: la Iglesia encabeza el ranking de machismo, seguida de la publicidad, la política, la judicatura, el cine o la televisión. Los profesionales que salen mejor parados son los médicos, aunque incluso en este caso una cuarta parte de la población les atribuye actitudes machistas.
Como cabía esperar, la acusación de machismo a personas con las que el entrevistado tiene una relación directa y personal resulta más delicado. En general, al pasar de las estructuras y tendencias sociales a las personas de carne y hueso, los juicios de valor se vuelven más delicados, no sólo por los vínculos emocionales que nos une a ellas, sino también porque al expresar una crítica la persona entrevistada está reconociendo una cierta debilidad en su propia vida. En este sentido, la valoración de que la pareja sea machista sólo aparece reflejada en un 10% de los entrevistados (15,5% en el caso de las mujeres y 4,2% de los hombres). Según se observa en los gráficos, son las mujeres quienes identifican más actitudes machistas entre padres, madres, jefes o parejas.
Pese a que cueste calificar de machistas a los que nos rodean, las mujeres sí reconocen sufrir machismo cotidiano en sus hogares: seis de cada diez admite haber llevado la mayor parte de las tareas del hogar por el mero hecho de ser mujer. El machismo, además, provoca muchas otras situaciones difíciles para las mujeres: por ejemplo, el 35% de ellas confiesa haber pasado miedo volviendo a casa por la noche.
Los datos más escalofriantes del estudio son precisamente los que reflejan las situaciones de acoso y agresión que sufren las mujeres. El 63,5% de ellas reconoce haberse sentido acosada por un hombre, ya sea de forma física o psicológica. Una cuarta parte, además, admite haber sido agredida física y/o sexualmente por un hombre. Llama la atención que sólo el 8% de las mujeres agredidas afirmen haber denunciado la agresión; un 13,6% prefiere no contestar a la pregunta, mientras que el 78,5% no ha puesto una denuncia.
3. Un feminismo transversal
Una percepción generalizada de desigualdad de género en la sociedad española no es incompatible con un avance muy notable de actitudes feministas. El 52% de la ciudadanía ya se siente feminista. Entre los hombres este sentimiento está menos extendido, aunque casi la mitad de ellos se considera feminista (45%). Entre las mujeres lo hace el 58,6%. Este dato es quizá la confirmación más acabada de la naturaleza transversal del feminismo contemporáneo.
Desde un punto de vista político, se aprecian diferencias importantes según recuerdo de voto, pero aun así los niveles mínimos de feminismo son esperanzadoramente elevados. Los más feministas son los votantes progresistas, muy por encima de los votantes conservadores. Entre las/os votantes de Unidos Podemos, el 74% se reconoce feminista; en el electorado del PSOE hay también una mayoría, aunque algo más ajustada, con un 56,7%. Los electorados del PP y de Ciudadanos son prácticamente idénticos en este aspecto: no llegan a cuatro de cada diez los/las que se sienten feministas: a pesar de que se trata de porcentajes bajos, son lo suficientemente importantes como para que los partidos de la derecha no puedan enarbolar un discurso abiertamente anti-feminista.
Sentirse feminista no implica necesariamente ser activista. De hecho, la mayoría de quienes se declaran feministas se consideran poco o nada activo/a. Igualmente, son pocas las personas feministas que participan en actividades que convocan las organizaciones feministas o que militan en ellas. Entre los y las feministas, el feminismo se vive sobre todo incorporando en el día a día valores como la libertad, la igualdad, la independencia y el empoderamiento. Esto es así en todas las generaciones, aunque aún más entre los más jóvenes.
No son tantos/as quienes admiten haber participado en la huelga del 8 de marzo: así lo reconoce dos de cada diez, una cifra por debajo de la que recogió el estudio de 40dB para 20 minutos (Ulises) a los pocos días de la huelga (el 44%). Es posible que la memoria nos traicione y que la formulación de la pregunta, más concreta que en Ulises, sea la causante de las diferencias en las respuestas (en Ulises se preguntaba por formas de participación y movilización diversas, mientras que en esta ocasión se ha preguntado solamente por la participación en la huelga). En todo caso, las mujeres participaron casi el doble que los hombres. A pesar de estos niveles relativamente bajos de implicación directa en las movilizaciones, el 47% de la opinión pública declara mantenerse informada sobre el movimiento feminista.
En contra de los discursos que critican el feminismo como una ideología divisiva y confrontacional, la gran mayoría social (siete de cada diez personas entrevistadas) entiende que el feminismo no se ejerce contra nadie, teniendo como objetivo la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Tampoco parece haber calado especialmente la tesis de que el feminismo busca privilegios arbitrarios o inmerecidos para mujeres: tan sólo el 30,5% cree que el movimiento feminista beneficia únicamente a las mujeres (sube hasta el 36,9% entre los hombres).
Pese a que los votantes progresistas se sienten mucho más feministas que los conservadores, casi el 48% de la opinión pública cree que el movimiento feminista no es ni de izquierdas ni de derechas. El 38,7% lo califica de izquierdas, mientras que únicamente el 1,2% lo identifica con la derecha.
Los datos, pues, confirman claramente la naturaleza transversal del feminismo en España.
4. ¿Qué hacer?
Los poderes públicos tienen tarea por delante. Mayorías abrumadoras, por encima del 80%, creen necesario que se fije por ley la igualdad salarial entre hombres y mujeres; que los jueces reciban formación sobre igualdad para que no se dejen llevar por estereotipos o prejuicios machistas a la hora de dictar sus sentencias; y que se equiparen los permisos de maternidad y paternidad haciéndolos intransferibles, de forma que ambos progenitores disfruten de 16 semanas de baja. Además, más del 60% de las personas entrevistadas piensa que se debe introducir la perspectiva de género en el Código Penal, así como establecer una remuneración para el trabajo doméstico en el hogar propio. Cambiar el lenguaje actual para hacerlo más inclusivo, utilizando, por ejemplo, la palabra ‘el alumnado’ en lugar de ‘los alumnos’, recibe menor respaldo, si bien cuatro de cada diez entrevistados/as es partidario/a de hacerlo. En términos generales, se observa que el respaldo a estas medidas es mayor entre las mujeres que entre los hombres, así como entre los más jóvenes.
Contrariamente a lo que sucede en el resto de asuntos por los que pregunta la encuesta, la prostitución despierta opiniones contrarias a lo que piensa una parte importante del movimiento feminista. Seis de cada diez personas están a favor de la legalización, mientras que sólo una de diez optaría por abolirla. Cabe destacar que el 28% no tiene claras sus posiciones, ya sea porque aún no sabe qué pensar o porque no esté de acuerdo con ninguna de las dos opciones de respuesta que se plantean. Se trata, por tanto, de un asunto en el que una parte de la opinión pública aún está por definirse.
Entre las personas a favor de la legalización, más de nueve de cada diez opinan que las administraciones públicas deberían conceder a las prostitutas derechos, seguridad social y posibilidad de pagar impuestos. Entre los/las partidarios/as de la abolición, tres cuartas partes creen que las administraciones públicas deberían apoyar a las prostitutas en su transición a una nueva forma de vida. La sociedad, por tanto, está muy sensibilizada con la difícil situación que viven las mujeres condenadas a practicar la prostitución y, ya sean abolicionistas o pro legalización, es favorable de manera abrumadora al apoyo y protección de las mujeres que sufren esa situación.
5. Recapitulación
Los datos de esta primera encuesta sobre feminismo permiten llegar a algunas conclusiones. En primer lugar, el feminismo, lejos de ser una burbuja, constituye en la actualidad una de las fuerzas sociales y políticas más potentes. El feminismo ha conseguido colarse en el “sentido común” de la sociedad: conductas y situaciones que hace no tanto se podían percibir por amplias mayorías como normales o tolerables, hoy resultan inadmisibles. Se ha producido una concienciación muy importante en este tema. Así, se señalan deficiencias en la igualdad de género tanto en la esfera familiar y personal como en el mundo laboral y en el funcionamiento de muchas instituciones y sectores de la vida pública.
En segundo lugar, el feminismo es un movimiento transversal. Si bien hay diferencias significativas por género, la sociedad no está partida en dos mitades más o menos equivalentes en torno a las cuestiones de igualdad de género. Las mujeres pueden contar con el apoyo y complicidad de una parte muy importante (aunque todavía no mayoritaria) de los hombres. Políticamente, el feminismo encuentra un mejor aliado en los partidos progresistas que en los conservadores, pero incluso dentro de los conservadoras hay una minoría suficientemente grande de partidarios de la causa feminista que impide que estas formaciones puedan caer en la tentación de buscar una ventaja electoral criticando el feminismo.
En tercer lugar, hay consensos suficientemente amplios para que los poderes públicos emprendan una política ambiciosa de reformas en cuestiones de género, colocando a España en una posición destacada, como ya ocurrió durante la década pasada con la extensión de los derechos civiles. Para ello será necesario que la presión de la sociedad civil, y sobre todo del movimiento feminista, continúe ganando posiciones.
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Belén Barreiro es directora de 40dB. y ex presidenta del CIS.
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