Una piedra incómoda en la papeleta electoral
España aún no ha reflexionado sobre la escasa representación política de personas migrantes y racializadas
María Clara Montoya 17/04/2019
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María del Carmen y Antonio son los nombres más frecuentes en España. Las probabilidades de que esos nombres vengan precedidos por los apellidos García o Rodríguez son de 31 y 20 de cada mil, respectivamente. Al echar un vistazo a las listas electorales de los más de 70 partidos que se presentan a las elecciones al Congreso y al Senado, más allá de los Pedro, Alberto Carlos, Pablo o Santiago que encabezan las candidaturas, nos encontramos con más de 200 mujeres que llevan el nombre de Carmen y más de 300 hombres llamados Antonio y esa muestra representa a una ciudadanía muy concreta pero, ¿qué hay de nombres como Yeison, Aida, Luc o Rita y al acompañarlos de apellidos como García López, Quinatoa, André o Bosaho?
España convive con más de un diez por ciento de población extranjera que cuenta con una representatividad política escasa porque, de inicio, está la barrera burocrática que exige poseer nacionalidad española para optar a las listas de las cámaras y, por otro lado, desde los partidos aún no se han planteado debates firmes en los que se cuestione esta ausencia. Hasta ahora no se ha dado en España una figura como la de la senegalesa Sibeth Ndiaye, la primera mujer negra que ostenta la portavocía del Gobierno francés. Aunque su reciente nombramiento ha tenido críticas por su anterior trabajo como asesora del presidente Emmanuel Macron, en el que incluso admitió que “mentiría para protegerlo”, su ascenso dentro de la presidencia francesa está cargado de simbolismo.
Aida Quinatoa lleva 19 años en España. Es ecuatoriana y fue una de las impulsoras de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) cuando ni siquiera tenía ese nombre. Es la candidata número 12 de Unidas Podemos por Madrid. Además de su compromiso político y social, forma parte de ese grueso de migrantes que cuida a los mayores del país. Con contundencia, responde que se decidió a entrar en un partido político porque “existe una necesidad urgente de explicar que los migrantes no nos quedamos con los brazos cruzados”. Ella no lo hizo, puesto que cuando la crisis se materializó en el aumento de los desahucios, levantó su voz contra los bancos porque no soportaba la idea de ver a sus compatriotas en la calle.
Como explica la politóloga experta en interseccionalidad y técnica especializada en Género por la Universidad Carlos III de Madrid, Alicia Valdés, la implicación de colectivos migrantes en la sociedad civil antes que en partidos tiene un sentido y es la falta de espacios propios dentro de la política, donde no hay “sitios seguros sobre los que tratar los problemas, las experiencias y las realidades” a las que hacen frente.
Esta reflexión también la tuvieron Quinatoa y su compañero de lista Yeison García López. Ambos entraron en Podemos por su trabajo con la diputada ecuatoguineana Rita Bosaho. Bosaho es una de las voces más fuertes contra el racismo en España en el ámbito político y, en parte, contribuyó a impulsar las candidaturas de Quinatoa y García López por la necesidad de incluir las perspectivas de las voces propias, aunque el proceso fuera difícil.
García López, número 14 por Madrid en la lista de Unidas Podemos, nació en 1992 en Colombia, creció en España y esa realidad la comparte con los miles de millennials migrantes que fueron criados aquí. En su vida se entrelazan los orígenes migrantes con el desarrollo de las experiencias vitales en otro sitio diferente y tomó conciencia sobre este hecho en la Universidad. Si antes se dejaba llevar por estereotipos sobre los migrantes y los afrodescendientes, allí reflexionó sobre su negritud y también sobre esa negación constante de la sociedad.
Ese juego, en el que a pesar de estar asentados, los migrantes aún son “el otro”, como señala García, contribuye a que sea difícil explicar la situación, las preocupaciones y miserias como colectivo. Para Quinatoa, esa desarticulación “nos hace vulnerables y nos aparta de la comunidad porque la desorganización nos excluye”.
Los programas de los principales partidos políticos se orientan sobre todo a promover políticas hacia los migrantes recién llegados, y no a quienes se han arraigado en el país
La politóloga Alicia Valdés apunta que “la falta clara de compromiso y concreción por parte de las fuerzas políticas a la hora de introducir las demandas migrantes y racializadas” y “la ausencia de un debate público en la sociedad sobre el racismo” son algunos de los motivos que evidencian este vacío. Los programas de los principales partidos políticos se orientan sobre todo a promover políticas hacia los migrantes recién llegados, y no a quienes se han arraigado en el país y esa falta, se materializa lógicamente en las listas.
Valdés recalca que uno de los fallos que complican la entrada en política de personas migrantes o racializadas es que “solo cuentan con apoyo al defender las propuestas de su partido” y eso reduce su presencia a una anécdota. Eso lo sabe muy bien Yolanda Villavicencio: fue la primera diputada inmigrante de la Asamblea de Madrid, en la época de Tomás Gómez, y recuerda que su disenso con él y ser crítica con la disciplina de partido penalizaba.
Villavicencio, que vive desde hace más de treinta años en España, fue parlamentaria regional del PSOE en la VII legislatura (2007- 2011) y recuerda esa época como convulsa, falta de transparencia. Como el del resto de protagonistas en este reportaje, su activismo, en su caso en AESCO, una entidad que brinda apoyo jurídico, laboral y social a las comunidades migrantes latinoamericanas, fue lo que luego la llevó a la política. Su ingreso en el PSOE llegó en un momento en el que los partidos veían que incluir a migrantes en sus listas atraería a un número significativo de votantes, y de hecho, señala que incluso se vivió una “disputa” por ese voto entre PP y PSOE.
Explica que no era cercana a ningún líder dentro del partido y esa oposición, en la que “no puedes plantar mucha cara”, fue lo que la llevó a no repetir en las siguientes candidaturas, y estas historias las relató en el libro ‘Una sudaca en el parlamento’. No obstante, está convencida de que iniciativas como la que permitió que la comunidad colombiana pudiera votar en las elecciones municipales con Número de Identidad de Extranjero (NIE) o evidenciar que el movimiento antidesahucios movilizó a los migrantes de forma masiva, salieron adelante por su activismo y condición migrante.
Pero como puntualiza la politóloga Valdés, a veces, aunque haya orígenes migrantes detrás, hay ejemplos que, en la práctica, no se posicionan en el antirracismo. Es el caso de los candidatos que encabezan las listas de Barcelona en el PP y en Vox. Cayetana Álvarez de Toledo, española pero de ascendencia Argentina y noble, e Ignacio Garriga, también español de nacimiento pero de ascendencia ecuatoguineana, se cobijan en partidos que no plantean estos debates sino que promueven una inmigración “legal, ordenada, vinculada a un contrato de trabajo y con la voluntad de integración y respeto a las costumbres de la nación que les acoge”, en el caso del PP, y deportación de los inmigrantes ilegales a sus países de origen y suprimir la institución del arraigo como forma de regular la inmigración ilegal, en el caso de Vox.
Y la exparlamentaria Villavicencio cree que la movilización en este momento debe centrarse en el arraigo. Actualmente, España es uno de los países de la UE con más solicitantes de asilo y por eso sugiere que ahí es donde la migración debe sentirse sujeto político, “no en el sentido de organización per se, sino con una mayor capacidad movilizadora”, y esta pelea “corresponde a la nueva oleada que movilice, porque estar dentro de un partido no garantiza nada”, subraya.
“Se pueden hacer gestos pero no hay un espacio dentro de la política”, resumen Aida Quinatoa y Yeison García, los dos candidatos de Podemos. A pesar de que ambos optan al Congreso después de haberse sometido a un proceso de primarias, consideran que una vez dentro del partido existe un techo en el que es muy difícil crear red. “No tenía amigos dentro de Podemos. No sabía cómo moverme ahí. Pensé que sacaría 50 votos en las primarias”, subraya Quinatoa.
Alicia Valdés insiste en que debe haber margen “para que se planteen líneas discursivas dirigidas a la mejora de los colectivos migrantes o racializados” para huir de esa figura en el que estos candidatos puedan parecer un token. Quinatoa no quiere que la consideren “ni medalla ni membrete”. Y tiene claro que seguirá su lucha aunque no consiga un escaño porque el objetivo final es que “nuestras propuestas sean escuchadas y que se asienten “bases críticas para el futuro”.
Por su parte, Yolanda Villavicencio considera que el avance real vendrá cuando los migrantes ocupen órganos de dirección en los aparatos de los partidos porque, mientras no estén, “su presencia seguirá siendo testimonial”. Para combatir este hecho, Alicia Valdés aboga por la adopción de protocolos anti-discriminación y la introducción de cuotas. Con esperanza, Yeison García López apunta que España “no está tan lejos” de tener un símbolo con la prominencia de la estadounidense de orígenes latinos Alexandria Ocasio Cortez, “al fin y al cabo, los partidos van tarde a los cambios que se producen en la sociedad”.
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