Sara Prestianni / Investigadora de ARCI y Migreurop
“La UE impone precio a los fondos de desarrollo: devolver inmigrantes”
Amanda Andrades 2/07/2019
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Sara Prestianni (Fano, 1979) creció en el centro norte de Italia como hija de inmigrantes sicilianos, en una época en la que La Liga aún incluía el apellido Norte en su denominación y los del sur, calabreses y sicilianos, eran su chivo expiatorio favorito. Esa vivencia, se cruzó en su adolescencia, en los años noventa, con las imágenes de los barcos cargados de albaneses en la costa de Puglia. Y “esa mezcla de cosas”, explica un lunes muy temprano en un café del madrileño barrio de Lavapiés, le hizo pensar en que “algo estaba pasando y algo había que hacer”. Su trayectoria vital y profesional ha ido concretando esos algos en la defensa del derecho a migrar y la denuncia de la externalización de fronteras.
“La primera propuesta de externalizar campos de refugiados a países como Túnez, Libia, Egipto para que se procesen allí las solicitudes de asilo es la de Tony Blair”, recuerda la coordinadora del proyecto Externalisation Policies Watch de la asociación italiana ARCI y miembro de la red europea y africana Migreurop.
Ceuta, Melilla, Canarias, Lampedusa, Mauritania, Senegal, Níger, Sudán… son algunas de esas fronteras, cada vez más lejanas, a las que Prestianni ha viajado para investigar, entrevistar y recabar testimonios.
¿Qué es la externalización de fronteras?
Es colaborar con terceros países, de origen y tránsito de los migrantes, para que ellos se encarguen del bloqueo y del control de la frontera y además colaboren en acelerar las devoluciones de sus ciudadanos o de los que han transitado por sus países y que ya están en territorio europeo.
¿Por qué es peligroso?
Por muchas razones. Primero, no se eligen los países que más respetan los derechos humanos, sino aquellos que a nivel geográfico son interesantes. A lo largo de los años se ha colaborado con dictaduras como la que ahora es Turquía o Sudán, con democracias muy frágiles que habrían necesitado otro tipo de colaboración como la de Níger o Túnez, con Estados que reprimen cotidianamente a sus ciudadanos como Egipto, y también con países que hacen negocio con los migrantes para sus intereses económicos y geopolíticos como Marruecos o Libia. En la época de Gadafi, este hizo un verdadero negocio. No económico, pero sí para ser aceptado a nivel internacional, después del embargo, para que le pusieran la alfombra roja en sus visitas a París y Roma. Por supuesto, eso tiene impacto en la violación de los derechos humanos de los migrantes, pero, además, también en la desestabilización de esos países. Ahora el ejemplo, muy evidente, es Libia. Estamos apoyando a uno de los tres gobiernos que hay porque desde su zona salen los migrantes. Y solo mirando los intereses electorales de Italia, para que el ministro de Interior pueda decir que no llega ningún migrante.
Pero los acuerdos con Libia ya se los encontró hechos Salvini.
Los acuerdos con Libia son de febrero de 2017. Y fueron ratificados por el Parlamento, en una clara violación del artículo 80 de la Constitución que prevé que cada convenio internacional tiene que votarse en las Cámaras. Se justificó con que era un anexo al acuerdo de 2008 de Berlusconi y Gadafi. Este es el marco general de colaboración, pero Italia ya había empezado en 2017 a tener dinero del fondo fiduciario europeo, 46 millones de euros, para gestionar y apoyar a la guardia costera y a la de fronteras terrestres libias. Sin tener en cuenta que estas tenían relaciones muy cercanas, o estaban muy mezcladas, con algunos de los actores que gestionaban la salida de los migrantes y con muchas milicias. La conexión con las milicias quedó clara en un informe del Consejo de Seguridad de la ONU. Fue un pacto en el que Italia de alguna manera convencía a los traficantes de personas para que se transformasen en gendarmes de Europa. De hecho, así fue; en Italia hubo un bajón de llegada de migrantes de hasta el 80%. Todo eso era instrumental a la elección de marzo [de 2018], en la que el Partido Demócrata reivindicaba mucho ese resultado. Nosotros denunciábamos sus efectos. Si los traficantes no tienen ingresos con la salida de los migrantes en barcos, tienen que hacer un balance económico, y desarrollaron otro business, los centros de internamientos, la manera de venderse migrantes unos a otros. Con torturas cotidianas, violencia, violación de los derechos humanos...
¿La externalización de las fronteras es eficaz con respecto a sus objetivos?
No es eficaz, si el objetivo era parar la llegada de inmigrante, no. Lo vemos con el ejemplo del fortalecimiento de las fronteras de Ceuta y Melilla, sobre todo, en 2006 con la concertina en Melilla. Se desplazó la salida a Mauritania, a Senegal, hacia Canarias. Además, colaborar con dictadores también tiene un impacto muy frágil. Por ejemplo, tras el acuerdo en 2008 con Gadafi, se produce una disminución de llegadas los dos años siguientes, y en 2011, la instrumentalización total de los migrantes, puestos en barcos desde el lado de Gadafi para intentar convencer y bloquear la acción de la OTAN contra él. Ahora nos arriesgamos a una situación parecida. Tanto desde el lado de [Jalifa] Hafter como desde el de [Fayez] Al Sarraj se está instrumentalizando la cuestión de las migraciones. Va a llegar un día en que les puede interesar más dejar salir a los migrantes. También ocurre en Turquía, puede llegar un día en que a Erdogan le pueda interesar más abrir sus fronteras. Es un negocio con las vidas de las personas.
Hay otro país menos conocido que Libia, Turquía o Marruecos que es también un ejemplo de estas políticas de externalización de fronteras y en el que ha trabajado, Níger. ¿Qué está ocurriendo allí?
Níger ha sido uno de los partners privilegiados de la UE y de algunos Estados miembro desde 2015. ¿Por qué? ¿Qué pasó ese año? Se dio un giro en las políticas de externalización. Dejaron de ser algo bilateral, real pero informal en los acuerdos. Se institucionalizaron mediante fondos específicos para la externalización. Los 6.000 millones de euros para Turquía y los 4.300 millones para el Fondo Fiduciario para África. Níger es el primer beneficiario. Este país era la etapa previa a Libia para todos los migrantes de África subsahariana. Había una especie de vida económica alrededor de las migraciones. Para la mayoría de los migrantes, el horror empezaba al llegar a la frontera con Libia. Lo que le pidió la UE a Níger –y este aceptó– fue una ley de criminalización de los tráficos de los migrantes, la ley 036. Con ella empezaron a hacer controles y a bloquear y a detener los coches con los migrantes y a meter en la cárcel a los jóvenes de Agadez que hacían el paso. Además, se han desarrollado puntos biométricos de recogida de datos en la frontera sur con Burkina Faso, en Agadez en el norte y en la capital, en Niamey. En toda esa zona existe el protocolo de libre circulación del espacio Cedeao [Comunidad Económica de Estados de África Occidental, compuesta por 15 países]. Y se está violando completamente porque se está bloqueando e impidiendo el movimiento en medio de ese espacio.
¿Qué consecuencias ha tenido esta ley?
Los migrantes han cogido otras rutas por el interior de Níger, por la frontera con Argeria o con Chad, con más riesgos. Cuando entrevisté a [Mohamed] Bazoum, el ministro de Interior de Níger, me lo dijo muy claro: “Vamos a militarizar todos los puntos de agua que están en la ruta de los migrantes”. Entonces los traficantes ya no pasan por esos lugares, es demasiado arriesgado, y van con muy poca agua, por rutas donde hay muchos más bandidos. Y, por supuesto, quienes pueden cubrir esas rutas ya no son los jóvenes de Agadez que antes podían desplazarse entre dos puntos, sino que son traficantes mucho más organizados. Las consecuencias para los migrantes son que ha aumentado de manera exponencial el número de muertos en el desierto. Se habla muy poco porque quedan bajo la arena, pero es una de las consecuencias, muy claras, de políticas europeas.
ha aumentado de manera exponencial el número de muertos en el desierto. Es una de las consecuencias, muy claras, de políticas europeas
Además, las rutas también se han desplazado a Malí. ¿Y quién controla el norte de este país? Los supuestos grupos que, en teoría, Europa tendría que combatir. Y, sin embargo, les estamos dando más dinero porque les estamos añadiendo otro tráfico, el de seres humanos, al que ya tienen de armas y drogas. Rutas, como el norte de Malí, son mucho más peligrosas. ¿Y qué ocurre en Argelia? Este país, al ver subir el número de pasajes, ha empezado a hacer devoluciones muy violentas –35.000 solo en 2018– hacia Níger. Los relatos y las heridas que llevan en el cuerpo son alucinantes y nos hacen comprender el horror que se está viviendo ahora en la ruta del Sahel, el horror que se está viviendo con esta política de externalización de fronteras en la región.
Ha mencionado el Fondo Fiduciario para África, creado en el 2015 con el objetivo de acabar con las causas de la migración. Hay evidencias de que esos fondos detraídos del desarrollo se están usando para el control migratorio.
Claro. El Fondo Fiduciario se creó con la idea de ser un fondo flexible para una urgencia. Siempre digo que hay que mirar bien ese concepto de crisis, construido para justificar ese tipo de medidas. La mayoría de esos fondos, el 90%, llega de fondos europeos al desarrollo y otra parte de contribuciones de Estados miembros. Una parte, la mitad casi se está utilizando bajo el concepto de desarrollo, pero en esa idea de desarrollo ligada a migración, condicionándola a la cuestión de las migraciones. Esto se basa en un concepto falso. Puede decirlo cualquier economista: de un país que se desarrolla más, más salen los migrantes. No es verdad que más desarrollo signifique menos migraciones. Y luego qué significa desarrollar. Un ejemplo, uno de los más graves, es Sudán. Hay proyectos financiados con fondos fiduciarios para que los refugiados eritreos se arraiguen en los campos de refugiados de las regiones de Kassala, en la frontera con Eritrea, campos donde entran los hombres de la dictadura eritrea. No es una cuestión de desarrollo. La otra parte, son fondos para proyectos de control,de fronteras. Por ejemplo, el apoyo a la ley 36/2015 en Níger o los 45 millones de euros en 2015 y los 46 en julio de 2017 para el Ministerio del Interior italiano para apoyar proyectos de apoyo a la guarda costera libia.
No es verdad que más desarrollo signifique menos migraciones
Otro concepto sobre el que ARCI trabaja es el de la frontera invisible, ¿en qué consiste?
Se desarrolla tanto en Europa como en África. A nivel europeo, en los últimos meses se ha aprobado la creación de una base de datos con huellas dactilares y reconocimiento facial de los ciudadanos extranjeros que entran en Europa. Es un gran negocio. Y a nivel africano, además del desarrollo de esas técnicas de biometría para el registro civil, la OIM, no con fondos europeos, sino japoneses y canadienses, está llevando a cabo todo un sistema de biometría en todas las fronteras de Níger. ¿Eso qué significa? Lo puedes ver en su página Facebook; la OIM ha ofrecido a la policía local una camioneta que es un punto de frontera móvil, de recogida de huellas digitales con un sistema gestionado por la propia OIM, el sistema Midas, donde colaboran con Frontex. Las huellas luego van a ser tratadas por la DST, la policía central nigerina. ¿Hasta cuánto estos datos se van a quedar solo en Níger? ¿Cuándo van a ser compartidos con los países de la UE? Son datos valiosos para los europeos porque, firmar acuerdos de readmisión para aquellos que han hecho el tránsito por Níger, te permite devolverlos al llegar a Italia. Aún no estamos ahí, pero está muy claro en todas las discusiones, por ejemplo, en el Plan África en España, o en todas las políticas italianas, con la cláusula de condicionalidad: si quieres fondos de desarrollo, tienes que colaborar con la devolución de los migrantes. Eso está escrito por todos lados.
Las fronteras invisibles son menos criticadas que una valla, pero tienen un impacto tan fuerte como una valla. Y además, vamos viendo la multiplicación de encuentros sobre seguridad y el negocio de la tecnología y de la gestión de las fronteras, en lo que se mezcla inmigración, antiterrorismo, y seguridad. En uno de esos encuentros, en el que estuve, en el Security Research Event en Bruselas, donde había representantes de la Comisión Europea, de la industria de la seguridad y de la universidad que investiga sobre nuevas formas de control de fronteras, lo dijeron muy claramente: vamos a desarrollar el mercado europeo de la seguridad. ¿Y cómo hacerlo mejor? Creando un enemigo, una idea de invasión que justifica el aumento de los fondos europeos de seguridad y de migraciones. Si vemos el proyecto del MFF (el Marco financiero plurianual de la Unión Europea) está claro: se está aumentando muchísimo los fondos de gestión y de seguridad de fronteras. Y esto frente a lo que reivindican ellos mismos, los gobiernos, una bajada de la llegada de migrantes. ¿Entonces qué necesidad tenemos para que la prioridad europea sea el desarrollo de todos esos sistemas securitarios alrededor de Europa y de África? La respuesta se encuentra en esos encuentros que se están desarrollando en Europa y fuera, en los que la migración, junto con el terrorismo, es el nuevo mercado europeo.
la migración, junto con el terrorismo, es el nuevo mercado europeo
¿Qué empresas están en ese mercado?
Son varias. Por ejemplo, Leonardo, lo que antes era Finmeccanica, tuvo un fondo muy importante para desarrollar una frontera invisible entre Níger y Libia, en la época del acuerdo de agosto de 2008 firmado por el Gobierno de Berlusconi con un miembro de la Liga como ministro del Interior. En aquella época, el tesorero de la Liga estaba también en el consejo de administración de Finnmeccanica, lo que dejó muy claro que uno de los intereses de ese acuerdo era poder tener esos ingresos de gestión de fronteras. Luego vemos, por ejemplo, una industria paraestatal como la francesa Civipol, que lleva gran parte del mercado de biometrización del registro civil de países africanos o Airbus.
También hay que preguntarse si no hay un riesgo de que todas esas herramientas dadas en manos a estos países se utilicen para la represión de la población civil. Pienso, por ejemplo, en todo los barcos donados por Italia y Francia a Libia que han sido utilizados para conflictos que no tenían nada que ver con las migraciones. O en Egipto con todos los sistemas de seguridad que se están entregando con la excusa de la migración a un país con un muy alto número de desapariciones y de represión de la sociedad civil.
Otro de los países que suele poner de ejemplo de esto es Sudán, ¿por qué?
Sudán ha recibido 100.000 euros de fondos fiduciarios, no directamente, pero de distintos proyectos. Cuando fui en diciembre de 2016 con parlamentarios del GUE [Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea] para seguir a algunos migrantes devueltos desde Italia bajo el acuerdo de 2016 entre Italia y Sudán, ya se sabía que alguna agencia de cooperación estaba usando fondos fiduciarios para desarrollar proyectos de formación de la guardia de frontera sudanesa. Lo que no quedaba muy claro era cuántos integrantes de las milicias estaban formándose ahí. En esa época, Omar Al Bashir, como en su momento Gadafi, tenía todo el interés en colaborar con la UE en el bloqueo de los refugiados eritreos para así rehabilitarse en el plano diplomático internacional. Y esto se vio en cómo empezó a hacer redadas de eritreos y devolverlos. Ese fue el primer paso. El segundo fue el anuncio de una guardia de frontera específica para el control de drogas, migración, terrorismo, las Rapid Super Force. Estas llegaron a mandar una carta al Parlamento europeo diciendo ‘somos vuestros colaboradores’. Y en la UE todos decían no, no los estamos apoyando. Puede ser que no hubiera dinero directo europeo, pero colaboramos con Al Bashir y él había puesto esa fuerza que estaba casi toda compuesta por milicianos de Janjaweed, muy conocidos por los horrores de Darfur. Las Rapid Super Force emitían comunicados de prensa del tipo: “Hemos arrestado 50 migrantes que intentaban atravesar la frontera con Libia”, normalizándose como la nueva guardia de frontera de Sudán. En 2016 empezaron en la frontera con Libia y luego les pusieron también en la frontera con Eritrea. De hecho, esta se cerró. Al mismo tiempo, en 2017 y 2018, empezaron a tomar poder en Jartum, a controlar a los migrantes. Y como nos decían unos activistas sudaneses, si vosotros seguís colaborando con Al Bashir, nosotros nunca tendremos justicia por lo que ocurrió en Darfur. Y además ha tenido impacto sobre la población civil. La Rapid Super Force, la milicia Janjaweed, normalizada por Omar Al Bashir para justificar el control de fronteras, ha sido tan fortalecida en estos últimos años que ahora son el brazo armado que está cogiendo a los militantes de la revolución sudanesa, poniéndoles piedras y tirándoles al Nilo, con una violencia brutal.
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Autora >
Amanda Andrades
De Lebrija. Estudió periodismo, pero trabajó durante 10 años en cooperación internacional. En 2013 retomó su vocación inicial. Ha publicado el libro de relatos 'La mujer que quiso saltar una valla de seis metros' (Cear Euskadi, 2020), basado en las vidas de cinco mujeres que vencieron fronteras.
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