RETRATOS SONOROS / LAS SIN SOMBRERO (I)
Me llamo Josefina de la Torre, hice cine y fundé mi propia compañía de teatro
Susana Hernández 31/07/2019
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Josefina de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1907 - Madrid, 2002)
Durante la guerra me puse a escribir folletines para sacar algo de dinero, corrían malos tiempos. No era exactamente lo mío, pero me gustó hacerlo. Me llamo Josefina de la Torre y, si quieren que les diga la verdad, tampoco sé qué es exactamente lo mío. Muchas cosas me vienen de familia. Mi abuelo fue historiador, novelista y músico; mi padre se dedicó a los negocios, pero estuvo siempre metido en el mundo intelectual de Las Palmas; fue mi tío el que me dio el empujón más grande para que me dedicara a la música, y luego estaba mi hermano, que escribía y que tiraba de mí para convertirme en actriz de su compañía, el Teatro Mínimo. Lo primero que hice fue escribir versos, quizá un poco precoz, a los ocho años. Le hice un poema a Galdós. Y es que a veces digo que soy lo que soy porque nací en Canarias, y estoy llena de luz y esa luz me impulsa como un velero. Un día aterricé en Madrid de la mano de mi hermano. Le daban el Premio Nacional de Literatura. Conocí a Pedro Salinas, que me llamaba “muchacha-isla” y que escribió el prólogo a mi primer libro de poemas. Yo paraba por la Residencia de Estudiantes, fui parte de eso que llamaron después Generación del 27. “Mira / me gustas porque sabes / decir mentiras”, decían unos versos de aquella época. “Si dijeras verdades / no me gustarías. / ¡Qué dulce que sabe / la mentira! / Es buena, / noble, / decisiva. / Y la verdad / ¡qué tonta y desabrida!”. Versos y versos, luego de pronto me vi doblando a Marlene Dietrich en los estudios de la Paramount en Joinville, en Francia. Estaba allí Buñuel, teníamos el mundo en las manos, hacíamos lo que queríamos. Trabajé como actriz, me concentré en mi carrera como soprano, participé en un montón de zarzuelas. ¿Un día, si tuviera que elegir un día? Pues aquel en el que canté en el María Guerrero acompañada al piano por Cipriano Rivas Cherif. Yo misma compuse las partituras de mis canciones, y les puse letra. Pero hubo miles en realidad, la República lo permitía todo, Madrid era una fiesta inagotable. Hasta que estalló la guerra y se acabó la fiesta y se acabó todo. Se fueron mis grandes amigos. Atravesé un vasto desierto de soledad. Pero conseguí seguir después con la misma fuerza. En 1940, ya en Madrid, me dirigió Luis Escobar en el montaje de una obra de Calderón. Hice cine, fundé mi propia compañía de teatro, escribí novelas, algún que otro poema. Lo abarqué todo, en todo me fue bien. Viví hasta los 95 años, tuve suerte, supongo.
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La siguiente entrega, Ángeles Santos Torroella, se publicará el 7 de agosto.
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