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Se llama A. Lo sé porque me pilla cerca el local que lleva su nombre. A. regenta en el centro de Sevilla una tienda de comidas para llevar. Hoy, le anuncia a la ciudad, vacía a finales de julio, que ha cerrado por motivos personales. Tengo la costumbre de pararme a leer los carteles de “Cerrado por” con la misma atención con la que me paro en las columnas de sucesos. Las columnas de sucesos y los “cerrado por” son una fuente de conocimiento y un filón buenísimo para la curiosidad. Si uno lee en el periódico que un tipo solitario ha atracado una farmacia a punta de pistola, uno aprende automáticamente que las farmacias son un negocio rentable, sin necesidad de leer informes del Banco de España que se lo confirmen. Después de años leyendo columnas de sucesos, puedo asegurar que es raro el caso en el que alguien atraca a punta de pistola una librería, un videoclub o un karaoke. Quien se mete en un jaleo así se convierte automáticamente en una voz autorizada en materia económica. Si ha elegido farmacia, bien elegido estará. Después del conocimiento, la curiosidad. ¿Por qué atracó el tipo la farmacia? ¿Habrá detrás de las siglas publicadas (tres, salvo que tenga un nombre compuesto) una historia personal digna de que Netflix o HBO se pongan las pilas? ¿Por qué lo hizo solo? ¿Es un tema logístico? Quizá se trate de un perfeccionista en lo suyo, alguien que, como los fontaneros –buf, vaya chapuza te han hecho aquí– nunca se fía de otros compañeros de gremio. O quizá el pobre hombre no tuviera amigos lo suficientemente íntimos como para pedirles un favor así. ¿Cómo será la noche anterior a dar un palo en solitario? ¿Duermes? Si lo haces, ¿sueñas con el palo? En fin…

Volviendo a A., el hombre que prepara comidas para llevar, también se prepara para ser padre. Lo cual tampoco deja de ser una película de acción a nivel de atraco a farmacia. El cartel que ha colocado en su tienda nos da información sobre él. Mucha. Un folio A4, sujeto a la chapa del establecimiento por unos fixos muy mal puestos –un experto en estructuras reprendería severamente esos enganches–, nos habla de la poquísima experiencia en eso de cerrar por motivos personales. A. es, por tanto, un profesional o un autónomo, que al caso viene a ser lo mismo. También sabemos que A. es un tipo sobrio, que valora la corrección, las formas. A. no ha escrito “Vecinos: cierro porque voy a ser padre, se va a llamar Eva y los médicos dicen que viene sin ningún problema”. No. A. es discreto y ha optado por la fórmula tradicional. Cerrado por motivos personales. Sin embargo, la sobriedad y profesionalidad de A. –lo imagino entregando tuppers con la meticulosidad de un relojero– se está viendo afectada por la montaña rusa de la paternidad. Una vez escrito por parte del A. que aún es más profesional que padre el mensaje principal –cierro hoy por motivos personales–, el A. que ya empieza a ser padre no ha podido evitar tener un desliz apurando el poco espacio que le daba el programa de Windows. Aunque en letra a tamaño mucho menor y con lenguaje robótico –nacimiento hija–, ese paréntesis que se abre lo es todo. 

El cartel también nos abre el filón de la curiosidad. ¿Va a darse A. de baja por paternidad? No lo parece con ese “Hoy”. Si se confirma, ¿cómo llevará A. ser padre y autónomo a la vez? ¿Preparará comidas para llevar a su propia casa cuando los días que ya no serán “Hoy” eche la chapa a su hora habitual? ¿Notarán los clientes que, por estar en la playa, se hayan perdido el cartel del día que cerró, que algo ha cambiado en A. cuando vuelvan a por unos garbanzos o una tortilla? Este está ya pensando en irse de vacaciones, criticará alguno que encuentre cebolla en la tortilla que le encargó, sin saber que A. no habrá pegado ojo desde varias tortillas atrás. Él, sobrio como ya sabemos que es, responderá “disculpe, error por nacimiento hija”.

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El próximo fotorelato se publicará el 7 de agosto.