Viva España
Lo único que quiere Sagrario Fortea, nieta de un represaliado del franquismo enterrado en el Valle de los Caídos, es poder trasladar sus restos a un cementerio y llevarle flores los 1 de noviembre
Héctor Juanatey Madrid , 25/10/2019
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El próximo 1 de noviembre Sagrario Fortea Herrero acudirá, como muchos otros en España, al cementerio de su pueblo para depositar flores en las tumbas de sus familiares. Pero habrá un ramo que no podrá dejar. El reservado para su abuelo Manuel Herrero Martínez. Sagrario no ha podido enterrarlo. Otros lo hicieron por ella hace más de 80 años.
Manuel Herrero fue desaparecido el 28 de octubre de 1936 en Munébrega, Calatayud, y enterrado junto con otros diez vecinos de Torrijo de la Cañada (Zaragoza) en una fosa común en una finca de labranza en Munegra. En esta historia también hay una exhumación, pero distinta a la del dictador Francisco Franco. En 1959, los restos de Herrero fueron exhumados, metidos en una caja de madera y trasladados primero a Calatayud y después al Valle de los Caídos.
En la genealogía de Íñigo Jaca aparece asimismo una exhumación, de nuevo distinta a la del dictador Franco. Íñigo es sobrino de Antonio Arrizabalaga Ugarte, fallecido en Zaragoza el 17 de noviembre de 1937 aquejado de fiebres tifoideas. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Torrero (Zaragoza) y exhumados en febrero de 1961 para ser trasladados al Valle de los Caídos.
Manuel Herrero Martínez era concejal del Frente Popular y vocal de Izquierda Republicana. Antonio Arrizabalaga, miliciano vasco y miembro del batallón Amuategui, uno de tantos que lucharon contra los franquistas. Sagrario e Íñigo saben dónde están localizados sus restos, pero a día de hoy todavía nadie les ha permitido sacarlos para enterrarlos como merecen y como desea su familia. Los Franco, sí.
Tanto Sagrario como Íñigo siguieron en directo la exhumación del dictador en este ya histórico jueves 24 de octubre, una extracción no poco cargada de polémica. Que si estaba presente el Gobierno. Que si se retransmitió por televisión. Que si la familia lo sacó a hombros. Que si fue tratado con honores. Que si se trató de un funeral de Estado.
Si a Sagrario le afectó algo fue un grito, el de ese sonoro “¡viva España!” que retumbó en sus oídos aun escuchándolo por televisión. “Ese viva España no hablaba de una España democrática”, explica. “Si me molestó fue porque se refería a una España fascista, a una España en la que una dictadura del hombre que introducían en el coche fúnebre asesinó y torturó a todo aquel que pensase distinto”.
Pero al menos el dictador ya no reposa junto a los restos de su abuelo. Manuel Herrero ya no está con su asesino. Y con eso es con lo que prefiere quedarse su nieta. “Me da igual si la ministra estaba de una manera u otra, no me importa, lo único que me importa es que Franco ya no está en el Valle de los Caídos”. A la familia de Franco, incluso a muchas otras personas que solo enjuiciaron la exhumación, quizás les resulte extraño o sorprendente que personas como Sagrario e Íñigo no quieran criticar el trato preferencial que se le ha dado al dictador. Al contrario de lo que esa España del “viva” ha hecho con su memoria, ambos respetan que los Franco hayan podido enterrar a su pariente con dignidad. Solo reclaman el mismo derecho para los suyos.
En opinión del sobrino de Antonio Arrizabalaga, durante la exhumación “se pusieron los medios necesarios para respetar a la familia y las formas”. Ahora, señala esperanzado, se ha eliminado uno de los principales obstáculos que impedía la exhumación de los restos de su tío. “Parecía imposible tocar el Valle con Franco dentro. Pero ya no está”, apunta.
La voluntad política para recuperar y dignificar la memoria de las víctimas no puede ni debe quedarse en la exhumación del dictador. Ni tampoco depender de este o aquel Gobierno. Así lo defiende Sagrario. “¿Qué pasa, que si gobierna el PP volveremos de nuevo al punto de inicio?”, se pregunta. “No puede ser que las víctimas tengamos que confiar únicamente en gobiernos progresistas. Esto debe pasar por un acuerdo social y político”.
–¿Cree que el Gobierno debería poner los mismos medios para retransmitir o cubrir la exhumación de los restos de su abuelo, cuando lo logre?
–(Ríe) No, no hace falta. Yo entiendo que en pleno siglo XXI se haya dado la cobertura que se dio, pero a mí no me hace falta. Lo único que quiero es que me den a mi abuelo y poder enterrarlo con el resto de la familia.
Lo único que alberga Sagrario es el deseo de su madre, que en vida trató de enterrar a su padre como merecía. Ni la presencia del Gobierno en el entierro, ni la retransmisión de televisión, ni sacarlo a hombros ante España, ni funeral de Estado. Lo único que quiere Sagrario es acudir el 1 de noviembre al cementerio y poder depositar flores en la tumba de su abuelo.
Y entonces, sí. No le dará miedo decirlo. Viva España.
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Héctor Juanatey
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