salud mundial
Manifiesto por la Vida Humana
Sólo hay dos opciones. Un camino nos lleva hacia atrás, a un planeta de abandono donde lxs ricxs se protegen con los cuerpos de lxs pobres. El otro conduce a la vida. En el aniversario de la covid-19, este es el camino que elegimos
Noam Chomsky / Vanessa Nakate / Nnnimmo Bassey / Áurea Carolina de Freitas e Silva / Elizabeth Victoria Gomez Alcorta 11/03/2021
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La crisis del COVID-19 ha expuesto el mito de la “salud mundial”. No existe un sistema de salud pública mundial y nunca ha existido. La pandemia ha quitado la máscara del multilateralismo al complejo farmacéutico-filantrópico, revelando un sistema que sirve a los países ricos antes que al resto y pone a los beneficios privados antes que la salud pública. No deberíamos celebrar el aniversario de la pandemia reviviendo el mito de la “salud mundial”. Deberíamos construir un sistema que realmente lo ofrezca.
Los cimientos de este poderoso mito fueron destruidos desde el inicio de la pandemia. La administración Trump abandonó la Organización Mundial de la Salud, y sus aliados avivaron sentimientos racistas, orientalistas y xenófobos en lugar de prepararse para la propagación del virus. En cuestión de meses, un puñado de países ricos habían acumulado todas las candidatas a vacunas existentes, acaparando más de la mitad del suministro mundial. Mientras tanto, votaron por mantener las leyes de propiedad intelectual que las negarían al resto.
La arquitectura institucional del llamado sistema de salud mundial cedió inmediatamente a esos intereses nacionalistas, desde las organizaciones mundiales de salud —de las cuales, dos tercios tienen sede en los Estados Unidos, el Reino Unido y Suiza— hasta las instituciones financieras internacionales, movilizadas para proteger el derecho de lxs acreedorxs a acumular intereses sobre los derechos de lxs deudorxs a la supervivencia.
Incluso lxs filántropxs, que han trabajado incesantemente en construir el mito de la salud mundial, desempeñaron su papel en este proceso, instando a la privatización de la tecnología de las vacunas en lugar de compartirla con el mundo.
Ahora, estas instituciones conmemoran el aniversario de la declaración de la pandemia con debates sobre el futuro de la salud mundial —reformas financieras, mecanismos de gobierno, costos de innovación, etc.—. Pero no podemos salvar un sistema que no existe.
En cambio, debemos replantear la pregunta que está en el centro mismo del debate de la salud: ¿Cómo podemos proteger a la vida humana? ¿Cómo podemos resistir un apartheid de la salud que protege la vida de lxs ricxs y descarta la de lxs pobres? ¿Cómo podemos construir un sistema que prioriza el amor y cuidado que necesitamos para mantenernos con vida?
Convocando a estudiantes, activistas y profesionales de todo el mundo, el grupo de Respuesta al COVID-19 de la Internacional Progresista ha propuesto algunos principios en un nuevo “Manifiesto por La Vida”.
En primer lugar, una vacuna popular para el COVID-19. Mientras el virus se propague, puede mutar y moverse. Ningún país puede terminar con la pandemia por sí solo; el COVID-19 en cualquier lugar es una amenaza para la salud pública en todas partes. Un sistema verdaderamente basado en la salud mundial garantizaría el acceso abierto a todos los conocimientos técnicos para la vacuna contra el COVID-19 y su producción en todo el mundo.
En segundo lugar, una Organización Mundial de la Salud que pueda trabajar para la salud mundial. La OMS está entorpecida por los intereses de los países ricos, lxs financiadorxs privadxs y las malas ideas de las grandes instituciones financieras. Es hora de liberar a la OMS de estas restricciones. Esto no significa construir una autoridad supranacional que no rinda cuentas a los gobiernos que sirve; por el contrario, significa cumplir la promesa principal de la OMS de gobernanza multilateral. Una OMS enfocada en la salud mundial se centraría en construir los sistemas regionales y nacionales de salud pública que potencian el principio de autodeterminación, en lugar de pisotearlo.
En tercer lugar, se debe hacer que el capital privado se someta a la salud pública. El objetivo claro de las “grandes farmacéuticas” es beneficiarse de las personas que se enferman. El derecho a la vida se convierte en una mercancía y se vende como un lujo para unxs pocxs. Para consagrar un derecho mundial a la vida, debemos partir del principio de una atención médica gratuita y universal, pasando de la provisión privada a la pública.
En cuarto lugar, la vida humana no es una pieza de negociación. Nos piden creer en un sistema de “salud mundial” que considera a la salud pública como una fuente de influencia geopolítica. La pandemia ha dejado claro que ver la salud por el lente de "seguridad nacional" conduce hacia la vigilancia sobre la provisión, la agresión sobre la cooperación. Un verdadero sistema de salud mundial acabará con las sanciones médicas y el despliegue de fuerzas de seguridad en respuesta a las emergencias de salud pública.
Por último, un lugar de honor para nuestrxs cuidadorxs. Trabajadorxs “esenciales” han sido aclamadxs como héroes y heroínas pero deshumanizadxs en la práctica: mal pagadxs y sobreexplotadxs, algunas veces sin ningún derecho como trabajadorxs y sin poder recurrir a la ayuda social. Los sindicatos de cuidadorxs serán clave para cualquier política de salud pública. Lxs trabajadorxs deben ser capacitadxs, protegidxs, pagadxs y su derecho a proporcionar o trabajo respetado.
Tras un año de pandemia, es fácil sentir que todo ha cambiado. Pero no es así y debería cambiar. Continuamos viviendo bajo las leyes de un sistema de “salud mundial” que no existe, lo que nos impide construir uno que sí lo sea.
Sólo hay dos opciones. Un camino nos lleva hacia atrás, a un planeta de abandono donde lxs ricxs se protegen con los cuerpos de lxs pobres. Esta es una historia familiar.
El otro conduce a la vida. En el aniversario del COVID-19, este es el camino que elegimos.
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