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El diccionario de la Real Academia Española define ansiedad como un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. Tengo la sensación de que es una definición que se podría aplicar perfectamente al actual Atlético de Madrid. Al que juega dentro del campo y al que construimos desde fuera. La victoria en Getafe, otra vez al filo del cronómetro, nos dejó esa alegría puntiaguda del que es capaz de recuperar in extremis aquello que sentía haber perdido, pero también dejó un buen puñado de sensaciones contradictorias. Deportivas y no deportivas. La RAE, en otra de sus acepciones, dice que la ansiedad es esa angustia que suele acompañar a ciertas neurosis y que no permite el sosiego. Y ahí creo que está la clave: en la neurosis de tener que vivir bajo la hostilidad de un régimen histérico y en la falta de sosiego que provoca el no entender que es imposible alcanzar ese modelo irreal que ese mismo régimen nos está intentando vender.
Si cuando comenzó el partido en el Coliseum Alfonso Pérez nosotros teníamos en la mente la mirada desafiante de ese tal Gil Manzano, el partido de sanción que le habían puesto a João por darle una patada a un balón (imperdonable) o los comentarios condescendientes (y capciosos) de todas y cada una de las emisoras de radiotelevisión que dicen dedicarse a la información deportiva, es muy probable que los jugadores también lo tuvieran. Si en nuestro entorno se agolpan los agoreros que vaticinan el enésimo fracaso de Simeone (cuando todavía está por llegar el primero); los eruditos que, como si fuesen Gremlins sobrealimentados, nos alertan del error que fue traer a Griezmann (un campeón del mundo que llegó gratis y que lleva quince minutos en un equipo que acaba de ganar la Liga) o los sesudos analistas que dicen que hay que lanzar a Luis Suárez por el desagüe (y que me imagino que hoy estarán borrando tuits), es muy probable que todo ese olor a carne quemada llegue también a los jugadores y a su entorno. Falta pausa y sobre hipocondría. Falta memoria y sobra información radioactiva, de esa que nadie consume. Sobra análisis de garrafón y falta respeto.
A todo esto, el partido del Atleti en Getafe fue malo. Salieron al campo con una nueva modalidad de esquema, lo que prueba quizá que Simeone no termina de encontrar uno en el que confiar. Lamentablemente, tampoco funcionó. La línea de cuatro defensas debería haber aportado mayor equilibrio en el centro del campo y mejor fluidez en la construcción, pero ocurrió todo lo contrario. El buen hacer defensivo de un Getafe especialmente motivado bastó para que los rojiblancos se atascaran en una salida de balón que nunca pasó de ser errática. Y podríamos recurrir a la memoria de los ausentes para explicarlo, Koke, Lemar o incluso Kondogbia, pero yo creo que tiene más que ver con la falta de confianza que con otra cosa. Los rojiblancos parecían jugar con la pierna encogida. Asustados. Temerosos de tener el balón y la atención de los focos. Con la angustia del error “imperdonable” rodando por la cabeza. Cada decisión arbitral suponía remover el recuerdo. Cada tiro desviado suponía sacar a pasear a los fantasmas. Cada pérdida suponía cuestionarse el libreto. Todo eso provocaba fallos defensivos inéditos en la era Cholo. Robos de balón incomprensibles. Lodi se iba al suelo antes de tiempo. Correa volvía a liarse con su propia sombra. Griezmann parecía perdido en el marasmo. El resto no aparecía. Había pérdidas de concentración de Savic (¡de Savic!) y hasta manos blandas de un tipo como Oblak, cuya fiabilidad se asemeja a la de un androide. Y como la mala suerte siempre aparece para el que la busca, segundos antes del final de la primera parte, Mitrovic cabeceó un balón a la red tras una jugada desafortunada de los rojiblancos.
La segunda parte no fue mucho mejor, aunque las sensaciones dijesen lo contrario. La activación tras pérdida de los de Simeone se pareció más a la de una situación normal y solamente con eso el equipo colchonero se adueñó del balón y pudo jugarlo en campo contrario. Pero apenas hubo ocasiones, más allá de un remate al larguero de Luis Suárez, que parecía menos peligroso de lo que al final fue.
Hasta que llegó la desgraciada jugada de la expulsión de Aleñá. Una expulsión que parece indiscutible en una pantalla de televisión y que no lo pareció en directo, en el contexto de un partido de fútbol. A partir de ahí el Getafe tuvo que replegarse sobre su área lo que, para su desgracia, favoreció la gestación de la llamada zona Suárez. El uruguayo, sin que sus compañeros aportaran demasiada brillantez y sin que el juego fuese particularmente elaborado, fue capaz de fabricar estatuas de platino con cada error del rival. Primero aprovechando los veinte milímetros que le dejaron libre en el área tras un pase a la olla de Hermoso. Después rematando a ciegas un balón que Vrsaljko había colgado al área como si estuviese jugando en la playa con un balón de plástico. Bendito jugador acabado ese tal Luis Suárez.
El Atleti ganaba tres puntos y tres días de tranquilidad para practicar la reflexión. Aprovechémoslo. Dentro y fuera. Amigos y enemigos. Seguramente todos saldremos ganando.
El diccionario de la Real Academia Española define ansiedad como un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. Tengo la sensación de que es una definición que se podría aplicar perfectamente al actual Atlético de Madrid. Al que juega dentro del campo y al que construimos desde fuera. La victoria en...
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