CRÓNICAS PARTISANAS
De cordones y correas
Si se ha podido plantear siquiera la posibilidad de que el PP no se apoye en Vox para gobernar en Castilla y León es porque el PP es un partido débil, roto, sin proyecto ni ruta
Xandru Fernández 18/02/2022
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No nos cogió por sorpresa la voladura del PP: el debate de la semana estaba siendo, para bien o para mal, la propuesta de un cordón democrático contra Vox. Y la asonada ayusista es parte de ese debate. No tanto una consecuencia como una circunstancia: si se ha podido plantear siquiera la posibilidad de que el PP no se apoye en Vox para gobernar en Castilla y León es porque el PP es un partido débil, roto, sin proyecto ni ruta. No ha hecho falta presionar mucho desde fuera para que se partiera por dentro.
Hasta donde se me alcanza, lo del “cordón democrático” fue una feliz ocurrencia de Marina Saenz que tomó cuerpo en el editorial de CTXT del día de San Valentín. Respondía, a su vez, a las dudas, ejemplarmente expuestas por Santiago Alba Rico, sobre la idoneidad de la expresión “cordón sanitario”, de ya largo recorrido pero siniestras connotaciones. Se trataría de evitar que Vox llegue a las instituciones de gobierno aunque para ello haya que permitir al PP gobernar en solitario, incluso animarlo a hacerlo. A condición, naturalmente, de que el PP abandone el lenguaje incendiario y la agenda trumpista que en ocasiones nos impide diferenciar a sus cuadros de los del partido ultra.
La idea ha gustado a algunos, ha horrorizado a otros y nos ha puesto a unos cuantos en la extraña tesitura de tener que dar la razón a unos y a otros a sabiendas de que todos se equivocan. Me temo que es más que un problema semántico que, por otra parte, el adjetivo “democrático” atenúa pero no elimina: un cordón es un cordón, y no solo implica un corte abrupto sino que también plantea la cuestión del adentro y el afuera. ¿Deja el cordón democrático a Vox fuera de la democracia, donde no podamos verlo? ¿O se trata de encerrar a Vox dentro de un espacio seguro, sometido a vigilancia? El primer tipo de cordón impide entrar, el segundo proscribe la salida. Algunas voces han planteado, además, que acordonar a Vox solo servirá para legitimar su discurso victimista, hacer que crezca su popularidad y contribuir a que, más tarde o más temprano, adquiera la fuerza suficiente para romper por sí solo ese cordón. Es un temor justificado que no debería menospreciarse.
Hasta el rey Felipe VI ha aportado su granito de arena a la construcción del discurso antisistema que se gastan los trumpistas españoles
Los victimismos del partido ultra, no obstante, forman parte de un discurso que se ha ido fortaleciendo en los últimos años sin que hasta ahora se haya acordonado nada. Al revés: ha sido la difusión de ese discurso en los medios de comunicación y en boca de dirigentes del PP (y ocasionalmente del PSOE) la que ha legitimado socialmente planteamientos que hasta 2017 podían considerarse marginales o, cuando menos, de mal gusto. Hasta el rey Felipe VI ha aportado su granito de arena (por decirlo de una manera volumétricamente inexacta) a la construcción del discurso antisistema que se gastan los trumpistas españoles. Ingredientes de ese imaginario revanchista que Vox representa en los medios de comunicación se han rehogado previamente en las cazuelas del PP, no solo la exaltación patriótica y monárquica y la demonización de los independentismos, de la pluralidad lingüística y de la diversidad cultural, sino también el negacionismo de la violencia de género, la homofobia, el racismo sistémico y la criminalización de la población migrante. La política de fronteras del gobierno actual, sumada a la negativa de la mayoría parlamentaria progresista a derogar la Ley Mordaza, no invita a confiar mucho en la calidad de la democracia que quedaría del lado cuqui del cordón.
Cierto, no ha hecho falta que la ultraderecha esté en el gobierno para convertir los CIES en un infierno. Y sin embargo asusta pensar en qué infierno aún mayor podrían convertirse si se diera ese caso. Hay, además, una cierta inercia, cateta y ruin, pero a veces también temerosa y conservadora en las formas, en el modo en que muchos gobiernos del PP manejan las cuentas públicas y las partidas presupuestarias más delicadas. Podemos temer legítimamente que, en el momento en que Vox entre en un gobierno y pueda manejar esas partidas, esa inercia desaparezca, se utilicen los presupuestos públicos en beneficio de la cruzada cultural de la ultraderecha y la calidad de vida de mucha gente descienda todavía más. No es un temor que podamos conjurar a la ligera. No deberíamos.
Claro que el principal obstáculo al cordón democrático lo constituye, sin duda, la trayectoria del propio PP, y no solo porque la mayoría de los cuadros de Vox procedan de ese partido: también es el partido de Francisco Correa, cuyo apellido dio nombre al caso judicial más sonado de la historia de la corrupción política española (lo que ya es decir). No es solo que el PP fuera fundado por un exministro franquista, es que desde el caso Gürtel no se ha producido ningún movimiento de regeneración del partido más allá de la cosmética, como estamos viendo estas últimas horas en que saltan a nuestras pantallas los mismos Carromeros de hace años.
En la Atenas democrática, grupos de esclavos adiestrados por las instituciones de gobierno bloqueaban las salidas del ágora, todas salvo las que conducían a la colina de Pnyx, donde tenía lugar la asamblea. Armados con cuerdas de juncos trenzados y empapados en pintura roja, era como si desplegaran una red de pesca para interceptar a los ciudadanos rezagados, a los que carecían de interés en la política y a los que preferían volcar su bilis antisistema en los grupos de WhatsApp de la época, los libelos de la oligarquía y las conjuras aristocráticas. Ya sabemos cómo acabó aquella experiencia y lo mucho que los atenienses añoraron aquel cordón cuando volvió la tiranía. Pero el cordón no evitó que la tiranía volviera, porque, como ahora, tan solo era un síntoma: de falta de credibilidad, de falta de confianza en la democracia, en el gobierno de la mayoría.
No nos cogió por sorpresa la voladura del PP: el debate de la semana estaba siendo, para bien o para mal, la propuesta de un cordón democrático contra Vox. Y la asonada ayusista es parte de ese debate. No tanto una consecuencia como una circunstancia: si se ha podido plantear siquiera la posibilidad de...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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