extrema derecha 2.0
Budapest: la nueva meca de los ultras
Vox tiene como modelo a la democracia iliberal de Orbán. Por eso son frecuentes sus peregrinajes a orillas del Danubio. Para aprender cómo convertir una democracia plena en un régimen sin pluralismo ni derechos
Steven Forti 28/05/2022
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Viktor Orbán.
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Desde hace un par de décadas, Budapest se ha convertido en una de las ciudades más visitadas en Europa. En 2019, el año anterior a la covid, más de 60 millones de turistas extranjeros viajaron a Hungría y una gran parte de ellos pasearon también por su preciosa capital. Entre estos millones de personas, cada vez hay más ultraconservadores provenientes de todas las latitudes que ven en la ciudad a orillas del Danubio la nueva meca de la extrema derecha 2.0.
No debería extrañar, pues, que los pasados 19 y 20 de mayo se haya celebrado en la capital húngara el primer encuentro en Europa de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), la importante convención de los republicanos estadounidenses, hoy totalmente trumpizados, que en los últimos años está intentando crear franquicias por doquier. De hecho, la CPAC ha organizado ya encuentros en Australia, Corea, Japón y Brasil. Y el próximo septiembre lo hará también en México. Sin embargo, los casos brasileño y húngaro son los más sintomáticos. El Brasil de Jair Bolsonaro –muy involucrado, junto a su hijo Eduardo, en la realización de la CPAC Brasil– ha intentado convertirse en el centro neurálgico de la ultraderecha en América Latina. Y lo mismo puede decirse, pero con mucho más éxito, para la Hungría de Orbán en el continente europeo.
La Hungría de Orbán se ha convertido en un modelo a estudiar en los círculos de la derecha radical y extrema de todo el mundo
No hace falta recordar que el líder de Fidesz gobierna con mayorías absolutísimas desde 2010 y que el pasado mes de abril ganó las cuartas elecciones consecutivas, con más del 50% de los votos que le permitirán quedarse en el poder, como mínimo, hasta 2026. Digámoslo claro para no dejar lugar a dudas: la Hungría de Orbán se ha convertido en un modelo a estudiar y seguir en los círculos de la derecha radical y extrema de todo el mundo. Lo repitieron estos días todos los miembros de la delegación yankee que, además de con unos cuantos congresistas y senadores republicanos, contaba también con Mark Meadows, exjefe de gabinete de Trump; Matt Schlapp, presidente de la Unión Conservadora Americana –la entidad que organiza la CPAC– y la estrella mediática ultra por excelencia al otro lado del Atlántico, el presentador de Fox News Tucker Carlson. Pero no hace falta ir tan lejos. Tras un encuentro con Orbán en mayo de 2021, también Santiago Abascal, líder de Vox, lo expresó sin medias tintas: “Queremos seguir en España el ejemplo de Hungría”, fueron sus palabras en la rueda de prensa celebrada en la ciudad natal de Ehrich Weisz, conocido con el nombre artístico de Harry Houdini.
Buxadé y Tertsch, entre antisemitas y conspiranoicos
Abascal participó en la CPAC de Budapest con un mensaje en vídeo, como también hicieron Donald Trump, Nigel Farage, Eduardo Bolsonaro y el diputado conservador británico James Wharton. Presencialmente estaban los dos principales embajadores de Vox en el extranjero: los eurodiputados Hermann Tertsch y Jorge Buxadé, también vicepresidente del partido. El hiperactivismo internacional de estos hombres es reseñable. A través de la Fundación Disenso y el Foro de Madrid han viajado a menudo por América Latina para estrechar lazos con los líderes ultraderechistas regionales bajo el paraguas de la “idea” de Iberosfera. Tras Bolsonaro, se han encontrado con el chileno José Antonio Kast, el argentino Javier Milei, la peruana Keiko Fujimori o el mundo político uribista en Colombia. Precisamente, el pasado mes de febrero se organizó en Bogotá un encuentro del Foro de Madrid. Y, últimamente, además de acompañar a Marine Le Pen en su cuartel general de París la noche de la segunda vuelta electoral para las presidenciales francesas –junto a Macarena Olona, necesitada de contactos internacionales y visibilidad mediática de cara al 19J–, Buxadé y Tertsch han estado también en Budapest, celebrando como hinchas de un equipo de fútbol la cuarta victoria electoral de Orbán.
En la CPAC de Budapest estaba una buena parte de la crème de la crème de la extrema derecha europea. Además de Orbán y la plana mayor de su gobierno, en el Bálna Conference Center intervinieron también el presidente del FPÖ austriaco, Herbert Kickl; el presidente del Vlaams Belang flamenco, Tom Van Grieken; el expresidente de la República Checa, Vaclav Klaus; el presidente de la Agrupación Nacional francesa, Jordan Bardella; el vicesecretario de la Liga y estrecho colaborador de Salvini, Lorenzo Fontana; el eurodiputado de Hermanos de Italia, Vincenzo Sofo, exsalviniano y marido de Marion Maréchal Le Pen; el presidente de Nazione Futura, think tank de Hermanos de Italia, Francesco Giubilei; y varios dirigentes de otros partidos, como los polacos de Polonia Solidaria, aliados de Ley y Justicia, o los holandeses de JA21, una nueva formación surgida tras una escisión de los ultras del Foro para la Democracia.
En la CPAC de Budapest se reunió buena parte de la extrema derecha europea, además de periodistas, influencers y empresarios ultras
Entre los ponentes había también presidentes de fundaciones y think tanks, periodistas, influencers y empresarios ultras. Destacan Jack Posobiec, blogger de la Alt Right estadounidense, conocido por difundir la teoría del complot del PizzaGate, según la cual los líderes del Partido Demócrata habían montado una red de abuso infantil en el sotano de una pizzería de Washington, y el periodista húngaro Zsolt Bayer, amigo de Orbán y cofundador de Fidesz, famoso por sus exabruptos contra judíos, afroamericanos y gitanos. Pero también Matthew Tyrmand, miembro de la junta del Proyecto Veritas, asociación que se dedica a la difusión de bulos y fake news; George Farmer, CEO de Parler, la red social más utilizada por la extrema derecha por su falta de moderación y censura del discurso del odio; o su mujer, Candace Owens, “la influencer preferida por Trump”, una joven afroamericana que ataca duramente el movimiento Black Lives Matter y minimiza la amenaza del supremacismo blanco.
Todos ellos han debatido en paneles sintomáticamente titulados “La civilización occidental bajo ataque”, “In God We Trust”, “Las guerras culturales en los medios”, “El padre es un hombre, la madre es una mujer”, “Revival conservador” y “Patria, seguridad”. Es decir, los caballos de batalla de la extrema derecha 2.0. Orbán, que tras cerrar a cal y canto el Parlamento durante los primeros meses de la pandemia acaba de aprobar una nueva ley de emergencia con la excusa de la guerra en Ucrania, ejerció como anfitrión, presentándose como el mejor ejemplo de lo que debería ser el conservadurismo en el siglo XXI. De hecho, tras explicar que Occidente se está suicidando, citó también la teoría conspiranoica del Gran Reemplazo, según la cual una élite mundialista, representada por George Soros y otros multimillonarios, estaría sustituyendo a la población blanca, cristiana y europea con inmigrantes africanos y asiáticos. Una teoría del complot que ya está en boca, explícita o implícitamente, de todos los líderes e influencers ultraderechistas. Y es reivindicada por los terroristas supremacistas blancos, como, por mencionar solo el último, el autor de la masacre de Buffalo. Según The New York Times, el ya citado Tucker Carlson ha nombrado la teoría del Gran Reemplazo en al menos 400 de sus programas en Fox News, llegando así a millones y millones de estadounidenses.
Antiabortistas a orillas del Danubio
La CPAC de Budapest no es ni de lejos el primer encuentro ultra que se organiza a orillas del Danubio. En 2017, Orbán fue el anfitrión del Congreso Mundial de las Familias, uno de los principales lobbies ultraconservadores activos a los dos lados del Atlántico contra de la igualdad de género, el aborto y los derechos LGTBI. Dos años después, con Salvini en el Ministerio del Interior, el congreso se organizó en Verona gracias a la labor del entonces eurodiputado de la Liga, Lorenzo Fontana, mientras que en 2012 fue Ignacio Arsuaga, fundador de HazteOír y buen amigo de Abascal, quién lo montó en Madrid. Lo que le dio la posibilidad al año siguiente de crear CitizenGO, la rama internacional de HazteOír, financiada y apoyada por una poderosa y adinerada red global, que va del estadounidense Brian Brown al oligarca ruso Konstantin Malofeev, muy cercano a Putin.
Además, desde 2015, cada dos años la capital húngara acoge el Budapest Demographic Summit, un encuentro que de científico tiene muy poco. En su cuarta edición, celebrada en septiembre de 2021, además de Orbán y sus ministros, participaron también Marion Maréchal, el exvicepresidente estadounidense Mike Pence, el liguista Fontana, el exministro del PP Jaime Mayor Oreja, los primeros ministros checo, esloveno y serbio, Babis, Janša y Vucic, o el vicepresidente de la Unión Conservadora Americana, Dan Schneider, presente también en la CPAC que se ha celebrado recientemente en la capital húngara.
Para que tengamos clara la centralidad de Budapest, vale la pena añadir que esta misma semana, el 26 y 27 de mayo, se ha celebrado allí también la convención titulada “Libertad en juego. Construyendo y fortaleciendo una agenda a favor de la libertad a nivel mundial”. El encuentro ha estado organizado por el Political Network for Values, organización presidida por el excandidato ultra en las recientes presidenciales chilenas, José Antonio Kast. Entre los ponentes encontramos miembros de los gobiernos de Brasil, Ecuador, Guatemala y Eslovaquia, además de diputados conservadores de Colombia, Irlanda, Austria, Chile, Kenya, Estados Unidos y, ça va sans dire, España. En concreto, los españoles presentes eran la eurodiputada de Vox Margarita de la Pisa, y el diputado del PP, y a la sazón presidente de la asociación Familia y Dignidad Humana, Javier Puente, recuperado en 2019 por Casado tras su abandono del partido debido a sus posiciones antiabortistas. La delegación española, sin embargo, ha sido mucho más nutrida: a la meca húngara han regresado también los ya citados Arsuaga y Mayor Oreja, que, no se olvide, además de uno de los principales lobbistas antiabortistas en la Península, es también profesor del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP), es decir, la filial española de la escuela de Marion Maréchal que Vox ha abierto hace un par de años en Madrid.
Las redes son ya sólidas y se basan en un sinfín de organizaciones y think tanks que defienden en todo el mundo los valores ultraconservadores
Como se puede apreciar, muchos nombres se repiten en estos encuentros. Las redes tejidas son ya sólidas y se basan en un sinfín de asociaciones, organizaciones y think tanksque defienden en todo el mundo los valores ultraconservadores: desde la Heritage Foundations a CitizenGo, pasando por la Fundación Burke –que organizó la Conferencia Nacional de Conservadurismo en Roma en febrero de 2020, a la cual asistieron, entre otros, Orbán, Abascal, Giorgia Meloni y Marion Maréchal– o el Centro Europeo para la Ley y la Justicia, un lobby con sede en Estrasburgo presidido por el jurista ultracatólico Grégor Puppinck, presente también en la convención de Budapest. A la que no ha faltado tampoco el actor y productor cinematográfico mexicano Eduardo Verastegui, director del movimiento ultracatólico Viva México y organizador de la CPAC que se celebrará en el país centroamericano en septiembre.
Quizás es el Centro para los Derechos Fundamentales, entidad húngara estrechamente vinculada al gobierno de Orbán que ha organizado la CPAC de Budapest, la organización que resume mejor los objetivos de todo este entramado. En su presentación, se explica que “su misión es preservar la identidad nacional, la soberanía y las tradiciones sociales cristianas”, además de “formar un contrapeso al fundamentalismo de los derechos humanos y la corrección política que han estado afectando a numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana”. Simplificando, defender la que llaman la civilización cristiana europea de la “dictadura progre” representada por las izquierdas y el liberalismo.
Orbán, el modelo para Abascal
Hay que añadir una última vertiente a todo esto: la reorganización de la extrema derecha a nivel europeo. En la actualidad los ultras están divididos en dos partidos a escala comunitaria y dos grupos en el Europarlamento. Por un lado, Identidad y Democracia (ID) con Salvini, Le Pen, el FPÖ, Alternativa para Alemania, los portugueses de Chega! o el Partido de la Libertad holandés. Por el otro, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) con los polacos de Ley y Justicia, Hermanos de Italia y Vox, entre otros. A principios de 2021, la expulsión de Fidesz del Partido Popular Europeo (PPE) dio pie a especulaciones sobre la posible creación de un único macropartido ultra. Salvini lo ha intentado en diferentes ocasiones, reuniéndose en abril del año pasado con Orbán y Morawiecki, pero sin éxito.
Los ultras están divididos en dos partidos a escala comunitaria y dos grupos en el Europarlamento. Las diferencias geopolíticas han sido el principal escollo
Las diferencias geopolíticas han sido el principal escollo –rusófilos versus atlantistas–, junto a las ambiciones personales y a las cuotas de poder. Meloni, por ejemplo, elegida hace un par de años presidenta del ECR, no quiere ni oír hablar de perder la centralidad conquistada recientemente, además frente a un Salvini aliado y a la vez competidor en el Belpaese, que está en caída libre en intención de voto. Esto explica que no haya habido avances, más allá de declaraciones de principios sobre mínimos comunes como el manifiesto firmado en julio de 2021.
Además, las relaciones entre Varsovia y Budapest han saltado por los aires con la invasión rusa de Ucrania, y el grupo de Visegrado está partido en dos: en un lado está Orbán, bien relacionado con Putin, que se opone al embargo al petróleo y el gas rusos; en el otro están polacos, checos y eslovacos, que empujan a la OTAN a intervenir aún más directamente en Ucrania. Las tensiones estaban en realidad ya a flor de piel en la cumbre de Madrid organizada por Vox a finales del pasado mes de enero. Salvini y Meloni, ocupados con la elección del presidente de la República en Italia, no acudieron, mientras que Morawiecki estuvo muy molesto con Orbán, Le Pen y los austriacos del FPÖ por no condenar la amenaza rusa, aunque a última hora se añadió una breve mención para salvar los muebles.
Una prueba ulterior de cómo está el patio la hemos tenido tras la victoria de Orbán y el excelente resultado de Le Pen en las presidenciales francesas el pasado mes de abril. Entre los que han felicitado al primer ministro de Hungría y a la líder de la Agrupación Nacional ha habido esencialmente miembros de ID: los de ECR han callado o, como mucho, han hecho declaraciones muy neutras. Hubo solo una excepción: Vox. El partido de Abascal, como se recordaba antes, envió a Buxadé, Tertsch y Olona a orillas del Danubio y del Sena. Además, el 22 de abril Orbán, tras ser recibido por Bergoglio en el Vaticano, se reunió con Salvini –acompañado del fiel Lorenzo Fontana– para lanzar un nuevo proyecto de “centroderecha” a nivel europeo. El objetivo sería el de presentarse como más moderados y canibalizar al PPE, en franco declive en todo el continente. Meloni y Morawiecki, los principales líderes de ECR, no dijeron ni mu.
Vox siempre ha cuidado las relaciones con el mundo ultraconservador estadounidense
No ha habido muchos avances en las siguientes semanas, más allá de la CPAC de Budapest que, sin embargo, puede darnos algunas pistas. De hecho, casi ningún miembro de ECR estuvo presente, excepto la plana mayor de Vox, dos figuras de segundo nivel de Hermanos de Italia (Sofo y Giubilei) y otros diputados menos conocidos de Polonia –pero no de Ley y Justicia– y Holanda. Es cierto que Abascal y los suyos han cuidado desde el minuto uno las relaciones con el mundo ultraconservador estadounidense: gracias a la intermediación de Rafael Bardají, vinculado a los neocons en Washington desde los tiempos de Bush y Aznar, Espinosa de los Monteros en 2019 y el mismo Abascal el año siguiente fueron invitados para asistir –y así hacerse conocer– a la CPAC de la casa madre, la de Estados Unidos. Así que una CPAC en Europa era una ocasión que no se podía perder.
Ahora bien, si, como parece, el proyecto de un nuevo macropartido ultra en la UE ha nacido cojo y tiene visos de convertirse en un simple lavado de cara de Identidad y Democracia, que se ampliaría a Orbán, deshaciéndose quizás de Alternativa para Alemania, la gran pregunta es qué quiere hacer Vox. ¿Se aliará con Salvini, Orbán y Le Pen, dejando en la estacada a Meloni y Morawiecki? El tiempo dirá.
Lo que queda claro es que, hagan lo que hagan en cuanto a alianzas en Bruselas, para los de Abascal la democracia iliberal de Orbán es el modelo a seguir y a importar en España. Por eso se van tan frecuentemente de peregrinaje a orillas del Danubio. Para aprender cómo convertir una democracia plena en un régimen híbrido, es decir, camino a ser un autoritarismo competitivo donde el pluralismo existe solo en la fachada y los derechos de las minorías brillan por su ausencia. Estaría bien que lo tuviesen claro los ciudadanos andaluces que irán a votar el próximo 19 de junio.
Desde hace un par de décadas, Budapest se ha convertido en una de las ciudades más visitadas en Europa. En 2019, el año anterior a la covid, más de 60 millones de turistas extranjeros viajaron a Hungría y una gran parte de ellos pasearon también por su preciosa capital. Entre estos millones de...
Autor >
Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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